junio 2015, Volumen 31, Número 2
Agricultores y consumidores comparten intereses

Agroecología urbana: una herramienta para la transformación social

ENTREVISTA A ANTONIO LATTUCA | Página 33-34
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Antonio Lattuca es el director del Programa de Agricultura Urbana de Rosario, ciudad ubicada 300 km al noroeste de Buenos Aires. Este programa comenzó como una respuesta a la crisis económica de 2002 en Argentina, construyendo sobre iniciativas existentes que promovían el cultivo de hortalizas entre familias y con escuelas. Es hoy una de las iniciativas más exitosas de agricultura urbana en Sudamérica, conectada a grupos de consumidores, instituciones educativas, políticas públicas y al movimiento gastronómico, y ofrece un grandioso modelo del cual muchos están aprendiendo.

 Antonio Lattuca. Programa de Agricultura Urbana de Rosario

Antonio Lattuca. Programa de Agricultura Urbana de Rosario

LEISA: ¿Cuál fue la principal motivación detrás del programa de agricultura urbana?

Antonio Lattuca: A finales de los años 90 hubo un movimiento emergente por el desarrollo territorial y, viendo los beneficios de los huertos, la municipalidad se interesó en promover el desarrollo local y en establecer una política inclusiva de agricultura urbana. Construyendo sobre experiencias de programas anteriores que se concentraron en la agroecología y apuntaron a barrios con desventajas, nosotros definimos un número de objetivos que podían contribuir a que las familias urbanas vulnerables alcanzaran la soberanía alimentaria. Queríamos mejorar el paisaje de los vecindarios produciendo comida orgánica saludable, establecer mercados que conectaran directamente a los agricultores con los consumidores, descubrir el potencial de las personas desempleadas y asegurar los derechos de tenencia. Nosotros vimos el programa de agricultura urbana como el medio más adecuado para conseguir estos objetivos.

LEISA: ¿Por qué eligieron la agroecología como enfoque de aproximación?

AL: Queríamos promover el cultivo sostenible de los campos como un medio de transformación social y para generar las condiciones necesarias para “vivir bien”. La agroecología tiene la ventaja de usar tecnología accesible a la vez que reduce la dependencia de insumos externos. Los agricultores aprenden a producir sus propios insumos y ellos mismos manejan todo el proceso de producción.

LEISA: ¿Qué tan grande es el programa?

AL: Actualmente hay 1 500 agricultores que producen comida para sus propias familias y otros 250 que además venden sus excedentes. Y existen varios tipos de agricultura urbana en Rosario. Algunos se dan en los mismos jardines de las familias, en escuelas o en parques públicos, lo mismo que en 24 hectáreas de tierras baldías. Esta tierra, que es propiedad del gobierno nacional, la municipalidad o la compañía de ferrocarriles, está dividida en terrenos que fluctúan entre 600 y 2 000 m2, y la tenencia libre y segura es asignada a las familias interesadas.

LEISA: ¿Dónde se vende lo producido y a quién?

AL: Los agricultores urbanos de Rosario producen la única fruta y las únicas hortalizas agroecológicas disponibles en la ciudad. Estos alimentos pueden ser adquiridos en las mismas huertas, en los mercados “libres de agroquímicos” de los agricultores, a través de esquemas de “cajas de hortalizas” o consumidas cuando se sale a comer, en tanto algunos agricultores urbanos también le venden sus productos a restaurantes.
El mercado para la producción del programa se está expandiendo rápido y ha pasado de ser un mercado nicho a uno masivo. Mucho esfuerzo se ha hecho para asegurar que los más vulnerables puedan producir o pagar por las frutas y hortalizas estacionales. Por ejemplo, las familias del mismo vecindario pueden unirse a los “clubes de intercambio”.
Durante sus 13 años el programa ha construido una relación de confianza entre el Estado, los agricultores urbanos y los consumidores. La Red de Huerteros de Rosario ha sido muy activa. Y una red de consumidores, la Red Vida Verde, organiza visitas a los espacios de agricultura urbana, garantiza la compra de hortalizas antes de la cosecha y muchos miembros participan activamente en los “almuerzos saludables”mensuales, una idea de los agricultores.

LEISA: ¿Es solo una experiencia urbana o hay agricultores rurales involucrados?

