junio 2011, Volumen 27, Número 2
Árboles y agricultura

¿Son los árboles y la agricultura compatibles?

LOS EDITORES | Página 5
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A diferencia de lo que convencionalmente se pensaba, se ha comprobado que de los 22 millones de km2 intervenidos por el hombre para uso agrícola, más de un millón es superficie forestal, según el estudio presentado en la última Cumbre Mundial Agroforestal (Nairobi, Kenia, 2009). La agricultura ha sido un factor de destrucción de los bosques desde que la humanidad inició su vida sedentaria, pero como lo comprueba el mencionado estudio, los árboles siguen siendo componentes importantes de los agroecosistemas, especialmente en la agricultura campesina del sureste asiático, América Central y Sudamérica.

Dicha convivencia y complementariedad de fincas o campos y árboles constituye lo que ICRAF global, en 1982, definió como agroforestería: un sistema sustentable de manejo de cultivos y de tierra que procura aumentar los rendimientos en forma continua, combinando la producción de cultivos forestales arbolados (que abarcan frutales y otros cultivos arbóreos) con cultivos de campo o arables y/o animales, de manera simultánea o secuencial sobre la misma unidad de tierra, aplicando –además– prácticas de manejo que son compatibles con las prácticas culturales de la población local. En la práctica, existen numerosos sistemas y tecnologías agroforestales, cuyo elemento común es la adopción por el agricultor y también por grandes empresas, como es en el sudeste de Asia, de una explotación diversificada en sus tierras, buscando incrementar la producción de una manera sostenible, sin degradar la fertilidad.

Pese a ello, según Denis Garrity, director de ICRAF (Kenia, 2009), la agrosilvicultura –conocida también como agroforestería– fue por muchos años ignorada y no considerada como una propuesta que contribuye a mejorar la producción de alimentos y los ingresos de las familias agricultoras. En numerosos sistemas de producción agraria los árboles se utilizan como barreras vivas o cultivos perennes, así como también en la ganadería pues proporcionan sombra en las tierras de pastura y son fuente de recursos de mucha utilidad para las familias agricultoras: madera, frutos, leña, forraje de calidad (Altieri y Nichols, p. 32). Pero, quizá, algo no muy directamente apreciado es la importancia de los árboles como fuente de biodiversidad al brindar refugio y alimento a innumerables especies de la fauna silvestre, propiciando así la conservación y expansión de la flora local a través de la polinización y diseminación de sus semillas (Gamboa y Criollo, p. 8). Y, si son árboles o arbustos fijadores de nitrógeno, cumplen un papel esencial en la fertilización natural del suelo. También los árboles, al retener el agua de lluvia y propiciar la conservación de la humedad ambiente, son de mucho valor para hacer frente a las amenazas de disminución de las precipitaciones pluviales y sequía en las regiones tropicales del hemisferio sur, por efectos del cambio climático. Los ecosistemas boscosos de selva alta tropical o ‘ceja de selva’ desempeñan la importante función de ser ‘nacimientos de agua’.

La agroforestería puede ser practicada por agricultores de toda escala, pero ha sido desarrollada y es especialmente adecuada para la agricultura de pequeña escala que no puede adoptar tecnologías muy costosas (http://worldagroforestry. org/latinamerica/content/definiciones). La resiliencia de los sistemas agroforestales los hace, además, singularmente apropiados para enfrentar los efectos del cambio climático, ofreciendo a la vez alternativas para mejorar los ingresos y la seguridad alimentaria de las familias campesinas, como se sostiene en una publicación reciente de la iniciativa Crece de Oxfam, sobre la aplicación de la agroforestería en Bolivia para combatir la pobreza rural y el hambre (http://www.oxfam.org/en/grow/ reports/casestudies).

Sin embargo, la expansión del monocultivo en la región (Murgueitio, p. 6) es una amenaza que es necesario afrontar con propuestas que sean producto de experiencias que han logrado comprobar que los árboles no compiten con los cultivos, sino que los benefician. En este número presentamos experiencias donde los árboles no solamente son compatibles con la agricultura, sino que son indispensables para su productividad y sostenibilidad.

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