La importancia de la agricultura familiar en Cuba puede ser demostrada con una simple observación realizada por Toledo (2002), quien refiere haber visitado una familia campesina, ubicada muy cerca de La Habana, que había logrado evitar la crisis económica que afectaba a todo el país en los años noventa pues era autosuficiente en alimentos y energía y era, como otras familias de productores similares, generadora de excedentes. Agrega que esta propiedad, de solamente una caballería (13,6 hectáreas), producía 15 clases diferentes de cereales, hortalizas y frutos, mantenía gallinas, patos, cerdos y caballos, y producía 24 litros de leche diarios.
Por lo general, estos sistemas de producción a pequeña escala no disponen de tecnologías apropiadas que hayan sido generadas en procesos formales de investigación, por lo que la experimentación que ellos mismos realizan es una de las vías para su desarrollo tecnológico: son procesos en los cuales validan y adaptan tecnologías de la agricultura a mayor escala y realizan experimentos para desarrollar nuevas técnicas, destacándose la adopción de prácticas tradicionales de la agricultura campesina.
Los pequeños agricultores cubanos realizan innovaciones diversas, tales como el fitomejoramiento participativo, en el cual los avances son impresionantes por su impacto en la recuperación de variedades de importancia para la producción agraria sostenible (Dueñas y otros, 2007). El cultivo popular de arroz desarrollado desde los noventa (Socorro y otros, 2001); el manejo de plagas, en el que los agricultores han adoptado el control biológico y la conservación de la biodiversidad, entre otras tácticas agroecológicas; la conservación del suelo y el abonado orgánico a través del compostaje, la lombricultura y otros, constituyen algunos ejemplos de innovación importantes (Vázquez, 2008).
Durante los últimos 10 años hemos tenido la oportunidad de compartir experiencias y percepciones con diversos agricultores experimentadores de la agricultura familiar en distintas localidades de Cuba, con algunos de ellos con mayor frecuencia, lo que nos ha permitido entender sus características como personas que desarrollan experimentos en sus fincas, identificar los temas en los cuales se destacan al realizar los experimentos y evaluar los aportes al desarrollo de tecnologías para la agricultura de pequeña escala.
Hemos podido comprobar que en la pequeña producción agrícola se desarrollan actualmente en el país dos tipos de experimentación:
La campesina
Realizada por campesinos. Muchos de ellos son de la nueva generación de agricultores con avanzada escolaridad y han recibido capacitación. Estos campesinos tienen la posibilidad de apropiarse de las tradiciones familiares y de las experiencias del contexto agrario donde radica su finca.
La popular
Realizada principalmente por los parceleros y dueños de patios. Son personas de las más variadas ocupaciones –muchos de ellos jubilados– que practican la agricultura en los patios de sus casas o en terrenos abandonados o no explotados anteriormente en la ciudad y su periferia. Por lo general, son instruidos y les resulta relativamente fácil procurarse intercambios o consultar a expertos o la literatura especializada. Sus conocimientos de agricultura son menores que los que poseen los campesinos, precisamente porque muchos son nuevos agricultores, urbanos o periurbanos.
No obstante las diferencias antes expresadas, como características comunes de estos agricultores se destacan las siguientes:
– Liderazgo técnico y de opinión entre los demás agricultores locales (considero que…, he analizado que…, mi opinión es que…, mi experiencia me dice que…)
– facilidad para la comunicación
– intercambio constante con los técnicos y con otros agricultores. Gran satisfacción por las visitas a sus fincas o parcelas
– inquietudes científicas en el orden teórico y práctico (qué, por qué, cómo y cuándo)
– gestión constante, a veces obsesiva, de documentos técnicos para estudiar
– orgullo por lo que hacen
– alto poder para enfrentar los problemas y resolver sus necesidades. Habilidades para generar variantes en la solución de los problemas
– constantemente están experimentando para lograr nuevas tecnologías o para buscar explicaciones a situaciones que se presentan en sus cultivos
– disposición para montar experimentos en su finca o parcela, como trabajo conjunto con los técnicos o los investigadores
– todo lo que tienen en su finca o parcela es de gran valor. No aceptan el concepto de residuos, sino de subproductos.
Las principales lecciones aprendidas con los agricultores familiares
– La observación diaria y sin límite de tiempo es la clave para tener éxito en la experimentación
– pensar en conjunto sobre las plantas y los animales despierta la imaginación para solucionar los problemas
– las visitas a mi finca me ayudan a evaluar mis experimentos por las críticas, las sugerencias o los elogios
– los problemas se enfrentan mejor con la experimentación y el trabajo propio, no con lamentaciones o buscando ayuda
– las plantas y los animales en mi parcela es mejor tenerlos juntos que separados, como si fueran dos producciones diferentes
– la combinación de plantas en el espacio de la finca y tener los campos siempre cultivados atrae a los insectos benéficos y espanta a los dañinos
– los métodos que me dicen que son buenos tengo que probarlos primero para saber si eso es cierto, y muchas veces les hago adaptaciones para que funcionen mejor
– mientras más plantas diversas tenga en mi patio, menos me afectan los ciclones.
