diciembre 2012, Volumen 28, Número 4
Lecciones campesinas ante la desertificación

La lucha contra la Desertificación. Hacia un nuevo paradigma para fortalecer la resiliencia de las comunidades en las regiones áridas

RED AGRICULTURAS , GROUNDSWELL INTERNATIONAL | Página 5-6
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“Las hojas que caen de este árbol Ankônè son benéficas para mi campo. Sirven de fertilizante y enriquecen el suelo. También las utilizamos para cubrir nuestros techos. Usamos las raíces del árbol para tratar enfermedades y sus frutos son comestibles. Nuestros animales vienen a descansar bajo la sombra del árbol”. Madou Guindo, agricultor de Bankass, Mali.

En 2013 la Organización de las Naciones Unidas realizará una gran conferencia sobre desertificación, manejo sostenible del territorio y resiliencia, problemas de gran relevancia en la actualidad. La ONU calcula que 1.500 millones de personas en todo el mundo sufren directamente el impacto de la degradación del suelo, mientras que, cada año, 12 millones de hectáreas de tierras se vuelven improductivas por la desertificación. Los efectos son agravados por el cambio climático. Se queman los pastizales y, con frecuencia, las cosechas y animales no logran sobrevivir.

El impacto puede ser devastador. Por ejemplo, las comunidades pobres de regiones áridas en el Sahel y el Cuerno de África (Etiopía, Kenia y Somalia) enfrentan altos niveles de desnutrición crónica, hambre, mortalidad infantil y emigración, en un entorno que corre el riesgo de alcanzar una degradación irreversible. La ayuda humanitaria para cada nueva crisis cuesta más de 1.000 millones de dólares estadounidenses y deja muchos nuevos problemas en ciernes.

La degradación del suelo no solamente es causada por desastres naturales. Es también producto de un largo tiempo de sobreexplotación de los recursos naturales y los ecosistemas, generada por el enfoque dominante sobre el desarrollo agrícola. Sin embargo, existen iniciativas prometedoras que muestran el surgimiento de un nuevo paradigma.

El viejo modelo

El modelo dominante de desarrollo agrícola trae conflictos y controversia. Las políticas y prácticas siguen estando orientadas hacia la producción comercial de exportación en áreas con perfiles pluviales más confiables y con acceso a insumos, vías de comunicación y mercados. Pero decenas de miles de agricultores a pequeña escala que viven en zonas propensas a la sequía no pueden pagar insumos industriales, tales como semillas híbridas o genéticamente modificadas, fertilizantes químicos, pesticidas o irrigación.

El actual paradigma neoliberal de desarrollo, centrado en el crecimiento rápido, no cree que sea rentable la inversión en áreas ecológicamente frágiles y propensas a la sequía. Este paradigma presupone –y tiende a provocar– que los agricultores de pequeña escala y las comunidades de pastores que viven en dichas áreas, las dejen y trabajen en poblados y ciudades, o en fincas o plantaciones a gran escala.

Se brinda ayuda alimentaria durante las sequías estacionales o críticas, mientras la inevitable “transición” continúa. En las décadas pasadas, diversas experiencias de agricultores, ONG y científicos han sentado las bases para un nuevo paradigma agrícola. En este número de LEISA revista de agroecología presentamos una pequeña selección de ellas. Un concepto central en este nuevo paradigma es la resiliencia de las comunidades de agricultores y sus ecosistemas.

Este concepto tiene dos aspectos: resiliencia ecológica, que implica acciones frente a la sequía y el cambio climático, y resiliencia sociopolítica, que involucra la capacidad de los agricultores para desarrollar sus habilidades y opiniones, y elegir así su propia ruta de desarrollo.

