junio 2002, Volumen 18, Número 1
Ganadería, ¿cuál camino?

La revolución pecuaria y su impacto en los pequeños productores

LEAH GARCÉS | Página 7-9
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Dos terceras partes de la producción pecuaria mundial se realiza en los países “en desarrollo”. En ellos, la mayoría de los agricultores practica una agricultura de propósitos múltiples, con métodos no intensivos de producción pecuaria. Los animales son muy importantes para su sustento, su cultura y su estatus social.

Muchos de estos animales pastan en áreas no apropiadas para cultivos o buscan libremente sus alimentos, y muchas veces consumen basura e insectos dañinos. Los pequeños agricultores que combinan actividades agrícolas y pecuarias usan la tierra con relativa sostenibilidad: los residuos de las cosechas se constituyen en forraje para los animales; el estiércol proporciona buen fertilizante y combustible; y el uso de la tracción animal reduce la necesidad de combustibles fósiles. La pequeña producción pecuaria contribuye importantemente a la economía.

En India, por ejemplo, las actividades pecuarias contribuyen con el 30% del total de la producción de las fincas, y el 80% de los productos pecuarios provienen de pequeñas fincas que tienen de 3 a 5 animales y menos de 2 hectáreas de tierra (Rangnekar, 2001). Se estima que una cuarta parte del total de la tierra del mundo se usa para el pastoreo del ganado, incluyendo los sistemas extensivos. Otra quinta parte de la tierra arable del mundo se utiliza en el cultivo de cereales para la alimentación del ganado. Esto hace que, en el mundo, la producción pecuaria sea la actividad que más tierra utiliza.

La “Revolución Pecuaria”

En estos países, sin embargo, los sistemas de producción pecuaria están cambiando rápidamente, debido a la llamada “Revolución Pecuaria”. Se estima que en los próximos veinte años, la demanda global por carne va a ser más del doble, creándose así una mayor demanda de cereales para alimento animal, y que los países del Sur van a convertirse en los principales productores de carne y de productos de origen animal, para abastecer al resto del mundo, y que van a tener que depender cada vez más de granos importados. También se estima que habrá un cambio, y que se pasará de la crianza de animales para propósitos múltiples y suministro local de alimentos, a otros sistemas donde los animales son criados bajo condiciones de factoría industrial, para la exportación. Muchas de las pequeñas granjas quedarán fuera de competencia y serán reemplazadas por grandes establecimientos industriales (Delgado y colaboradores, 1999).

La “Revolución Pecuaria” dará nuevas oportunidades a la agricultura en el Sur, pero ¿Quiénes se beneficiarán de esas oportunidades? ¿Qué consecuencias tendrá para los pequeños agricultores, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, la diversidad genética y el bienestar de los animales de granja? Una organización dedicada al bienestar animal, Compassion in World Farming Trust, que investiga el desarrollo de prácticas pecuarias industriales a nivel internacional, recientemente estudió los efectos del incremento de la agricultura masiva en países del Sur, con relación a sus agricultores y animales de granja (Garcés, 2001; Cox y Varpama, 2000). A continuación se presenta un panorama global de los resultados.

El incremento de las actividades pecuarias industriales en los países del Sur, como se aprecia aquí en gallinas ponedoras en jaulas en Tailandia, está demostrando ser contrario a la seguridad alimentaria, al medio ambiente y al bienestar de los animales.

Fotografía: CIWF / Los pequeños agricultores están perdiendo

Las agencias líderes que trabajan para la reducción del hambre, admiten que los pequeños agricultores rurales están siendo desplazados debido al surgimiento de la agricultura industrial. Los agricultores en el Reino Unido, en los Estados Unidos y en Europa ya han experimentado las penosas consecuencias de lo que se conoce como “integración vertical” de la producción pecuaria, donde empresas especializadas, tales como fincas de engorde, comercializadoras de alimentos para animales, y envasadoras de carne, se fusionan en una compañía gigantesca. Esto limita las oportunidades de mercado para los pequeños agricultores independientes, muchos de los cuales han tenido que abandonar ese rubro de actividades. Según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, en 1950 había en los Estados Unidos 5,7 millones de granjas; hoy, el número ha disminuido a unos 2 millones.

