junio 2014, Volumen 30, Número 2
Agricultura campesina, respuestas para mejorar

Diversificación cafetalera: resiliencia ecológica y económica

GERARDO HERNÁNDEZ-MARTÍNEZ | Página 11-12
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Desde el inicio de su producción en América el café fue principalmente un producto de exportación. Su objetivo era satisfacer la nueva demanda de los países consumidores de Europa. En el sistema económico de miles de agricultores campesinos cafetaleros en México, Centro y Sudamérica, el café ha sido un elemento para la capitalización. Las estrategias para el desarrollo sostenible y la autosuficiencia alimentaria son parte del manejo de este cultivo. Cuando revisamos la historia de la cultura del café en México podemos encontrar herramientas útiles para el desarrollo de nuevas estrategias en el presente.

Cerezas de café en punto óptimo de maduración

El café llegó a México alrededor de 1740 y fue introducido principalmente en las haciendas, donde miles de hectáreas de plantaciones, el proceso de beneficio del grano y su comercialización, eran manejados por los hacendados. Durante el período previo a la Revolución Mexicana, el sector que hoy se conoce como de productores minifundistas o pequeños productores, era mano de obra semiesclavizada de las haciendas. Ahí, este sector campesino aprendió a manejar el cultivo del café y, poco a poco, lo fue intercalando en sus propios sembríos destinados principalmente al autoconsumo. Sin embargo, el conocimiento necesario para la industrialización y comercialización del producto era patrimonio exclusivo de las familias hacendadas.

Después del reparto agrario del período revolucionario, que puso fin al régimen de las grandes haciendas, se promovió la creación del sector productivo minifundista que hasta la fecha predomina, con alrededor del 90% de las 700.000 hectáreas cultivadas de café. Para atender a este nuevo sector, en la década de 1940 se creó el Instituto Mexicano del Café (INMECAFE), a partir de la Comisión Nacional del Café que fue su precursora. El INMECAFE implicó una fuerte participación del Estado que se encargaba de labores cruciales como la organización de los productores, el desarrollo de un sistema de compra, la industrialización del producto, el financiamiento, la investigación, la transferencia de tecnología y la comercialización, principalmente en el mercado mundial.

Además de ser paternalista, este modelo estuvo orientado hacia la alta productividad bajo el paradigma de la Revolución Verde. Este período se caracterizó por el monocultivo y la dependencia de agroquímicos industriales.

El sistema campesino cafetalero, aunque se encuentra muy debilitado, sigue siendo de policultivo bajo sombra, altamente diversificado, características que lograron mantenerse hasta después de la desaparición del INMECAFE en 1993, cuando el presidente Salinas de Gortari encaminó al país hacia las políticas económicas neoliberales en el contexto de la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte.

A finales de la década de 1980 se produjo la ruptura de los acuerdos que sostenían un modelo de cuotas para el comercio internacional del café y comenzó la era del mercado cafetalero bajo el sistema de precios de la bolsa de Nueva York. Después de la desaparición del INMECAFE –que funcionó como un “neohacendado paternalista”– los productores minifundistas mantuvieron el conocimiento del manejo del campo, pero no el de la industria, ni el de los sistemas financieros y el comercio. Este último está ahora regido por el mercado de futuros, lo cual ha puesto vuelto más complejo el escenario.

Desde principios de la década de 1990, ya sin la acción paternalista del gobierno, los productores han emprendido el camino de adquirir el conocimiento y la habilidad para manejar la industria, los sistemas financieros de certificación y el mercado, para así ser exitosos en la economía de capital representada por el café. Igualmente importante ha sido para ellos recuperar y fortalecer su tradición agrícola con sistemas altamente diversificados para la generación de bienes de consumo, dentro de un esquema de economía campesina local o regional.

El espacio que antes llenaba el INMECAFE en el eslabonamiento de la cadena productiva, ahora es ocupado por empresas regionales, nacionales y sobre todo transnacionales. En el estado de Veracruz, alrededor del 70% son productores de café cereza que venden al acopiador local. Esto significa que venden al precio del cierre diario de las cotizaciones en Nueva York, menos los costos y pagos a una serie de intermediarios, por lo cual reciben entre el 70 y 50% del precio internacional. Si consideramos que desde 1990 hasta 2012, el 75% de las cotizaciones internacionales han estado por debajo de 150 USD, además de estar sujetas a la dinámica de alta producción/bajos precios y viceversa, el resultado es que México ha bajado de una producción de cinco a tres millones de sacos aproximadamente.

