En Chiapas, México, académicos y estudiantes buscan “territorializar” los espacios académicos utilizando principios de los pueblos indígenas y la ética del cuidado desde la perspectiva feminista. La universidad se ha convertido no solo en un lugar que genera conocimiento, sino que también se nutre de la experiencia, el afecto y la conexión significativa con la naturaleza, las comunidades y los diversos movimientos sociales. Esta experiencia muestra cómo una ética feminista del cuidado puede guiar la formación de nuevas formas de organización agroecológica.
Aula-Huerto ECOSUR, área Pepén (mariposa). Dany Chomel (redhuertos.org)
En primer lugar, queremos situarnos y nombrarnos: somos mujeres con raíces afrodescendientes e indígenas. Hablamos desde Chiapas y Oaxaca, donde estamos tejiendo experiencias y diálogos con mujeres de diferentes lugares y generaciones, particularmente campesinas, indígenas, negras y migrantes. Participamos en redes como la Alianza de Mujeres en Agroecología (AMA-AWA) y la Red de Creadoras, Investigadoras y Activistas Sociales. La primera es un colectivo donde se reúnen más de 50 mujeres estudiantes, investigadoras, integrantes de organizaciones sociales, feministas y agroecólogas de América Latina y el Caribe, Estados Unidos y Europa. La segunda está formada por mujeres jóvenes de México.
Desde nuestra perspectiva, que compartimos con los grandes movimientos indígenas y campesinos del sur global, la soberanía alimentaria parte de la defensa del territorio y de quienes lo habitan: las personas, la fauna, la flora y los bienes comunes, que incluyen las semillas, el agua y los bosques. También compartimos la perspectiva de las mujeres de América Latina que destacan la importancia de hacer territorios libres de violencia contra sus cuerpos y de construir comunidades sin discriminación, exclusión, despojo y empobrecimiento.
Como mujeres de estos territorios, seguimos alimentando estas perspectivas.
Sentipensar los territorios
Actualmente las zonas rurales son territorios en disputa debido a los intereses de la agroindustria, que considera a las personas, la tierra y los alimentos como mercancías con las que puede generar excedentes y beneficios a corto plazo. Las grandes empresas y las organizaciones internacionales presionan para que se realicen reformas que promuevan el uso de los paquetes tecnológicos que ofrece la agroindustria. También presionan a los gobiernos para que pongan en marcha grandes proyectos extractivos. Las mujeres y las feministas de América Latina están comprometidas en las luchas contra los megaproyectos y la agricultura industrial para defender la agricultura campesina y preservar los bienes comunes. Sus prácticas y análisis nos inspiran para contribuir a lo que consideramos cuatro aspectos fundamentales de una comprensión feminista de la soberanía alimentaria:
- La soberanía alimentaria se sitúa en el territorio-cuerpotierra: somos cuerpos enraizados en territorios. Por tanto, lo que ocurre en nuestros cuerpos afecta a los territorios y viceversa.
- Dar lugar al sentir como parte clave en la construcción del conocimiento. Esto implica valorar los afectos, las emociones, las relaciones humanas y las relaciones con cada parte de la aturaleza, ya que están presentes en todos los procesos que conforman el territorio-cuerpo-tierra.
- El reconocimiento de que las mujeres indígenas, campesinas, de color y afrodescendientes aportan a la teoría, política, economía y a la defensa del territorio.
- El reconocimiento y valoración del trabajo de cuidados, que implica el conjunto de actividades, procesos y acciones vinculados al trabajo afectivo, psíquico, relacional y físico necesario para la vida. Este trabajo de cuidados es indispensable para crear las condiciones necesarias para la masificación de la agroecología y la soberanía alimentaria en los territorios.
Desde esta perspectiva compartimos una experiencia en Chiapas sobre cómo estamos intentando territorializar la soberanía alimentaria a través de prácticas feministas.
Taller sobre salud y nutrición en el Aula-Huerto. Ivett Peña Azcona
Una ética del cuidado y la academia
Una ética feminista del cuidado reconoce que no somos solo seres productivos, sino también seres que reproducen la vida; por lo tanto, necesitamos cuidado y podemos dar cuidados. El cuidado debe hacerse en reciprocidad, lo que a su vez requiere condiciones que permitan que el cuidado sea una práctica común y colectiva que se distribuya equitativamente entre todas las identidades de género/sexo y entre las generaciones.
