marzo 1997, Volumen 12, Número 3
Rastreando el cambio

Agricultura orgánica en el norte de Ghana

HANNAH ZEMP-TAPANG | Página
TIPOGRAFÍA
SMALL
MODO LECTURA
COMPARTIR

Parte de los esfuerzos de ILEIA para comprender los factores que fomentan o limitan la agricultura ecológica consiste en documentar y aprender a partir de experiencias existentes. Hannah Zemp-Tapang, periodista ganesa, fue invitada para documentar experiencias sobre agricultura ecológica en el norte de Ghana. Este artículo presenta algunos de sus hallazgos. Un informe completo está disponible en ILEIA a solicitud.


Chacra orgánica Zasilari: el señor David Agongo con su pasadizo de leucaena / Foto: Hannah Zemp-Tapang

Al dirigirnos a Goziire, lo primero que noté fueron campos esparcidos con mijos descompuestos y tallos de sorgo, y le comenté a mi esposo: ¿Está tan seriamente afectada esta gente? Para entonces, habíamos visitado muchos pueblos en la parte norte de Ghana y ninguno como Goziire, en este período de la época de cultivo, cuando la tierra está siendo preparada para sembrarla. A diferencia de Goziire, en muchos otros pueblos, los agricultores estaban recolectando los residuos del cultivo y quemándolos para facilitar el arado. Pero, aquí, en Goziire, he visto a los agricultores cavando con azada entre los tallos, preparando la tierra para sembrarla.

Los dos funcionarios de agricultura del Proyecto Agrícola Nandom, que nos acompañaron desde Nandom, nos condujeron donde el Jefe, Naa Leo Yiryel, quién había ayudado a su pueblo a comienzos de la década de los 80 a probar la agricultura orgánica y más adelante a adoptarla. De acuerdo con Naa Yiryel, después de un largo período usando fertilizantes químicos en sus fincas, llegaron a la conclusión de que éstos no habían proporcionado fertilidad duradera al suelo. Cuando el gobierno suprimió el subsidio a los fertilizantes y otros insumos agrícolas, muchos agricultores ya no pudieron permitirse el uso de fertilizantes químicos. En los primeros años, pensaron que los remanentes de los fertilizantes químicos usados en años anteriores los ayudarían, pero, para su sorpresa, la producción fue mucho menor de la que habían obtenido en los años anteriores a su introducción.

«Lo que producíamos apenas podía mantener a nuestras familias y a nosotros durante el año», afirmó el jefe. «Nos comenzamos a desesperar y no sabíamos qué hacer. Entonces, la gente del Proyecto Agrícola vino a nuestro rescate». A pesar de su difícil situación, los pobladores de Goziire no cambiaron rápidamente a la agricultura orgánica. «La probamos poco a poco, como un niño comería un plato caliente de mazamorra (gachas)», señaló Naa Yiryel. «Usted sabe, hemos atravesado muchos cambios en nuestros sistemas agrícolas y no podríamos tomar éste simplemente como cualquier otro.»

Paso a paso
Sin embargo, gradualmente, los pobladores dejaron de quemar y usaron algunos de los residuos del cultivo para compost y como paja para la protección de las raíces. También elaboraron abonos orgánicos de los desperdicios caseros y añadieron un poco de cualquier estiércol animal que consiguiesen. En dos años, explicó el Jefe, muchos de ellos estuvieron convencidos de que la agricultura orgánica era lo mejor para ellos. Los pocos que se mantuvieron al margen también se unieron y la comunidad entera la adoptó. Lograron acuerdos con poblados vecinos para controlar sus fuegos y no les permitieron que se extendieran a Goziire. Incluso formaron patrullas comunales anti-incendio para asegurar esto.

Vitalis Gyeyri, quien estaba en su finca, interrumpió su trabajo para hablar con nosotros. Como muchos de sus colegas, cultiva sorgo, mijo, caupí, maní, camotes (batatas) y una pequeña cantidad de maíz. El maíz, señaló, anteriormente no se producía bien cuando el suelo estaba deteriorado, pero, después de unos pocos años de usar material natural para rejuvenecer el suelo, ahora se puede sembrar una pequeña cantidad de maíz para ser comido cuando está fresco (el mijo y el sorgo son los alimentos principales). La finca de Vitalis compuesta de cuatro hectáreas, produce lo suficiente para alimentar a su familia más sus parientes. Comenta que después de cerca de seis años de agricultura orgánica, su cosecha ha incrementado aproximadamente en un 200%. Aunque no mide su rendimiento, lo estima «al ojo» y realiza comparaciones de año en año.

