marzo 2003, Volumen 18, Número 4
Las mujeres asumen el cambio

Asumiendo el reto de la agricultura

LOS EDITORES | Página 4
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Una quinta parte de la población del mundo vive en la extrema pobreza. Según datos presentados en la reunión sobre la financiación para la lucha contra la pobreza rural (México, marzo 2002), hay actualmente 900 millones de pobres en las zonas rurales en los países del Sur que se dedican a la agricultura y a las artesanías.

En América Latina y el Caribe, según las mismas fuentes, en 1999 alrededor de 121 millones de personas vivía en las zonas rurales y de ellas, 77 millones eran pobres y casi 47 millones estaban en condiciones de extrema pobreza.

A la vez se estima que un 26 por ciento de hogares rurales de la región tiene como cabeza de familia a una mujer (en América Central, del 29 al 48%; en los países andinos, del 29 al 55, y en el Caribe, del 40 al 50%). Los muchos estudios sobre la situación de la agricultura y de la población rural en América Latina y el Caribe, reconocen que son las mujeres rurales las responsables de la seguridad alimentaria de sus hogares a través del trabajo agrícola y del procesamiento de los alimentos.

Campesina de Quetzaltenango, Guatemala, con las variedades de maíz que cultiva / Foto: T. Gianella

Las mujeres rurales de América Latina tienen menor Las mujeres rurales de América Latina tienen menor grado de escolaridad que los varones (por cada 3 varones analfabetos hay 7 mujeres -FAO 1998), y menor acceso a los servicios de educación, salud y a la propiedad de la tierra. Si bien para las mujeres de América Latina, la propiedad de la tierra y el crédito no son derechos tan limitados como en Asia o África, la diferencia entre los géneros es una realidad, y en muchos de los países de la región la tierra les sigue siendo ajena y en otros son beneficiarias solamente a través de su pareja. Información sobre género y la situación de la mujer en el medio rural hay mucha, y hace ya por lo menos tres décadas que los organismos supranacionales como la FAO reconocen que garantizar los derechos de la mujer rural es romper el círculo de la pobreza. Sin embargo, son muy pocas las acciones adoptadas por los gobiernos de la región para resolver esta situación de marginación de la mujer rural.

En las últimas décadas, el abandono del campo por la población masculina se ha visto acentuada y, consecuentemente, la mujer ha tenido que asumir esta triple responsabilidad de ser la principal abastecedora del sustento de la familia, cuidarla y responder por ella, y estar al frente de la producción de su finca. Este proceso es conocido como la «feminización de la agricultura», que ha generado un nuevo contexto para la pequeña producción campesina, en los países del Sur.

Esta feminización de la agricultura es una situación que no ha sido necesariamente buscada o deseada por las mujeres. Es más bien una situación de facto que tiene que ser asumida y que está siendo asumida por ellas, en defensa de la vida de los suyos y del medio ambiente que garantiza la sostenibilidad de su producción agraria. En este número de LEISA, presentamos experiencias de América Latina y otras partes del mundo, donde las mujeres –en esta lucha por la sostenibilidad de sus medios de vida- han asumido un nuevo rol que va mucho más allá del ámbito de la unidad doméstica. Así se han organizado para la defensa de sus derechos, como es el caso de las organizaciones de mujeres en la meseta del Deccan, India (E. van Walsum, página 22), o para aprovechar mejor sus recursos forestales como lo muestra el caso de las mujeres de la Colonia El Quetzal, Tacaná, Guatemala (Ó. Murga, página 5). Esta actitud positiva ha motivado que muchos varones de la comunidad se integren a los procesos innovadores, tanto en los aspectos productivos como en la defensa de sus derechos. También vemos que ante situaciones de crisis alimentaria, mujeres y varones trabajan juntos para encontrar alternativas positivas que permitan seguir alimentando a las familias; en este contexto el rol protagónico de la mujer es el motor que asegura el avance y sostenibilidad de la propuesta (R. Cieza, página 25; G. Gutiérrez, página 10).

Las mujeres que se involucran en programas de desarrollo participativo de tecnologías son generadoras de propuestas técnicas exitosas que luego comparten, en calidad de capacitadoras, con otros grupos. Este aspecto tan positivode la actitud y habilidad femenina es constante en muchosde los artículos de este número de LEISA. Adicionalmente, es importante resaltar que el hecho de que la mujer rural asuma roles y funciones de importancia para asegurar la vida de las familias y la sostenibilidad de la producción agrícola, ha elevado su autoestima y el reconocimiento de la comunidad. Lo que falta es que esta iniciativa de los pobladores rurales de América Latina, no quede en meros informes de estudios y estadísticas de la pobreza y las cuestiones de género, sino que se asegure la voluntad política de los gobiernos de la región para modificar la situación legal que permita que los derechos de la mujer sean reconocidos, y que se tenga en cuenta que los programas de extensión y educación rural deben valorar el aporte que vienen haciendolas agricultoras de América Latina, incorporándolo como componente de sus nuevas políticas. Así también es importante que las autoridades comprendan que la preservación de los recursos naturales que hacen posible la agricultura campesina, es garantía de la seguridad alimentaria de millones de pobladores de las zonas rurales de la región y que la mujer viene cumpliendo un rol muy importante en este ámbito.

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