diciembre 2018, volumen 34, número 4
Tierra y territorio

Redefiniendo el vínculo rural-urbano. El consumo de proximidad en la Comunidad de Madrid, España

JOSÉ LUIS CRUZ, ANA DORREGO CARLÓN | Página 35-36
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La Comunidad de Madrid (CM) es una de las regiones más densamente pobladas de la Unión Europea (UE), con 810 habitantes por km2. Además, en las últimas décadas ha experimentado un importante proceso de urbanización. Este proceso ha ido acompañado de la declaración bajo la figura de espacio protegido de un importante porcentaje de su superficie. La red de áreas ecológicas para la conservación de la biodiversidad reconocidas por la UE con el nombre Red Natura 2000 representa un 39,85% de su territorio y, en concreto, los Espacios Naturales Protegidos, bajo diversas categorías de protección, ocupan el 15% de toda la CM. En este contexto, las relaciones rural-urbanas son especialmente delicadas.

A raíz de la revolución industrial, las zonas rurales se convirtieron en suministradoras de mano de obra para las fábricas y más tarde para el sector servicios, contribuyendo al éxodo rural que aún hoy se mantiene y deja las zonas rurales con una población reducida y muy envejecida.

A finales del siglo XX los habitantes de las urbes empezaron a considerar las zonas rurales con cierta añoranza, lo que provocó un retorno a ellas los fines de semana y en épocas vacacionales. Según la encuesta de ocupación de alojamientos rurales que realiza periódicamente el Instituto Nacional de Estadística, entre 2001 y 2018 el número de viajeros que pernoctaron en alojamientos rurales se multiplicó por cinco. El medio rural se ha consolidado como espacio de ocio y descanso.

Hoy nos encontramos ante una redefinición del medio rural. La agricultura resurge como actividad económica y las zonas rurales son reconocidas por su importancia para el suministro de alimentos, lo que contribuye a la reconstrucción de los lazos entre las zonas rurales y urbanas. Los canales cortos de comercialización (CCC) y el consumo de proximidad son la materialización de este incipiente cambio que ya se ha producido en otras regiones de la UE. El Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA) promueve y hace seguimiento a este proceso de redefinición de relaciones entre los medios rural y urbano desde diferentes ámbitos. Aquí se presentan algunas de las reflexiones realizadas sobre el papel desempeñado por los CCC de acuerdo a la información obtenida de distintos estudios e investigaciones. En concreto se llevó a cabo una serie de encuestas a consumidores en general de todo el territorio de la CM (n=1553) y a productores que venden a través de canales cortos de comercialización (n=72); se realizaron estudios de caso sobre la promoción de productos locales y CCC desde iniciativas municipales y autonómicas; se realizaron observaciones participantes y entrevistas a productores mujeres y varones (Cruz y Benito, 2018).

Esta nueva forma de relación rural-urbana parte de un desapego de los consumidores hacia el modelo agroindustrial imperante (véase LEISA 33-4). Una parte de los consumidores no se siente identificada con la cadena de alimentación. No se puede hablar de un único motivo, sino de una serie de desencuentros que están más o menos presentes en estos consumidores: el respeto al medio ambiente, la contribución al desarrollo rural, la salubridad de los alimentos, las cualidades organolépticas de los productos frescos, la pérdida de variedades locales, y crisis alimentarias, como el caso de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB) o el de las dioxinas en piensos para aves en los primeros años del siglo XXI en España.

Por su parte, los pequeños productores cada vez ven más difícil encajar en una cadena de alimentación con márgenes de rentabilidad cada vez más reducidos y volúmenes de producción y criterios de calidad difíciles de asumir, por lo que buscan otras opciones. Si bien en las últimas décadas la agricultura no ha sido vista como un ámbito de emprendimiento, a raíz de la crisis económica de la primera década del siglo XXI, la agricultura volvió a ser un sector de refugio, como en otros momentos históricos. Los prejuicios y reticencias hacia el oficio agrícola se vieron superados por la necesidad de obtener ingresos familiares. A esto se sumó la creciente demanda de productos de proximidad que se estaba produciendo en las áreas urbanas. Todo ello ha hecho que cada vez haya más personas que ven en la agricultura una opción para el desarrollo profesional y la generación de ingresos.

Los desencuentros, tanto de productores como de consumidores, con el sector agroindustrial dominante están favoreciendo la búsqueda de alternativas que han recibido diferentes denominaciones según el país y la forma en la que se han desarrollado (Alternative Food Networks, sistemas agroalimentarios localizados, etc.). Se trata de enfoques con matices diferenciadores pero que coinciden en crear lazos urbanorurales con la agricultura como argumento.

En el caso de la CM, tal vez el concepto de CCC es la mejor forma de referirse a la diversidad de fórmulas que han surgido en los últimos años. Se trata de una realidad muy dinámica y reciente que está en permanente transformación. Se han adoptado fórmulas que van desde la economía colaborativa hasta modelos más convencionales que eliminan intermediarios y llevan de la huerta a la mesa los alimentos, incorporando las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías. Se trata, en muchos casos, de una relectura de las formas más tradicionales de comercialización en las que los propios agricultores ponían a la venta sus productos, pero adaptada a la realidad social, económica y de tecnologías de la comunicación existentes actualmente en la CM.

