marzo 2003, Volumen 18, Número 4
Las mujeres asumen el cambio

Las mujeres en la agricultura urbana: un estudio de caso en Argentina

RAMÓN I. CIEZA, LEONARDO DAVIES Y SEBASTIÁN GÓMEZ | Página 25-27
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La difícil situación socioeconómica y los altos niveles de desocupación que actualmente existen en Argentina, se traducen en problemas alimentarios graves para grandes sectores de la población. Los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) mostraron niveles récord de pobreza (57,5 %) e indigencia (27,5 %) para el primer mes del 2003.

Construyendo zarandas en el jardín de la Ensenada / Foto: G. Cieza

Esto significa que 21 millones de argentinos son pobres y, de éstos, alrededor de 10 millones son indigentes y pasan hambre. En este contexto, la producción de alimentos al interior de los asentamientos urbanos de bajos ingresos surge como una de las estrategias más importantes para superar los problemas del hambre y, eventualmente, contribuir al mejoramiento económico de los pobladores. Las mujeres asumen un rol muy activo en estos esfuerzos, como se ha visto a partir del trabajo en las Huertas Integrales Comunitarias desarrolladas en la provincia de Buenos Aires. En ellas se llevan a cabo y complementan de manera sostenible diversos tipos de producción para proveer de hortalizas frescas y productos de origen animal a las familias.

Un estudio de caso

Junto con Berisso y parte de La Plata, la localidad de Ensenada ha sido siempre un núcleo productivo de envergadura, debido principalmente a la existencia de fábricas de gran escala (como astilleros, siderúrgicas, petroquímicas, frigoríficos, etc.). Por mucho tiempo, esto atrajo a la población del interior del país, la que llegó en busca de empleo. Pero en la actualidad, el cierre o reducción de personal de estas empresas ha generado una creciente desocupación que impide a la población de la zona el acceder a una alimentación de calidad.

Desde el otoño del 2002, un grupo de graduados y estudiantes vinculados a la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata entró a trabajar a esta zona, respondiendo a la demanda de la Directora del Jardín de Infantes de Ensenada, que estaba interesada en un emprendimiento productivo en el que trabajen padres o familiares de los alumnos que asisten al Jardín. Mientras la situación económica y social del país se tornaba más crítica, la solicitud llegó justo cuando dentro de la Universidad se discutía el rol social que tenía ésta frente a la crisis y las posibilidades de actuar en las mejoras de las condiciones de alimentación en los sectores más marginados.

Distribución diaria de las actividades de las mujeres

• Acompañan a sus hijos al Jardín a partir del mediodía
• Remoción del compost y agregado de nuevos residuos orgánicos para su descomposición.
• Carpidas manuales para eliminación de malezas.
• Preparación de nuevos almácigos (según la época).
• Preparación de nuevos canteros para siembra y trasplante de plantines.
• Cosecha de hortalizas y posterior reparto entre participantes.
• Para finalizar riego, limpieza y guardado de las herramientas.

En el intermedio del trabajo se reúnen para hacer un descanso, tomar mate y charlar sobre situaciones personales, realidades del barrio, funcionamiento de la huerta. Es un momentodonde se profundiza el vínculo social entre las mujeres.

Luego de un diagnóstico detallado se concluyó que a escasos metros de la Facultad, miles de personas eran castigadas por la crisis, considerándose que la institución debía estar comprometida con la problemática. Se optó así por la producción de alimentos pues, por la formación obtenida, era ése el aporte que se podía realizar. En este sentido se decidió llevar a cabo una huerta integral comunitaria, con el fin de producir hortalizas de calidad que permitan mitigar los problemas alimentarios en las familias de la zona. El inicio de las actividades partió de un relevamiento de inquietudes y expectativas con los involucrados, a partir de lo cual se plantearon los siguientes objetivos para una primera etapa:

• Producir alimentos de calidad en el predio con que cuenta la institución a partir de un proyecto de huerta comunitaria, complementándose luego con la cría de animales menores de granja;
• Capacitar a los integrantes del grupo en la producción de huerta y granja con destino a la autosuficiencia alimentaria;