Este patrón se está imponiendo rápidamente en los países del Sur. La industria avícola de Brasil es un buen ejemplo de ello. Entre 1970 y 1991, la industria avícola del Brasil creció y pasó de agricultores que criaban gallinas en el corral del patio, a ser una industria mecanizada multinacional, casi totalmente integrada en forma vertical. Al comienzo, las grandes compañías daban pollitos de un día de nacidos a familias de pequeños agricultores y se les pagaba para que los criaran. Sadia es un ejemplo de una compañía de propiedad familiar, que empleaba 14.000 pequeños agricultores para criar pollos en sus fincas mixtas, con un evidente beneficio para estas familias agricultoras. Luego, Sadia compraba nuevamente los pollos, los procesaba y los distribuía a los consumidores.

Desafortunadamente, este sistema comenzó a cambiar hace cuatro o cinco años debido a los problemas financieros que enfrentaron las compañías de propiedad familiar, como por ejemplo Sadia, que fue absorbida por grupos de interés financiero y por compañías extranjeras. Ahora, Sadia está criando pollos, preparando alimentos para ellos y procesando sus propias aves en grandes unidades de producción. Y, obviamente, la mayoría de los 14.000 agricultores mixtos, que una vez criaron pollos para la industria Sadia, no se benefician de esta nueva iniciativa de “desarrollo”.

Daño para los países en desarrollo, dependientes de las importaciones

Hay muchos ejemplos que sustentan la idea que la introducción de un sistema pecuario industrial no sólo daña a los pequeños agricultores individualmente, sino también, en general, a los propios países en desarrollo. Como consecuencia de la crianza industrial de animales, estos países se han vuelto más dependientes de las importaciones. Para la crianza pecuaria intensiva, se requieren granos, tractores, combustibles, fertilizantes, ejemplares de animales especializados y equipos que no se producen en los países en desarrollo.

En la última década, Asia ha comenzado a importar grandes cantidades de grano para alimentar a los animales de granja producidos industrialmente. También, con subsidio gubernamental, se está importando maquinaria, combustible y unidades de producción. La crisis económica asiática de 1999, que elevó los precios de los alimentos importados para animales y deprimió la demanda urbana, demostró que una economía con una fuerte tendencia importadora puede ser desastrosa e insostenible.

Amenaza para la seguridad alimentaria

Un estudio de World Poultry (Gueye, 2000) realizado en África Sub Sabariana, indica la importancia de la crianza familiar de aves para la seguridad alimentaria, el alivio de la pobreza, la salud ambiental y la diversidad genética. Mientras que generalmente se importan una o dos razas de pollos para las aves de carne en las granjas factorías, el 85% de las familias rurales conserva varias razas locales de aves. Con frecuencia, los consumidores prefieren las aves locales y no las exóticas. Es más, las razas locales están mejor adaptadas a las enfermedades, plagas y climas del lugar. Generalmente se crían aves en sistemas extensivos, y algunas familias se especializan en sistemas semi-extensivos y en la crianza intensiva de aves a pequeña escala.

En los sistemas de producción extensiva (corrales de patio) las aves se crían en terrenos pequeños, con poca inversión de mano de obra y capital, y las comunidades sociales más pobres de las áreas rurales pueden acceder a ellos. Estos sistemas son de gran importancia para las mujeres, especialmente en hogares donde la mujer es jefe de familia. El estudio indica que 5 pollos, en promedio, permiten que una mujer de Tanzania Central logre una ganancia adicional de US$ 38 al año, lo que representa un incremento de 9,5% en sus ingresos. La crianza de pollos ha contribuido a un “mayor empoderamiento de las mujeres, y puede mejorar sus estados financieros, si es que el entorno sociocultural y religioso lo permite”. Por eso, la pérdida de la posibilidad de llevar a cabo actividades pecuarias, a causa de la agricultura industrial, podría afectar seriamente a las mujeres y a los niños.

