marzo 2003, Volumen 18, Número 4
Las mujeres asumen el cambio

Mujeres dirigiendo el cambio rural: Comité y Grupo Femenino Colonia El Quetzal Tacaná, Guatemala

ÓSCAR MURGA | Página 5-6
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Tacaná es un municipio ubicado en el altiplano occidental de Guatemala. Al sur de Tacaná se encuentra la comunidad denominada Colonia El Quetzal, la cual consta de un total de 125 familias que viven, como muchas otras, en situación de pobreza y marginación social.

Miembros del Comité y del Grupo Femenino trabajando en el vivero / Foto O. Murga

Su lejanía de los centros políticos, administrativos y comerciales del país y la situación de minifundio (pequeños terrenos familiares) hacen que sus actividades de subsistencia se vean marcadas por la dependencia a la agricultura y la ganadería en pequeña escala, principalmente con cultivos como la papa, el maíz y algunas hortalizas de altiplano, y animales domésticos como vacas, ovejas y cerdos. Las familias de la Colonia El Quetzal han tenido la necesidad de deforestar laderas de montañas para efectuar sus cultivos y esto, a su vez, ha causado diversos problemas ambientales, como la pérdida de fuentes de agua, la erosión de los suelos fértiles y la disminución de la biodiversidad del lugar.
El Comité y Grupo Femenino

Preocupadas por estos problemas, un grupo de 16 mujeres, todas madres de familia, se organizaron en un grupo de base, en 1997, al cual denominaron Comité y Grupo Femenino de la Colonia El Quetzal. La organización nació al ver la falta de acción de los varones del lugar al respecto de los problemas mencionados. Las señoras del Comité estaban preocupadas particularmente por la deforestación, que las obligaba a caminar varios kilómetros para obtener leña para cocinar, y la pérdida de muchas clases de plantas que antes se consumían localmente y enriquecían su dieta cotidiana.

En 1999, luego de dos años de tratar de tomar acciones concretas para dar solución a los problemas que les aquejaban, las señoras se acercaron al Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, que administrado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo apoya iniciativas locales para atender estos problemas ambientales. Este acercamiento inicial hizo que lograran una pequeña donación que fue propuesta para efectuar una serie de capacitaciones prácticas para establecer un vivero comunitario, aprender a reforestar con especies nativas y a utilizar abonos y pesticidas orgánicos en sus cultivos. Además, el proyecto incluyó capacitaciones para administrar los fondos que les fueron proporcionados, pues como muchas mujeres en el área rural de Guatemala, tienen muy poca educación formal (la mayoría sólo ha cursado educación primaria) y esto causaba que tuvieran dificultades para llevar sus cuentas y registrar sus progresos, problemas y las respectivas soluciones propuestas por ellas mismas.

Este primer proyecto puso de manifiesto que existían otros problemas subyacentes. El machismo que prevalece entre la población local hizo que al principio no tuvieran apoyo de los varones de la comunidad, dejándolas solas para efectuar los trabajos que se requerían. A pesar de esto ellas mismas encontraron la manera de efectuar todas las labores necesarias para llevar a cabo su vivero forestal, una actividad que hasta ese momento sólo había sido efectuada por varones en lascomunidades cercanas.

Pusieron interés en capacitarse y demostrarle al resto de la comunidad que podían tener logros concretos en estas actividades. Durante todo un año trabajaron con entusiasmo y si bien no llegaron a cumplir con todas las metas propuestas, establecieron su vivero, con un total de 5,000 arbolitos de tres especies diferentes: aliso (Alnus spp.), ciprés (Cupresus lusitanica) y pino blanco (Pinus pseudostrobus), los cuales sembraron en los terrenos cercanos a sus casas formando cercos vivos, pues no tenían acceso a terrenos más grandes y necesitaban tenerlos cerca para poder cuidarlos en los primeros años de crecimiento. También intentaron con una especie de árbol que es endémico de Guatemala: el pinabete (Abies guatemalensis), pero esto presentó muchos problemas, ya que esta especie es por naturaleza poco prolífica y de difícil mantenimiento en viveros forestales, por lo lento de su crecimiento y la baja viabilidad de sus semillas (+/- 10% de germinación natural). Aunque habían propuesto inicialmente contar con 1,000 plantillas de este árbol, al finalizar el año de duración del proyecto tenían solamente un arbolito para transplantar a campo definitivo. A pesar de este problema, continúan con su vivero utilizando semillas que ellas mismas colectan en los remanentes de bosques locales y vendiendo arbolitos a sus vecinos y vecinas para comprar insumos para el vivero (como bolsas de polietileno, que se deben renovar cada año).