El pueblo de Goziire sobrellevó los problemas de la agricultura orgánica durante los primeros años de adaptación. Elaborar compost de los desperdicios caseros y más tarde, esparcirlo, no fue fácil para las mujeres a quienes se les asignó esta parte del trabajo. Para los hombres, no fue más fácil lidiar con los tallos de mijo y sorgo mientras desyerbaban el campo. Pero, con el tiempo, se han acostumbrado a ella y ahora manifiestan no tener problemas.

Un cambio duradero
Al hablar con muchos agricultores, nos hemos enterado que la agricultura orgánica se introdujo a inicios de la década de los años 80 o aún antes por ONG dedicadas a la agricultura y algunos funcionarios de agricultura, quienes habían previsto y creído en los beneficios duraderos de la utilización de material natural para fertilizar el suelo. Algunos de estos agricultores se interesaron en ella y la pusieron en práctica mientras sus «maestros» estaban cerca. Tan pronto como éstos se marcharon, la abandonaron y retornaron a sus antiguas prácticas. Una de las comunidades donde sucedió esto es Sagadugu, cerca a Walewale, donde un proyecto de agricultura orgánica con apoyo holandés se estaba llevando a cabo hasta que el líder comenzó a involucrarse cada vez menos y posteriormente, se enfermó y murió. Aun cuando el Jefe diga que existen unos pocos agricultores que practican la agricultura orgánica en esa comunidad, los agricultores que encontré habían retornado a sus antiguos métodos de quema. La razón que aducen es que desde que su líder no está, ellos no pueden continuar por sí mismos. La razón real puede ser que nunca estuvieron convencidos de los beneficios del método. Los agricultores, que practican la agricultura orgánica, con quienes conversé en otras comunidades, y que no han tenido nunca a nadie que los lideres, han aprendido ya sea observando a sus vecinos o mediante experiencias accidentales, y más aún, afirman que no intentarían probar ningún otro método agrícola.

Kankpung Jinjir de Bunkpurugu, que estaba trabajando en su huerto, afirmó: «Nunca más usaría fertilizante químico ni aunque me lo dieran gratis». Kankpung tuvo la desagradable experiencia de cosechar muy poco cuando no utilizó fertilizante alguno en su finca, luego de cuatro años de utilizarlo. Fue entonces cuando comenzó con la práctica de la agricultura orgánica. No sabía nada sobre el abono verde y el cultivo asociado pero no quemó los residuos de su cultivo, sino que los utilizó como abono y paja.

Kwabena Lambon también de Bunkpurugu dejó de utilizar fertilizantes químicos hace tres años porque era muy costoso. Aprendió de sus vecinos que podía utilizar las cáscaras del maní (cacahuete), los desechos de cocina y los residuos del cultivo para compost. Esto, dice, ha mejorado mucho su suelo. «Todavía obtengo tanto como lo que obtenía cuando utilizaba fertilizante químico pero, ahora no tengo que gastar dinero y observo que mi suelo ha mejorado».

Konjit Laar, una viuda del mismo vecindario, me contó que quería mejorar la fertilidad de su finca pero que no podía afrontar los gastos de fertilizantes. Entonces decidió utilizar los desechos de cocina y las cáscaras de maní como compost. Puesto que esto constituía una pequeña cantidad, y no podía alcanzar para toda la finca, cada año, ella cubría una porción cada vez más grande con compost. «Después de los dos primeros años, vi la diferencia entre los cultivos en los que utilizaba compost y en los que no utilizaba ningún tipo de abono. Entonces me convencí que existe fertilidad en las cáscaras de maní y en los desechos de cocina», afirma. Konjit es muy conocida por su amor a las cáscaras de maní. Pero, como ella explicaba, ésa es la única materia orgánica que puede adquirir fácilmente, ya que existe una fuerte competencia por el estiércol animal y la materia descompuesta recolectadas del basural de la comunidad.

Aprendiendo por accidente
Los agricultores individuales que están involucrados en agricultura orgánica en la región norte de Ghana principalmente utilizan estiércol, desechos de cocina, residuos de la finca y materia fecal humana descompuesta. Ellos no queman los residuos y algunos usan los largos tallos del mijo y del sorgo para formar barreras que contengan la erosión. Más adelante, en un año o dos, esto se descompone y se esparce en la finca y se colocan tallos frescos en su lugar. Al visitar fincas en Najong y Bunkpurugu, esto parece ser una práctica común, incluso entre agricultores que no practican estrictamente la agricultura orgánica.