Efectos para el medio ambiente

La agricultura industrial fue desarrollada en Europa para terminar con la escasez de alimentos después de la Segunda Guerra Mundial. Se promocionó la ciencia y la tecnología, se otorgaron subsidios a los agricultores para alentar el incremento de producción y se ofreció alimentos más baratos a los consumidores. Pero esas políticas de producción a todo costo, no pueden seguir siendo apoyadas. Ya en 1997, el jefe de la Oficina Regional Asia-Pacífico de la FAO declaró que ya era el momento de dejar el modelo pecuario de la Revolución Verde, porque los problemas que este sistema causaba al medio ambiente eran obvios.

Está demostrado que la actividad pecuaria industrial tiene efectos dañinos para el medio ambiente, a corto y a largo plazo (Haan y colaboradores, 1998). La producción de cereales para la industria pecuaria, por ejemplo, con frecuencia se lleva a cabo en lugares distantes de donde se crían a los animales. Esto hace que se agote la fertilidad del suelo donde se producen los cereales, y que haya contaminación –al otro lado del espectro comercial– donde se usan los cereales como alimento para los animales. La soja y el maíz son los principales productos que los Estados Unidos suministra a las granjas pecuarias en todo el mundo. Estos sistemas de monocultivo, aunque son fuertemente promocionados por los gobiernos, tienen consecuencias no previstas en la calidad de la tierra y del agua. Según la Sociedad de Conservación de Tierra y Agua (http://www.swcz.org/), el 30% de todas las tierras arables en los Estados Unidos están erosionándose a un ritmo excesivo.

Globalmente, las granjas producen 13 billones de toneladas de desechos al año (Turner, 1999). Los animales en las granjas industriales consumen alimentos con alto contenido de proteínas y producen desechos que son en extremo dañinos para el medio ambiente. La actividad pecuaria industrial contribuye con el 5 a 10% de gases de efecto invernadero en el mundo, lo que acelera el cambio climático. Además, se requieren grandes cantidades de energía fósil para cultivar, procesar y transportar alimentos para los animales de las granjas industriales y para el tratamiento de sus desechos (Pimentel y colaboradores, 1997).

Pérdida de la diversidad genética

FAO (2001) reporta que la mayor amenaza para la diversidad de los animales domésticos es la exportación de razas especializadas de animales de granja desde los países desarrollados a los países en desarrollo. Los cruces y el eventual reemplazo de las razas locales ha dado como resultado que aproximadamente 1.350 razas de animales domésticos (el 30% de todas las razas domesticadas), se encuentren en riesgo de extinción. Es decir, cada dos semanas desaparecen dos razas de animales de granja.

Una de los mayores fallas de la “Revolución Pecuaria” es negar la importancia de la diversidad genética para la seguridad alimentaría. En 1996, por ejemplo, se llevaron a cabo cerca de 942.000 inseminaciones artificiales solamente en Holanda, con el semen de un único toro Holstein Fresian, de nombre Sunny Boy. Y, en ese momento, el sector lácteo holandés tenía un promedio de 1,7 millones de vacas lecheras (Compas Magazine, octubre de 1999, página 26). Además, el semen de ese toro también fue usado en muchos otros países.

Cerca de 12.000 años de domesticación y crianza en diferentes entornos han dado como resultado unas 4.000 razas de animales de granja. La diversidad genética de estas razas ha hecho posible que los humanos prosperen en todos los rincones del globo, enfrentándose a una amplia gama de retos ambientales, incluyendo diversos climas, enfermedades, parásitos y plagas. A diferencia de las razas industriales importadas, los animales de las fincas en una determinada localidad, han desarrollado resistencia o se han adaptado a esos retos.