El denominador común de todas estas iniciativas es la preocupación por el modelo agroindustrial imperante y el interés por tener una mayor información y capacidad de decisión con respecto a los alimentos que se consumen. Se trata de un movimiento de abajo hacia arriba, al principio algo informal y dinamizado por colectivos sociales con una marcada conciencia social pero en el que se han visto reflejados grupos sociales más amplios, hasta el punto que las grandes superficies están desplegando una amplia campaña de promoción de productos de proximidad como forma de adaptar su oferta a las nuevas demandas. Sin embargo, los canales cortos permiten al consumidor un mayor margen para decidir qué es lo que quiere consumir. Los pequeños productores parecen tener más capacidad para adaptarse a estas demandas del consumidor. El consumidor tiene la posibilidad de apoyar, con cada acto de compra, el modelo de agricultura que más se ajusta a sus valores. Además, el trato directo permite el intercambio de información y la construcción de un vínculo de confianza. La respuesta del productor, en primera persona, sobre cómo entiende la agricultura o la ganadería, evidencia los valores que rigen el trabajo en la unidad productiva. En estos términos es más fácil que el consumidor se sienta reflejado o, al menos, que conozca directamente a las personas que trabajan para dar forma a la cesta de la compra. Una cesta que incluye alimentos con sabor, saludables, de temporada, de proximidad, respetuosos con el medio ambiente, entre otras características, que es lo que el consumidor está buscando.

En la CM el principal reto con el que se encuentra la puesta en marcha de los CCC es que los consumidores no conocen agricultores a quienes recurrir para adquirir productos de proximidad. La ciudad ha vivido demasiado tiempo de espaldas al campo. Ha sido tal la ruptura de relaciones entre la ciudad y el campo, entre la producción y el consumo, que a pesar de los escasos kilómetros que hay desde las zonas de huerta hasta las ciudades, los consumidores no saben qué se produce, en qué época del año y quién produce alimentos en la región de Madrid.

Un paso imprescindible es la creación de espacios de encuentro entre productores y consumidores. A través de internet se puede conseguir información de este tipo, pero se dan dos circunstancias: por una parte, no todos los productores tienen presencia en internet o redes sociales y por otra, todavía no se ha conseguido que a través de la banda ancha y de los bites se pueda hacer llegar información útil para el olfato o el gusto, dos sentidos esenciales para la valoración de la calidad de los alimentos. Las ferias, actividades promocionales y sesiones informativas contribuyen a poner en contacto a productores y consumidores. El contacto cara a cara facilita la construcción de vínculos para recuperar la confianza que se ha perdido y que motivó el citado desapego hacia el sector agrario.

Una vez provocado este primer contacto, el siguiente paso es facilitar los espacios para el intercambio comercial propiamente dicho. En los trabajos realizados por el IMIDRA, los mercados de productores parecen ser la fórmula más atractiva para los consumidores. Los productores, sin descartar esta opción, consideran también de interés las tiendas especializadas en la medida que facilitan la logística, a la vez que les permiten cierta proximidad con el consumidor final, así como la posibilidad de una venta algo más personalizada.

Una mención especial merecen las frutas y verduras, tanto los consumidores como los productores coinciden en considerar estos productos de gran interés desde el punto de vista de los CCC. El modelo agroindustrial ha realizado un proceso de selección de las variedades de frutas y verduras que se comercializan en favor de productos con buen aspecto, fáciles de almacenar y transportar en busca de la mayor rentabilidad posible. En este proceso, se han ido perdiendo cualidades organolépticas muy valoradas por los consumidores.

Al mismo tiempo, la ausencia de procesos de transformación hace que frutas y verduras constituyan productos con los que el consumidor tiene la oportunidad de un mayor contacto con la huerta, con la tierra y con el productor. Entiende por lo tanto, que tiene posibilidad de incidir de forma más directa en el tipo de producción más coherente con sus propios valores, ya sean estos de mayor respeto hacia el medio ambiente, de apoyo a los productores y de colaboración con el desarrollo rural en general.

En la CM el grupo que está contribuyendo a dinamizar esta forma de comercialización es reducido pero los resultados de las encuestas realizadas por el IMIDRA muestran un mercado interesado en los CCC con margen de crecimiento. Actualmente son los consumidores más implicados en el consumo consciente quienes se aproximan a los CCC y el mercado potencial se encuentra en aquella parte de la población que muestra unos valores similares, pero no tienen posibilidad o no están dispuestos a hacer grandes esfuerzos adicionales para abastecerse. Facilitar espacios o fórmulas que permitan una logística más cómoda, tanto para consumidores como productores, permitiría una mayor presencia de este tipo de canales de comercialización. Este esfuerzo logístico es, además, uno de los retos para la conexión entre territorios.

José Luis Cruz
Investigador y jefe de servicio de Desarrollo Rural del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA)
joseluis.cruz@madrid.org

Ana Dorrego Carlón
Centro de Investigaciones de Zonas Áridas CIZA-UNALM (Per ú) y colaboradora del Observatorio para una Cultura del Territorio (España)
anadorrego@gmail.com

Referencias

  • Cruz, J. L., y Benito, A. 2018. Canales cortos de comercialización. Madrid: IMIDRA.
  • LEISA revista de agroecología. 2017. Relación de confianza entre consumidores y agricultores. Vol. 33, n. 4. Lima: Asociación ETC Andes.
  • Muchnik, J. 2006. Sistemas agroalimentarios localizados: evolución del concepto y diversidad de situaciones. III Congreso internacional de la Red Sial “Sistemas Agroalimentarios Locales” Alimentación y Territorios “ALTER 2006” Baeza (Jaén), España, 18-21 de Octubre 2006.

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