junio 2013, Volumen 29, Número 2
Nuevos mercados, nuevos valores

Sistemas locales de alimentos en la sierra central del Ecuador: la experiencia de la comunidad Tzimbuto y la canasta Utopía

ROSS M. BORJA, PEDRO OYARZÚN, SONIA ZAMBRANO, FRANCISCO LEMA | Página 23-25
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La iniciativa de un trabajo conjunto entre la comunidad y un grupo de consumidores, que cuenta con el apoyo de una organización sin fines de lucro, está permitiendo crear un espacio de oportunidades económicas y de fortalecimiento organizativo para la comunidad.

Este artículo nos introduce a una experiencia agroecológica exitosa, construida desde y para la práctica de las comunidades indígenas.

Con la globalización, el concepto de redes locales alternativas de alimentos (AFN, por sus siglas en inglés) ha cobrado importancia, por promover nuevas relaciones entre productores y consumidores. Varias manifestaciones de acceso directo a los mercados, tales como las canastas comunitarias, las ferias agroecológicas, las tiendas campesinas y otras similares –también llamadas “circuitos cortos de comercialización”–, han sido vistas como una reacción al sistema global de alimentos –dominado por las corporaciones– y con poder para redefinir estas relaciones.

Generalmente son los consumidores quienes comunican a los agricultores sus hábitos y preferencias. Esta información de los consumidores es lo que el agricultor toma en cuenta para decidir qué, cuándo y cómo cultivar. Ni el contexto ambiental ni la cultura local son los principales determinantes de los sistemas de producción. Para los campesinos es difícil insertarse en el mercado global y, si lo hacen, es en condiciones desfavorables. De allí la importancia de reforzar los vínculos en las redes entre quienes generan cambios innovadores, para fortalecer los Sistemas Locales de Alimentos Sanos (SLAS).

En 2010 la organización sin fines de lucro EkoRural, junto con la canasta comunitaria Utopía –un grupo de consumidores organizados de la ciudad de Riobamba, provincia de Chimborazo–, impulsó una iniciativa de acción-investigación para el acceso a mercados locales, con los miembros de la comunidad de Tzimbuto en la sierra central de Ecuador. El objetivo fue crear un espacio de productores y consumidores para intercambiar productos directamente, reforzar sus oportunidades económicas y establecer una alianza más allá de las transacciones monetarias.

Al tratar de entender las motivaciones de consumidores y productores para relacionarse, nos dimos cuenta de que las dificultades, retos y oportunidades generaron espontáneamente procesos organizativos que esperamos sirvan como inspiración para un nuevo enfoque en la innovación rural.

Surgimiento de iniciativas de base alrededor de alimentos

En Ecuador han surgido recientemente, los Circuitos Alternativos de Comercialización y Consumo (CIALCO), el Movimiento de Economía Social y Solidaria (MESSE) y la Conferencia Plurinacional e Intercultural de Soberanía Alimentaria (COPISA). En el ámbito de estos circuitos es donde se ordenan iniciativas como las ferias agroecológicas, tiendas campesinas, compras públicas, canastas comunitarias, etc. Estas iniciativas, que ocurren en un contexto político de apoyo a la soberanía alimentaria, desafían a las lógicas convencionales de mercado que son las que han dominado en el país los últimos 30 años. Las canastas comunitarias surgieron como movimiento de base en 1987, en medio de una crisis generalizada de precios de alimentos y con el auspicio de la iglesia católica (Kirwan, 2008; Garcés y Kirwan, 2009). Se inician como un mecanismo de ahorro por compra colectiva y devienen en un movimiento de consumidores, quienes comienzan a preguntarse de dónde vienen y cómo se producen los productos que consumen: “¿de qué sirve ahorrar si estamos comiendo alimentos producidos con insumos químicos?”. Un proceso de búsqueda y acercamiento entre agricultores y consumidores se pone en marcha y muestra su potencial de impactar la relación entre la producción y el consumo (Bekkering y Soto, 2010).

Tzimbuto y la canasta comunitaria Utopía

Tzimbuto-Quincahuán es una pequeña comunidad indígena campesina quichuahablante, ubicada entre los 2.900 y 3.100 msnm, en la provincia de Chimborazo, al sur de la ciudad de Riobamba. En los terrenos de la comunidad se aprecian los sembríos en asociación distribuidos en múltiples parcelas que son un mosaico de diversidad, con plantas medicinales, frutales y varios otros cultivos. Esta comunidad tiene aproximadamente 250 habitantes, con una fracción importante de población flotante debido a la emigración intermitente hacia las principales ciudades del país.

A inicios de 2010 la asociación Nueva Generación, integrada principalmente por mujeres de Tzimbuto, acordó con los dirigentes de la fundación Utopía involucrarse en forma directa en un proceso de provisión de productos agrícolas básicos a las familias asociadas a la canasta Utopía. La relación entre las organizaciones y el registro de la información que acompañan la experiencia han sido principalmente desarrolladas por los productores; la facilitación la realiza EkoRural.

Estableciendo los vínculos

Crear los vínculos directos entre consumidores y productores organizados ha sido, principalmente, una respuesta a las preocupaciones recurrentes que tienen los productores sobre su limitado poder en la negociación de los precios de sus productos y para enfrentar el control general y maltrato que ejercen los intermediarios sobre ellos.

En 2010, durante los primeros meses de relación, las diferencias culturales entre productores y consumidores, la poca experiencia en producción agroecológica y comercialización directa en mercados alternativos y las dificultades para la coordinación y organización del acopio, control de calidad y entrega de productos, etc., dificultaban el fortalecimiento de la alianza. Por ello era indispensable encontrar puntos de encuentro que posibilitaran reacomodar las relaciones, buscando llegar a situaciones de “ganar-ganar”, en términos de rentabilidad, equidad y autonomía.