En Rajasthan, India, por ejemplo, las razas de animales de granja no industriales, han dado beneficios para la seguridad alimentaria humana, aún en el inhóspito clima del desierto, donde la temperatura puede llegar a 50°C. Esta región tiene 7 razas locales de vacunos, 8 de ovinos, 4 de cabras y también diversas razas de camellos y de caballos. Por medio de estas razas locales, Rajasthan contribuye significativamente a la producción nacional de leche y de lana. Las tierras marginales contribuyen a la seguridad alimentaria, porque se usan para la cria de animales adaptados a las condiciones climáticas locales (Rathore y colaboradores, 2001).

Las intervenciones gubernamentales en Rajasthan se han centrado en “mejorar” las razas locales, cruzándolas con razas exóticas, adaptadas a otros climas. No sorprende, pues, que los cruces de las ovejas locales con ovinos exóticos fracasaran. No hubo mejores rendimientos, principalmente por la alta mortalidad y por los problemas en el suministro de los alimentos para animales. En el caso del ganado vacuno, el gobierno se dio cuenta de los efectos dañinos de los cruces, y en 1998 revisó su política de protección y mejoramiento de las razas locales.

Medidas que benefician a los pobres para que puedan competir con las actividades pecuarias industriales (LID, 1999)
• Lograr el acceso al crédito (para comprar animales);
• Acceder a los servicios apropiados de salud animal (comunales) y a las medidas preventivas simples como por ejemplo, vacunaciones y mejor higiene;
• Asegurar los derechos de pastoreo y acceso al agua;
• Acceder a los mercados;
• Formular políticas comerciales y marcos referenciales que permitan que los pequeños agricultores y pastores compitan con la producción pecuaria industrial. Por ejemplo: apoyar a las cooperativas, tributación de los productores pecuarios basada en su impacto ecológico y social;
• Mejorar la alimentación de los animales para incrementar los rendimientos de las razas locales (Haan y colaboradores, 1998);
• Apoyar a la producción pecuaria basada en recursos locales (alimentos, razas, conocimientos e instituciones indígenas) y a los sistemas agrícolas integrados;
• Dejar de subsidiar la producción pecuaria intensiva en el Norte y en el Sur;
• Dejar de exportar a los países en desarrollo, productos subsidiados provenientes de sistemas industriales.

German NGO Forum Environment and Development, Am Michaelshof 8-10, D-53177, Bonn. Fax: +49 (0) 228-359096; E.mail: gura@forumue.de; http://www.forumue.de

Las razas locales de los animales de granja, como estos vacunos en Gambia, están mejor adaptadas a su entorno que las razas importadas para las granjas industriales.

Fotografía: CIWF / Impacto negativo para el bienestar de los animales

Otro impacto negativo de las actividades pecuarias industriales son sus consecuencias para el bienestar animal. Como es reconocido por el Tratado de Amsterdam, los animales de granja son criaturas vivientes capaces de sentir dolor y sufrimiento. En la actividad pecuaria industrial, es frecuente confinar a los animales dentro de recintos cerrados, sin luz, con poco o ningún ejercicio. Esto inhibe el comportamiento natural de los animales y se sabe que genera un comportamiento agresivo, estrés y lesiones. La actividad pecuaria industrial también tiene prácticas estándares de mutilación: se corta el pico de las gallinas para que no puedan picotear a su compañera de jaula, y a los cerdos se les sujeta el rabo para que, en el corral, los otros animales, en su aburrimiento, no los muerdan.

El entorno de las granjas industriales puede estar sucio y mal ventilado, lo que va en detrimento de la salud de los animales. Es más, las razas seleccionadas por sus grandes músculos y crecimiento rápido, especialmente de cerdos y pollos de carne, tienen problemas en las piernas, insuficiencia en el sistema cardiovascular, incremento de la mortalidad y, en general, soportan una existencia precaria.

