marzo 2021, Volumen 37, Número 1
Agroecología e investigación participativa: experiencias en los Andes

Una mirada a los logros y desafíos de las asociaciones agroecológicas de mujeres en Cotopaxi, Ecuador

ROSS MARY BORJA, TRENT BLARE, PEDRO J. OYARZÚN, GUADALUPE PADILLA, SONIA ZAMBRANO | Página 5-10
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Este artículo presenta el devenir de asociaciones de mujeres que trabajan con agroecología y que han logrado cierta relevancia en sus esfuerzos por insertarse diferenciadamente en mercados urbanos. Se trata de productoras de muy pequeña escala, mujeres campesinas consideradas como productoras de subsistencia con eventual interés en la asociación. Nuestra apuesta fue que estas pequeñas organizaciones –tres con mayor trayectoria y tres recientes: Semilla y Vida, La Delicia, Chackras Comunitarias, Estrella del Amanecer, Espiga Dorada y Mujeres Solidarias, ubicadas en las parroquias de Mulalillo y Cusubamba en Cotopaxi, Sierra Centro del Ecuador– son capaces de formular o influenciar las reglas de acceso a mercados, de lograr espacios territoriales, promover la propuesta agroecológica e influenciar el ambiente alimentario. Buscamos compartir las miradas de las mujeres asociadas y de sus aliados, la naturaleza de las asociaciones, sus motivaciones para organizarse, lo que más valoran de su organización, los cambios principales en sus esfuerzos por poner alimentos producidos en forma sostenible en el mercado y los impactos que este proceso ha generado en ellas mismas, en sus familias, su comunidad y en el entorno local.

Compañeras visitan huerta de doña Clara. Autores

Las propuestas ligadas a la modernización del sistema alimentario y la industrialización de la comida han generado un distanciamiento cada vez mayor entre quien produce y quien consume (Lacroix y otros, 2013), impactando en forma dramática a los sistemas culturales y alimentarios de las poblaciones rurales (Chamorro, 2012). Uno de los paradigmas nacidos de este concepto modernizador es que la producción de los pequeños productores es ineficiente, incapaz de generar formas efectivas de acceso a mercados y de influenciar la vida política, económica y social en sus territorios.

En consecuencia, este tipo de agricultura ha sido negada por las miradas oficiales y la investigación agrícola. Sin embargo, en Ecuador es la agricultura familiar y comunitaria la que provee la mayoría de alimentos frescos a las ciudades (entre 50 y 70%, según Comunidad Andina, 2011). Y lo hace en solo un 10 a 15% de la tierra en uso agropecuario. Así su eficiencia, productividad (Chiriboga, 2012) y relevancia no necesitan mayor discusión. La pequeña agricultura tradicional andina, en sus aspectos ancestrales, es considerada una forma de agroecología (Altieri, 2011).

Las formas institucionales de la comercialización moderna excluyen a los campesinos e ignoran o subvaloran sus productos. Hay un paradigma modernizador dominante que privilegia el carácter individual de las prácticas campesinas (Rebai, 2018). Los pequeños productores encuentran barreras e inequidades en la comercialización: falta de información de mercado (Ogutu y otros, 2014), volúmenes pequeños (Markelova y otros, 2009), falta de acceso al crédito (Marr y otros, 2016), bajos niveles de organización, débiles capacidades gerenciales y de negociación (Blanc y Kledal, 2012), por lo que se insertan en condiciones desfavorables en las cadenas productivas alimenticias, controladas por los intermediarios, la agroindustria y una distribución cada vez más monopólica, con precios bajos y volátiles (Chaveaeu y otros, 2010).

Importancia de la pequeña agricultura y de las mujeres en la producción agrícola

La pequeña agricultura en Ecuador –en la sierra andina en particular– dista mucho de ser homogénea (Chiriboga, 1997). Se han propuesto tipologías para trabajar más efectivamente en las áreas de desarrollo y generación de políticas públicas. Tradicionalmente la agricultura en nuestro país ha sido considerada de carácter bimodal: pequeños productores y producción industrial (Schejtman, 2006). Una de las diferencias centrales entre estas dos categorías se encuentra en el objetivo de la producción, que marca a la pequeña agricultura como fuertemente ligada al consumo propio basada en su mano de obra y, en cierta medida, al mercado. En cambio, la industrial se enfoca en maximizar las ganancias y se basa en el trabajo asalariado (Schejtman, 2006).