El camino a seguir

En el nuevo paradigma, los sistemas agrícolas se entienden como un todo basado en suelos saludables y activos. El propósito de este paradigma no es solamente el aumento de la productividad, sino también la resiliencia ante el cambio climático y el sostenimiento de la base de recursos naturales. Para conseguirlo, es necesario incrementar la materia orgánica en los suelos, que mejora la retención de agua y la fertilidad, y previene la erosión. Las prácticas agroecológicas abarcan el reciclaje de nutrientes y energía, la integración de los cultivos y la crianza de animales, el uso de bajos insumos externos y la diversificación de cultivos. En el enfoque agroecológico, estas prácticas van de la mano del empoderamiento de los pequeños agricultores, hombres y mujeres.

Al alcanzar mayor control sobre sus vidas, los agricultores reducen el riesgo de pérdida de cosechas o animales provocada por la sequía y la degradación. Cosechan múltiples beneficios simultáneamente: mayor productividad, seguridad alimentaria, mejores ingresos, adaptación al cambio climático, regeneración de su base de recursos naturales y mayor autonomía.

Muchas organizaciones de la sociedad civil han trabajado estrechamente con comunidades locales y con científicos interesados en el desarrollo y la documentación de enfoques holísticos para el manejo de zonas áridas. Son enfoques poderosos, pues integran sólidamente las dimensiones técnica, social y de gestión.

El cambio ya está aquí

Gobiernos y donantes aún tienen un largo camino por delante para alcanzar el predominio del paradigma agroecológico. Para ello es necesario que los pequeños agricultores sean capaces de desarrollar sus habilidades, experiencia y opiniones, al mismo tiempo que se apoye su uso de prácticas agroecológicas. Se requiere una perspectiva realmente integrada sobre el manejo de tierras áridas, que rompa barreras institucionales y apoye la colaboración entre actores.

Muchas instituciones aún no han comprendido que, para construir la resiliencia agroecológica, se necesita un cambio fundamental en los patrones de inversión en agricultura. Por ejemplo, mientras la Convención para el Combate a la Desertificación de las Naciones Unidas habla de la importancia de construir sistemas productivos basados en la intensificación de la biodiversidad disponible y adaptada localmente, usando el conocimiento local, sus propios mecanismos de financiamiento alientan expresamente el papel dominante del sector privado y callan en cuanto al apoyo a sistemas agrícolas basados en conocimientos locales: ecos del viejo paradigma.

Los movimientos sociales y las ONG tienen un papel que desempeñar en el proceso de ampliar la adopción de las prácticas agroecológicas y conducir cambios fundamentales en las políticas. Urge mejorar la documentación, el análisis y la comunicación de experiencias exitosas. También es importante entender las estrategias y dinámicas existentes en escenarios de toma de decisiones altamente politizados. Las organizaciones de la sociedad civil necesitan ampliar su perspectiva y construir alianzas fuertes, intercambiando realmente el conocimiento con agricultores y científicos.

El llamado al cambio es cada vez más alto. Los agricultores se vuelven más fuertes en cuanto a la expresión de sus preocupaciones y propuestas. Estamos siendo testigos también de un movimiento creciente de organizaciones de consumidores que han tomado conciencia de la necesidad de sistemas alimentarios ecológicamente responsables y socialmente justos.

Los responsables de políticas enfrentan los enormes costos acumulativos de los desastres provocados por el cambio climático, la degradación de los suelos y la desertificación. Si escuchan bien y abren su mente hacia una nueva forma de entender el enfoque multifuncional sobre la agricultura, quizá descubran que parte de las soluciones está al alcance.

Red AgriCulturas
Las organizaciones miembros de la Red AgriCulturas (de la que LEISA revista de agroecología forma parte) comparten conocimientos y proveen información sobre agricultura sostenible a pequeña escala.
Groundswell International
Corporación sin fines de lucro que trabaja en el fortalecimiento de comunidades rurales para construir sistemas agrícolas y alimentarios saludables. 

Para mayor información, diríjase por favor a Janneke Bruil (correo-e: j.bruil@ileia.org) o a Peter Gubbels (correo-e: pgubbels@groundswellinternational.org).

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