enero 2000, Volumen 15, Número 1-2
Encontrando bases comunes (número doble)

Mirando hacia atrás para construir el futuro

DANILO S. VARGAS, MARILOU G. ABON, CYNTHIA C. DIVINA Y LOLITA D. BIBAL | Página
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Tendencias de desarrollo en el ‘tazón de arroz’ de Filipinas
En Nueva Écija, ha habido un marcado cambio en los cultivos de arroz en las últimas décadas. El Programa de Investigación de ILEIA llevó a cabo un estudio exploratorio sobre las tendencias de desarrollo y su impacto en la sostenibilidad de la agricultura en la provincia. Al comprender mejor este proceso, los agricultores pueden sacar provecho de su historia y estar mejor equipados para elegir opciones apropiadas en el futuro.

Se estudiaron tres períodos importantes en la historia agrícola reciente de las tierras bajas en Filipinas (Vargas et al., 1999). Sin embargo, por falta de tiempo y por dificultades para lograr el acceso a medios de información, todavía se necesitan más estudios para tener más información de las tendencias actuales y oportunidades para desarrollar cultivos sostenibles de arroz.

Antes de la Revolución Verde
El sistema tradicional de cultivo de arroz era un sistema integrado e incluía árboles, hortalizas, animales menores, peces y aves.

Antes de la Revolución Verde de 1972, el sistema de haciendas era predominante en Nueva Écija, reflejando la influencia de la colonización española. El terrateniente tenía un interés directo en el arroz como cultivo económico y los campesinos compartían sus cosechas, debiendo entregarle del 50 al 75% de su producción. El desarrollo del transporte y la vía férrea de Cabanatuan a Manila, en particular, abrió el mercado para el excedente de arroz. Hacia la década de 1880, Nueva Écija se había convertido en un importante exportador de arroz, suministrando anualmente 500.000 ‘cavans’ (1 cavan = 50 kg) de arroz con cáscara. Hacia mediados de la década de 1930, la producción excedente se había incrementado a 8 o 9 millones de cavans por año, convirtiendo bosques y pastizales naturales en campos de cultivo. Los agricultores producían hortalizas, tales como maíz, frijol verde, calabazas, upo (Lagenara siceraria Mol.) y patola (Luffa cylindrica L.), y criaban carabaos (búfalos de agua), vacas, patos y pollos para su subsistencia. Animales y plantas silvestres, tales como ranas, peces, cangrejos, árboles y hierbas eran fuente importante de alimentos, forraje, medicinas y material de construcción.

Se producía una cosecha de arroz anualmente y el rendimiento más alto de cultivos por inundación era 2,5 toneladas /ha. Las fincas usaban agua de lluvia y riego suplementario de pequeños tanques y ríos. Se plantaban variedades tradicionales de arroz que demoraban entre 5 y 6 meses en madurar. El manejo de la fertilidad de la tierra era mínimo e involucraba cosecha de nutrientes, vegetación de barbecho y abono de estiércol. Los agricultores recuerdan que la tierra era fértil, negra y suelta, y que podía retener agua durante 2 o 4 semanas. Había abundantes lombrices de tierra.

En aquellos días, los filipinos productores de arroz eran esencialmente agricultores orgánicos, que usaban métodos indígenas de producción, bien adaptados a las condiciones locales. Plantas endémicas, tales como ‘madre de cacao’ (Gliricidia sepium) y pasto ‘cogon’ (I. cylindrica) ahuyentaban plagas y enfermedades, y la fe en Dios de los agricultores se reflejaba en las actividades agrícolas. Por ejemplo, se ofrecían oraciones para prevenir que los insectos infestaran las plántulas de arroz y la agricultura estaba llena de fuertes tradiciones culturales, tales como ‘bayanihan’ (trabajo compartido), agradecimiento por cosechas y respeto por la naturaleza. Este sistema permaneció intacto hasta 1972, cuando el gobierno lanzó el programa de desarrollo Masagana 99.

Masagana 99
En la agricultura de Filipinas hubo cambios radicales durante el gobierno del Presidente Marcos (1965 – 1986). Se efectuaron cambios estructurales en el sistema agrícola al implementar importantes políticas, programas y una nueva legislación agrícola. Los objetivos incluyeron una reforma agraria en áreas de producción de arroz y maíz; auto abastecimiento en producción de alimentos, por lo menos en lo que se refería al arroz; expansión de cultivos de exportación y la promoción de la sustitución de importaciones. Estos cambios estuvieron acompañados por tecnología de Revolución Verde y por un desarrollo de los agronegocios.

La Reforma Agraria cambió el sistema de tenencia de tierra, se pasó de compartirla a arrendarla, e introdujo una renta fija controlada por el gobierno. En 1982, ésta era de 9 a 15 ‘cavans’ de arroz por agricultor. Los terrenos con arroz y maíz, por encima de lo que correspondía al terrateniente, fueron redistribuidos y los agricultores se convirtieron en arrendatarios, amortizando a los terratenientes que tenían predios entre 1,2 y 3 hectáreas irrigadas o de secano. Sin embargo, no todos los agricultores se beneficiaron con la redistribución.