La huerta en la Ensenada / Foto: G. Cieza

• Fortalecer los lazos sociales tanto hacia adentro, a través de la conformación de un grupo bien consolidado, como hacia fuera, interactuando con otros grupos de similares características; y
• Conformar un espacio didáctico para los alumnos del Jardín de Infantes

Actualmente, nos encontramos trabajando con cuatro huertas en las localidades de La Plata, Berisso y Ensenada, con perfiles distintos en cuanto a sus beneficiarios, pero que tienen como denominador común la falta de trabajo en sus familias. El asesoramiento se complementa con la presentación de proyectos y búsqueda de donaciones que financien la compra de herramientas, semillas y algunas inversiones en infraestructura. En Ensenada, la institución provee del espacio físico y una empresa de la zona, las herramientas necesarias para llevar a cabo el proyecto. El grupo de trabajo está conformado por los familiares de los alumnos del Jardín: en la actualidad participan 23 personas con heterogeneidad en cuanto a edades y nivel educativo, divididas en dos turnos de trabajo. El tiempo de trabajo de las mujeres se corresponde con los momentos en que sus hijos se encuentran en clases, lo que compatibiliza con las tareas en los hogares y les permite tener una regularidad en el trabajo.

Para el funcionamiento cotidiano del grupo y del trabajo en el huerto se llevó a cabo una batería de técnicas participativas, buscando que las mujeres se apropien del proyecto. Una serie de diagnósticosparticipativos y grupos de discusión permitieron adelantarse a la problemática y delinear el trabajo en función de las necesidades de las mujeres agricultoras. Inicialmente el equipo técnico había planteado clases teóricas en aula sobre los aspectos a desarrollarse posteriormente en el terreno, pero por la demanda del grupo se modificó esta forma de transmisión de conocimientos. Ante estas demandas, una revisión hizo que el proceso educativo sea de acción – reflexión – acción, de manera que el sujeto vaya descubriendo, elaborando, reinventando y haciendo suyo el conocimiento.

A partir de una propuesta del equipo técnico, se acordó llevar a cabo una producción agroecológica de bajos insumos atendiendo aspectos económicos, ecológicos y de sanidad alimentaria. En el aspecto económico, se apunta así a poder desarrollar una producción que sea factible de reproducir en otros ámbitos, familiares y/o comunitarios. En lo ecológico, se busca una producción con bajo impacto para el medio ambiente, como forma de preservarlo. Y en cuanto a la sanidad alimentaria, se considera de especial importancia producir alimentos de calidad, inocuos para el consumo y que compongan una dieta nutritivamente balanceada.

Las mujeres a cargo

Centrados en la producción de alimentos, en un inicio no se planteó un trabajo específico con mujeres, pues, originalmente se pretendía trabajar con toda la comunidad que convocaba el Jardín de Infantes. Pero no tardamos en darnos cuenta de la importancia del rol de las mujeres, resultando que, además de ser mayoría (aproximadamente un 85 %), son ellas el motor del proyecto.

De manera similar, la planificación de las actividades no tuvo un criterio diferencial por tratarse de mujeres, aunque pronto se observó una división de tareas “natural”: los varones se auto asignaron las tareas de mayor requerimiento de esfuerzo físico. Pero la presencia de varones fue mucho menor (al estar ocupados buscando actividades remuneradas) por lo que, en la práctica, el trabajo fue llevado a cabo por las mujeres. Si bien la casi exclusiva participación de mujeres no fue intencional, el resultado fue una situación muy positiva. El potencial de esta participación quedó claro muy pronto, dado especialmente el rol que ellas tienen en la economía y nutrición familiar (fundamental, por ejemplo, en la selección de las hortalizas a sembrar), así como el fuerte vínculo existente entre la institución y las madres, por ser ellas las principales encargadas del cuidado de los niños.

A lo largo del proceso se ha podido percibir en las mujeres una mayor demanda de capacitación técnica, ya que para los hombres, por tener mayor posibilidad de obtener trabajos temporarios, esto no representa una necesidad sentida. Con ello,
los liderazgos y las responsabilidades de la huerta fueron asumidos por las mujeres, lo mismo que las nuevas ideas de fortalecimiento del proyecto, con lo que se pudo observar un compromiso mucho mayor en relación a los hombres. Del mismo modo, en aquellos casos donde trabaja el matrimonio, es la mujer la que incentiva al hombre a la participación.

