septiembre 2009, Volumen 25, Número 3
Mujer y seguridad alimentaria

Una historia exitosa que puede mejorar aún más

FRANCISCO DUEÑAS, DAGMARA PLANA, ISIS SALCINES, BÁRBARA BENÍTEZ, LAURA R. MEDINA Y MARÍA E. DOMINÍ | Página 26-28
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Las estadísticas a nivel mundial demuestran que las áreas urbanas siguen creciendo, particularmente en los países menos industrializados. Se ha estimado que en el 2005 la mitad de la población mundial vivía en ciudades y que el número total se duplicará en el año 2030.

Hortalizas y frutos para la población urbana de La Habana, producidas en medio de la ciudad / Foto: UBPC - Vivero Alamar
La producción de hortalizas en las ciudades y alrededor de ellas está aumentando en respuesta a la imperiosa necesidad de alimentar a los habitantes urbanos. Las ventajas de la agricultura urbana son cada día más reconocidas: contribuye al desarrollo de la comunidad y a la organización local, así como a la producción de grandes cantidades de una amplia diversidad de alimentos.

Agricultura urbana en Cuba
Cuba es uno de los países con mayor desarrollo de la agricultura urbana. Una severa crisis alimentaria azotó al país luego del colapso de la Unión Soviética en 1991. La producción de alimentos en las ciudades se convirtió en una de las soluciones para el problema (reduciendo el costo de transporte, así como la necesidad de maquinaria). Se puso un especial énfasis en la producción sin insumos externos (ya que estos no estaban disponibles), lo que dio como resultado sistemas orgánicos altamente eficaces. Muchos nuevos productores no tenían experiencia en la producción de hortalizas en pequeñas parcelas. Se les unió en una extensa red, se les ofreció servicios de capacitación y extensión, y se les distribuyó semillas y herramientas. Como resultado de ello, la agricultura urbana se ha desarrollado de manera impresionante durante los últimos 15 años. Actualmente se estima que hay por lo menos 350.000 agricultores urbanos que cultivan más de 70.000 hectáreas. Mientras que en 1994 se cosecharon 4.000 toneladas de hortalizas en las ciudades cubanas, el Ministerio de Agricultura informó recientemente que durante los 3 primeros meses del 2009 la cosecha total de hortalizas excedió las 400.000 toneladas; esto es lo que contribuye en gran medida a la autosuficiencia alimentaria de Cuba.

Ubicado a escasos kilómetros al este del centro de La Habana, el Vivero Alamar es una cooperativa de 170 productores que cultivan 11 hectáreas en el medio de un barrio muy populoso. Se inició en 1997, cuando una parcela de 3.7 hectáreas de tierra sin utilizar fue otorgada por el gobierno a un pequeño grupo de productores. Hoy es uno de los más famosos organopónicos, nombre que se le da a estas empresas agrícolas. Todas ellas producen hortalizas orgánicas que son vendidas directamente a los consumidores o a través de los mercados locales, aunque la mayoría no tiene certificación orgánica. Los niveles de producción de Alamar son altos durante todo el año, y siguen aumentando. Los colegios y hospitales locales también se benefician, puesto que reciben por lo menos el 10 % de lo producido. Todos los miembros de la cooperativa reciben un sueldo mensual que es mucho más alto que el sueldo promedio de un funcionario público.

Los administradores de los organopónicos han considerado una serie de incentivos para atraer miembros, tanto hombres como mujeres, tales como días laborales de 7 horas y la posibilidad de recibir educación formal. Pero estos esfuerzos nunca se han apartado de la idea tradicional y generalizada de que los hombres son los responsables de trabajar fuera de casa y conseguir ingresos, mientras que las mujeres deben ocuparse de la familia sin recibir una remuneración. Aun cuando el sistema político de Cuba garantiza la igualdad de todos los miembros de la sociedad, las mujeres tienden a combinar las responsabilidades de trabajar y cuidar de la familia, mientras que los hombres solo cumplen un papel marginal en esto último.

No somos realmente iguales…
Decidimos examinar detalladamente los roles de hombres y mujeres al interior de Alamar y lo que significaban en términos de nuestros objetivos más importantes. Comenzamos con una evaluación participativa detallada, considerando herramientas específicas y realizando entrevistas abiertas. Organizamos una serie de talleres con todos los miembros de la cooperativa, resaltando lo que esperábamos lograr e invitando a todos a participar. Se puso a hombres y mujeres en equipos separados y se les pidió que hicieran listas de todas sus actividades diarias (ver PDF Recuadro 1), y luego usamos los resultados como parte de las discusiones. En otro taller, también con equipos separados, pedimos a los participantes que escribieran sus necesidades y objetivos/expectativas, y que demostraran si, según ellos, estos se pueden aplicar tanto a hombres como mujeres (ver PDF Recuadro 2).

Los resultados fueron claros. Demostraron que, a pesar de la retórica, nuestro exitoso organopónico estaba reproduciendo los estereotipos tradicionales de la sociedad cubana y de toda América Latina, donde las mujeres tienen más responsabilidades, pero menos poder de decisión. Tal como era de esperar en una sociedad machista, nuestros resultados demostraron que los hombres no participan mucho en las actividades del hogar. Las mujeres cuidan a sus hijos, pero al mismo tiempo participan en todas las actividades productivas.

La encuesta demostró que hombres y mujeres tienen expectativas diferentes. Los hombres apenas reconocieron que las mujeres también están interesadas en obtener mejores rendimientos para la cooperativa, mientras que las mujeres consideraron que tanto hombres como mujeres tienen necesidades y objetivos similares en ese rubro. Las mujeres expresaron una necesidad específica de recibir más capacitación e interés en una participación más activa en la toma de decisiones a todo nivel.