El trabajo de cuidados se refiere a todo el trabajo que se realiza para preservar y regenerar la vida, el cual va más allá del espacio doméstico, lo que incluye a nuestras comunidades, así como también a otros seres vivos como los animales, las plantas y los territorios. El trabajo de cuidados en muchas ocasiones es no remunerado, feminizado e invisibilizado. Apuntar hacia la promoción y práctica de la ética del cuidado en todos nuestros espacios organizados puede ayudar a cambiar esta situación.
En ese sentido, no debemos olvidar que lo que hoy se llama agroecología se basa en gran parte en los conocimientos milenarios de los pueblos indígenas y los campesinos. Si bien la investigación ha sido importante para generar conocimientos sobre la agroecología, la academia suele seguir siendo un ámbito predominantemente masculino y colonial, centrado en la producción de conocimientos abstractos en lugar de fomentar las relaciones de cuidado.
En el sur de México se está adoptando un enfoque alternativo. El Aula-Huerto es un espacio de experiencia e interacción, ubicado en el centro de investigación de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. Fundado en 2008, forma parte de una iniciativa pedagógica amplia que busca escalar la agroecología fortaleciendo a las comunidades en torno a la salud, la conservación y la alimentación a través del intercambio de conocimientos y experiencias.
El Aula-Huerto
El Aula-Huerto consta de tres espacios. Hay un aula-cocinalaboratorio llamada El frijolón, donde la comunidad estudiantil o académica puede compartir alimentos sanos y producidos localmente. También cuenta con un invernadero donde se secan las semillas y se germinan plántulas, una zona donde se compostan los residuos vegetales y una “semilloteca” donde se almacenan las semillas para su posterior intercambio. Por último, el Aula-Huerto cuenta con un gran huerto que atraviesa el centro de investigación, donde se cultivan más de 36 especies diferentes de hortalizas, plantas aromáticas, flores y milpa (frijoles, calabazas, chile, quelites y maíz) en camas y jardines verticales.
El Aula-Huerto tiene el potencial para construir una ética del cuidado. Se desarrolló a través de un proceso orgánico de autoorganización y gestión colectiva, realizado principalmente de forma voluntaria por un grupo de investigadores, así como por personal técnico, administrativo y estudiantes. La participación y el liderazgo de las mujeres, que constituyen el 80% de las personas implicadas, es clave. Los miembros del grupo realizan tareas de gestión y administración, pero también se dedican a las labores de cuidado que incluyen el riego de las plantas, la elaboración de compost, la siembra, la cosecha y la custodia de las semillas.
Todavía no existe una política interna o externa que respalde la iniciativa, salvo que recientemente se ha incorporado al plan ambiental institucional. En la práctica, la estrategia para sostenerla se basa en redes y acciones colectivas, por ejemplo, a través de alianzas con otros grupos como la Red Chiapaneca de Huertos Educativos, la Red Mexicana de Huertos Educativos y la Red Internacional de Huertos Educativos.
Además de cuidar la naturaleza, el Aula-Huerto es también un lugar donde se intercambian alimentos, semillas y conocimientos entre personas de dentro y fuera de la comunidad académica, lo que sirve para difuminar las fronteras entre ambos mundos. Todos los viernes el huerto se convierte en un mercado agroecológico, donde los productores locales vienen a vender sus productos y entablan conversaciones con los investigadores, estudiantes y personal del centro de investigación. Así se crean relaciones directas entre los productores y los consumidores.
El Aula-Huerto es también un lugar donde se reúnen grupos de campesinos, escuelas primarias y secundarias, universidades, organizaciones y movimientos sociales para compartir experiencias agroecológicas. Además, ha habido encuentros para intercambiar variedades de semillas locales. Los visitantes han venido del interior del país y también de otros países como Cuba, Brasil, Chile, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, India y Estados Unidos.
El valor del Aula-Huerto es cada vez más reconocido por los institutos de educación formal fuera del centro de investigación. En el Aula-Huerto se han impartido varios diplomados sobre huertos educativos para maestros de primaria y secundaria, así como más de 26 talleres de agroecología y diversos congresos, como el Primer Congreso Mexicano de Agroecología en 2019. De esta manera, se difunden prácticas, se comparten experiencias y se fortalecen otros procesos agroecológicos.
Más allá de esto, nuestra apuesta es construir colectivamente una ética feminista del cuidado en el Aula-Huerto, con base en las siguientes grandes ideas/principios.
• Arar el camino
Implica valorar los esfuerzos y las relaciones que han hecho posible el Aula-Huerto. En el centro de sus esfuerzos se encuentra un proceso colectivo que reúne diferentes conocimientos y generaciones. El fortalecimiento del tejido social de nuestra comunidad y la promoción de la propiedad y la responsabilidad colectivas son tan importantes como los resultados de las actividades particulares. El punto de partida es que para aprender sobre agroecología es fundamental sentipensar junto a otras personas. Esto implica un reto para recrear y territorializar la agroecología más allá de los espacios académicos, de manera que también esté formada por las comunidades, creando un espacio para que todas las personas dentro y fuera de la academia se reúnan.
