septiembre 2016, Volumen 32, Número 3
La medición del impacto de la agroecología

Agroecología: ¿utopía para un sistema agroalimentario justo?

FERNANDO R. FUNES-MONZOTE, MAIKEL MÁRQUEZ SERRANO | Página 9-12
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Desde la experiencia cubana, una de las más desarrolladas en el continente por el conflictivo contexto histórico que la convirtió en una opción privilegiada, y a la luz de sus ventajas, los autores analizan las razones que han impedido que alcance un estatus de política pública y cuente con mayor apoyo oficial. A partir de ahí ahondan en la reflexión a través del análisis de una experiencia particular en la que adoptan la ejemplar posición de protagonistas.

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.
Eduardo GaleanoMillones alrededor del mundo ya creen en la agroecología como la mejor opción para alcanzar la justicia alimentaria. Movimientos sociales, agricultores, académicos, técnicos agrícolas, activistas, organizaciones internacionales y hasta representantes políticos están convencidos de ello. Hoy son evidentes las ventajas de la agroecología frente al sistema agrícola convencional e industrial, sobre todo si tenemos en cuenta su clara respuesta a asuntos acuciantes a escala planetaria como la pobreza y el hambre, la desigualdad, el cambio climático y el deterioro ambiental.

Sin embargo, emerge con fuerza la pregunta de por qué aún no hay una apuesta clara por la agroecología, que no acaba de figurar de manera decisiva en las agendas políticas. Aún más preocupante: ¿por qué muchos agricultores no eligen a la agroecología como su opción, no solo de producción, sino de vida? Más allá de todo el entramado de prácticas, métodos, sistemas organizativos y principios que sustentan al movimiento agroecológico, su propósito de lograr un sistema agroalimentario mundial justo es aún para la mayoría una utopía.

Empeñados en mostrar nuestra verdad, los agroecólogos hemos ofrecido una alternativa viable al status quo de la agricultura mundial. Criticamos la insostenibilidad de la agricultura industrial, depredadora de recursos naturales, contaminante del suelo y el agua, y responsable de la pérdida de la biodiversidad en los agroecosistemas. También hemos señalado las consecuencias sociales de este modelo excluyente y la marginación que sufren millones de personas, en particular agricultores, alrededor del mundo. Por décadas hemos sostenido un enfrentamiento que incluye desde el debate científico hasta el asesinato de líderes y luchadores campesinos opuestos a la injusticia y al despojo que sufren poblaciones autóctonas en nombre del progreso del campo.

Conocedores del poder y las intenciones del gran capital en manos de intereses corruptos o de grandes empresas con objetivos meramente mercantiles, sabemos que el sistema agroalimentario mundial está secuestrado. La industria bio-tecnológica y las grandes redes de innovación agrícola mundial se encargan de diseñar y poner en marcha estrategias para decidir qué comemos hoy y qué comeremos mañana. Sin embargo, aún hay esperanzas de que esta situación se pueda revertir.

Contexto

La agroecología, por su creciente impacto global, ha acaparado la atención de numerosos científicos y grupos de influencia. Diversos reportes de alto nivel muestran evidencias y hacen lobby a favor de la agroecología como la única forma de enfrentar la crisis agrícola mundial. Ya no pueden ignorarse los debates, los frecuentes conflictos y el choque de paradigma asociados al creciente impacto de la agroecología alrededor del mundo.

Dentro del propio movimiento agroecológico mundial se perfilan diversas corrientes de pensamiento y acción. En un escenario cambiante, la agroecología explora nuevos enfoques, toma otras formas y se reinventa para alcanzar sus propósitos en circunstancias determinadas. En este contexto es preocupante que de las variadas interpretaciones pareciera que para la mayoría no está claro qué es agroecología y qué no lo es. Sobre todo porque después de años de teorización y de comunicar evidencias prácticas de diverso tipo, no parece existir una manera clara e inequívoca de identificar a un sistema agroecológico. La amplia diversidad y heterogeneidad de sistemas agroecológicos y formas de organización pudiera ser la mayor fortaleza, pero también una fuente importante de confusión, pues la mayoría no logra entender tal variedad de situaciones, en ocasiones contrastantes, que se prestan a la duda. No hay consenso en diversos temas como escala, intensidad, tipo de tecnologías y su manera de adopción; hay incluso desacuerdos políticos y conceptuales. Por otra parte, el objetivo supremo de la soberanía alimentaria es visto en la práctica como algo inalcanzable en un mundo globalizado.

