Cuando veo un huerto familiar siempre tengo que pensar en la etimología de los términos “economía” y “ecología”. En una finca el huerto familiar es un ambiente altamente diversificado, donde los cultivos utilizados en la cocina se siembran en asociación con otros. Los suelos de los huertos familiares suelen ser más fértiles que los de los campos alrededor de la finca y su estructura, diversidad biológica, materia orgánica y contenido de nutrientes han sido, por lo general, “mejorados” a través de años de atención y manejo adecuado, incluso en zonas donde los suelos son intrínsecamente pobres. En los años secos, es frecuente que los huertos familiares sean la única “mancha” verde en la finca.
En la mayoría de las culturas los huertos familiares son territorio de las mujeres. Estos huertos contribuyen enormemente a la seguridad alimentaria y a la nutrición mediante la diversificación de la dieta, produciendo alimentos incluso fuera de temporada y también cultivos tradicionales “olvidados”. Igualmente, los huertos familiares son cruciales para asegurar la alimentación y los medios de vida para las mujeres mayores. En las familias, tanto monógamas como polígamas, de África oriental toda esposa es propietaria de un huerto en casa. A menudo es lo único que va heredar cuando su marido muera y sus hijos se alejen o se hagan cargo de la finca. Desde esta perspectiva no hay duda de que la inversión en la construcción de la fertilidad del suelo vale la pena en el largo plazo.Un estudio, realizado por uno de mis exalumnos en dos pueblos étnicamente diferentes en el oeste de Kenia, muestra cómo las hortalizas locales, que en agronomía muchas veces se consideran “malas hierbas”, son una fuente de vitaminas y minerales para las familias campesinas (Figueroa-Gómez, 2008). El estudio también reveló que las mujeres conocían muchas más especies comestibles que los varones. Estas hortalizas locales, algunas de ellas conocidas exclusivamente por las mujeres, constituyen un recurso esencial en tiempos de escasez. Al alojar una gran diversidad de especies de plantas y cultivares, los huertos familiares también son muy importantes para la conservación de la agrobiodiversidad.
Los huertos familiares son organizados según las reglas de la cocina con el fin de tener comida fresca y variada durante todo el año. Y aquí es donde la economía familiar y la ecología convergen. Así es como las mujeres agricultoras de todo el mundo están contribuyendo a salvaguardar la herencia más importante que podemos recibir, la cual es esencial para la agroecología, para el alimento futuro y para la seguridad nutricional: la diversidad biológica y cultural. ¡Gracias madres!
Pablo Tittonell
Coordinador del Programa Nacional de Recursos Naturales y Medio Ambiente del INTA en Argentina y profesor del grupo de Ecología de los Sistemas Agrícolas de la Universidad y Centro de Investigación de Wageningen, Países Bajos. Integra el Consejo de la Red Africana de Labranza
de Conservación y es miembro de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA).
www.pablotittonell.net
Esta ha sido la última columna de Pablo Tittonell en 2015. Agradecemos sus interesantes y estimulantes contribuciones durante 2015 y vamos a seguir trabajando con él para el fortalecimiento de la agroecología.