• Compartir la cosecha
Esto es algo aprendido de los pueblos indígenas, para quienes compartir la cosecha es un principio ético y comunitario. En el Aula-Huerto esto se concreta en la distribución del trabajo y el tiempo dedicado al cuidado de sus espacios. Se fomenta la participación de todas las personas con la intención de que la responsabilidad y el trabajo no recaigan exclusivamente en las mujeres. A través de este principio, se trascienden las relaciones y los roles de género. La cosecha también se comparte a través de la participación de las comunidades locales en diferentes actividades, que incluyen la distribución de las semillas, verduras y plantas medicinales cosechadas. Un ejemplo concreto es que, durante la actual crisis de la covid-19, el grupo Aula-Huerto ha colaborado con la sociedad civil organizada para entregar plantas medicinales y semillas en cestas de alimentos agroecológicos a familias vulnerables.
• Tiempos cíclicos
La agroecología, especialmente desde los conocimientos y prácticas de las mujeres y de las perspectivas feministas, es una herramienta para la reproducción de la vida. Si bien hace posible sembrar y producir alimentos, también procura la reproducción social y la regeneración de los ciclos en los ecosistemas. Los saberes campesinos e indígenas conciben el tiempo en sentido cíclico y no desde la visión lineal y productiva, lo que es importante para el trabajo agroecológico. Cada lugar tiene sus temporadas; cada semilla requiere de sus propios ritmos para crecer; cada día significa un tiempo para regar, sembrar, trasplantar, cosechar o limpiar y secar las semillas. Además, las personas también tenemos nuestros propios ritmos. En el Aula-Huerto estos conocimientos permiten valorar el tiempo, lo cual ha sido fundamental para garantizar los requerimientos ecológicos necesarios del huerto, pero también para sostener a largo plazo las relaciones interpersonales y fomentar la participación cooperativa y voluntaria.
• Agradecimiento a la Madre Tierra
Las ceremonias tradicionales de agradecimiento a la Madre Tierra provienen de los pueblos indígenas y campesinos de toda América Latina y el Caribe. En los seminarios, talleres, encuentros y reuniones del Aula-Huerto, este principio se lleva a cabo de diferentes maneras; por ejemplo, a través de ceremonias de apertura, expresando el agradecimiento por el trabajo de quienes colaboran o compartiendo alimentos entre los participantes.
Agradecer a la Madre Tierra significa valorar la agroecología en términos de convivencia nutritiva, recreación, arte, relajación y disfrute, solidaridad y comunidad. Otras expresiones de cómo se han incorporado estos valores en las prácticas del Aula-Huerto son el yoga en el huerto, los talleres de pintura, dibujo y fotografía, y actividades lúdicas, por ejemplo, para aprender sobre el manejo de plagas y polinizadores.
También se organizan charlas sobre salud y alimentación donde se preparan recetas de cocina, y talleres sobre cómo transformar los productos del huerto en ungüentos, aceites esenciales, tinturas, conservas y fermentos.
• Sostenibilidad, justicia y dignidad
La agroecología como alternativa al sistema agroindustrial, y como herramienta para la soberanía alimentaria significa también abordar los conflictos socioambientales. Esto implica cuestionar las prácticas cotidianas en las que la tierra, los bienes comunes y las personas son explotados con fines de lucro. Una ética feminista del cuidado es una estrategia importante para orientar hacia nuevas formas de organización agroecológica basadas en principios de sostenibilidad, justicia, dignidad y colectividad. En el Aula-Huerto promovemos el pensamiento crítico, así como la politización de estos temas en las relaciones cotidianas más cercanas. Hablamos de la importancia tanto de reconocer el papel de las mujeres en la agroecología como de promover acciones que aseguren que sus opiniones y propuestas sean escuchadas. Esto implica reflexionar sobre si las mujeres reciben salarios justos y si el trabajo de cuidados en las familias y/o en los procesos organizativos se distribuye de forma equitativa. Todavía hay retos por delante. Uno de ellos es crear protocolos en el comité y en el centro de investigación para avanzar en una cultura institucional sin violencia y basada en principios éticos de cuidado.
