Según datos oficiales, el 35% de la población en México (35 millones de personas) habita en zonas rurales y más de la mitad de este porcentaje se concentra en poblaciones con menos de 2.500 habitantes.
Una de las principales actividades de esta población es la agricultura, donde el cultivo de maíz y fríjol representan cerca del 55% del área total sembrada a nivel nacional (INEGI- SEMARNAT, 1997). De esta superficie, el 85% se localiza en zonas de temporal en donde las unidades productivas se distribuyen en pequeñas fincas de menos de 5 hectáreas, que se caracterizan generalmente por ser terrenos de ladera con suelos de mala calidad y condiciones de alta incertidumbre climática. (Astier et al, 2001).
Lo anterior nos sugiere que la mayor parte de la producción de maíz en México, principal cultivo alimenticio de este país, está en manos de pequeños agricultores que mantienen sistemas de producción tradicionales, adaptados a condiciones agroecológicas generalmente adversas para la producción de cultivos más rentables. Los sistemas tradicionales se caracterizan por la aplicación de prácticas tales como, la preservación de semillas locales o criollas mantenidas por generaciones, fertilización orgánica o mixta, tracción animal, empleo de mano de obra familiar, periodos de descanso entre barbechos, entre otras. Esto representa sistemas de producción de bajos insumos externos que se mantienen gracias al conocimiento heredado por generaciones y a la estrecha relación que aún existe entre la familia y la unidad productiva. Sin embargo, estos sistemas han ido desapareciendo debido al deterioro de la economía local y regional causado, entre otros factores, por las políticas neoliberales en el país (Rubio, 2001). La falta de apoyo en la comercialización y venta de los productos agrícolas ha provocado una disminución en los ingresos de los productores, propiciando, entre otras cosas, la migración de una gran parte del sector masculino a las grandes ciudades y, sobre todo, a Estados Unidos.
Este creciente fenómeno en los hogares campesinos tiene un fuerte impacto entre las campesinas y los campesinos no emigrantes. Las migraciones no son solamente una salida a la crisis económica, significan también cambios radicales para la población que permanece en sus comunidades, cambios que se reflejan en las formas en que los habitantes reorganizan su vida cotidiana, sus actividades productivas y sus formas de relación en los ámbitos familiar y comunitario (Almeida, E., 2000). En este sentido, el abandono del campo por parte de los agricultores adultos y jóvenes ha propiciado que, en algunas regiones del país, las mujeres asuman las tareas agrícolas que generalmente son realizadas por los varones. La Procuraduría Agraria (2003) estima que dos de cada tres mujeres rurales participan en las labores agrícolas y que, en los hogares rurales, cuatro de cada diez mujeres son cabeza de familia. En los sistemas de producción tradicionales, las mujeres y los niños normalmente aportan trabajo durante la época de siembra y deshierbe, aún a pesar de que en México la agricultura es una actividad considerada básicamente masculina. Esta “feminización” del campo está generando nuevos escenarios en la organización de las comunidades, la estructura interna de las familias y las tareas vinculadas directamente con el abastecimiento de alimento es decir, con las actividades agrícolas.
La finca de la Familia Valencia Lucas
La familia Valencia Lucas habita en el ejido Casas Blancas, el cual se localiza en el Estado de Michoacán, en la región centrooccidente del país. Casas Blancas es un ejido cuyas principales actividades económicas son la producción forestal, agrícola y pecuaria. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de los ejidos en la región, en éste el manejo de estos tres subsistemas está íntimamente relacionado con el manejo y aprovechamiento de los productos de cada uno (Fig.1. Recuadro 2). La comunidad se ubica en una zona montañosa con importancia forestal, en donde las actividades agrícolas y pecuarias se desarrollan en pequeños valles intermontanos rodeados de bosques de pino. Su principal cultivo es el maíz, el cual se destina al abastecimiento familiar y eventualmente al mercado local.
La familia Valencia Lucas está encabezada por la señora Micaela Lucas, de 72 años, quien a la muerte de su esposo quedó como titular de la finca No. 28 del ejido. En total son 9 hijos los que tuvo el matrimonio: 7 mujeres y dos varones, de los cuales sólo uno habita en Casas Blancas, mientras que el hermano mayor se encuentra, desde hace varios años, en Estados Unidos. De las 7 mujeres, son 5 las que viven actualmente en el ejido, en la casa materna, y trabajan en la finca. Es importante mencionar que la finca sirve para dar sustento a la familia constituida por las 8 mujeres y 2 varones. Actualmente, la responsabilidad de la producción está a cargo de las hijas y el hijo menor. Las decisiones sobre cambios en las prácticas de cultivo se toman de manera consensuada entre los hermanos, ya que tienen que evaluar si disponen de suficiente tiempo y dinero en efectivo para solventar los gastos de la siembra y el mantenimiento de las huertas. Esta finca es representativa del sistema tradicional de cultivo de maíz en Casas Blancas: dependen de insumos locales, la mano de obra es 100% familiar, la tracción es animal y la fertilización orgánica (López-Ridaura et al, 2001). Sin embargo, se distingue del resto de las fincas del ejido por la gran diversidad de cultivos que tiene y por el uso intensivo de la mano de obra familiar. Han logrado mantener semillas que, incluso, a nivel regional han desaparecido. Así mismo, posee una huerta que proporciona alimentos que, normalmente, las familias del ejido tienen que comprar en tiendas cercanas o en otros poblados (Fig. 1 y 2). Todas estas actividades las complementan con el trabajo artesanal de tejido de muebles de palma y el comercio de dulces y comida en la escuela del pueblo.