El programa Masagana 99 que se inició a comienzos de la década de 1970, persuadió a los agricultores a que adoptaran el paquete tecnológico de la Revolución Verde desarrollado por IRRI (International Rice Research Institute). Éste ofrecía a los agricultores préstamos sin garantías a relativamente bajos intereses (12%), un paquete de semillas subsidiadas de variedades de alto rendimiento y fertilizantes e insecticidas químicos. La preparación de la tierra era mecanizada y los carabaos fueron reemplazados por tractores manuales, cultivadores mecánicos y trilladoras. A través de la construcción del dique de Pantabangan y del desarrollo de la Agencia Nacional de Irrigación (ANI), muchos agricultores tuvieron acceso a una irrigación poco costosa.

La Encuesta Circular de Luzón Central, llevada a cabo por IRRI en 1980, reportó que entre 1966 y 1975 la adopción de variedades modernas se incrementó en un 95%. Esto, junto con fertilizantes y plaguicidas químicos, y una mejor irrigación, hizo posible lograr dos cosechas anuales. La productividad se incrementó de unas 2 toneladas / ha por temporada de cultivo, a comienzos de la década de 1970, hasta llegar a 4 toneladas /ha en 1985. Hacia 1977, Filipinas no sólo se auto abastecía de arroz sino que también lo exportaba. Entre 1966 y 1979, el agricultor promedio de Luzón Central incrementó la producción de arroz en 80% y su equivalente de ingreso anual por arroz en 39%. Sin embargo, si se ajustan los ingresos por la producción de arroz con el incremento de insumos y los precios al consumidor, el promedio de ingresos reales de los agricultores en 1979 representaba sólo el 60% de sus ganancias de 1974. Así, a pesar de producir más, los pequeños agricultores perdieron en términos de poder adquisitivo.

Un estudio hecho por la Cámara de Agricultura y Recursos Naturales mostró que entre 1976 y 1981 las tasas de salarios se incrementaron 207%, los precios del combustible 260%, fertilizantes y plaguicidas 126% y el índice de precios al consumidor 74%. Los precios del arroz y del maíz, sin embargo, sólo se incrementaron 44% en el mismo período.

Al mismo tiempo, las condiciones socioeconómicas mejoraron en las aldeas. La población tenía más acceso a servicios de salud y de educación, pudieron mejorar sus hogares y el transporte, y el sistema de venta al por menor comenzó a funcionar mejor, facilitando el acceso a alimentos y otros artículos. Además, los servicios de extensión agrícola se intensificaron y fue más fácil para los agricultores actualizarse en información y tecnología agrícolas.

Desregulación
De 1982 a 1983 hubo una declinación dramática de la producción agrícola, en particular, de arroz. Esto se precipitó después de una grave sequía causada por El Niño y por la situación económica en general. Muchos agricultores estaban fuertemente endeudados y con muchas dificultades para afrontar los costos del paquete tecnológico Masagana 99. La disminución de la producción obligó a Filipinas a nuevamente importar arroz e indujo al gobierno a defender un nuevo enfoque de desarrollo agrícola.

Una desregulación, con énfasis en la libre empresa y mayores inversiones del sector privado en la agricultura, se convirtió en la política oficial. En 1985, se abolieron los controles del precio del arroz descascarado, se liberó la importación de fertilizantes y fue retirado el subsidio, marcando el fin de Masagana 99. Los gobiernos de Aquino y de Ramos siguieron políticas similares de desregulación y abrieron el país al mercado mundial, con un giro hacia la producción de exportación de alto valor, junto con la importación de arroz barato. Desde 1996, las importaciones promedio de arroz han regresado a los niveles de la década de 1960. En Nueva Écija, el rendimiento de arroz irrigado se ha estancado en unas 5 a 6 toneladas en una buena temporada agrícola. Sin embargo, algunos agricultores aducen que el rendimiento ha disminuido. Con un crecimiento poblacional de 2,3% (1994), este escenario sin duda dará lugar a una mayor disminución del auto abastecimiento de arroz.

El nuevo programa de producción de arroz exige a los agricultores formar parte de alguna organización antes de acceder a préstamos. Solamente el 15% de los agricultores a los cuales apunta el Programa de Incremento de Producción de Granos (conocido como Gintong Ani desde 1996) ha adquirido préstamos de las fuentes acreditadas por el programa. Los propietarios de grandes extensiones de tierra son los que más se benefician del programa y fácilmente pueden obtener privilegios en los préstamos porque controlan la producción y tienen fuertes conexiones políticas y empresariales. La mayoría de los pequeños agricultores continúa dependiendo de usureros para sus préstamos y por ese servicio tienen que pagar intereses hasta del 30 % por temporada.