Aula-Huerto ECOSUR, cama círculo. Dany Chomel (redhuertos.org)
Cambiar el entorno institucional sigue siendo un gran reto en el Aula-Huerto y también para el movimiento agroecológico de forma más amplia. Dentro de los hogares, las organizaciones, el mundo académico y los movimientos sociales, tenemos que trabajar no solo por una redistribución equitativa y no binaria de las tareas, sino también abordar cuestiones más fundamentales para romper las formas patriarcales de opresión. Esto requiere la plena participación, compromiso e implicación de todos los géneros e identidades sexuales. También requiere políticas públicas progresistas, cambios normativos, asignación de presupuestos para sostener las iniciativas locales y otras acciones que busquen superar las desigualdades y promuevan una vida sostenible.
En ese sentido, proponemos el siguiente decálogo para incorporar una ética del cuidado en la agroecología:
- Entender la vida como una red compleja de relaciones de interdependencia y ecodependencia que requieren cuidado.
- Comprender que el cuidado en la agroecología requiere de garantizar relaciones, procesos, tiempos, condiciones materiales y principios éticos.
- Valorar el trabajo de cuidado, el cual es responsabilidad de todas las personas y no únicamente de las mujeres.
- Promover el cuidado en la agroecología desde la colectividad para prevenir situaciones de desigualdad, violencia, exclusión y discriminación.
- Romper con relaciones opresivas en las que se delega a las mujeres racializadas y precarizadas el trabajo de cuidado de los procesos agroecológicos.
- Promover y discutir la importancia del trabajo de cuidados en los procesos agroecológicos y en los sistemas alimentarios.
- Reconocer que los procesos agroecológicos no responden solamente a fines productivos, sino también a la reproducción social en común.
- Dar un lugar a la afectividad y la emotividad en los procesos agroecológicos.
- Redistribuir de manera justa, equitativa y comprometida el trabajo de cuidado en los procesos organizativos en cualquier escala: el huerto, la parcela, los grupos y los movimientos sociales.
- Dar lugar al gozo y al descanso en los procesos agroecológicos.
A través de nuestra experiencia con el Aula-Huerto ECOSUR estamos convencidas de que para escalar la agroecología debemos construir sobre una ética feminista del cuidado. Este objetivo no será posible si no reexaminamos las relaciones desiguales que siguen existiendo dentro y fuera de nuestras comunidades, y si no valoramos la importancia del trabajo de cuidados en su sentido más amplio: el cuidado de las personas, las relaciones, los sistemas alimentarios, la comunidad y los territorios.
Diana Lilia Trevilla Espinal
Agroecóloga, feminista ecologista, antirracista, candidata a doctora en Ciencias en Ecología y Desarrollo Sustentable, El Colegio de la Frontera Sur
diana.trevilla@gmail.com
Ivette Peña Azcona
Agroecóloga, indígena zapoteca, candidata a doctora en Ciencias en Ecología y Desarrollo Sustentable, El Colegio de la Frontera Sur
mambiente.ivett@gmail.com
Referencias
- FAO (2010). Las mujeres en la agricultura. Cerrar la brecha de género en aras del desarrollo. Roma. http://www.fao.org/in-action/agronoticias/detail/es/c/506139/
- Ferguson, B. G.; Morales, H.; Chung, K., y Nigh, R. (2019). Scaling out agroecology from the school garden: the importance of culture, food, and place. Agroecology and Sustainable Food Systems, 43(7-8), pp. 724-743.
- Gilligan, C. (2013). La ética del cuidado. Barcelona: Cuadernos de la Fundació Víctor Grífols i Lucas.
- Trevilla-Espinal, D. L., y Peña-Azcona, I. (2020). Territorializar la soberanía alimentaria: prácticas feministas en el sur de México. LEISA revista de agroecología, 36(1), pp. 28-30.
- Nobre, M.; Faria, N., y Moreno, R. (2015). Las mujeres en la construcción de la economía solidaria y la agroecología. São Paulo: SOF.
- Zuluaga, S. G. P.; Catacora, V. G., y Siliprandi, E. (2018). Agroecología en femenino. Reflexiones a partir de nuestras experiencias. Bolivia: SOCLA-CLACSO.
Agradecimientos
Helda Morales, Amparo G. Pérez Hernández, Nancy B. Antonio Miguel, Mercedes Cristóbal Pintado, Isabel Reyes, Cecilia Limón, Christiane Junghans, Estibaliz Narvaez, Nancy Serrano, Ruve Culej, Ariadna M. Estañol, Guadalupe Santiz, Yolotzin Bravo, Laura Rubio, Magdalena Jiménez, Loreto Rondizzoni, Miriam Linares, Bruce Ferguson, José I. Sántiz García, Miguel Espinosa, Mateo Mier y Terán, y Peter Rosset.