diciembre 2011, Volumen 27, Número 4
La defensa de la tierra y el territorio

Rebelión en los sertões o la resistencia local de los pueblos ante la desterritorialización de la agricultura

CARLOS ALBERTO DAYRELL | Página 25-27
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El artículo aborda la actual controversia entre agricultura y actividades extractivas en ecosistemas de extrema vulnerabilidad.

 

El golpe militar del 31 de marzo de 1964 tuvo repercusiones casi inmediatas en la región Norte de Minas. Fue la señal para que los hacendados y los militares desataran lo que se conoce como el primer desalojo de Cachoeirinha.


Geraizeiros durante una romería en Areião, Rio Pardo de Minas. Foto: Luciano Dayrell, 2011.

Sin cobertura en los noticieros de la época, en septiembre de 1964, soldados y jagunços (guardias armados de los hacendados) invadieron las propiedades de decenas de familias de las llanuras de San Francisco, a orillas del Gran Río Verde y su afluente, el Arapuim. En 1967 hubo otro desalojo de familias en resistencia que habían recuperado sus tierras. Esta vez, el despojo, amparado por el mismo mandato de 1964 y acreditado por un juez de paz, afectó a cientos de familias en un área mucho más amplia.

Quemadas las casas, destrozados los graneros llenos de productos, animales robados o muertos; cientos de familias acuden a la ciudad de Cachoeirinha. Sin tener a donde ir, muchas de ellas acampan bajo el puente del Gran Río Verde.

El padre José, párroco de Varzelândia, al saber que hay niños muriendo de hambre, moviliza a la ciudad para aliviar las condiciones de sufrimiento en que viven las familias desplazadas. Casi 20 años después del primer desalojo, con casi un centenar de niños muertos de hambre y el asesinato de tres líderes de colonos, el entonces gobernador de Minas Gerais, Tancredo Neves, firma la expropiación de las fincas para ubicar a las familias de Cachoeirinha que aún resistían. Pero pronto la expropiación es apelada ante la corte, aun cuando constitucionalmente solo la Unión podía hacerlo.

El Norte de Minas en el contexto del desarrollo regional

Como testigo ocular de eventos relacionados con la disputa territorial, Alvimar Ribeiro dos Santos, agente da de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), relata varios asesinatos de líderes campesinos, como el de Eloy Ferreira da Silva, muerto en diciembre de 1984 en el conflicto de la hacienda Menino; los de Rosalino, Manoel Fiuza y José Teixeira, líderes del pueblo Xakriabá, asesinados en una masacre perpetrada por el hacendado Amaro en el territorio reclamado por la comunidad indígena, en febrero de 1987; el de Donato, asesinado por jagunços en la hacienda Agua Branca, en julio de 1989, por órdenes de Antonio Luciano, latifundista de Belo Horizonte. Es a partir de este período que se inicia una gran transformación del campo brasileño, resultando en la ‘modernización de la agricultura’, a través de la llamada Revolución Verde.

Por aquel entonces, tanto a nivel federal como estatal, se comenzaron a implementar programas y proyectos con el fin de “integrar a la región en la dinámica de la economía nacional, eliminar las bolsas de pobreza y combatir los efectos nocivos de la sequía”. La Superintendencia de Desarrollo del Nordeste planifica y ejecuta políticas de incentivos fiscales y financieros, mientras que el gobierno del estado invierte recursos públicos en infraestructura básica: carreteras, energía y telecomunicaciones. Se promueve un amplio proceso de regularización territorial a la inversa: privatizando tierras comunales a favor de hacendados y nuevos empresarios que ven en la región una oportunidad de negocios.

Hoy pueden verse los resultados de tal hazaña. Gracias a la inversión pública en infraestructura, la cría de ganado vacuno, la producción forestal y la agricultura intensiva, el paisaje regional fue severamente alterado: procesos económicos que no estaban atados a la lógica del capital fueron paulatinamente desestructurados; los territorios tradicionales, invadidos por las grandes haciendas y empresas rurales, y la rica biodiversidad y agrobiodiversidad, reemplazadas por plantaciones de monocultivos. A esto se añade la degradación de los ecosistemas locales y el deterioro de los recursos hídricos regionales provocado por la alteración del delicado equilibrio que sostenía un extenso sistema hidrográfico. La resistencia campesina fue rápidamente silenciada mediante el asesinato, la expulsión violenta y la oferta de espacios o lotes urbanos para reubicación de las familias desplazadas.

