diciembre 2013, Volumen 29, Número 4
Agricultura familiar campesina

Experiencias de agricultura familiar vinculadas con mercados locales orgánicos en México

MIGUEL A. ESCALONA AGUILAR, NANCY DOMÍNGUEZ GONZÁLEZ | Página 21-23
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En México la profundización de las políticas económicas a favor del libre mercado ha excluido cada vez más a grandes sectores de la población de la expectativa de mejorar su condición de vida. El desempleo y el empleo en condiciones marginales han impedido que esa población tenga mejores ingresos.

Flor de corte en la unidad productiva de Don Pedro y Doña VirginiaEn este contexto, no obstante, surgen iniciativas locales de producción y consumo de alimentos orgánicos con el deseo de ofrecer una resistencia al modelo económico.

Hoy en día existen en México unos 30 tianguis o mercados de alimentos orgánicos en diferentes partes del país, organizados en la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos que funciona como un órgano de acción política en lo que respecta al reconocimiento del aporte que hacen los pequeños agricultores a la alimentación de calidad y el manejo y conservación de la biodiversidad. En los tianguis y mercados orgánicos locales se intenta, a partir de la convivencia colectiva entre diversos actores –productores, consumidores, técnicos, investigadores, profesores y otros–, crear espacios de reflexión y gestión colectiva, convirtiéndose en un reto común para todos ellos. En estos mercados participa mucha gente que aún piensa que la producción en el campo puede ser viable en pequeñas unidades productivas diversificadas.

En todo México gente del campo, de la ciudad, de las áreas periurbanas, acuden todos los fines de semana a dar vida a los tianguis y mercados orgánicos. Presentamos aquí dos experiencias de agricultores familiares campesinos que participan en los tianguis y mercados orgánicos para hacer evidente que es posible articular relaciones económicas solidarias que permitan mejorar la calidad de vida de los participantes. Son dos historias de lucha, donde la creatividad y el amor a la tierra han permitido desarrollar modelos de producción acordes a su situación biofísica local, pero también a partir de entender la dinámica de los mercados locales que demandan más diversidad en la producción; procesos que son de transición agroecológica.

Don Pedro y doña Virginia

Herba-orgánica unidad de producción urbana de alimentosDon Pedro tiene 73 años, es indígena zapoteca orgulloso de hablar su lengua porque, según él y para su pesar, la gente joven ya no lo quiere hacer. Él se define como un campesino de toda la vida: “Yo siempre he sido campesino desde que me hice uso de la razón, conocí el campo, me hice la capacidad de trabajar, he trabajado en el campo pues”, pero con proyectos nuevos como incorporar el manejo orgánico de su parcela, desde la noción de la permacultura, en un interesante proceso de intercambio de experiencias y saberes para programas de manejo múltiple de los recursos, con el Instituto de la Naturaleza y de la Sociedad, A.C. (INSO), ONG de Oaxaca. “Entre los dos estamos trabajando; a la asociación civil le está sirviendo como propaganda de su trabajo y a mí, me está sirviendo, ahora sí, para producir lo orgánico y cambiar el esquema que yo tenía”.

Don Pedro está casado con doña Virginia, que ahora tiene 70 años, y han tenido nueve hijos, de los cuales siete tienen estudios superiores y, como ellos comentan, hubo épocas difíciles dado que todo tenía que salir del campo. Viven en la comunidad de San Andrés Huayapam, que en zapoteco, según don Pedro, quiere decir “pueblo situado sobre agua grande”. Está ubicada en lo que se conoce como Valles Centrales de Oaxaca, a una altura de 1700 metros sobre el nivel del mar, con recursos hídricos escasos, clima seco y caluroso con lluvias en verano; tiene suelos del tipo vertisol pélico, muy arcillosos, de color negro o gris generalmente y, aunque suelen ser fértiles por su naturaleza arcillosa, cuando secos son duros, lo que dificulta su labranza. En la transición hacia la producción orgánica, con la filosofía de manejo integrado, le ha favorecido mucho la lógica de producción tradicional que Don Pedro recuerda haber tenido antes de usar químicos, así se ha ido modificando el paisaje de su parcela de un lugar casi árido y sin cultivos a un espacio diversificado y con varias estrategias para la captación de agua de lluvia, conservación de suelos y uso múltiple del mismo.

En la transición se observan los procesos tradicionales como el uso de la yunta para el laboreo del terreno o el establecimiento de la milpa, empleando sus propias semillas (lo endógeno) junto con elementos modernos, como es la incorporación de un pequeño invernadero para la producción de tomate (Lycopesicum esculentum) o el establecimiento de presas construidas con ferrocemento para almacenamiento de agua (lo exógeno). En un recorrido por su finca se aprecian obras para la conservación de suelos, como son la utilización de gaviones, la siembra de barreras vivas y el establecimiento de árboles frutales.

Este vínculo entre un campesino que percibe a la agricultura orgánica como un cambio importante, no solo para recuperar muchos conocimientos tradicionales sino para incorporar nuevos elementos tecnológicos en una organización que intenta crear un modelo productivo diversificado, establece una serie de variantes. Otro lugar más de producción es la casa en donde viven, espacio en el que también se ha incorporando una estufa ahorradora de leña en donde se prepara la comida y las tortillas, lo que les significa un ahorro muy importante de leña y carbón en la preparación de los alimentos.

La experiencia de Don Pedro y Doña Virginia es un caso en el que el conocimiento campesino suma nuevos conocimientos para propuestas de manejo sustentable de la unidad de producción pues agrupa principios y procesos de las estrategias para lograr el equilibrio ecológico: continuidad y diversidad espacial y temporal; uso óptimo del espacio y uso eficiente de los recursos; reciclaje de nutrientes; conservación del agua, y control de la sucesión y protección de cultivos, entre otros (Knight, 1980, citado por Altieri, 2002).

