La desertificación es un problema mundial y los gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil se esfuerzan cada vez más en combatirla. Sin embargo, muchos de los planes y estrategias esbozados, ignoran los conocimientos tradicionales de quienes viven en las zonas áridas del mundo. Nuestras revistas han publicado artículos que resaltan la importancia de estos conocimientos en la lucha contra la desertificación. Por ejemplo, en Filipinas, los agricultores utilizan árboles y arbustos nativos en los campos de cultivo o cerca de ellos, como se muestra en la experiencia de Blesilda M. Calub, publicada en LEISA Magazine (diciembre, 2003): “Los agricultores se interesan en plantar ciertas especies que responden directamente a sus necesidades, como es el caso de los árboles y arbustos forrajeros”. En la región suroccidental de Filipinas, la venta de ganado constituye una fuente de ingresos para muchos agricultores, por lo que la disponibilidad de forraje es muy importante para ellos. El uso de árboles nativos proporciona el forraje necesario y también contribuye a reducir los procesos de erosión. Esfuerzos similares se pueden ver en Rajasthan, India, donde los agricultores practican la agroforestería tradicional, según lo describe M. Nagarajan en la edición de LEISA India (marzo, 2000). Su gestión implica una delicada combinación de especies leñosas, que incluyen árboles, arbustos o bambúes, con cultivos agrícolas. Una especie considerada por algunos agricultores como “madre adoptiva de la agricultura” es el árbol khejri (Prosopis cineraria). La observación y la experimentación han demostrado que los cultivos que crecen bajo el dosel de este árbol están mejor que los que crecen en condiciones similares pero sin su cobertura.
Manejo del suelo y del agua
En el nordeste de Brasil, una región árida donde aumentan las áreas deforestadas, el acceso al agua es de gran importancia para la comunidad. El artículo de J. A. Soccal, publicado en LEISA Magazine (marzo, 2000), muestra cómo la comunidad local, descontenta con enfoques “asistencialistas” del gobierno como la distribución de agua en camiones, consiguió apoyo de ONG y organizaciones comunitarias de base, que la llevó a desarrollar tecnologías alternativas para la gestión de sus recursos hídricos, de bajo costo y con materiales y mano de obra locales; entre ellas, cisternas construidas con placas de cemento y arena para recolectar agua de lluvia para consumo humano, pozos semipermeables para retener aguas subterráneas y pozos con un sencillo sistema de poleas y tuberías. En otro artículo escrito para LEISA revista de agroecología (septiembre, 2008), Héctor Leguía describió su trabajo con los científicos y los agricultores de Lozada, Córdoba, en la región semiárida de Argentina. El cultivo de soja en esta zona estaba causando muchos problemas en el campo, por la disminución de los niveles de fecundidad, compresión del suelo y contaminación por plaguicidas. Los científicos trabajaron junto con los agricultores familiares explorando técnicas en torno a un enfoque agroecológico para mejorar el suelo y contribuir a su conservación, como la rotación de cultivos y cultivos de cobertura. Estos aumentaron significativamente la cantidad de materia orgánica en el suelo y mejoraron sus propiedades físicas, lo que tiene un efecto directo en los rendimientos.
Cooperación
En la revista AgriCulturas (abril, 2009), Carlos Magno Morais presentó la labor de tres ONG que colaboran con los agricultores en Pernambuco y Rio Grande do Norte, Brasil. Estas ONG recogen las opiniones de los agricultores sobre los efectos y la influencia del cambio climático en sus actividades diarias y luego describen y analizan sus respuestas. Esto condujo a la publicación de los documentos que se han utilizado en la preparación del Plan de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación y para aumentar la comprensión de la sostenibilidad por los agricultores. En un artículo publicado en nuestra edición internacional (septiembre, 2008), Paul Van Mele mostró los beneficios del trabajo conjunto en Zamblara, Mali, África. La mayoría de sus habitantes dependen de la agricultura y se enfrentan a muchas dificultades, como la falta de agua, semillas o crédito. En 2002, un grupo de mujeres formaron una organización de productores de arroz y se acercaron al Centro Africano del Arroz, interesadas en participar en las actividades de capacitación del proyecto Adaptación Participativa y Difusión de Tecnologías para Sistemas Basados en Arroz. El grupo creció de 27 personas a más de un centenar, beneficiándose todas ellas de las actividades del proyecto que las llevó a diversificar sus cultivos, una estrategia que proporciona mayores rendimientos e ingresos. Ahora cultivan más arroz, gestionan los recursos locales de una manera más sostenible y reconocen la importancia de trabajar juntos. Diferencias de casta y género son cada vez menos pronunciadas y las sólidas alianzas creadas con las ONG y los organismos gubernamentales conducen a mejores decisiones. Según lo mencionado por uno de los agricultores, “el futuro pertenece al pueblo organizado”