A diferencia de los sistemas de producción ecológica u orgánica, que siguen normas establecidas, los agroecológicos tienen una mayor cuota de subjetividad y son más específicos. Así podemos encontrar fincas orgánicas que no son agroecológicas, pues solo se enfocan en lograr un producto certificado para el mercado y no en el proceso socioecológico que lo sustenta, como también tenemos fincas consideradas agroecológicas que no llegarían a ser orgánicas por emplear productos químicos u otras prácticas prohibidas por tales normas en respuesta a los mercados. En este último caso la transición o conversión hacia la agroecología se considera como una etapa de sustitución de insumos que se enfoca en el corto o mediano plazo en un efectivo manejo agroecológico. Sin embargo, son bien conocidos los riesgos de retornar a las prácticas convencionales durante este período.

La agroecología se ha convertido en una opción política en defensa de los más pobres y cumple un papel activador de movimientos campesinos alrededor del mundo. También cada vez es más clara su proyección en el contexto territorial, más allá de los límites del agroecosistema. En el plano interno del sistema de manejo (finca) se reconocen como pilares fundamentales el empleo de diseños biodiversos, la multifuncionalidad, la integración y sinergias de los componentes, el manejo de los suelos con métodos y prácticas antierosivas y regenerativas, el uso de fuentes de energías renovables, etc. Pero hay una pregunta clave: ¿qué motiva a los agricultores a optar por la agroecología como proyecto de vida económica y social?

El cambio de mentalidad y la motivación real podría generarse con mayores transformaciones en las estructuras y concepciones sobre la agricultura y la protección del ambiente, así como la evolución de la cultura de la alimentación saludable y el derecho a vivir en un ambiente sano. Un componente fundamental será el cambio de actitud, comenzando con los que ya están convencidos de cuál es el camino, para que incorporen la agroecología en su propia vida y constituyan de esta manera ejemplos de éxito para los demás.

El caso de Cuba: transición inconclusa

Si un país estuvo más cerca de alcanzar un sistema agroalimentario justo en los últimos 25 años, ese fue Cuba. La oportunidad histórica que mostró el camino de la agroecología para solucionar la crisis causada por el colapso del sistema agroalimentario nacional y para rediseñar su modelo de agricultura a nivel de país, hoy cada vez se ve más lejos de hacerse realidad. En este proceso hemos aprendido que no basta con tener las motivaciones económicas, contar con la tecnología y la organización, e incluso el apoyo político, si la mentalidad no evoluciona al mismo tiempo, como parte de una conciencia social más amplia y abarcadora de todos los sectores y elementos que constituyen el sistema agroalimentario. Es una realidad que muchas innovaciones tecnológicas y organizativas de probada viabilidad en respuesta a las carencias durante los años de crisis, se han abandonado por los agricultores o son cuestionadas. Otras persisten pero gana terreno la agricultura industrial, convencional y agresiva al medioambiente. Al salir de la crisis podría esperarse que la agroecología fuera reconocida como una estrategia a fortalecer, sin embargo, no es la tendencia dominante.

Después de muchos años involucrados desde la academia en el estudio y promoción de la agroecología, ambos autores hemos llegado al convencimiento de que no existe una mejor manera de demostrar su viabilidad y motivar a los demás que aplicarla estrictamente como parte de nuestra propia vida. Criticar el modelo establecido debe partir de tomar el riesgo personal de transformarlo en la práctica. Muchos de los que promueven la agroecología nunca tuvieron la responsabilidad de manejar un sistema agroecológico. Y no hay dudas de que el mejor laboratorio es el campo de cultivo, la contribución a generar empleos justos y bien remunerados, hacer patente el compromiso con las políticas del territorio, la búsqueda de mercados y la solución de los más disímiles retos ecológicos, económicos, políticos y sociales. Muchos de ellos son elementos tan dinámicos que desde construcciones teóricas son imposibles de entender. Por ello reconocemos a la agroecología como el entendimiento en la práctica dinámica de todas las interrelaciones y complejidades que emergen de los fenómenos ecológicos, económicos y sociales, y su traducción a la realidad (aplicación) de manera armónica, equitativa y justa, para el bienestar común en el presente y el futuro.

Resiliencia socioecológica desde una perspectiva local

La resiliencia socioecológica y la agroecología están tan relacionadas que una no se concibe sin la otra. El principal objetivo de la agroecología es alcanzar agroecosistemas sustentables, para lo que es indispensable mantener su capacidad de amortiguar eventos extremos y recuperar su equilibrio en el menor tiempo y con el mínimo esfuerzo posible, pero que también sean capaces de hacer una fuerte sinergia con la sociedad. Cada sistema tiene sus propias características y umbrales específicos y no podría esperarse que una misma perturbación constituya una amenaza por igual a todos. De hecho, lo que para unos es una amenaza, para otros puede ser una oportunidad.