Resultados obtenidos

El primer problema encontrado fue la calidad del suelo, ya que éste era producto de un relleno con alto porcentaje de arcilla. Por lo tanto, se realizó un trabajo para su mejoramiento con el agregado de tierra negra y compost elaborado con residuos vegetales y animales. Esto tuvo resultados muy positivos: actualmente el huerto presenta una alta diversidad de verduras de época que son seleccionadas de acuerdo a los hábitos alimentarios de las familias.

Los productos de la huerta son destinados exclusivamente al autoconsumo y se distribuyen equitativamente entre el total de las trabajadoras. En un principio miembros del equipo técnicotuvieron que mediar en ello, pero luego, con la maduración delgrupo, esto fue realizado por ellas mismas. Por la cantidad de participantes y la superficie trabajada no existen posibilidades de obtener excedentes de productos que sean destinados al mercado, aunque esto es algo que ya está siendo discutido, pensando en la generación de ingresos para las familias productoras, dependiendo de la disponibilidad de tierra productiva en los núcleos urbanos. Otra de las propuestas a futuro es la industrialización casera de algunos productos para la venta.

Pero tan importante como la producción en sí misma, ha sido el proceso de aprendizaje sobre el trabajo de huerta vivido por el grupo de mujeres, a partir de una revalorización del trabajo de la tierra. Parte de las integrantes poseía conocimientos previos por tener orígenes rurales y/o alguna vinculación con la producción agropecuaria. Esto permitió una profundización en el aprendizaje a partir de la socialización de las experiencias anteriores, revalorizando su participación frente a su familia y a la sociedad. La consolidación de la experiencia asociativa fortaleció el funcionamiento del grupo y permitió un apoyo mutuo en la dignificación del trabajo (“nosotros en el grupo además de trabajar hacemos terapia”), demostrando la importancia de la ayuda grupal frente al problema de la desocupación.

En cuanto a las relaciones al interior de la familia, las experiencias han sido dispares: en algunos casos se ve el apoyo delos maridos en el trabajo, los cuales colaboran en las tareas o visitan el lugar de trabajo aprobando el proyecto. En otros casos, se han visto problemas familiares determinados por la visiónanacrónica de que “la mujer debe estar en la casa, cuidando los niños”. A estas dificultades internas se suma el contexto general de crisis ya señalado, que significa por un lado que la manutención del hogar por parte del varon se ha tornado más dificultosa y, por otro, que las posibilidades de trabajo temporario para las mujeres es mucho más reducido. Frente a esto, la experiencia permite a las mujeres adquirir un nuevo reto y, a la vez, un nuevo rol dentro del núcleo familiar, aportando a la economía del hogar sin descuidar el cuidado de sus hijos, al dedicarse a actividades productivas en su lugar de residencia.

Otro aspecto a remarcar es la multiplicación de la experiencia, en algunos casos, a partir de la reproducción de esta actividad en sus hogares. Este aspecto era uno de las metas a largo plazo, luego de consolidar la etapa de aprendizaje. Sin embargo, este proceso se adelantó significativamente a partir de la producción en exceso de plantines, que ante la imposibilidad de trasplantarlos a todos en el predio comunitario fueron llevados para ser plantados en terrenos propios o de familiares. Es destacable también la diversificación en los hábitos de consumo, con la incorporación de verduras a la dieta familiar y el intercambio de recetas para su preparación.


Otro aspecto a destacar es la evolución del grupo en seis meses de trabajo, que ha elevado su nivel de discusión tanto en
lo técnico, como en lo operativo y lo organizativo, estableciéndose diferentes sistemas de comunicación, distribución del trabajo y toma de decisiones. La siguiente etapa (planificada para los primeros meses de 2003) comprende la crianza de animales de granja, como aves y conejos, orientada a mejorar la dieta con la incorporación de proteína animal y la integración ecológica con la producción vegetal.