En la finca se observan tres subsistemas productivos, claramente definidos:
Figura 1. Comparación entre la unidad de producción tipo en Casas Blancas y la unidad de producción de la
Familia Valencia. Elaborado por Pérez-Agis y Ortiz A., a partir de Astier et al., 2000
Historia de la parcela número 28. Familia Valencia de Casas Blancas
Por: Rosa Valencia Lucas y Angelina Valencia Lucas
Esta es una pequeña historia de una gran parcela que es la número 28 del Ejido Casas Blancas, Municipio de Salvador Escalante, Michocán. Quienes escribimos la siguiente somos la Familia Valencia.
El primer dueño de esta parcela fue el abuelo Lázaro Valencia Alcalá. Después se la heredó a su hijo Evaristo que es nuestro papá Según la historia que nos contó mi papá, mi abuelo y muchos otros señores como él lucharon mucho. Iban y venían a la ciudad de México para hablar con el señor presidente para pedirle que les diera tierras para trabajar y que fueran suyas y dejar de ser criados o esclavos de los hacendados que había entonces en estos lugares.
Mi abuelo fue una de esas personas que vivió esos tiempos y gracias a Dios consiguió algo mucho mejor para nosotros sus descendientes, dejándonos así una enorme riqueza de libertad y trabajo Mi abuelo fue uno de los más afortunados, pues por su parcela pasa el agua que va de San Gregorio a la Ciudad de Pátzcuaro y así es como la parcela tiene agua. Mi papá y abuelo compartieron la parcela en dos partes. Trabajando así un año un lado y el siguiente el otro. Quedando así, un lado para los animales que son reces. Mi papá siempre le ayudó a mi abuelo, siempre cultivando maíz, membrillo, perales y durazno. Con el tiempo mi abuelo falleció y mi papá heredó la parcela. Para entonces él ya tenía la mayor parte de sus hijos siendo los mayores 5 mujeres de 9 hermanos que somos. Fue por eso que nos enseñó a trabajar en el campo como trabajaba él.
En todos los años que mi papá trabajó con nosotros cultivamos maíz, trigo, habas, chía, amaranto, y siempre junto con el maíz, chilacayotes y calabazas. Para sembrar el maíz primero se barbecha la tierra del 20 al 30 de octubre. Después se cruza en febrero y en abril se empieza a sembrar todo el mes. Se surca con yunta de bueyes y arado de madera y en el surco se integran maíz, calabaza, amaranto, fríjol. Para esto la distancia de un grano a otro es de 40 centímetros. El maíz debe ser seleccionado de lo mejor para la semilla.
Además por toda la parcela tiene árboles frutales que son injertos de membrillos y perales y que son de 5 variedades y son chatas, cordelinas, de San Ignacio, prietas y cristalinas.
Mi papá quiso además sembrar unas matas de aguacates para ver si daban frutos en este tipo de tierra y gracias a Dios si se dieron. Por eso ahora la parcela cuenta con una pequeña huerta de aguacate que además tiene durazno, manzano, granadas, limones y chiles perones. La parcela cuenta también con 7 hectáreas de reforestación de pino.
Todo esto tenía ya la parcela, cuando una enfermedad grave incurable nos arrebató a mi papá. Dejándonos solos pero con toda la enseñanza de su trabajo y su bondad para con toda la gente, para seguir adelante como nos enseñó siempre, tratando que las cosas que emprendemos en la vida salgan cada vez mejor.
Los ingenieros de GIRA-Agroecología, nos han visitado varias veces para estudiar nuestra parcela. Les estamos agradecidos ya que, gracias a ellos, hemos conocido a varias personas de la República Mexicana y del extranjero que nos han dejado muy gratos recuerdos y consejos. Esta parcela ha guardado ahora el nombre de mi mamá Micaela Lucas Molinero y su familia.
La vamos a seguir trabajando como siempre ahora con Porfirio y Diego que es nuestro hermano menor y nuestro sobrino. Nosotras siempre hemos querido superar el trabajo conociendo como se trabaja en otros países. Esperamos en un futuro no muy lejano, superar lo que hasta hoy hemos logrado.
¡Saludos al mundo de la Familia Valencia de Michoacán, México!