Un cambio importante en la pequeña producción andina durante los últimos 20 años es que las mujeres han asumido la administración y la producción en las fincas y que su participación es mayor en unidades más capitalizadas (Chiriboga y otros, 1995). La migración, principalmente masculina, fue un importante motor de este cambio. Sin embargo, aun cuando su contribución a la agricultura aumentó significativamente, su nivel de empoderamiento en la toma de decisiones, y en el acceso y control de los recursos productivos y económicos es mínimo (Twyman y otros, 2015; Mosquera, 2018).

Además, más productoras comenzaron a asumir roles comunitarios y fomentar formas asociativas al interior de sus comunidades. Al participar colectivamente buscan mejorar su poder de negociación, reducir costos de transacción en acceso a insumos y productos, obtener información, aprovechar mercados de alto valor y lograr economías de escala, entre otros (Markelova y otros, 2009). Por eso postulamos que son actoras claves para un cambio de paradigma que busca crear un sistema alimentario alineado con la agroecología, más justo con productoras y consumidores, con una dieta más sana y que contribuya a la protección de los sistemas ecológicos.

Metodología de trabajo

Para probar nuestra hipótesis, durante los últimos 10 años facilitamos un proceso de acción-investigación participativa en acceso a mercado con asociaciones de pequeñas productoras agroecológicas. A través del seguimiento periódico y la planificación continua, documentamos el proceso organizacional, los cambios internos y sus relaciones. Esto permite la inclusión de opiniones y visiones de las productoras así como el enfoque en el proceso más que en los efectos o resultados obtenidos (Patton, 1980). Además, como parte de la observación participante, acompañamos a las asociaciones en las actividades de gestión con actores locales.

Para triangular la información recopilada, aplicamos una encuesta semiestructurada a la dirigencia y a personas claves de las asociaciones que conocen el proceso. Tres lideresas históricas fueron seleccionadas por asociación. Indagamos sobre el origen de las asociaciones, sus motivaciones para iniciar procesos agroecológicos, los factores para la comercialización colectiva, sus logros y desafíos. Enfatizamos los impactos del reconocimiento local a sus liderazgos, y el tipo y fortaleza de los vínculos creados más allá de los espacios productivos y económicos. Complementamos los datos obtenidos con una revisión de literatura.

Para las organizaciones, gobiernos locales, ministerios, ONG e institutos presentes en el territorio o que estuvieron relacionados con las asociaciones, definimos una lista de personas a entrevistar. Utilizamos el método de “bola de nieve” para completar la selección previa de actores. Una entrevista semiestructurada fue desarrollada por cada tipo de actor. En total aplicamos 52 entrevistas a 18 socias; cuatro actores/as políticas; cinco representantes de ONG; cuatro de organizaciones gubernamentales, uno de la universidad y 20 dirigentes comunitarios.

Resultados

Cotopaxi es un territorio que cuenta con significativos procesos históricos de participación, (Mosquera, 2018). En principio, la gente se movilizó por la tierra, armaron sus organizaciones y lograron mejoras. A pesar de que funcionaban, eran organizaciones de hombres. Esto generó inconformidad y creó objetivos comunes de género. En prácticamente todo el territorio, grupos de mujeres empiezan a reivindicar sus derechos y a asociarse con organizaciones mayores.

Aunque las asociaciones devienen de un proceso de acción colectiva, su génesis también estuvo ligada a las intervenciones de desarrollo del Estado y de otros actores durante las décadas de 1990 y 2000. Aunque una de sus preocupaciones centrales fue la consecución de proyectos productivos en beneficio de las mujeres a través de su gestión, se propusieron acceder a capacitación, a apoyos en la lucha contra la violencia de género y, en general, a un mejoramiento de las condiciones de vida de sus familias. Se explica así que las asociaciones hayan impulsado una agenda social y política orientada a hacer más visible su problemática, a ganar espacios en la agenda política y, particularmente, a canalizar recursos hacia sus propuestas. La mayoría reconoce que en los últimos años existe una mayor preocupación por temas de acceso a mercado y producción agroecológica y, al menos en un caso –el de la Asociación La Delicia–, por lograr una asociatividad territorial mayor (cuadro 1).