Osei Duut de Najong afirmó que se inició en la agricultura orgánica por accidente. Solía recolectar todo el residuo del cultivo apilándolo y quemándolo antes de preparar la tierra. Algunos años antes, comentaba, no fue lo suficientemente listo para realizar todas sus labores, o tal vez las lluvias se presentaron antes de lo esperado; por consiguiente, fue imposible para él quemar las pilas debido a una fuerte precipitación. Nunca encontró el tiempo correcto para hacerlo hasta haber preparado la tierra y la semilla. Para entonces, era innecesario. Al año siguiente, las pilas de los residuos del cultivo se habían descompuesto y él decidió esparcirlas por partes en la tierra. «Cuando mi mijo comenzó a crecer, podía ver la diferencia entre los cultivos que crecían en las áreas con materia descompuesta y aquellos que carecían de ésta. Y luego sucede que la materia descompuesta era estiércol. Desde entonces, lo he utilizado en grandes cantidades y también he utilizado heces animales». Osei comenta que sus vecinos admiran sus cultivos pero le bromean diciendo que la fertilidad proviene de restos humanos puesto que cultiva en la tierra de un antiguo cementerio. «No me interesa lo que dicen pero sé que gradualmente aceptarán lo que estoy haciendo ya que una bolsa de fertilizante químico cuesta hoy C30,000.00 ( alrededor de US$18 ) y si tienen que usar dos bolsas, ¿cuánto tendrán que cosechar para cubrir los gastos y además tener algo que dejar para ellos?».

Desesperados
La opinión de Osei parece estar a la orden del día en la parte norte de Ghana que abarca cerca del 40% del país y donde la mayoría son agricultores de subsistencia. Muchos de ellos ahora piensan que los fertilizantes químicos son muy costosos y los están substituyendo por estiércol animal. Sin embargo, el estiércol animal no es para todos puesto que no todo agricultor tiene animales. Muchos están desesperados por encontrar formas que incrementen la fertilidad de sus suelos, pero no saben que muchas de estas podrían provenir de los residuos de cultivos que queman cada año. Cada año luchan por obtener lo suficiente para alimentar a sus familias. Sin embargo, en muchas familias, el hambre es una realidad, sobre todo en las regiones altas donde los suelos son pobres y sobreutilizados. El área geográfica tiene un pasado histórico y tradicional similar, a pesar de estar compuesta por tribus diferentes. El área experimenta lluvias erráticas – usualmente entre 800 y 1000 mm. por año. Esto es mayormente irregular, y en muchos años no existe ni sequía ni inundación, lo cual no promueve una buena producción agrícola. Los suelos han sido sobreutilizados durante años y, son pobres y propensos a la erosión. Ello explica porque los agricultores, en su mayoría, están desesperados, pero, igualmente temen emprender nuevos métodos como la agricultura orgánica. Nos dan diferentes razones – desde la ignorancia hasta el temor a las serpientes y escorpiones que podrían ser atraídos por la materia orgánica de la finca. Un agricultor en Zasilari cree que no quemar la finca antes de sembrar constituye «una finca sucia». Otro dice, al debatir sobre dejar los residuos del cultivo en la finca: «¿Cómo puedo desyerbar con todos esos tallos hincándome?».

Pero, para los agricultores en Goziire, con suciedad o sin suciedad, con tallos o sin ellos, la agricultura orgánica es más un beneficio que un problema. Vitalis resume todo cuando afirma: «si debemos producir lo suficiente para alimentar a nuestras familias y a nuestros parientes, entonces tenemos que asegurarnos que nuestros cultivos rindan bien. Y aun cuando es más fácil aplicar fertilizante químico, no podemos ignorar el costo monetario y el daño que produce a nuestros suelos. Por consiguiente, les diré que la agricultura orgánica es la mejor alternativa».

Ediciones Anteriores

LEISA es una revista trimestral que busca difundir experiencias de agricultores familiares campesinos.
Por ello puedes revisar las ediciones anteriores.

Suscribete para recibir la versión digital y todas las comunicaciones que enviamos periodicamente con noticias y eventos

SUSCRIBIRSE AHORA