Lecciones aprendidas de los errores del Norte

Cuando se hacen cálculos económicos superficiales, se llega a la conclusión que las practicas industriales son las formas más productivas de la producción pecuaria. Pero, estos cálculos no incluyen los “costos totales” de este sistema de producción. Aparentemente la producción pecuaria industrial es viable cuando sólo son vistos ciertos aspectos selectivos del sistema producción – consumo. En realidad, los costos ocultos de la producción animal industrial para las futuras generaciones son enormes. Por eso es muy importante que los que formulan y deciden las políticas, examinen cuestiones tales como: ¿Es aceptable ocasionar pérdidas de puestos de trabajo al hacer fracasar los negocios de los pequeños agricultores, en poblaciones abatidas por la pobreza? ¿Es aceptable causar degradación ecológica, contaminación ambiental, cambio climático y una disminución de la capa de ozono? ¿Es aceptable causar dolor y sufrimiento innecesarios a los animales de granja?

El Reino Unido, por ejemplo, ha sido afectado por enfermedades como la fiebre aftosa y la enfermedad de La Vaca Loca, que ha puesto al sistema pecuario industrial bajo cuestionamiento público. También, la intoxicación alimentaria por consumir productos animales es ahora más alta que nunca en el Reino Unido, lo que hace que los consumidores no confíen en la seguridad de los productos pecuarios industriales. Cada vez hay más consumidores que se alejan de estos productos pecuarios industriales, y se vuelcan hacia aquellos provenientes de sistemas más sostenibles, como por ejemplo, el orgánico y el de pastoreo libre. Los gobiernos europeos comienzan a reconocer esta situación y el valor de una producción pecuaria de calidad. El gobierno holandés, por ejemplo, recientemente ha comenzado a subsidiar en un 30% a la producción orgánica de cerdos. Un comentario editorial de World Animal Review en 1998 puso en el tapete la pregunta crucial: “¿Debería seguir siendo alentado mundialmente este sistema de producción pecuaria? o, ¿Deberían buscarse alternativas?”

Ahora, los formuladores de políticas apoyan formas más sostenibles y humanas de actividades pecuarias; se han dado cuenta que la producción pecuaria industrial no tiene futuro ni para los países del Sur ni para los del Norte.

Leah Garcés, Compassion in World Farming Trust, Charles House, 5A Charles Street, Petersfield, Hampshire, GU32 3EH, Reino Unido. Teléfono: +44 (0) 1730 268863; fáx: +44 (0) 1730 260791.E-mail: leah@ciwf.co.uk; Página Web: http://www.ciwf.co.uk.

Referencias
– Cox, J. y S. Varpama, 2000. The ‘Livestock Revolution’ development or destruction? A report into factory farming in ‘developing countries’. Compassion in World Farming.
– Delgado, C., M. Rosegrant, H. Steingield, S. Ehui y C. Courbois, 1999. Livestock to 2020. The next food revolution. Food, Agriculture and the Environment Discussion Paper 28. IFPRI, FAO e ILCA.
– FAO. En: Reuters, 19 de septiembre del 2001. Biodiversity shrinks as farm breeds die out. http://enn.com/news/wire-stories/2001/09/09182001/reu_farm_45000.asp.
– Gueye, EF, 2001. Marketing of family poultry products in Africa to be improved. World Poultry, volumen 17, número 5.
– Haan C. de, H. Steinfeld y H. Blackburn, 1998. Livestock & the environment: Finding a balance. FAO, Banco Mundial, USAID.
– LID, 1999. Livestock in poverty focuses development. Livestock in Development, Crewkerne, Reino Unido.
– Pimentel, D. y colaboradores, 1997. Water resources: agriculture, the environment, and society. An assessment of the status of water resources. BioScience, volumen 47, número 2.
– Rangnekar, DV. 2001. Livestock production in rural systems and expected impacts on free trade. En: Vision 2020: Food security from the grassroots perspective. Foro: Umwelt und Entwicklung, Bonn, Alemania.
– Rathore, Singh H. e I. Kohler-Rollefson, 2001. Indigenous institution for managing livestock genetic diversity in Rajasthan (India). En: Experiences in farmer’s biodiversity management. Foro: Umwelt und Entwicklung, Bonn, Alemania.
– Turner, J, 1999. Factory Farming & the Environment. Un informe de Compassion in World Farming Trust.

Para obtener la versión completa del informe y las referencias bibliográficas citadas, por favor contacten a Compassion in World Farming Trust.

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