Entre 1988 y 1992, el índice de precios para el arroz aumentó sólo 44,1%, mientras que el incremento del índice general de precios fue de 65,6%. Los agricultores señalan que las utilidades de la producción de arroz continúan cayendo porque los fertilizantes químicos se están volviendo menos efectivos y los costos de insumos y de mano de obra crecen a mayor velocidad que el precio de arroz «puesto en fincas». El costo y la escasez de mano de obra han forzado un cambio y, ahora, en vez de transplantar el arroz, se siembra directamente en la temporada seca. Esto significa mayor dependencia en herbicidas y menos ingresos reales para los agricultores. Muchos están realizando actividades fuera de las fincas, otros migran a áreas urbanas o buscan empleos en el extranjero. Los agricultores han puesto mayor esfuerzo en la crianza de pollos, patos y cerdos y en el cultivo de árboles frutales, tales como el mango, y de hortalizas, como por ejemplo: cebollas, ajo, pimentón y pepino. Estas líneas adicionales se están volviendo elementos cada vez más importantes, para proporcionar dinero en efectivo a los agricultores. Sin embargo, esos productos son cultivados principalmente sobre la base de contratos, incrementando así la dependencia de los agricultores de los agronegocios.

Ya que la agricultura pareciera no tener un futuro promisorio, los agricultores se ven fuertemente motivados a invertir en la educación de sus hijos, para que la nueva generación pueda construir su futuro fuera de la agricultura. A comienzos de la década de 1990, hubo un desarrollo económico favorable en Filipinas. Se crearon muchos puestos de trabajo no agrícolas, lo cual permitió acelerar el proceso de transformación económica. Desafortunadamente, la crisis económica del Asia sur oriental y el balance de crecimiento negativo del comercio (US$ 5.383 millones en 1997) incrementaron el desempleo de 10,9% en 1996 a 13,3% en 1998 y se cortó la oferta de puestos de trabajo no relacionados con la agricultura.

Sostenibilidad en juego
La economía del arroz es hoy dominada por monocultivos.

La sostenibilidad económica del cultivo de arroz en Nueva Écija no solamente está bajo constante presión, sino que los agricultores también enfrentan serios problemas ecológicos (ver Kabir, p. 14). La calidad del suelo se está deteriorando, probablemente por desequilibrios causados por los fertilizantes, plaguicidas y herbicidas químicos, y por una irrigación continua. Los problemas identificados por los agricultores incluyen capas duras, acidificación del suelo y fertilizantes de nitrógeno cada vez más ineficaces (ver Hipolito, p. 24). Los científicos de PhilRice, de la Oficina de Manejo de Suelos y Agua, y del IRRI están preocupados por las deficiencias de P, K y Zn, y por el bajo nivel de materia orgánica en el suelo.

Muchos agricultores que no tienen acceso a los servicios de ANI, instalaron pozos poco profundos, ya que el agua de irrigación es uno de los insumos más críticos en la producción intensiva de arroz. Sin embargo, el nivel de agua comenzó a decaer y los agricultores tuvieron menos agua para irrigar, en particular durante períodos de baja recarga, como por ejemplo, durante la sequía de 1998. Mientras se perforen más pozos y en las partes altas de las cuencas se siga eliminando la cobertura vegetal, el riesgo de que se agote pronto la napa fréatica de Luzón Central es cada vez mayor.

Antes de la Revolución Verde, los agricultores de Nueva Écija usaron una amplia gama de variedades tradicionales de arroz, incluyendo Tjeremas, Intan, Binato, Raminad, Wagwag y Milagrosa. Estas variedades maduran tarde, tienen tallos largos y su calidad como alimento es superior al de las variedades modernas. Pero hoy, rara vez se plantan variedades tradicionales en Nueva Écija.

Han desaparecido casi todos los animales silvestres de las fincas, tales como: ranas, caracoles, cangrejos, cigarras-topo, camarones, peces y los insectos predadores, vitales para mantener un ecosistema equilibrado. Muchas de estas especies eran importantes y constituían fuente de alimento barato. También se han incrementado los problemas de salud y los agricultores atribuyen esto al continuo e intensivo uso de fertilizantes, plaguicidas y herbicidas químicos.

No todos los agricultores de Nueva Écija estuvieron dispuestos a permanecer siendo víctimas pasivas de los problemas que conlleva el desarrollo. Ya en 1980, los agricultores de KADAMA y KALIKASAN estaban experimentando alternativas al paquete de la Revolución Verde. Se introdujeron nuevamente y mejoraron variedades tradicionales de arroz, plaguicidas biológicos y fertilizantes orgánicos (ver páginas 19 y 20). Los agricultores comenzaron a reconstruir vínculos cooperativos entre ellos, reconociendo que éstos se habían debilitado.

KADAMA y KALIKASAN tienen sensibilidad y responden a las necesidades de sus comunidades. Mirando al pasado, evaluaron sus experiencias y eligieron la agricultura sostenible del arroz como su opción para el futuro. En esto, son pioneros.

De: Vargas DS, Abon MG, Divina CC y Bibal LD, 1998. Agricultural development in Nueva Ecija: the case of Rajal Centro and Triala. Informe para el Programa de Investigación de ILEIA.

Danilo S. Vargas, Marilou G. Abon, Cynthia C. Divina y Lolita D. Bibal, Centro de Estudios de Luzón Central, Universidad Estatal de Luzón Central, Muñoz, Nueva Écija, Filipinas.

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