Subsistema agrícola
La actividad agrícola se desarrolla en una superficie de 10 hectáreas, con una pendiente que va de un 4 a un 13 por ciento. Ésta se realiza con el sistema de “año y vez”, que consiste en cultivar un año la mitad de la superficie de tierra (3 ha), mientras la otra mitad se deja descansar de uno a tres años, durante los cuales se permite el libre pastoreo en períodos cortos; cada año se cultiva una superficie promedio de 6 ha. El principal cultivo es el maíz que depende del temporal y sus rendimientos variaron de 2,7 ton/ha en 1999 a 3.4 ton/ha en el 2000, con 4 ton de rastrojo en los dos años (PLEC-CICA-GIRA). El destino del grano es para el sustento familiar y el rastrojo para el ganado. Cultivan hasta tres variedades de maíz criollos con el propósito de sortear la variación de la temporada de lluvias y para el abastecimiento de maíz que sirve para las comidas especiales. Otros cultivos que aún se siembran en policultivo son: chilacayote (Cucurbita ficifolia), amaranto (Amaranthus sp.), chía (Quenopodium berlandieri), haba (Vicia faba) y fríjol (Phaseolus vulgaris). Además, cuentan con una importante superficie destinada a frutales como el aguacate (Persea americana), con un rendimiento aproximado de 1 ton/temporada, y el membrillo (Prunus sp), con 3,5 ton/temporada. Esta producción se comercializa a nivel local y regional.
La familia Valencia Lucas se organiza para el trabajo agrícola respetando las labores que tradicionalmente les enseñó su padre. Los dos jóvenes de la familia, Porfirio (33 años) y Diego (15 años), barbechan, cruzan y surcan. Las cuatro hermanas y una sobrina, siembran, abonan, tapan con yunta de caballo, y preparan la comida que llevan a los que están trabajando en el campo. Para el mantenimiento de los frutales, el hermano los abona con estiércol y poda, las hermanas deshierban y la sobrina injerta.
Subsistema pecuario
Esta familia cuenta con un hato de 10 cabezas de ganado bovino criollo de diferentes edades y con uno o dos caballos. Se alimentan bajo el sistema de libre pastoreo con el rastrojo de las fincas recién cosechadas de maíz y pastos nativos de áreas reforestadas. El destino de la producción es la venta de carne para consumo regional. El libre pastoreo permite dar valor agregado a esquilmos agrícolas y pastos nativos de la unidad de producción. En época de reproducción, las mujeres parten desde temprano para ordeñar y sacar a pastar a los animales.
Subsistema forestal
Realizan actividades de reforestación en una superficie de 7 hectáreas, con el objetivo de recuperar áreas no aptas para la agricultura y recuperar la cubierta vegetal en su finca, ya que de ella extraen leña y madera para uso doméstico. A diferencia de la mayoría de los ejidatarios, esta familia no cuenta con suficiente superficie para el aprovechamiento forestal comercial, pero a pesar de ello, desde 1992, cada año han reforestado al margende los programas de fomento forestal en el ejido.
Las hermanas Valencia consideran que, en el mediano y largo plazo, lo que más les conviene es aumentar la superficie de la huerta de frutales, ya que demanda menos trabajo físico que el cultivo de maíz. Sin embargo, no disponen de suficiente agua para lograrlo por lo que será necesario buscar alternativas que permitan el almacenamiento de agua de lluvia.
Dentro del ejido Casas Blancas, e incluso a nivel regional, la finca Valencia Lucas es un ejemplo del uso intensivo de mano de obra familiar, principalmente femenina, que ha permitido mantener una producción altamente diversificada y complementaria, ya que las actividades agrícolas y pecuarias se integran de manera que los subproductos de una actividad se convierten en insumo de la otra. En el ejido y en la región, como se observa en la Figura 1, la mayoría de las comunidades agrarias se dedica a la producción de maíz en condiciones de monocultivo, actividad que se complementa con el pastoreo extensivo y el aprovechamiento forestal. En este sentido, y en el caso particular de la finca de la familia Valencia, se puede observar un proceso de feminización de las actividades productivas que está garantizando el mantenimiento del sistema tradicional, las prácticas de aprovechamiento de la biodiversidad, su transmisión a las generaciones futuras y la conservación del germoplasma local.
Figura 2. Croquis de la finca de la familia Valencia Elaborado por E. Pérez Agis.
Por otro lado, es importante resaltar que esta región se caracteriza por los altos índices de migración hacia Estados Unidos, lo que ha provocado, en muchos casos, que el sistema de producción quede en manos de las mujeres y agricultores de la tercera edad, manteniendo bajos niveles de productividad. En Casas Blancas, el promedio de edad de los agricultores es de 59 años y el porcentaje de migración de los hijos es cada vez mayor. En el caso de la Familia Valencia, la migración ha sido uno de los factores que han determinado la actual distribución del trabajo en la finca. Para poder establecer el grado de influencia de este factor en el proceso de feminización del campo sería necesario analizar esta experiencia en un contexto más amplio.
Esperanza Pérez Agis, Tamara Ortiz Avila y Familia Valencia Lucas
Centro de Promoción para la Equidad de Género Maria Luisa Martínez.
grupo_marialuisam@yahoo.com.mx
Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada A.C. Programa de
Agroecología. agroecologia@gira.org.mx
Referencias bibliográficas
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