De la participación en la asociación y su rol en la comunidad

Un aspecto central en la continuidad de una asociación está en su pertinencia y gobernanza interna. La asociación ofrece un espacio protegido con múltiples propósitos a las mujeres. Las socias reconocen que se han mantenido porque su funcionamiento no entra en tensión con los tiempos disponibles, les permite conversar y reflexionar y, en particular, ha sido un semillero de dirigentes para diferentes organizaciones comunitarias de mayor grado. Destacan su participación en espacios como el Cabildo y las Juntas de Agua. Enfatizan que la demanda por los temas comunitarios (mingas, cargos directivos) significa una fuerte carga en sus actividades y tiempos. Pocas son las dirigentes que no han jugado un rol en la dirigencia comunitaria. Sin embargo, indican que rara vez acceden a la presidencia o Cabildo, por lo que su participación en la estructura comunitaria no siempre ocurre en cargos de toma de decisión. Se les busca por su transparencia en el manejo de fondos principalmente.

Agroecología y acceso a mercado: cambios, logros y aprendizajes

En términos de la transición hacia la agroecología en producción y comercialización de productos alimentarios, reconocen la influencia de varias organizaciones externas, sobre todo ONG presentes en el territorio. La mayoría señala que la producción agroecológica actual representa alrededor del 70% de su producción comercializable, un cambio importante en una zona donde el monocultivo de papas, maíz y cebada era dominante.

Respecto a cambios significativos desde la agroecología, existen diferencias entre los dos grupos de asociaciones. Las más avanzadas destacan la reducción de uso de insumos químicos, el aprender a calcular costos de producción y los conocimientos adquiridos sobre las relaciones entre salud y agricultura. Todas señalan la introducción de la horticultura, los huertos y la diversificación de cultivos como innovaciones mayores. De allí que los productos agroecológicos estrella sean hortalizas; en menor medida frutales, mellocos (Ullucus tuberosus Loz.), maíz. La experimentación y los bioinsumos fueron mencionados ampliamente.

Las chacras de las socias vinculadas a mercados son muy diversas; ellas se sienten orgullosas de eso. Doña Rocío Quingaluisa, de La Delicia, señala lo siguiente: “Intentamos producir tantos tipos de verduras como sea posible. No tenemos que ir al supermercado, porque cultivamos todos nuestros alimentos en casa, en nuestra propia chakra”. Otras dijeron que cultivaban distintas variedades de verduras “para poder controlar las plagas”.

La producción agroecológica ha sido un elemento clave para vincularse con los mercados locales y una gran variedad de mecanismos han sido explorados, principalmente ligados al ambiente institucional, donde se ha logrado una buena gestión. Destacan ferias de los gobiernos locales, convenios con los ministerios, ventas en bodegas, en chacras, entregas a domicilio, a restaurantes o puerta a puerta, canastas, etc. Tal relacionamiento, a su vez, les ha generado una gran cantidad de vínculos y aprendizajes.

En las asociaciones más avanzadas, precios justos y costos de producción son elementos centrales para una buena negociación en el mercado. Indican que han desarrollado competencias en atención al cliente, en cómo crear confianza, y han aprendido a dialogar con los consumidores. Notan que hay mayor preocupación por la salud y que los consumidores demandan productos cultivados localmente y de forma sana”. Sin embargo, reconocen que en las asociaciones más jóvenes todavía hay mucho que trabajar al respecto.

Esta situación representa un gran cambio respecto al ambiente vivido una década atrás. Doña Rosa, de la Delicia señaló: “En el mayorista nadie quería mis productos y la gente ofrecía precios muy bajos. No valía la pena”.

Uno de los logros más significativos en asociaciones más avanzadas ha sido su contribución a visibilizar la agroecología y a facilitar la incidencia política. Por su accionar se sienten referentes para los gobiernos locales y el Ministerio de Agricultura (MAGAP). Con base en su experiencia y conocimiento, han promovido sistemas de confianza para sellos agroecológicos y certificación participativa, entre otros. Esta participación estimuló y fortaleció a la dirigencia y, por ende, a las socias. Pero manifiestan que sus logros están fuertemente ligados al reconocimiento y la apreciación por sus productos agroecológicos, a la credibilidad de los consumidores y que en algunos casos esto ha significado mayores procesos de transparencia al interior de sus organizaciones.