Metas y objetivos iniciales

Para el primer proyecto,el Comité y Grupo Femenino de Colonia El Quetzal, se propuso las siguientes metas:
• “mejorar la situación de deterioro de nuestros bosques”;
• “sembrar al menos 100 arbolitos en las parcelas de cada socia, para rescatar árboles en peligro de extinción y otros que nos sirvan para producir broza (abono orgánico), leña y madera cerca de nuestras casas”; y
• “capacitarnos en aspectos para mejorar el medio ambiente, la reforestación, el manejo de viveros de árboles y métodos de cultivo que se están perdiendo en nuestra comunidad”.

Para el segundo proyecto, las señoras buscaron:
• “capacitarnos en manejo orgánico de nuestros cultivos que se están perdiendo”;
• rescatar el cultivo y uso tradicional de la papa rosadita, del fríjol isiche y los güicoyes criollos en parcelas de las socias;
• “capacitarnos en técnicas de conservación de suelos, elaboración de aboneras y pesticidas orgánicos para usar en nuestros cultivos”, y
• “elaborar y transmitir un programa radial semanal para compartir las experiencias que se generaron en nuestros proyectos y otros aspectos que consideramos importantes para el desarrollo de nuestra comunidad.”

Un segundo proyecto

Con la experiencia ganada en este primer proyecto, y en especial con sus nuevos conocimientos en administración y gestión del mismo, el Comité presentó una nueva propuesta al PPD, esta vez orientada a complementar el trabajo iniciado atendiendo el otro problema ambiental que les preocupaba, la pérdida de plantas nativas que formaban parte de su dieta tradicional y que se estaban perdiendo por la predilección de los agricultores locales por cultivos orientados al mercado externo a la comunidad (como variedades mejoradas de papa y de maíz), los cuales requieren del uso de agroquímicos para lograr rendimientos óptimos. En esta oportunidad propusieron un proyecto de rescate de una variedad de papa local (llamada por ellas “rosadita” por el color de su cáscara), una variedad de fríjol (denominada por ellas “fríjol isiche”); y güicoyes criollos (una variedad local de calabazas), en todos los cultivos propuestos pusieron en práctica lo aprendido sobre el manejo orgánico de ellos.

A pesar de que recibieron inicialmente críticas de los pobladores locales, sobre todo en relación a que no debían trabajar con cultivos que “nadie quería” y a la utilización de abonos y pesticidas orgánicos “que no servían”, gracias a los resultados de su primer proyecto se unieron al grupo 7 hombres, miembros de las familias de las participantes.

Iniciaron sus actividades en el año 2001, con la construcción de aboneras mejoradas, que utilizaban solamente recursos de fácil obtención en su comunidad (hierbas y follajes de plantas del lugar, estiércol de animales, cal y cenizas). Tuvieron que solucionar otro problema: las semillas de las plantas con las que propusieron trabajar eran ya escasas y tuvieron que efectuar una investigación para ubicar las fuentes de semillas para iniciar sus siembras. Aunque tuvieron que viajar muy lejos de su comunidad y por caminos difíciles, obtuvieron las semillas necesarias y efectuaron sus siembras. Los vecinos las molestaban frecuentemente haciendo énfasis en que eran esfuerzos perdidos pues nadie quería estas plantas, pero a pesar de esto, ellas continuaron paciente y entusiastamente con sus trabajos. Los resultados de sus cosechas fueron alentadores, descubrieron que los cultivos que estaban trabajando tenían pocos problemas de plagas y enfermedades, y muy buenos rendimientos. Varias de las socias mostraron a sus vecinos que más las habían criticado inicialmente los resultados de su trabajo de una manera poco usual: destinaron parte de sus cosechas de papa “rosadita” y del fríjol “isiche” para regalárselos. Los vecinos se tuvieron que rendir a las pruebas y se han convertido en sus principales clientes, comprándoles estos productos en cosechas posteriores. Las socias decidieron también distribuir los resultados de sus cosechas en tres partes, la primera para mejorar la dieta de sus familias, la segunda para venderla en el mercado local y la tercera para mantener una reserva de semillas para siembras posteriores, lo que les ha permitido continuar con estas actividades sin apoyo externo.