Insurgencia nativa

A fines de la década de 1970 y principios de la de 1980, en defensa de los derechos de los campesinos desposeídos, el movimiento sindical crece en la región. Emergen personalidades como Antonio Inácio, que deja el oficio de tropeiro (vaquero o jinete pastor de ganado vacuno) y ayuda a crear el Sindicato de Trabajadores Rurales de Januária. El antiguo oficio de tropeiro decayó al abrirse carreteras para facilitar la ocupación de tierras supuestamente vacías, y que son tomadas ilegalmente por los gaúchos en el antiguo distrito de Serra das Araras (hoy municipio de Chapada Gaúcha) o por las empresas reforestadoras de las grandes llanuras.

Antonio Inácio se unió al movimiento sindical y, en 1980, al emergente Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra que se extendía por el sur de Brasil llevando esperanza a miles de familias que estaban perdiendo sus tierras bajo el avance de los latifundios. Recorre las comunidades defendiendo los derechos de los campesinos que se resisten al despojo. A través del movimiento sindical establece una íntima amistad con Eloy Ferreira da Silva, sindicalista como él en el municipio de São Francisco. Juntos desarrollan una visión crítica sobre la región Norte de Minas, la van divulgando por donde pasan.

Al fin, los vientos de la opresión abierta van cambiando. Con la nueva Constitución, fruto de articulaciones de la sociedad civil brasileña, los pueblos y las comunidades tradicionales comienzan a surgir con características diferentes de las que tenían hasta entonces. Las poblaciones negras empiezan a reclamar su derecho a la tierra, mientras aquellas de las llanuras dominadas por el cerrado, su derecho a tierras comunales; ambas esenciales en la preservación del patrimonio inmaterial del que son portadoras.

Se inicia la articulación con entidades y organizaciones que simpatizaban con los sectores rurales excluidos de los procesos sociales regionales. En este contexto se crea, desde 1985, la organización conocida como Centro de Agricultura Alternativa del Norte de Minas (CAA), que surge como un proyecto articulado con la Casa de Pastoral de Montes Claros, y en 1989 se institucionaliza como AS-PTA. Durante la década de 1990, el Foro Regional de Desarrollo Sostenible es un espacio donde el CAA, la CPT, la Central Única de Trabajadores, la Federación de Trabajadores Agrícolas de Minas Gerais y sindicatos de trabajadores rurales promovieron debates y acciones en torno al desarrollo regional, a favor de nuevas perspectivas sociales y de la no subordinación a los dictados del capital y la lógica de la revolución verde. El CAA analizaba así el contexto regional:

“El ‘desarrollo’, del Norte de Minas no tomó en cuenta la existencia de una diversidad de poblaciones rurales que históricamente generaron estrategias de manejo de recursos naturales, tales como el aprovechamiento del potencial de los diferentes hábitats, el uso de variedades genéticas de plantas desarrolladas y adaptadas a los diferentes agroambientes y el aprovechamiento de la biodiversidad nativa. Por el contrario, afectó las bases del sustento y la reproducción social de los grupos de pequeños agricultores, dejándolos en una situación aún más frágil frente a las adversidades climáticas de la región”.

A través de la Red Cerrado, constituida en 1992, el movimiento se vincula con los cerrados brasileños y se constituye la Articulación del Semiárido (ASA). Al mismo tiempo, aumenta la interacción con los sectores vinculados a la investigación, lo que permitió abrir los ojos a la comprensión de la complejidad de los ecosistemas y la cultura de la región.

La creación de la Cooperativa Agroextractiva Gran Sertão, a finales de la década de 1990, promovida por un grupo de agricultores campesinos, se inserta en los circuitos económicos de la agricultura campesina, hasta ahora invisible para las políticas públicas. Las luchas aisladas de familias posseiras (invasoras), localizadas en ambientes y contextos socioeconómicos y culturales diferentes, toman nuevo aliento al descubrirse portadoras de diferentes geohistorias (Dangelis Filho, 2005). Así, el pueblo Xakriabá consigue la demarcación de una parte de su territorio y sigue movilizado hacia la conquista de las áreas que quedaron fuera de la demarcación, al tiempo que en las elecciones de 2004, asume el destino político del municipio, del que son mayoría poblacional y electoral. En Brejo dos Crioulos, tras una lucha feroz y continua de la comunidad quilombola, se logra su reconocimiento en diciembre de 2007, después de casi diez años de lucha. En la región del Alto Río Pardo, las comunidades geraizeiras se levantan ante la pérdida de sus territorios tradicionales y se vinculan con la Vía Campesina. En pocos años, las áreas ocupadas por monocultivos de eucalipto son retomadas y se inicia la ejecución de un proyecto de reconversión agrícola. En las vastas tierras bajas sanfranciscanas, donde se concentran cientos de comunidades negras, y a lo largo del río São Francisco, con cientos de comunidades vazanteiras, se inicia la insurgencia contra el acorralamiento de la agricultura campesina por los grandes proyectos agropecuarios o por los parques –Unidades de Conservación y Protección Integral– creados como compensación ambiental de esos mismos grandes proyectos que afectan a los territorios tradicionales.

