junio 2004, Volumen 20, Número 2
La próxima generación: los niños y la agricultura

La próxima generación: los niños y la agricultura

LOS EDITORES | Página 4
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Sin lugar a dudas, los niños y los jóvenes constituyen una parte muy importante de las familias. Son también parte importante de sus comunidades, y no sólo porque representan «el futuro» de estas comunidades o porque en los próximos años serán ellos quienes tomen las decisiones.

Su importancia es actual, ya que hoy es cuando se educan para prepararse para el futuro, pero además hoy se desenvuelven en el contexto de estas familias y comunidades, contribuyendo de muchas maneras en la producción y en otras tareas que garantizan la subsistencia familiar.

Esto es especialmente cierto en el medio rural y cuando pensamos en la producción agrícola de la que dependen tantas familias de la región. Los niños y los jóvenes, en general, son muchas veces una fuente imprescindible de fuerza de trabajo, y su contribución al normal desempeño de cultivos y crianzas es invalorable. También puede decirse que ellos son depositarios del conocimiento local, lo que se enriquece con la curiosidad que les es tan característica. La importancia que ha tenido el enfoque de género ha hecho que reconozcamos la contribución de las mujeres en los sistemas de producción agrícola familiares, en la generación de ingresos o en la conservación de los recursos naturales. Pero ¿qué tanto sabemos de la contribución de los niños y jóvenes? ¿Sabemos qué roles tienen, o qué responsabilidades asumen?

Además de saber poco sobre los roles y responsabilidades que ellos asumen en un contexto o momento dado, debemos también tener en cuenta la gran diversidad que muestran los países de la región, y los cambios que los diferentes contextos y sociedades están viviendo, lo que hace imprescindible que demos una nueva mirada a la participación de estos niños y jóvenes. En muchas comunidades rurales donde la migración es acentuada, los niños y jóvenes asumen cada vez más responsabilidades ante la ausencia de los adultos. Si pensamos en las grandes dificultades que enfrentan los medios rurales de todo el mundo, con problemas de contaminación, pérdida de recursos o de biodiversidad, o simplemente de bajos rendimientos, ¿debemos esperar más de ellos? Sin seguir una línea específica, este número de LEISA, Revista de Agroecología presenta diferentes aproximaciones a la participación de niños y jóvenes en los procesos productivos y en el medio rural en general, y a las acciones que se están tomando frente a esta participación.

El trabajo en el campo
Un aspecto importante es justamente el trabajo físico que ellos asumen, lo que no siempre va de la mano con una mayor participación en la búsqueda de soluciones frente a un problema o en la toma de decisiones dentro de una familia o comunidad. Por un lado se reconoce que los niños y jóvenes contribuyen con su fuerza en la producción de tantos cultivos, colaborando con sus familias de manera activa, llegando incluso a «especializarse» en tal o cual actividad. Pero a la vez vemos que esto puede fácilmente llevar a condiciones de explotación, especialmente cuando esta participación se da en la agricultura comercial. Como lo muestra claramente Olave (p. 11), en muchas grandes plantaciones, los niños realizan tanto o más trabajo físico que los adultos, en condiciones riesgosas o altamente peligrosas. La Organización Internacional del Trabajo busca eliminar el trabajo infantil, aun si reconoce que es una fuente de ingresos, especialmente importante para las familias de escasos recursos. El rol de la educación

Por otro lado, dedicarle más tiempo al trabajo (remunerado o no) choca con la atención que se espera reciba su participación en el sistema educativo. Si prepararse para el futuro es una de sus funciones principales, ¿en qué momento estudia un niño que trabaja en el campo? El problema es mayor si pensamos que la educación formal disponible en las áreas rurales no sólo es insuficiente y de menor calidad (con centros educativos alejados, profesores poco motivados, falta de materiales), sino que generalmente tiene muy poca relación con lo que los niños hacen, con su medio, y con lo que requieren saber para vivir en el campo en el futuro. El paso por las escuelas es considerado como una etapa necesaria en su preparación para irse de la comunidad, alejarse del medio rural y de las actividades agrícolas, y desempeñarse eficientemente en la ciudad. Un problema adicional a lo ya señalado, es que justamente esto es lo que muchas veces quieren sus padres.

Afortunadamente, son muchas las experiencias que buscan mejorar esta situación, haciendo que la educación en un área rural esté mejor relacionada con el contexto general y con los medios de vida del cual los niños y jóvenes son parte, y haciendo especialmente que la educación no sea ajena. Esto se muestra por ejemplo en el artículo de Chiappero (p. 28): el que la escuela y la educación estén más relacionadas con lo agrícola o lo rural, hace que los resultados, medidos hasta en términos de aprobación o desaprobación de un curso, sean mucho mejores. Los resultados son más promisorios todavía si estos procesos tienen en cuenta no sólo el contexto físico o medio ambiental, sino también los aspectos de cultura o idioma (Pardo y Achahui, p. 34).

Revalorar su participación
Considerar a los niños y jóvenes sólo como el «futuro» de una comunidad, esperando que llegue el momento en que puedan o deban actuar, puede parecer poco acertado si tenemos en cuenta las condiciones de incertidumbre en la que se encuentran los espacios rurales, con rendimientos cada vez menores, degradación y pérdida de los recursos, o hasta con conflictos sociales muy graves. A la vez, mirar el «hoy» y no considerar a una parte importante de la población, es un lujo que las comunidades rurales no pueden darse.

Como muestran los artículos de este número, los niños y jóvenes contribuyen y pueden contribuir de muchas maneras a disminuir o solucionar los problemas y dificultades por los que pasa la producción agrícola o el medio rural en general. Esto va desde la identificación de alternativas o soluciones concretas a través de la investigación puntual (Goedkoop et al., p. 14) hasta la participación en el análisis de problemas mayores como el hambre y la malnutrición (Menza, p. 38). Esta participación resulta fundamental cuando pensamos en la necesidad de conservar el medio ambiente, mejorar la producción, o al momento de distribuir los beneficios de una producción sana a una mayor cantidad de personas.

Revalorar esta participación apunta directamente a revalorar la condición de niño o joven rural dentro de una zona, un país o la región, aprovechando mejor las posibilidades y recursos que cada localidad tiene para la construcción de oportunidades para todos.

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