En los últimos años se han realizado esfuerzos por estandarizar metodologías para medir la resiliencia de agroecosistemas, sin embargo, en agroecología, no parece funcional este propósito. Tal vez la resiliencia sea la categoría más comprometedora de la sostenibilidad de los agroecosistemas, pues para entenderla se requiere una real comprensión de los elementos básicos del progreso agroecológico. En este sentido, priorizar qué indicadores emplear y cuáles no, compete en primera instancia a quienes entienden cuáles recursos y qué procesos están involucrados, si es que realmente creemos en el papel del conocimiento de los agricultores.

Los resultados de un estudio de la resiliencia socioecológica realizado en la región occidental de Cuba muestran que las fincas manejadas de manera agroecológica son más eficientes, productivas, inclusivas, equitativas y estables frente a perturbaciones externas como huracanes, sequías y de orden socioeconómico, cuando se comparan con aquellas que tienen un manejo convencional (Márquez y Funes-Monzote, 2013). Los indicadores para el estudio, así como los factores que definen la resiliencia de los sistemas sociales de apoyo y las prácticas de manejo accesibles ante estos eventos fueron definidos por los actores locales. Sin embargo, el hecho de que muestren características resilientes no implica que estos sistemas logren ser sostenibles. De hecho es más frecuente identificar los puntos débiles que las fortalezas. Además, se hace muy complejo lograr una herramienta viable y justa para analizar situaciones tan contrastantes entre fincas, a pesar de desarrollarse en el mismo contexto.

Un punto débil identificado con frecuencia es que la mayoría de las fincas, aún bajo manejo agroecológico, no han logrado desligarse del sistema de innovación tecnológica y de las estructuras sociales y económicas formales. Por ello deben lidiar con un ambiente a veces desfavorable, que impide una mayor y más efectiva adopción de la agroecología. Por otra parte, el acceso a tecnologías y recursos complementarios que permiten la modernización de los sistemas agroecológicos no están al alcance y, cuando lo están, es de manera incompleta por falta de una concepción integral, lo que a veces crea más problemas que soluciones y relaciones de dependencia indeseadas.

En el mencionado estudio se evidenció que la interpretación de la agroecología a nivel local y territorial no conjuga con el desarrollo social y económico de los agricultores y sus familias. Al considerar la agroecología como una alternativa para la carencia de recursos, se niega la posibilidad de que sea favorecida en los programas agrarios locales. Fenómenos de política agraria –como la apuesta por tecnologías tipo revolución verde, las regulaciones de las empresas de seguro para que se adopten paquetes tecnológicos externos, la falta de reconocimiento del papel de la semilla local, la liberación de semillas transgénicas en los campos cubanos, el incentivo a créditos bancarios para inversiones en tecnologías perjudiciales para el medio ambiente, entre otras– entorpecen la comprensión de un concepto tan complejo como la resiliencia y limitan significativamente la adopción de la agroecología como modelo tecnológico y menos aún como una forma de vida.

Proyecto agroecológico Finca Marta

Finca Marta es un proyecto agroecológico de vida en el campo que involucra a un grupo de personas que están mejorando sus aspiraciones económicas y sociales y que contribuyen, a la vez, a aumentar las expectativas de otros. Es también un proyecto científico y profesional que tiene la aspiración de comprender los dilemas de la agricultura desde la propia práctica. Dedicado a la memoria de Marta Monzote Fernández (1947-2007), se inició en diciembre de 2011, en una finca de ocho hectáreas, en la provincia Artemisa, Cuba. Finca Marta intenta, desde lo local, hacer entender la propia dinámica ambiental, social y cultural, y aplicar los principios y fundamentos de la agroecología a un proceso socioeconómico y a un entorno geográfico concretos, para diseñar, de manera conjunta (participativa), estrategias de vida próspera y sustentable en el campo. No será posible describirla extensamente, por la limitación del espacio con que contamos, pero invitamos a los lectores a estar en contacto a través de nuestro perfil de facebook (https://www.facebook.com/ fincamartam).

Estructura y funcionamiento

Realizamos diversas actividades productivas y de servicios, como ganadería de leche y carne vacuna, frutales, hortalizas y otros cultivos tradicionales, apicultura y agroturismo. Finca Marta se concibe como un sistema de Producción, Procesamiento, Comercialización y Consumo (PPCC) que cierra ciclos y se conecta con los diversos sectores de mercado existentes en el entorno cubano, y explora la incorporación de nuevas tecnologías e infraestructuras para la modernización del sistema. El diseño agroecológico conformado ha permitido amortiguar las adversas condiciones de suelo y clima predominantes en la zona, a la vez que ha valorizado de manera eficiente los recursos disponibles.