En el campo se produjo rápidamente un gran cambio que condujo a la planificación de la finca y al perfeccionamiento de los mecanismos de entrega y control de calidad; dichos mecanismos se volvieron la ocupación central de los miembros de la asociación. La propuesta de producción agroecológica fue profundizada y reforzada mediante la introducción de nuevas especies y variedades, siembras escalonadas, rotación de cultivos, producción de abonos, etc., así como con la recuperación y reintroducción de variedades nativas de papa y otros tubérculos andinos, tales como la mashua (Tropaeolum tuberosum), oca (Oxalis tuberosa), arracacha (Arracacha xanthorriza), melloco u olluco (Ullucus tuberosus), etc., cuya disponibilidad para el autoconsumo y venta aumentó. Estos cambios dieron como resultado el acceso a nuevas especies vegetales para el consumo de las familias productoras, algo que puede considerarse como un impacto importante. Los miembros de la asociación acordaron que todos los materiales aportados estén bajo la modalidad del “2×1” o “pase en cadena”, la cual permite capitalizar al grupo y fortalecer su autonomía y sostenibilidad.

Las entregas de productos pactadas entre las familias productoras y la asociación dieron lugar a un buen nivel de cooperación. Ante las dificultades iniciales se estableció espontáneamente un reglamento interno para la coordinación de las actividades, los productos y sus requerimientos, con el fin que de que todos tengan la oportunidad de participar.

También en esta oportunidad se definieron los mecanismos y el lugar para el acopio. Para garantizar el origen y la forma de producción la asociación creó un comité de vigilancia y asignó un promotor comunitario encargado de inspeccionar las chacras y dar seguimiento a los criterios acordados por los socios. Con la práctica se mejoraron los procesos organizativos y se superaron los problemas de liderazgo. Ahora las directivas se renuevan y se realiza la rendición de cuentas. La dirigencia de la asociación ha mostrado un fuerte grado de compromiso y un buen estilo de trabajo.

Las transacciones y sus resultados

Anualmente alrededor de 50 agricultores han entregado sus productos y las negociaciones se han consolidado como mecanismos autosostenidos. Los productores alcanzaron una fracción estable de alrededor del 25% de las compras de la canasta y el 50% de las ventas de hortalizas, con una rentabilidad promedio de 80%, contra el 40% que obtendrían si la entrega del mismo producto fuese al mayorista.

Las ventajas para el consumidor de la canasta, en términos de gastos en mercados de minoristas, fueron del orden del 50% o más. No hubo diferencias significativas en gastos para el consumidor entre las compras al mayorista o a los productores agroecológicos. Esto significa que el consumidor se benefició al adquirir productos ecológicamente “limpios”.

Discusión y conclusiones

El potencial de esta experiencia en redes alternativas de alimentos radica en que es un proceso localmente construido desde la misma práctica de la gente. Esta experiencia muestra la construcción de la alianza entre productores y consumidores como un proceso continuo de organización y aprendizaje. Los beneficios no solo se limitan a tener un mercado estable, costos compartidos o mejores precios, sino que incluyen formas más personales de intercambio e interacción que ayudan a las partes a ejercer un mayor grado de control sobre lo que es producido y consumido. Reforzar estos espacios puede permitir articular nuevamente las conexiones sociales, económicas, políticas y ecológicas que han sido afectadas por el sistema convencional de alimentos.

Sin embargo, el proceso fue complejo y se necesita, al parecer, un tiempo suficiente para estabilizarse y también la protección que permita la innovación continua. En este contexto, para facilitar desarrollo, es imprescindible enfocarse en lo que es relevante para los productores y consumidores. Aunque la canasta representa para el productor un espacio de mercado estable y rentable, es aún restringido. En el futuro, el fortalecimiento de las organizaciones campesinas y la participación de más comunidades en este tipo de negocios va a depender de la voluntad y capacidad institucionales y del crecimiento de la demanda organizada. Esto implica, entre otros aspectos, involucrar nuevos consumidores organizados de los espacios urbanos barriales y contar con voluntariado, clubes, escuelas, hospitales, etc. Desde lo político, el desafío consiste en asegurar el reconocimiento de la propuesta, el apoyo a su ampliación y cierta forma de institucionalización.

Ross M. Borja, Pedro Oyarzún,
Sonia Zambrano, Francisco Lema

Fundación EkoRural, Quito, Ecuador
rborja@ekorural.org

Referencias

  • Ashraf & Konforti. 2010. Scaling up Local Food Systems in Quebec and Ontario. Centre for Trade Policy and Law (CTPL) at Carleton University, Canadá
  • Bekkering, E. y M. Soto. 2010. Community Baskets: An Urban-Rural Food Systems Platform for Healthier. Annual Report. Ecuador.
  • Garcés, S. y E. Kirwan. 2009. Las canastas comunitarias en Ecuador: Una apuesta por la salud, la economía y la solidaridad. Letras Verdes, 5. Revista del Programa de Estudios Socioambientales – FLACSO, Ecuador.
  • Kirwan, E. 2008. La canasta comunitaria: una plataforma urbano-rural para la seguridad alimentaria. LEISA revista de agroecología, 24 (3), 26-29.

Los autores reconocen el valioso aporte realizado por las lideresas y los líderes de las organizaciones campesinas y de consumidores, y su pasión y compromiso con un futuro esperanzador. Agradecemos los aportes técnicos de Carlos Pérez y Claire Nicklin, de la Fundación McKnight, para la realización de esta experiencia. Los comentarios especializados y apoyos de Jason Donovan de ICRAF y Steve Brescia de Groundswell International son altamente valorados.

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