Entrevista a Irene Cardoso
JANNEKE BRUIL | Página 8-9 DESCARGAR REVISTA COMPLETA“Si tienes un suelo saludable, vivo, tienes plantas saludables y gente saludable. Estas tres cosas están estrechamente relacionadas”. Irene Cardoso, catedrática de edafología en la Universidad Federal de Viçosa, miembro del consejo directivo de ILEIA y presidenta de la Asociación Brasileña de Agroecología, habla apasionadamente sobre suelos y agricultores familiares.
Janneke Bruil: ¿Qué vínculos existen entre los agricultores familiares y el suelo?
Irene Cardoso: El suelo es muy importante para la sostenibilidad de la agricultura, porque cuando es de buena calidad otorga a los agricultores familiares autonomía, resiliencia y productividad a largo plazo. En todas partes, los agricultores dicen: “la tierra tiene que funcionar” y saben que tienen que hacerla funcionar. Como trabajan con la naturaleza, pueden ver la diferencia entre un suelo vivo y un suelo degradado. Pueden ver que una planta que crece en suelo saludable no necesita fertilizantes. Los agricultores familiares viven del suelo, pero también viven en el suelo; sus hijos heredarán el suelo. El suelo es casi parte de la familia. En todo el mundo los agricultores dicen “la tierra es nuestra madre”. Y las mujeres tienen gran importancia en la agricultura familiar porque tienen mayor conexión con la tierra y son más concientes que los hombres de la importancia de la soberanía y seguridad alimentarias.
JB: ¿Cómo se inició el movimiento agroecológico en Brasil?
IC: La Revolución Verde empezó en Brasil durante la dictadura de 1964-1984. El gobierno apoyó la difusión de la tecnología de la Revolución Verde con nuevas políticas, cambiando el currículo de las universidades y reorganizando los servicios de extensión. Algunos agricultores no adoptaron esos enfoques y continuaron cultivando como solían hacerlo antes del auge de la Revolución Verde. Así se fue formando una resistencia cultural: esa minoría de agricultores mantuvo vivo el conocimiento tradicional sobre suelos saludables y esta actitud luego alimentó una nueva manera de pensar. Con el retorno de la democracia a Brasil empezamos a buscar mejores prácticas y pusimos nuestra atención en esos agricultores, las organizaciones gremiales, las organizaciones de base ligadas a las iglesias y otros grupos, y así se inicio el movimiento agroecológico en Brasil.
JB: ¿La política brasileña sobre agroecología incluye de manera significativa los suelos?
IC: Nuestro Plan Nacional de Agroecología y Producción Orgánica (PLANAPO), lanzado en 2012, apoya a los agricultores familiares y la biodiversidad. Pero el vínculo con los suelos es indirecto y a mi juicio es un error. Actualmente se está discutiendo el segundo PLANAPO y es bueno que coincida con la celebración del Año Internacional de los Suelos, porque el rol del suelo en la agroecología debe ser destacado, especialmente en lo referente a las medidas necesarias para mejorar su calidad. PLANAPO II puede por ejemplo, crear conciencia para no usar maquinaria pesada que daña la estructura del suelo, sino máquinas más ligeras, y también lanzar un programa de crédito para la conservación de suelos.
JB: ¿Cuál es el impacto del sistema alimentario global sobre los suelos del mundo?
IC: A nivel mundial hay muchas políticas y prácticas que tienen conexión con nuestros suelos. Los suelos de Brasil son rojos y amarillos por su alto contenido de óxido de hierro. El óxido de hierro bloquea el fósforo y así disminuye su disponibilidad para las plantas. Por eso importamos miles de toneladas de fósforo, por ejemplo de Africa, y lo añadimos a los suelos de nuestra sabana para producir soya, que es exportada a Europa como alimento para ganado. Pero los suelos europeos no contienen niveles altos de óxido de hierro, por lo que el exceso de fósforo que originalmente importamos de África lo come el ganado y termina contaminando los suelos y el agua europeos. Este es un ejemplo de cómo en el sistema alimentario global el ciclo de nutrientes no se cierra, lo que tiene impactos severos en los suelos a nivel mundial. Otro ejemplo perverso es el del potasio, Brasil importa el 92% de potasio que usa en la agricultura, incluída la producción de café. Pero la pulpa de los granos de café contiene gran cantidad de potasio, que puede ser un gran fertilizante ecológico si se le devuelve al suelo. Lo que estaba sucediendo hace poco es que hay compañías extranjeras que estaban comprando la pulpa para producir energía “limpia” en Europa. El argumento fue que los agricultores brasileros estaban contaminando el ambiente porque la pulpa se amontonaba y se dejaba descomponer al aire libre. Esto es cierto, pero podría haber otra solución: procesar el café localmente y dejar la pulpa en la tierra, de manera que la pulpa del café brasilero pueda fertilizar los suelos de Brasil.
JB: Entonces, ¿cuál es su mensaje por el Año Internacional de los Suelos?
IC: Debemos entender que el suelo no es un mero contenedor, al que se le agregan fertilizantes, pesticidas y semillas transgénicas. Tiene que ser mantenido con vida y que los plaguicidas matan la vida del suelo. En realidad la vida del suelo necesita lo mismo que un ser humano: una casa (una buena estructura del suelo para que los organismos puedan vivir allí), un medio ambiente limpio (sin productos químicos), agua (pero no demasiada), el aire y los alimentos. Para conseguir estas condiciones, los agricultores tienen que trabajar con la diversidad biológica, no hay otra manera. Y un suelo sano tiene un montón de vida, con cada organismo haciendo su propio trabajo.
Por ejemplo, yo llamo a las micorrizas, que son hongos del suelo, el Facebook de la tierra. Ellos tienen la información sobre el suelo y están constantemente ocupados en interacciones con las raíces de las plantas. Tenemos que apoyar a estas redes y promover el uso de la materia orgánica, sin veneno, y poco o nada de labranza. La labranza excesiva y la maquinaria pesada destruyen la estructura del suelo, destruyen la casa de los organismos del suelo. E incluso si se utilizan fertilizantes químicos, se necesita materia orgánica. Pero con suelo de buena calidad y suficiente materia orgánica, se puede disminuir o detener el uso de fertilizantes químicos. Si alimentamos al suelo, podemos alimentar al mundo.
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