AL: Estamos activamente involucrados en el Foro Nacional de Agricultura Familiar que ayudó a crear la Secretaría Nacional de Agricultura Familiar en julio de 2014. La experiencia positiva en Rosario fue una de las razones por las que los agricultores de pequeña escala fueron reconocidos por esta nueva institución. Esto es importante, pues les permite inscribirse en el Registro Nacional de Agricultores Familiares, lo cual después les da derecho a jubilación y a la posibilidad de emitir facturas sin costos impositivos.
Trabajamos con agricultores en la zona periurbana de Rosario pero también con aquellos ubicados en el área rural más allá de la ciudad y con varias asociaciones y técnicos en agroecología. Estamos también conectados con redes de agricultores orgánicos en Argentina y con el Movimiento Agroecológico Latinoamericano (MAELA). En los últimos años el movimiento que promueve los anillos libres de agroquímicos alrededor de los pueblos en la sierra, donde la ciudad de Rosario está situada, se ha vuelto más activo, con nuestro programa como punto focal. Entre los participantes, aquellos con experiencia en agricultura rural han sido capaces de compartir y promover su conocimiento agroecológico, particularmente el relacionado con el mejoramiento de suelos y el control de plagas.

LEISA: ¿Cómo se involucran las mujeres y la juventud?

AL: A través de talleres y otras actividades construimos conciencia sobre la necesidad de cambiar las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres. Las mujeres lideran la red y hacen el 65% de todo lo involucrado. Ellas participan en todas las actividades: cultivar, procesar, manejar, y toman un rol de liderazgo en la comercialización en los mercados locales.
Nosotros creemos que los agricultores y los huerteros deben estar en el más alto nivel de la jerarquía social, porque sin comida no hay nada. Sin embargo, nuestra sociedad aún no aprecia adecuadamente su trabajo. Nosotros hacemos un esfuerzo para mejorar la imagen de los agricultores y huerteros como cuidadores del medio ambiente. Esto vuelve a la agricultura urbana más atractiva para los jóvenes.
Los jóvenes son cada vez más activos dentro del programa y hoy aproximadamente 140 de ellos se están preparando para convertirse en agricultores urbanos. Algunos son miembros de cooperativas que ofrecen servicios de jardinería ecológica. Otro grupo de jóvenes imparte cursos sobre el cultivo de hortalizas, mientras otros capacitan niños de escuela en el centro de la ciudad. Este último trabajo es particularmente importante porque incentiva las interacciones entre la gente joven de los barrios más pobres y aquellos más adinerados del centro de la ciudad.

LEISA: ¿Qué puede decirnos sobre las capacitaciones y los nexos con escuelas y universidades?

AL: El entrenamiento y la construcción de capacidades a largo plazo son el núcleo de nuestro trabajo. El aprendizaje comienza en el campo y es complementado con talleres, encuentros, intercambios, excursiones, seminarios y congresos. Valoramos todo el conocimiento y la sabiduría que se asocia a las prácticas agrícolas.
Hemos creado una escuela móvil que se concentra en las prácticas relativas a la producción ecológica de cultivos. Las primeras 18 personas ya han recibido su certificado y más adelante este año las seguirá un segundo grupo. El certificado abre oportunidades para que ellos trabajen como especialistas en agricultura ecológica.
El programa está integrado en 40 escuelas que tienen jardines de hortalizas para promover la comida saludable y el cuidado del medio ambiente. También llevamos a cabo muchas actividades con diferentes facultades en la Universidad de Rosario, incluyendo las facultades de ciencias agrarias, arquitectura, medicina e ingeniería civil.

LEISA: ¿Cómo comparten su experiencia?

AL: Nuestra experiencia pionera ha inspirado otras iniciativas de agricultura urbana a través de Argentina: en Morón, Mar del Plata, Río Cuarto, Corrientes, Tucumán y Santiago de Estero. Y además hemos inspirado a otras ciudades latinoamericanas que están ahora implementando iniciativas de agricultura urbana, incluyendo Lima en Perú, Belo Horizonte y Guarulhos en Brasil, y Bogotá en Colombia. Nos han visitado los técnicos y profesionales de otras ciudades, y también quienes toman las decisiones políticas, para aprender y adaptar nuestras experiencias a sus situaciones.
Muchos vienen durante nuestra Semana de la Agricultura Urbana, evento anual llamado RAICES (Redes, Alimento, Inclusión, Cultura, Ecología y Solidaridad) que hemos realizado durante los últimos 12 años. Nuestros agricultores y miembros del equipo también participan activamente en otros eventos.

LEISA: ¿Qué hace al programa tan relevante?

AL: Aunque trabajamos principalmente en la agricultura urbana, nuestro programa está fuertemente centrado en problemas sociales como los enfoques territoriales, la agroecología, la inclusión social y la protección ambiental. El programa ha construido puentes entre lo rural y lo urbano, entre los sectores público y privado, y entre agricultores, consumidores y la sociedad civil como un todo. En particular hemos ayudado a lograr una imagen positiva de los agricultores y ahora son muy apreciados en Rosario como cuidadores de la tierra y de los paisajes. Y, quizá lo más importante, es que la juventud –los agricultores del futuro– han sido contagiados del entusiasmo por la agroecología como ocupación innovadora.

Para más información visite www.agriurbanarosario.com.ar o siga la cuenta de twitter @AgriUrbanaRosar

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