Plantas aromáticas y medicinales en la ciudad, la experiencia de Erendira y Héctor

Erendira y Héctor son una pareja de profesionales –ella es arqueóloga y él, biólogo–, que deciden como familia emprender un proyecto de propagación de plantas medicinales, aromáticas, hortalizas y frutales con un manejo diversificado y orgánico en la ciudad en que viven, con el fin de contar con una forma alternativa de generación de ingresos que les evite depender de un trabajo asalariado. De ahí que esta experiencia no está vinculada directamente al campo y por ello no es una experiencia campesina. Viven en Yautepec, Morelos, a una altura de 1210 metros sobre el nivel del mar y con un clima cálido subhúmedo con lluvias en verano, una precipitación anual de 945.7 mm y una temperatura media anual de 22.7° C, con suelos someros, de no más de 20 cm de profundidad, por lo que la actividad agrícola y ganadera es marginal.

Muestra de los productos de Herba-orgánicaErendira narra que siempre ha estado vinculada al campo, porque su familia es campesina; “…yo traigo una línea de mi abuelo campesino, siembra de cultivos; mi papá es profesor pero nunca se dedicó a dar clases y se dedica más al campo, traigo una línea muy directa con el campo y a mí me ha gustado mucho, yo crecí con mi abuela colectando jitomates, yendo a las pizcas, entonces a mí esa parte me gusta mucho y pues, con Héctor, me identifiqué mucho”. Contar con una tradición familiar ligada a la producción y percibir la importancia de conservar los recursos fitogenéticos, los decidió a emprender su unidad productiva, a la que denominan “Herba-orgánica”. Son dos parcelas que suman 1100 m2, donde cultivan más de 60 especies diferentes, y constituye un espacio lleno de aromas, olores y colores. La apuesta del proyecto es valorar la biodiversidad para generar estrategias alternativas de producción y consumo.

El manejo lo realizan con recursos locales para evitar depender de elementos externos, generando sus propios insumos y reutilizando los recursos que están disponibles en la localidad, desde una perspectiva de respeto a la naturaleza y cuidado de su familia ya que su sistema de producción está en su propia casa. Le dan un valor especial a los recursos genéticos y a la formación de redes de producción e intercambio de semillas, una opción importante para recuperar esta riqueza biológica.

Asímismo este proceso está basado en la lógica del trabajo familiar, al cual además de Héctor y Erendira se suman más miembros de la familia. Esta experiencia, si bien no ocurre en el ámbito rural, integra muchos elementos campesinos, como es el buscar la eficiencia de los procesos mediante la optimización del esfuerzo en forma y cantidad (sustentabilidad social), y por la mejora del manejo de los recursos naturales (sustentabilidad ecológica). Su estrategia se basa en el conocimiento del funcionamiento del sistema, el cual a su vez es parte de un sistema complejo que integra al medio ambiente y a la sociedad: costumbres locales, formas de organización social y recursos técnicos, etc. (Guzmán y otros, 2000).

Reflexiones sobre las experiencias presentadas

Los casos vistos aquí sugieren que en el contexto de la reestructuración de la economía global, las experiencias que se desarrollan tanto en las zonas urbanas, periurbanas como en las rurales, representan una forma de respuesta a los efectos perversos de la economía del mercado capitalista, las cuales introducen formas innovadoras de alcanzar su seguridad alimentaria y salir de la exclusión social, autoabasteciéndose de alimentos y participando en la construcción de movimientos alternativos, como una forma revitalizada de resistir la globalización neoliberal a nivel local (Boulianne, 2006). Algunas son experiencias donde la forma campesina de cultivar la tierra ha sido practicada por muchos años, sin saber si su producción era orgánica o no. Al acercarse a los mercados locales orgánicos es cuando estos agricultores perciben que lo que ellos producen puede ser valorado como tal.

Son experiencias en las que se va innovando sobre la marcha, donde la experimentación y evaluación ponen en punto nuevas formas de producir a partir de la suma del conocimiento tradicional y nuevos elementos tecnológicos alternativos. Muchas veces implican una inversión económica que raramente es apoyada con alguna subvención. Desde la perspectiva de la agroecología se pueden distinguir tres elementos que surgen y se articulan cuando quien lo desarrolla busca, desde su propia visión, mejorar su calidad de vida, optimizar su sistema productivo e incorporar esquemas de comercialización alternativos (Bloch, 2008). Esta es la gran contribución de los productores campesinos a la dinámica de los mercados locales de alimentos orgánicos.

Miguel A. Escalona Aguilar
Nancy Domínguez González
Facultad de Ciencias Agrícolas, Universidad Veracruzana, Xalapa
mifana@hotmail.com

Referencias

  • Altieri, M., 2002. Agroecología: Bases científicas para una agricultura sustentable. Nordan-Comunidad Editorial. Montevideo, Uruguay.
  • Bloch, D., 2008. Agroecología y acceso a mercados. Tres experiencias en la agricultura familiar de la región nordeste de Brasil. Oxfam, Gran Bretaña.
  • Boulianne, M., 2006. The movement for an economy of solidarity: urban agriculture and local Exchange trading systems in Québec. Research in Economic Anthropology, Volume 24, 261–279.
  • Guzmán C., G., M. González de Molina y G. E. Sevilla, 2000. Introducción a la agroecología como desarrollo rural sostenible. Editorial Mundi Prensa, Madrid.
  • Toledo, V. M. y N. Barrera-Bassols, 2008. La memoria biocultural: La importancia ecológica de las sabidurías tradicionales. Icaria editorial. Barcelona.

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