A partir de enero de 2009, todos los resultados fueron presentados a los miembros de la cooperativa. Tuvimos interesantes discusiones basadas en ellos, especialmente al observar las desigualdades. Pero aún más importante fue que el equipo administrativo tomó los resultados seriamente. No era posible simplemente forzar a los hombres a cumplir un rol más activo en el hogar, así que Vivero Alamar organizó una serie de seminarios internos sobre temas de género con el objetivo de institucionalizar la equidad dentro de nuestra cooperativa y ayudar a todos sus miembros a alcanzar sus objetivos personales. Ofrecimos capacitación adicional a las mujeres, especialmente sobre temas relacionados a la producción, tales como la conservación de semillas y el control de plagas. Desde entonces se ha prestado especial atención a la participación de mujeres en visitas de intercambio, como aprendices y también como capacitadoras. Las mujeres han cumplido un rol más importante como representantes de Alamar en los diversos festivales de innovación o ferias de agrobiodiversidad que son organizados con regularidad en todo el país. Esto ha sido muy útil para todos los involucrados: algunas de las trabajadoras pudieron establecer lazos con representantes de otras organizaciones, intercambiando semillas e ideas. Pero también ha sido muy útil para el Vivero Alamar, ya que la participación de las mujeres en las discusiones internas ha aumentado de manera espectacular. Como dijo Norma Romero, una de las participantes más activas en este proyecto: “esto nos ha ayudado a combinar la capacitación con el intercambio de ideas, sostenibilidad y empoderamiento”.

Nuestro análisis mostró que muchas de las mujeres de la cooperativa son madres solteras, con necesidades y preocupaciones específicas que debíamos satisfacer de alguna manera. Al mismo tiempo, vimos que hay ciertos roles y responsabilidades a los que las mujeres se adaptan mejor y que podíamos usar eso de manera provechosa. Esto se notó en una pequeña encuesta que hicimos entre los consumidores que compran nuestros productos a las puertas de la cooperativa: ellos preferían que quienes venden fueran mujeres, pues son más amistosas, están mucho más alertas y saben más sobre la calidad de los productos. El prestar atención a esos temas nos dio la oportunidad de fortalecer nuestros lazos con la población local. Ahora estamos en una mejor posición para cumplir nuestro rol como productores de alimentos saludables disponibles para todos.

Cambios y continuidad
Aunque las mujeres representan menos de un tercio de nuestra fuerza de trabajo (43 de 170 miembros de la cooperativa), estamos orgullosos de que la mitad de nuestros administradores sean mujeres (liderando, por ejemplo, la unidad de comercialización, la oficina de personal y el departamento de finanzas). Su elección para ocupar estos cargos fue el resultado de un proceso democrático en el que participaron todos los miembros. Pero ciertamente también fue el resultado de nuestro propio proceso de reflexión y de nuestro reconocimiento a la contribución de las mujeres.

Reconociendo los resultados positivos logrados por unidades de producción a pequeña escala y la necesidad de seguir incrementando la producción de alimentos en la isla (especialmente después del devastador impacto de los huracanes Gustav e Ike, en el 2008), el gobierno cubano ha comenzado a asignar tierras a individuos o grupos con la esperanza de que estas unidades serán manejadas tan eficientemente como los organopónicos urbanos. Empezando con zonas periurbanas (a aproximadamente 10 km de distancia de las ciudades), esto generará muchas oportunidades para aumentar los niveles de producción, pero también presenta muchos retos ya que, una vez más, pocos productores tendrán la pericia y los conocimientos para producir en parcelas a pequeña escala. Reconocer los roles que cumplen y pueden cumplir las mujeres nos ayudará a todos a lograr nuestros objetivos.

Francisco Dueñas, Dagmara Plana, Isis Salcines, Bárbara Benítez, Laura R. Medina y María E. Dominí.
Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas/UBPC Vivero Alamar. Ave. No. 160, Esq. Parque Hanoi, Zona No. 6, Alamar, Municipio Habana del Este. Ciudad de La Habana, Cuba.
Correo electrónico: franko@inca.edu.cu
Agradecimientos
Quisiéramos agradecer a la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) y a la organización alemana Welthungerhilfe por su apoyo económico. También agradecemos a Lorena Aguilar, quien trabaja con UICN en Costa Rica, y al Programa para la Innovación Agropecuaria Local (PIAL) que está siendo implementado en Cuba. Y agradecemos a todos los miembros de nuestra cooperativa por su ayuda y entusiasmo.

Referencias
– Aguilar, L. e I. Castañeda, 2000. Sobre marinos, marinas, mares y mareas: Perspectiva de género en zonas marino-costeras. UICN, San José, Costa Rica.
– Hernández, L., 2006. La agricultura urbana. Caracterización de sus sistemas productivos y sociales, como vía para la seguridad alimentaria en nuestras ciudades. Cultivos Tropicales, vol. 27, Nº 2.
– Martínez, A., y J. L. Leiva, 2006. Reflexiones en torno al contexto social del ama de casa rural. Revista Sexología y Sociedad, vol. 12 (32).
– Pérez, N., y D. Echevarría, 2006. “Las Unidades Básicas de Producción Cooperativa cubanas (1993-2003). Análisis para un debate”. En: De Grammont, H., La construcción de la democracia en el campo latinoamericano. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires, Argentina.
– Verdes, G., H. Ríos, L. Martín, R. Acosta, M. Ponce, R. Ortiz, S. Miranda y M. Martínez, 2003. Los campesinos y campesinas participando en la selección de variedades: Una perspectiva de género. Cultivos Tropicales, vol. 24. Nº 4.

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