Sin embargo, este escenario gris tiene varios puntos favorables para un cambio de rumbo. El sector cafetalero se mantiene en pie y esto es gracias a la resiliencia de los cultivos. La mayoría de los paisajes cafetaleros veracruzanos, al igual que los de otros estados de la república, están dominados por masas forestales de alta densidad. Compañeros productores latinoamericanos, en sus visitas de campo, han llegado a manifestar que estos cafetales no son plantaciones sino, más bien, bosques, lo que en parte es cierto. Estas estructuras se pueden definir como policultivos arbolados con alrededor de 75% de cobertura forestal. Tales sistemas agroforestales son excelentes para soportar heladas, plagas y enfermedades, vientos, sequías o grandes eventos de precipitación pluvial y, por supuesto, los golpes del mercado. Además, una plantación diversificada puede dejarse sin manejo por varios años para después ser reactivada con mínimas labores de chapeo y poda. Si la escasa producción es bien cosechada y procesada, se pueden obtener calidades altamente competitivas en mercados especiales.

Gracias a la resiliencia agroecológica en este tipo de sistemas diversificados, los productores obtienen leña, madera, frutos diversos, plantas herbáceas comestibles, miel, hongos, insectos comestibles, mamíferos menores para la obtención de carne, follaje y flores ornamentales, especias, suelo para viveros, plantas medicinales y nueces entre otros bienes.

Las intenciones de la política federal actual apuntan a reactivar la alta producción, sin ser evidente el reconocimiento de los contextos regionales en términos ambientales, económicos, sociales y culturales. Todavía algunas iniciativas del gobierno promueven viveros centralizados y tecnificados, fertilizaciones genéricas masivas y apoyos subsidiarios altamente fragmentados, que se diluyen entre las múltiples necesidades económicas de los productores. Sin embargo, los momentos de crisis involucran la posibilidad de un cambio. Un resultado que expresa la respuesta de adaptación del sector campesino organizado es la alta producción orgánica, en la que México ha desempeñado en la última década un papel preponderante, principalmente en los estados de Chiapas y Oaxaca, con alta participación de grupos indígenas.

Los bajos niveles de producción por hectárea de café en México en sistemas diversificados pueden representar un punto de inflexión importante para retomar y reforzar la promoción de la cultura del trabajo en el campo acompañada de nuevos conocimientos científicos y tecnológicos, es decir, la promoción de modelos que comprendan la selección de semillas de los propios cultivos minifundistas, viveros locales y regionales, con ensayos de nuevas variedades para evaluar su calidad tanto en producción, como en taza, así como el manejo del cafetal con prácticas agroecológicas (micorrizas, composteo mejorado, manejo del concepto de la nutrición vegetal, etc.). También es importante, como resultado de la adquisición de nuevos conocimientos, el uso de sistemas de información geográfica y el cultivo in vitro de especies vulnerables o amenazadas para su reintroducción en plantaciones cafetaleras. En lo económico es importante el análisis de mercados de servicios ambientales y de productos derivados de la diversificación, en escala local y regional.

La adopción de conceptos como calidad, trazabilidad, transparencia e inocuidad alimentaria no ha de ser una condición impuesta por el mercado exterior sino un factor para la mejora del producto final, compatible con el reforzamiento de los valores y costumbres de la cultura de cada región como elementos de identidad.

La complementariedad de saberes puede ser muy debatible y compleja en su implementación, pero es innegable que existe de hecho, al igual que la economía campesina convive con la del capital y que los jóvenes campesinos con modesta vestimenta portan smartphones en regiones donde no hay señal para su uso. La población rural y campesina de Centro y Sudamérica enfrenta evidentes estados de rezago y pobreza porque ha sido debilitada en sus propias estrategias y, al mismo tiempo, ha permanecido como un sector marginal de la sociedad.

Es notable cómo los sistemas diversificados tanto en manejo como en productos y mercados, generan estructuras más adaptables y resilientes. Quizá también sería importante reforzar la diversidad de estrategias de desarrollo con el conocimiento tradicional y el científico.

Gerardo Hernández-Martínez
Colegio de Veracruz, Centro Agroecológico del Café A. C.
gerardo.cafe@gmail.com

Referencias

  • Córdova, S. S., 2005. Café y sociedad en Huatusco, Veracruz. Formación de la cultura cafetalera (1870-1930), Col. Regiones, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Universidad Autónoma de Chapingo, México.
  • Hernández-Martínez, G. y Córdova, S. S., 2011. México, café y productores: historia de la cultura cafetalera que transformó nuestras regiones. Centro Agroecológico del Café A. C., Universidad Autónoma Chapingo, México.
  • Manson, R.; V. Hernández, V.; Gallina, S.; Mehltreter, K. (eds.), 2008. Agroecosistemas cafetaleros de Veracruz: biodiversidad, manejo y conservación. Instituto Nacional de Ecología, Instituto de Ecología, A. C., México.
  • Pérez, A. P. y González, C. A. A. (coords.), 2014. Del sabor a café y sus nuevas invenciones. Escenarios cafetaleros de México y América Latina. FES-Acatlán, DGAPA, Universidad Autónoma Nacional de México.

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