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El tema de la organización atraviesa todos los aspectos de la vida individual y social de mujeres y hombres del campo. Pero si se quiere destacar el componente básico común a todas las formas organizacionales de los campesinos, se tienen que mencionar la cooperación y la reciprocidad. Y si lo que se quiere es destacar el “rostro” externo y más reconocible de la organización, hay que orientar la atención hacia la acción colectiva, sus estrategias y modalidades en cada situación concreta en que se despliega. De esta manera, la organización campesina implica un movimiento horizontal para ganar y acumular conocimientos y experiencias, y conseguir posiciones en escenarios sociales, económicos y políticos, y un movimiento vertical, que da sentido a la vida en sociedad, generando identidad y confianza para la sostenibilidad social.

Atendiendo a la importancia de la organización para el avance de la agroecología, en este número de LEISA se reúne un conjunto de experiencias de diferentes países, en las cuales se puede apreciar cómo el desarrollo de la organización es el soporte por medio del cual se puede avanzar hacia el logro de determinados objetivos importantes, con propuestas, estrategias y logros variados.

En cuatro de los artículos incluidos en este número se encuentra una concepción de organización como comunidad de práctica: reúne a campesinos con prácticas productivas similares y aspiraciones comunes; genera conocimientos y desarrolla destrezas prácticas; socializa y capitaliza experiencias exitosas, y construye identidad sociocultural. A esta concepción pertenecen los artículos “Redes de Escuelas de Campo en África oriental” (Arnoud R. Braun, et al.) y “Mantener a la gente en el campo” (Annette Aurélie Desmarais), éste último sobre la construcción de conocimientos y aprendizajes en la conformación de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas de México y el desarrollo de su plataforma en la Vía Campesina. Los otros dos artículos presentan experiencias en países del Norte, donde la organización hace posible avanzar hacia la agricultura orgánica en Holanda (Hans Peter Reinders, “Aprendiendo juntos para lograr una agricultura orgánica”) y en la lejana Nueva Zelanda –un país del Norte muy al sur– (Doug Avery, “Una nueva visión en el sureste de Malborough”).

Desde otro punto de vista, otros cuatro artículos se refieren a la organización campesina como red de relaciones, poniendo de manifiesto quiénes son los actores involucrados, qué tipos de relaciones se combinan interna y externamente, y cómo se conforman las relaciones de soporte para la sostenibilidad de la organización. Las experiencias presentadas se refieren a la certificación participativa, con el caso uruguayo de esta modalidad de certificación, que está siendo impulsada por las organizaciones de productores en muchos países (Alberto Gómez Perazolli, “Certificación participativa: el caso de la Red de Agroecología del Uruguay”); la comercialización (Jon Hellin, et al., “Organización de los agricultores y acceso al mercado”, en América Central); el manejo de recursos a nivel local (César Gonzales Alfaro, “De comités locales a una asociación distrital”, en una zona andina del Perú), y la experiencia de la minicadena productiva y social de café ecológico amazónico en el departamento de Caquetá, Colombia (Anderson Peña Gómez y Alexander Galindo Murcia, “El café ecológico amazónico, alternativa sostenible para los campesinos”).
Un punto que se quiere resaltar con este número de LEISA es cómo la organización es necesaria para el logro de diferentes objetivos, inalcanzables para los productores individualmente considerados, y pensamos que los artículos presentados dan muestra de esa versatilidad y efectividad en diferentes contextos. Sin embargo, en esta ocasión los artículos recibidos para publicación que tratan experiencias en nuestra región, han sido bastante menos que en otros números. Una posible explicación de este hecho sería que para los pequeños agricultores de nuestros países el desarrollo de la organización no es un tema prioritario, en comparación con los temas propiamente productivos, por ejemplo, o que todavía la organización es básicamente entendida como un instrumento para el logro de reivindicaciones políticas, más que, como está sucediendo en otras regiones del mundo, para compartir, aprender y tratar de influenciar la toma de decisiones, a diferentes niveles, a favor de la producción agroecológica. En cualquier caso, pensamos que esto debe llevarnos a investigar y reflexionar sobre qué es lo que está sucediendo con las organizaciones de pequeños agricultores en nuestros países, tarea a la cual invitamos a todos nuestros lectores.

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