Existe gran diversidad de técnicas y estrategias dentro del MEP, muchas heredadas del conocimiento campesino y otras derivadas de años de observación y aprendizaje como presenta la experiencia descrita por Manfrino y otros (p. 14). Una forma de presentar las diversas técnicas y prácticas circunscritas al MEP es diferenciar las estrategias preventivas de las medidas “curativas” o de control directo sobre la plaga. Tal como lo señalan Romero y otros (p. 9), en el primer caso es fundamental un manejo agronómico y ambiental que reduzca lo más posible el estrés en las plantas para hacerlas menos propensas a las infecciones por plagas. Por ejemplo, la adecuada selección de variedades adaptadas a las condiciones edáficas y climáticas, el manejo eficiente del riego, el manejo de la fertilidad natural del suelo, incrementan la resistencia de las plantas al estrés. El diseño de la finca y el manejo de la biodiversidad generan mecanismos de regulación del agroecosistema de carácter preventivo. Prácticas como la asociación de cultivos, corredores biológicos, plantas trampa, cultivos de cobertura, linderos con setos vivos y policultivos, contribuyen a la reducción de la presencia de fitófagos y a la existencia de un mayor número de enemigos naturales, como puede verse en el trabajo de Jiménez y otros (p. 18). Asimismo, dentro del diseño de una unidad productiva se pueden instalar pequeñas “estructuras” que favorezcan la presencia de depredadores de insectos como los “hoteles de insectos” (troncos, cañas, hojas, etc., donde viven avispas, arañas, tijeretas, etc.), estacas donde se puedan posar los pájaros insectívoros, nidos para aves depredadoras de roedores, etc. El abonamiento con materia orgánica, los policultivos y el mulching o acolchado, facilitan una actividad a nivel de suelo que no solo contribuye a la fertilidad natural sino que evita o reduce fuertemente los riesgos de enfermedades.
Las investigaciones en técnicas de carácter curativo son importantes siempre y cuando se entienda que no son la primera opción dentro de un MEP y que, de ser necesarias, son un complemento de las medidas preventivas. Investigaciones como la de Romero y otros (p. 9) aportan conocimientos asequibles a pequeños productores para poder preparar su propia solución acuosa de nim (Azadirachta indica) sin tener que comprar el insecticida vegetal. Es sustancial que las acciones para reducir drásticamente la población de un fitófago que se ha vuelto plaga afecten lo menos posible a sus enemigos naturales, por ejemplo, que los insecticidas biológicos sean lo más específicos posibles, no de amplio espectro.
Lo que desde la agroecología se pretende es generar sistemas agroalimentarios sostenibles; que los productores no sean dependientes de insumos externos y, por tanto, que aprovechen lo más posible los servicios ecológicos que les presta el agroecosistema, como se aprecia en la experiencia de Gomero (p. 22).
Editor invitado