Problemas

“Al ejecutar nuestros proyectos encontramos varios problemas. El primero fue el machismo en la comunidad, afectó al principio de la ejecución, porque no tuvimos apoyo de los varones para actividades nuevas para nosotras. Esto fue mejorando conforme les demostramos que podíamos hacer todas las cosas que ellos tradicionalmente hacen y con el apoyo de Fundación Guatemala / UNIFEM, mejoramos nuestra autoestima y sensibilizamos a algunos varones que ahora participan activamente en nuestras actividades.

“Tampoco teníamos la confianza de la comunidad en nuestras actividades pues consideraban que estábamos haciendo cosas que no tenían utilidad, esto mejoró cuando demostramos que la agricultura orgánica es buena para todos y todas, nos da resultados comprobables y vieron nuestras parcelas y las cosechas que sacamos. Esta fue la manera más efectiva de ganarnos la confianza del resto de la comunidad.

“Tuvimos problemas con una especie de árbol en peligro de extinción, pero no nos desanimamos y a la siguiente siembra conseguimos semillas frescas, aprendimos más detalles de cómo sembrarlos por medio de capacitaciones y pudimos producirlos en nuestro vivero, aprendimos que lleva más tiempo que cualquier otra especie y ahora tenemos más paciencia.

“Tampoco teníamos experiencia con los programas radiales, pero con apoyo de técnicos de la radio local, estamos produciendo nuestro programa y compartiendo lo que aprendimos.”

El trabajo sigue…

En este momento, a inicios del 2003, las señoras del Comité continúan con estos cultivos y su vivero forestal, a pesar que el apoyo del PPD terminó a inicios del 2002. Sus habilidades han mejorado notablemente y han logrado el respeto y la admiración de la población local. Ejemplo de esto ha sido el que este mismo Comité gestionó y logró el capital necesario para arreglar el camino de acceso a la comunidad, el cual fue proporcionado por la municipalidad de Tacaná y una radio local les ha asignado una hora de transmisión sin costo, todos los viernes, para que compartan sus experiencias por este medio. El programa radial lo llevan a cabo en parejas y, con apoyo de un técnico de la misma comunidad, se ha diversificado en sus temas: no sólo comparten temas de agricultura orgánica, agroforestería y viveros forestales, sino que también comparten sus experiencias personales de mejora de autoestima, derechos humanos de las mujeres y los niños, organización comunitaria y gestión de proyectos de desarrollo. Al transmitir los primeros programas, recibieron críticas de nuevo, sobre todo en relación a que por ser mujeres no les creían que estaban hablando de experiencias propias y reales. Su estrategia para disminuir estas quejas fue simple, pero efectiva, invitaron a quienes les criticaron a visitar sus parcelas, para que vieran con sus propios ojos la experiencia.

Además de los fondos para su capacitación técnica, El PPD ha proporcionado apoyo por parte del Fondo de Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer (UNIFEM) para fortalecer al Comité en temas como autoestima, derechos de la mujer, oratoria y equidad de género, a través de otras ONGs guatemaltecas, la Fundación Guatemala y la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas. Esto redundó en mejorar las relaciones de género en los hogares de las socias. Actualmente, sus esposos las apoyan en actividades como la atención a sus niños y niñas y otros quehaceres domésticos, así como en el apoyo para que las niñas completen sus estudios más allá de la educación primaria.

Aunque el Comité y Grupo Femenino no ha crecido en cantidad de socias y socios, el efecto de sus experiencias se ha manifestado en que al menos 15 familias de la misma comunidad han iniciado a copiar su esquema de trabajo, elaborando sus propios abonos orgánicos y sembrando árboles con distintos fines en las cercanías de sus casas. En palabras de su presidenta, doña Aneliza Pérez de Pérez, “nuestra gente ha cambiado, porque les hemos demostrado con pruebas lo que las mujeres podemos hacer cuando tenemos la voluntad y el deseo de dejar un mejor mundo para nuestros hijos e hijas. Y continuaremos demostrándolo, porque todavía falta mucho por hacer para mejorar nuestra comunidad.”

El PPD ha utilizado las experiencias de este Comité y Grupo Femenino, como ejemplo a seguir en otras comunidades que tienen problemas ambientales similares y cree firmemente que las mujeres tienen un rol crucial en el desarrollo sustentable de las comunidades rurales, tal y como ellas lo han demostrado, con pruebas concretas.

 

Óscar Murga
PNUD Guatemala.
Coordinador nacional, Programa de Pequeñas Donaciones a ONGs
4ª. Calle 16-73, Zona 1, 3er Nivel, Of. “F” Telefax: (502)765 2068
ppdguate@intelnett.com

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