Como nos advierte Jean Pierre, una de las características comunes de estas luchas es que sus estrategias de acción no son solo una reacción ante la expropiación. “Al mismo tiempo que luchan por sobrevivir en contextos cada vez más asfixiantes y marcadas por graves violaciones de derechos sociales y por la apropiación de los recursos de los territorios, buscan construir caminos sólidos para la promoción del desarrollo rural sostenible” (Jean Pierre, 2011, comunicación por correo electrónico).

La lucha por la tierra y las demandas territoriales de las comunidades tradicionales

En este contexto surgen nuevos movimientos poniendo sobre la mesa sus demandas de tierras como espacios sociales no capitalistas y no blancos; como espacios de reafirmación de sus autonomías (Costa, 2011). Hacen visible la gravedad de la cuestión agraria regional y la necesidad de que las políticas sectoriales sean elaboradas bajo nuevas perspectivas. Al mismo tiempo que luchan por la recuperación de sus territorios tradicionales, proponen un modelo diferente de ocupación de tierras que considera usos y formas de gestión desarrollados por las propias poblaciones tradicionales. Se perciben como herederos de la gran diversidad genética asociada con sus cultivos tradicionales; generan acciones de valoración de la agrobiodiversidad local, estimulan la producción y el mejoramiento de las semillas locales ‘criollas’; organizan ferias regionales de semillas con apoyo de organizaciones que simpatizan con los movimientos, e integran sus productos culturales a través de la Cooperativa del Gran Sertão.

Lo que distingue a estos movimientos es la visibilización de poblaciones que reclaman no solo la tierra sino también el derecho a ser reconocidas como portadoras de una cultura propia, una forma diferente de ver y actuar en el mundo; que viven con base en una economía que tiene en cuenta valores distintos al lucro o la explotación del trabajo; modos diferentes de usar y manejar el entorno, a partir de conocimientos construidos ancestralmente.

Son iniciativas que trazan perspectivas económicas y sociales diversas, y que, no por casualidad, se articulan y se insertan en la construcción de una política nacional que reafirma la disposición constitucional sobre la existencia de una nacionalidad plural.

Desde el año 2000, la región Norte de Minas resurge en la escena nacional a través de la resistencia de los pueblos del lugar ante los procesos de desterritorialización de la agricultura. Los intereses que enfrenta ahora no son solamente los de los antiguos latifundios, son los intereses de las grandes corporaciones, del capital agroindustrial y financiero, de la minería y la siderurgia, que se mueven en una órbita planetaria. Si el conflicto es local, con la gente pequeña que decide parar las máquinas contra los acaparadores y los políticos corruptos, se necesita llevar a cabo en varios frentes, con inteligencia y, sobre todo, con capacidad de diálogo con quienes, también en distintos espacios, a nivel local, nacional e internacional, buscan sinergias y convergencias en la búsqueda de la sostenibilidad planetaria.

Carlos Alberto Dayrell
Ingeniero agrónomo, Investigador del Centro de Agricultura Alternativa (CAA) del Norte de Minas Gerais.
Correo-e: carlosdayrell1@gmail.com

Referencias

Costa, João Batista de Almeida. 2011. Sertão: lugar de encontro de gentes e de culturas, síntese multicivilizacional da nação plural. Montes Claros.

D’Angelis Filho, J. S. 2005. Políticas locais para o “desenvolvimento” no Norte de Minas: uma análise das articulações local e supra-local. Temuco: Universidade Católica de Temuco (dissertação de mestrado em Gestão e desenvolvimento rural e agricultura sustentável).

Luz de Oliveira, Claudia. 2005. Os Vazanteiros do Rio São Francisco: um estudo sobre populações tradicionais e territorialidade no Norte de Minas Gerais. Dissertação (Mestrado em Sociologia). Departamento de Sociologia e Antropologia. UFMG, Belo Horizonte.

Monção, K. M. G. 2009. As sementes da luta: o conflito agrário de cachoeirinha – Um estudo dos assentamentos e dos acampamentos do município de Verdelândia, Norte de Minas Gerais. Dissertação de Mestrado, PPGDS UNIMONTES, Montes Claros.

Santos, Boaventura de Souza. 2002. Produzir Para Viver: os caminhos da produção não capitalista. Ed. Civilização Brasileira. Rio de Janeiro.

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