octubre 2019, volumen 35, Número 3
Agricultura urbana en América Latina

Ciudad-campo, campo-ciudad. Hacia una agricultura urbana y rural interdependiente, multifuncional y socialmente conectada

FERNANDO R. FUNES-MONZOTE | Página 9-10
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Que el campo se parezca cada vez más a la ciudad en sus beneficios y que la ciudad se parezca más al campo en los suyos, servirá de mucho al futuro de la agricultura, el medio ambiente y la alimentación mundial. En la mayoría de los países aún existe una amplia disparidad entre las condiciones de la vida rural y urbana. Las infraestructuras sociales y de servicios básicos están mayormente ubicadas en las ciudades, como centros de concentración de energía, recursos y población que generan fuertes desbalances y fragilidades en lo económico, lo ecológico y lo social. La contaminación del agua y el aire, la frecuente aparición de epidemias y la irracionalidad del movimiento de bienes de consumo a las ciudades, muchos de los cuales terminan en basureros de escala apocalíptica, no son definitivamente modelos para la sociedad que aspiramos para el futuro.

Terrazas en Finca Marta. AutorCerca de 800 millones de personas migran internamente dentro de los países, una cifra tres veces superior a la migración internacional (FAO, 2018). La mayor parte de este movimiento humano interno es rural-urbano o ruralrural (más industrializado). La mano de obra del campo se dirige a otras actividades que ofrecen mayores dividendos y otro estilo de vida más ligado a actividades de servicios, industriales o burocráticas, mientras que para la mayoría de los agricultores hay una consistente falta de expectativas y de oportunidades. No es más que la confirmación de una matriz de “modernización” dirigida al desplazamiento de las poblaciones rurales que nos llevará a males mayores en términos ecológicos y sociales. En realidad, la modernidad, que presupone el empleo de tecnologías para incrementar la productividad y mejorar el nivel de vida de las personas, debería estar en función de la revitalización del campo con una lógica integrada a sus procesos económicos, ecológicos y sociales.

¿Qué hacer y cómo diseñar modelos de desarrollo humano más inclusivos, respetuosos del medio ambiente y que promuevan el involucramiento de la población urbana en actividades agrícolas? Existe un gran potencial para la diseminación de modelos de producción de alimentos en las ciudades que necesitan ser estructurados de una manera armónica. Un punto de partida interesante es que la mayoría de los citadinos han vivido de alguna manera la experiencia rural. En solo una o dos generaciones anteriores como máximo, quien no vivió en el campo tuvo padres o abuelos que le transmitieron sus vivencias y conocimientos. Somos una población mundial con una experiencia de vida más rural que urbana.

Más allá de lo que podemos hacer en términos tecnológicos u organizativos, es importante enfatizar las cuestiones estructurales que permitan un desarrollo duradero de estrategias de ruralización de las ciudades y de urbanización del campo. Se hace necesario establecer mecanismos de estímulo a iniciativas que fortalezcan la mentalidad de productor, de preservación medioambiental y cuidado de la salud. Procesos educativos que involucren a todos los sectores de la población –desde la infancia hasta las edades más avanzadas– en movimientos enfocados en lograr estos objetivos, son imprescindibles para el cambio de mentalidad necesario.

Interdependencia entre lo urbano y lo rural

La nueva ruralidad, conectada a una nueva urbanidad de manera interdependiente y constructiva, puede generar muchos procesos favorables al desarrollo de ambas. Cuando hablamos de que hay nuevos agricultores que tienen una incidencia en el cambio de percepciones sobre el papel de la agricultura y sus funciones, es producto principalmente de una forma de pensar diferente. Y en parte es porque están pensando más seriamente en cómo conectarse a los consumidores y en cómo hacerlo de manera socialmente activa. Muchos de los agricultores establecidos por largo tiempo en el campo han perdido el vínculo directo con el consumidor debido a las redes de intermediarios y a las reglas del mercado. Estas relaciones entre productores y consumidores no han funcionado de manera transparente y su recomposición es fundamental para inculcar una nueva conciencia sobre el papel de la agricultura y su capacidad para incidir en la manera en que los alimentos son producidos y la preservación del ambiente.

Todo esto tiene mucho sentido en un espacio físico que se convierte en interfaz entre lo urbano y lo rural y donde los diversos actores sociales innovan en la producción de alimentos pero también en sistemas de apoyo comunitario, de demandas dinámicas, de cooperativas de consumidores, etc., en los que no solo se venden productos sino que se intercambian ideas y maneras de contribuir a transformar el sistema alimentario.

El proyecto agroecológico Finca Marta realiza una feria educativa donde ofrece información sobre propiedades y formas de preparación de una amplia variedad de vegetales. Autor

Fernando R. Funes-Monzote
Investigador, consultor y agricultor. Fundador del proyecto agroecológico Finca Marta, provincia Artemisa, Cuba. www.fincamarta.com fincamarta@nauta.cumgahonam@enet.cu

Referencia

  • FAO (2018). Migración rural, agricultura y desarrollo rural. Foro Global sobre Seguridad Alimentaria y Nutrición. Nota informativa. www.fao.org/3/I8722ES/i8722es.pdf

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