Hemos podido también comprobar que muchas directivos, investigadores, profesores, técnicos o simplemente ciudadanos, no conocen que los pequeños agricultores y los parceleros que desarrollan experimentos han adaptado o generado diferentes tecnologías de productos y de procesos, mediante sistemas de experimentación campesina y popular, cuyo valor científico y técnico es elevado. Una gran parte de estos logros ha sido reconocida en los Foros de Ciencia y Técnica que se realizan anualmente a nivel de los municipios, las provincias y nacionalmente; no obstante, el valor de estos agricultores experimentadores requiere de una mayor divulgación.
Las reflexiones de varios de estos agricultores, que se pueden considerar como agroecólogos, son muy elocuentes, como por ejemplo las de Jorge Luis, de Artemisa, La Habana. Él es productor de semillas de hortalizas para los pequeños agricultores campesinos de la provincia, y expresa con firmeza que la producción de semillas de calidad se puede lograr en fincas diversificadas mediante el manejo de la biodiversidad, el control biológico y las prácticas culturales, y muestra como resultados notables de sus experimentos la reproducción, conservación y manejo eficiente de cotorritas (Coccinellidae) como depredadores de inmaduros de pulgones, moscas blancas y trips.
Dos campesinos han desarrollado tecnologías propias para el manejo de hormigas predadoras: Pedro, de Fomento, Sancti Spiritus, quien es caficultor y manifiesta que las hormigas bien manejadas son una ayuda importante en el control natural de plagas; y Teodoro, de Jovellanos en Matanzas, quien tiene fama nacional por sus habilidades en el manejo de las hormigas en diversos cultivos. Una conversación con Demetrio, campesino caficultor de Buey Arriba, Granma, permite conocer que su estrategia para mantener un buen cafetal es que el suelo esté siempre cubierto, unas veces dejando crecer las malezas nobles y otras esparciendo los restos del chapeado y la poda en la base de las plantas, lo que hace que haya un ambiente fresco en el campo y que la broca no sea tan dañina. De forma parecida piensa y actúa Ángel, un parcelero de Marianao, Ciudad de La Habana, cuyo patio es altamente productivo y casi no se observa el suelo, ya sea porque está ocupado por plantas o porque lo cubre una capa de biomasa viva o en descomposición, resultado al que llegó tras muchos años de experimentación y observación.
Un caso interesante es el de Fernando, campesino de Máximo Gómez, Matanzas, que se especializa en el cultivo del plátano y expresa con orgullo los logros productivos y los ahorros económicos que representa el uso de microorganismos eficientes en la nutrición del cultivo y en la supresión de afectaciones por enfermedades, tecnología que aprendió en un seminario y a la que le ha hecho adaptaciones como resultado de sus experimentos.
Dos factores comunes de estos agricultores son: (1) el manejo de la finca o parcela como un sistema, mediante prácticas agroecológicas; y (2) los ahorros por no tener que gastar en insumos y energía externa, lo que repercute favorablemente sobre su economía familiar.
A manera de conclusión, podemos afirmar que la experimentación campesina y popular en Cuba ha contribuido a que los agricultores familiares hayan adaptado y generado diversas tecnologías agroecológicas que les permiten el diseño y explotación de sus predios con eficiencia económica y energética, el autoabastecimiento de productos agropecuarios frescos y de la mayor calidad. Este resultado es muy relevante porque se produce en un periodo de escasez económica y con los efectos devastadores del cambio climático, expresados fundamentalmente en eventos extremos como los huracanes y la sequía prolongada.
Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV) Ciudad de La Habana, Cuba.
– Dueñas, F., C. Moya, M. Álvarez, D. Plana, H. Ríos, I. Amat y L. Arias, abril 2007. La investigación científico-campesina en la agricultura cubana. Biodiversidad Nº 52.
– Figueroa. V. M., 2005. Los campesinos en el proyecto social cubano. Revista TEMAS, Nº 44.
– Grupo Nacional de Agricultura Urbana, agosto, 2007. Lineamientos para los subprogramas de la agricultura urbana para 2008-2010 y sistema evaluativo. Ministerio de la Agricultura. La Habana.
– Socorro, M., L. Alemán y S. Sánchez, 2001. El cultivo popular del arroz en Cuba. En: Transformando el campo cubano. Avances de la Agricultura Sostenible. Ed. ACTAF. La Habana. Págs. 111-117.
– Toledo, V. M., 2002. Agroecología, sustentabilidad y reforma agraria: la superioridad de la pequeña producción familiar. Agroecología e Desenvolvimiento Rural Sustentable, Vol. 3, 2: 27-36 EMATER. Porto Alegre.