Reconocen que hay otros logros que van más allá del acceso a mercado. Hay un cambio en la percepción de ellas mismas como productoras agroecológicas y en la ampliación de sus relaciones y redes sociales. Pero también destacan el acceso a semillas y materiales de siembra, animales menores y mayores, y construcción de reservorios.

Efectos por asociatividad en las socias y en el entorno comunitario

La capacidad de vocería y gestión, un mejor relacionamiento social y una mayor apreciación en el hogar son algunos de los efectos reconocidos en todas las asociaciones (cuadro 2). Han logrado también influir sobre las formas en que las comunidades realizan agricultura, que son de beneficio comunitario. Esto puede apreciarse en las barreras vivas implementadas en las parcelas, en nuevas especies incorporadas y en nuevas técnicas de manejo de semillas, o en mecanismos de sostenibilidad como el manejo del pase en cadena o 2 x 1 (toda semilla aportada al banco con fines de producción es devuelta por los comuneros en la modalidad de 2 x 1). Las asociaciones más antiguas han influenciado a las más nuevas, han involucrado más gente de la comunidad en giras de aprendizaje, intercambios y réplicas de huertos.

Las razones que motivan a las socias a mantenerse en la asociación y vender colectivamente hacen referencia a que es un espacio que les confiere sentido de pertenencia, permite el desarrollo de liderazgo y solidaridad y ayuda a conseguir apoyos. Reconocen que ganar su propio dinero, sobre el cual pueden decidir, significa un cierto grado de empoderamiento y que son un poco más independientes. Para una gran parte de las productoras, mejorar sus competencias para relacionarse con públicos diversos y generar nuevas conexiones sociales y de comercio, son importantes incentivos para justificar su salida a mercados.

El actuar como grupo significa superar las barreras a la comercialización: “Vender en grupo es bueno porque nosotras no estamos solas. Estamos unidas y podemos ayudarnos” (Doña Victoria, La Delicia). Aunque han superado algunos de los desafíos, participar en mercados no es fácil; las socias tienen que cooperar, necesitan que haya confianza y compromiso entre todas para cumplir con sus responsabilidades.

La asociación y la dirigencia comunitaria

A pesar de los múltiples logros y beneficios, las socias sienten que desde la dirigencia de la organización comunitaria no hay reconocimiento a su accionar, respeto por la agenda de actividades, así como tampoco una preocupación por fortalecer a las asociaciones. Por ello, no reconocen un efecto positivo de la organización comunitaria en la asociación.

Las asociaciones son sensibles al ambiente institucional donde se mueven proyectos y oportunidades. Al analizar los desafíos actuales en crecimiento, destacamos un elemento común que sobresale: “el ambiente institucional está complicado”. Esto se expresa en la falta de apoyo y muchas veces en un ambiente hostil para las mujeres. Frente a este abandono institucional resulta difícil mantenerlas motivadas y requiere de un gran esfuerzo. Ellas reconocen como solución que hay que desligar los temas de crecimiento de la consecución o no de proyectos, además de mejorar la relación asociación-autoridades comunitarias y generar iniciativas para jóvenes y lograr puntos de venta propios.

Las asociaciones desde las miradas de actores comunitarios y del ambiente institucional externo

Las asociaciones comunitarias realizan sus actividades en un ambiente organizacional interno y externo complejo. En este ambiente se destacan múltiples organizaciones comunitarias, públicas y ONG que han apoyado e impulsado intervenciones en desarrollo a través de la provisión de apoyos, de información y asistencia técnica y fortalecimiento de capacidades. Las organizaciones relacionadas con el agua y el Cabildo son, en general, las más importantes con respecto a la gobernanza y participación de la comunidad.

Hay que notar que la mayor parte de los entrevistados ven que las asociaciones de mujeres tienen un rol muy positivo en sus comunidades. Son vistas como organizaciones muy persistentes, solidarias y unidas y que saben gestionar apoyos. Al haber influido en la formación y vida de sus socias, permiten el trabajo coordinado con las instituciones y promueven la agroecología, asistencia técnica y transferencia en sus comunidades. Su mayor fortaleza radica en su unidad y capacidad organizativa, su identidad productiva agroecológica y su capacidad de crear beneficios por un bien común.