Las perspectivas para el futuro son de continuidad y profundización del proyecto. La discusión sobre el rol social de la universidad es incipiente y las acciones son restringidas, pero los resultados han sido alentadores. Así, en relación al trabajode los graduados y alumnos, el objetivo es aumentar el número de participantes abocados al apoyo técnico de estos trabajos, habiéndose ya realizado visitas con estudiantes para motivarlos. Por otra parte, existe un proyecto de creación de un modulo experimental en terrenos de la Facultad, donde las asignaturas realicen aportes mediante trabajos de investigación en esta temática.

Todo esto fue tratado con las mujeres a fines del 2002, ante la posible incorporación de animales de granja, y dio como resultado un debate interesante sobre la continuidad de la propuesta y sobre quién se haría cargo de estos nuevos trabajos. La totalidad de las participantes manifestaron la idea de seguir con el trabajo y profundizarlo, mostrándose de acuerdo con la propuesta inicial de los graduados y estudiantes de la Facultad de que el asesoramiento no sería para siempre, sino que estaría acotado en el tiempo hasta que el grupo sea totalmente autónomo. En relación a la crisis, no se ve una solución al corto plazo por lo que las necesidades alimentarias seguirán presentes. Pero, a la vez, se concluye que las mujeres se han apropiado del proyecto, y éste ya no es una propuesta de ¨los de la Facultad¨ o de la Directora. Esto permite tener asegurada la continuidad, aún si el equipo técnico se retira.

Conclusiones

Aunque existe una gran cantidad de experiencias con características similares distribuidas por todo el país, la producción urbana de alimentos es algo totalmente nuevo para la mayoría de la sociedad argentina, producto en gran medida de la situación económica de los últimos años y de la exclusión social que han generado diez años de neoliberalismo en este país. En este nuevo contexto urbano se repite la situación encontrada en el ámbito rural, donde la mujer ha tenido -y mantiene aún- la responsabilidad de producir alimentos para el consumo familiar.

A partir de esta experiencia se visualiza que, en un contexto de desocupación generalizado, son múltiples las funciones que pueden asumir las mujeres: (a) la realización de un trabajo productivo aportando a la economía familiar, a partir de una experiencia grupal, produciendo alimentos de calidad, con la posibilidad de replicar la experiencia en sus hogares; (b) la realización de las tareas del hogar, llevando a cabo el cuidado de sus hijos y la selección de los alimentos que conforman la dieta familiar; y (c) constituirse como generadoras de un espacio de iniciativa social, aumento de la autoestima y transmisión de experiencias.

La experiencia ha mostrado que el proceso organizativo y el apoyo técnico comprometido con la problemática son condiciones necesarias para el éxito de este tipo de experiencias. Estas actividades no dejan de ser sólo un paliativo al problema de la desocupación y la falta de alimentación que esto conlleva. Sin embargo, la autoproducción de alimentos en los núcleos urbanos puede ser una opción interesante a los problemas económico-sociales que plantea la desocupación. Y es más interesante aún por el rol y la responsabilidad que asumen las mujeres. Mientras los varones salen en búsqueda de trabajos temporales que les permitan generar algún ingreso monetario, las mujeres buscan aportar al sustento familiar con el
trabajo colectivo de la tierra.

En estos casos el trabajo grupal cumple varias funciones: (a) provee de alimentos de calidad a las familias, (b) se capacita para el trabajo agrícola y la auto producción de alimentos, y (c) se articula como un espacio de debate e iniciativas, a partir de la socialización de los problemas que causan las épocas de crisis en las familias.

Ramón I. Cieza; Leonardo Davies; Sebastián Gómez
Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
rcieza@netverk.com.ar

Referencias
– Periódico Pagina12. Pag. 2-5. Edición del 1 de febrero de 2003. Datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).
– Sánchez-Griñán, María Inés. Seguridad alimentaria y estrategias sociales: Su contribución a la seguridad nutricional en áreas urbanas de América Latina. En revista Agroecología y Desarrollo Nº 11/12 (1997) CET. CLADES.
– Dominguez, P y otros. Huertos y Jardines escolares ecológicos: Experiencia en formación del profesorado de primaria y secundaria en La Ribera. En III Congreso de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica. SEAE. Valencia. Sept. 1998
– Geilfus, Frans. 80 herramientas para el desarrollo participativo. IICA. El Salvador. 1997

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