Utilización de recursos externos y autonomía

Durante más de cuatro años toda la producción alcanzada fue obtenida de manera ecológica. No se ha empleado ningún tipo de producto químico de síntesis a excepción del control de garrapatas. Suelos de muy baja fertilidad se han regenerado para el cultivo. La carencia inicial de agua se solucionó a partir del diseño de un sistema integrado del uso del agua, la perforación de un pozo tradicional y la instalación de un sistema de bombeo solar de agua. El modelo actual incluye el manejo y producción anual de más de 60 especies comercializables, entre ellas hortalizas, frutales, ganadería vacuna y miel de abejas. La complejidad de manejar tal número de especies requiere una planificación refinada. Los consumidores esperan no solo productos en cantidad, calidad y diversidad, sino durante todo el año. Las particularidades de un clima bimodal, con una marcada época de lluvias y otra de sequía, han requerido el establecimiento de un modelo sensible a sus variaciones.

Manejo del suelo y reciclaje de nutrientes y energía

Hemos establecido un sistema de empleo de efluentes de la producción ganadera que es directamente incorporado en los suelos. A su vez, los estiércoles son empleados en la producción de biogás mediante un biodigestor. Durante los últimos dos años cocinamos para más de 20 personas diariamente utilizando el biogás producido en la finca. También hemos incorporado el bombeo solar de agua a partir del uso de paneles fotovoltaicos que permiten capturar la energía del sol, lo que cubre una buena parte de la demanda de agua.

Diseño agroecológico

En un simple diagnóstico de diversidad del sistema pudimos catalogar, en menos de una hora, con cinco personas participando, más de 300 especies de plantas y animales cultivados y silvestres que están involucrados en el sistema agroecológico. Esto muestra el alto nivel de comprensión del ecosistema en que trabajamos. El diseño es adaptativo y se realizan continuamente intervenciones para detener o impulsar procesos que garanticen una producción suficiente en armonía con los recursos disponibles. Contamos con un diseño base que satisface las expectativas desde el punto de vista del manejo (qué podemos hacer), económicas (cuánto podemos obtener), ecológicas (qué tenemos que cuidar) y sociales (cómo podemos impactar en el territorio y más allá).

Empleo, seguridad social y economía de la finca

Un elemento clave en el proceso ha sido la generación de empleos y de garantías sociales. Una remuneración justa y su incremento sostenido han garantizado la estabilidad del empleo. Iniciamos el proceso tres personas y hoy contamos con un equipo de 16 que no solo ha adquirido habilidades en el manejo del sistema, sino que aporta conocimientos, experiencia y trabajo en un ambiente cooperativo. Tenemos un esquema empresarial con reconocimiento bancario, licencia de distribuidores mayoristas de productos, pago de impuestos por las actividades económicas que realizamos. Somos asociados a una Cooperativa de Créditos y Servicios del municipio y tenemos vínculos contractuales con la Empresa Apícola Provincial. De nuestros ingresos cubrimos todos nuestros gastos en salarios, gastos operativos, inversiones y ahorros. Una economía más fuerte nos permite continuar invirtiendo en el desarrollo económico y social del sistema agroecológico.

Mercados

Hemos incorporado paulatinamente varios mercados. Iniciamos con ventas a restaurantes privados (hoy ya contamos con una red de más de 30 restaurantes que demandan nuestros productos), seguimos con pequeñas ventas en mercados locales, hicimos contratos de ventas de miel, cera, polen y propóleos con la Empresa Apícola Provincial, hemos vendido productos a familias de consumidores en La Habana y tenemos previsto iniciar la venta de productos a hoteles en la ciudad. Tenemos identificados cuatro segmentos de mercado y donamos productos a instituciones sociales del municipio (casa de ancianos y hogar materno). Hoy estamos iniciando procesos de cooperación con agencias gubernamentales y no gubernamentales para la amplificación del impacto del proyecto en el territorio. Contamos con el apoyo de las autoridades locales, con quienes hemos establecido un canal de comunicación para diseñar un Programa de Desarrollo Local Agroecológico.

Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar, se hace camino, y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.

Antonio Machado

Fernando R. Funes-Monzote
Investigador, consultor y agricultor. Fundador del proyecto agro¬ecológico Finca Marta, provincia Artemisa, Cuba.
mgahonam@enet.cu

Maikel Márquez Serrano
Ingeniero agrónomo e investigador en agroecología. Proyecto agroecológico Finca Marta, provincia Artemisa, Cuba.

Referencia

  • Márquez, M. y Funes-Monzote, F. 2013. Factores ecológicos y sociales que explican la resiliencia al cambio climático de los sistemas agrícolas en el municipio La Palma, Pinar del Río, Cuba. Agroecología, 8(1), 43-52. http://revistas.um.es/ agroecologia/article/view/182961

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