Al analizar las debilidades, los personeros de las instituciones públicas manifiestan que las asociaciones fallan en contar con una visión de futuro, con un plan estratégico con metas claras, en comunicar su quehacer y en un mayor trabajo de coordinación. Entrevistados del MAGAP opinan que no cuentan con un modelo cooperativo de negocio y no comercializan en forma asociativa. Entrevistados de ONG encuentran que, por sus condiciones socioeconómicas, les falta capacidad para la producción y la difusión de productos agroecológicos a escala; hay inmediatismo en cuestión de resultados en las socias, mientras ocurre un envejecimiento y un lento proceso de transición generacional. Pero no solo son estos factores internos que limitan su accionar. Hay una activa competencia desleal por parte de los intermediarios en plazas y mercados y en los mercados tradicionales existen estructuras de poder que operan en desmedro de las propuestas por alimentos agroecológicos.

En general, las dirigencias de las asociaciones mantienen un nivel de contacto pobre o regular con otras organizaciones comunitarias. Esto es bastante crítico y generalizado cuando se trata de los presidentes de los Cabildos en la mayor parte de las comunidades. Probablemente el carácter transitorio de estas autoridades y sus afiliaciones políticas y religiosas explican el poco ánimo de las asociaciones por mantener un contacto más estrecho e informar apropiadamente a estas autoridades.

Existe un consenso de que las asociaciones no deben gestionar apoyos o recursos para la comunidad. En algunos casos, reconocen que su accionar genera contactos y vínculos que son útiles a las comunidades, pero que son las organizaciones del Cabildo las llamadas a realizar esas gestiones.

Las ONG opinan que, para lograr mayor incidencia en incentivar el consumo de productos agroecológicos, se deberían promover más acciones de articulación entre organizaciones que producen e impulsan la agroecología, generar apoyos más efectivos de las autoridades locales para su promoción y difusión, y propiciar políticas de capacitación continua y para la dotación de espacios exclusivos en mercados. Mejorar el impacto de las asociaciones implicaría trabajar un modelo de gestión más cooperativista, mejorar los procesos internos de gobernanza y planificación estratégica y facilitar el desarrollo de capacidades con base en un portafolio que represente el interés de las mujeres.

Desde las instituciones públicas se opina que, en el desafío de las asociaciones por lograr mayores impactos en el sistema alimentario, las instituciones externas deberían mejorar el perfil profesional de quienes las asisten, facilitar la generación de alianzas y fortalecer o crear redes entre consumidores y productores. Desde el Estado se deben impulsar ordenanzas que mejoren su accionar, identificar presupuestos específicos para fortalecer a las asociaciones, generar confianza en los procesos agroecológicos y su trazabilidad, y apoyar más en la difusión para visibilizar nexos entre agroecología y alimentos sanos.

Comentarios finales

A diferencia de lo que ocurre con las directivas y Cabildos de las comunidades, quienes por ley responden a directivas de organización generadas desde los ministerios, las asociaciones representan un estamento más estable, responsable y con capacidad de generar acción colectiva, entendida aquí como la acción voluntaria de un grupo para buscar intereses u objetivos comunes sociales o económicos (Markelova y otros, 2009) y sueños de largo plazo.

En el presente caso, la acción colectiva de las mujeres participantes en mecanismos de acceso directo a mercados agroecológicos ha estado dando forma a las Redes Alternativas de Alimentos (RAA). A través de estos espacios, han definido el sistema alimentario local. Autoridades y otros actores locales reconocen el rol que juegan estas asociaciones en la transición hacia una agricultura más sostenible.

Dado que las asociaciones están formadas por mujeres de escasos recursos, es comprensible dudar si con este grupo humano se podrían fomentar cambios importantes en agricultura y formas de entender el consumo de alimentos. Los elementos mostrados a partir de sus experiencias y visiones, así como los de actores relevantes de su entorno, nos llevan a pensar que este sector no solo tiene “alguito para ganar” sino mucho más que “alguito” para entregar. Parece indicar también que el tamaño de la finca no es el criterio determinante para medir el éxito o capacidad de influencia de las pequeñas productoras en el sistema alimentario local.

Para valorar su accionar y permanencia, es importante entender qué son las asociaciones, su génesis, sus objetivos y las miradas actuales sobre estos objetivos. Así el compromiso de las socias con la asociación aparece como importante pero no es estable. Depende de cómo las asociaciones perciben su entorno, de sus fortalezas y debilidades en un momento dado.

Las asociaciones han generado impactos mucho más allá de las cuestiones económicas y han influenciado la forma en que las comunidades conciben y realizan la producción. Sin embargo, la vida comunitaria demanda un tremendo esfuerzo a las mujeres más activas en el territorio. Además requiere de un constante balance de intereses entre lo personal, lo familiar y lo comunitario, aunque esto pueda ser una fuente de tensión.

Los resultados muestran que, independientemente de que las productoras se junten para temas agrícolas, la organización les permite discutir temas de mujeres y, en cierta medida, lograr otros fines. Los temas sociales alrededor de la organización tuvieron mayor importancia. En este proceso las socias han tenido que enfrentar desafíos organizativos, de gestión, de control de calidad y de capacitación. No todas las productoras tienen las mismas habilidades sociales o participan con el mismo grado de responsabilidad en los mecanismos. La distribución de los beneficios es un punto crítico pues afecta la necesaria cohesión de la organización y el compromiso de hacer sostenible su presencia en los espacios gestionados.

En la actualidad las asociaciones comercializan localmente, pero no son ni nacen como organizaciones para la comercialización. Las asociaciones pueden hacer un puño en mercado porque se apropian de los entendimientos sobre la producción agroecológica, pero no son ni deben ser vistas como empresas campesinas. Son complejas desde el punto de vista de sus objetivos y perduran por sus bajos costos operativos y gerenciales, pero lograr madurar las competencias es un proceso que ocurre lentamente en la práctica.

Económicamente las formas de acceso a mercado generadas para productos agroecológicos han sido muy beneficiosas. Pero sus preocupaciones no solamente están en acceso a mercado, el cual es mucho más amplio que la venta de productos, sino que hay un mercado de afectos, de dinero y de relaciones. El mercado deviene en un espacio de aprendizaje social, interactivo, que da lugar a múltiples negociaciones e intercambios y donde las relaciones sociales se vuelven más cercanas y profundas. De allí que hablamos de Redes Alternativas de Alimentos.

La disponibilidad de líderes en los diferentes niveles, acompañada de un adecuado flujo de información y de rendición de cuentas (Parrado y otros, 2014) es un factor decisivo para mantener la unidad y continuidad de los procesos, sobre todo ante los frecuentes cambios de la dirigencia y autoridades locales.

El liderazgo, identidad y empoderamiento son elementos importantes para una participación social o asociatividad efectiva y pueden constituirse en elementos de reconocimiento. Las reglas internas y el respeto a los acuerdos generan tensiones y cambios significativos de conductas, aun en organizaciones relativamente pequeñas, con relaciones de amistad y gestión generalmente transparentes.

La participación de las asociaciones en los gobiernos locales constituye una oportunidad política para incorporar en la agenda pública nuevas temáticas y nuevas perspectivas productivas y de consumo. Sin embargo, ganar estos espacios o incidir en ellos ha sido un desafío, condicionado no solo por la capacidad de acción colectiva del grupo, sino también por la capacidad de apoyar el desarrollo de instrumentos y políticas más ajustadas a la realidad de los territorios.

Por otra parte, de acuerdo con la literatura especializada, la participación de las mujeres en espacios de poder local está muy distante de la paridad. En las parroquias rurales, la mayoría ocupa las vocalías, pero son pocas las mujeres que se desempeñan como presidentas o vicepresidentas de juntas. Comúnmente, la participación de las mujeres en los espacios locales se ha entendido como “gestión” de servicios sociales y contribución “voluntaria” al bienestar de la familia y de la comunidad, lo que ha dado lugar a la naturalización de los roles de género (Mosquera, 2018).

Este ejemplo de las asociaciones en Cotopaxi, Ecuador, muestra las posibilidades para la agroecología de romper los enlaces comerciales que favorecen a la agroindustria y de promover un sistema que sea más justo para las productoras y los consumidores. La siguiente tarea no consiste en cómo mejoraremos estas nuevas dinámicas, sino en cómo podemos llevarlas a escala y las asociaciones de mujeres tienen el potencial para ampliar la aceptación de la agroecología.

Ross Mary Borja
Fundación EkoRural.
rborja@ekorural.org

Trent Blare
Universidad de Florida.
tblare@ufl.edu

Pedro J. Oyarzún
Fundación EkoRural.
poyarzun@ekorural.org

Guadalupe Padilla
Fundación EkoRural.
gpadilla@ekorural.org

Sonia Zambrano
Fundación EkoRural.
szambrano@ekorural.org

Referencias

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