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Los sistemas y prácticas relacionados con los conocimientos indígenas, locales y tradicionales, en particular la visión holística que tienen los pueblos indígenas de la comunidad y el medio ambiente, son un recurso fundamental para la adaptación al cambio climático, pero no se han utilizado coherentemente en los esfuerzos de adaptación actuales. La integración de esas formas de conocimiento en las prácticas existentes hace que aumente la eficacia de la adaptación.

Contribución del Grupo de Trabajo II al Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC). Resumen para  responsables de políticas (p.26).

La realidad del cambio climático es en la actualidad ampliamente aceptada y una de las principales preocupaciones de los centros de investigación científica sobre el clima es saber cuáles serán sus impactos sobre las actividades productivas. Es claro que la agricultura, entendida como el conjunto de cultivos y crianzas, es la actividad más sensible al conjunto de fenómenos climáticos causados por el avance del calentamiento global. Esto es corroborado por el creciente número de testimonios de agricultores campesinos sobre las modificaciones que, principalmente, el aumento de la temperatura provoca sobre aspectos como la distribución altitudinal de los cultivos y la aparición o expansión de plagas. Por esa razón, presentamos en este número experiencias de agricultura campesina de producción de alimentos en agroecosistemas que, manejados agroecológicamente, muestran resiliencia ante los efectos del clima. También están presentes las experiencias de grupos humanos que han sufrido impactos de violencia social y optan por la producción agroecológica de alimentos como forma renovarse productiva y organizativamente (Andrade e Hidalgo, p. 16).En la cubierta hemos colocado la fotografía de un paisaje modificado por andenes o terrazas, de origen prehispánico, y que actualmente constituye un agroecosistema productivo en el valle del Colca, Arequipa, Perú. Ejemplos similares de la vigencia del conocimiento heredado y conservado por los actuales agricultores campesinos existen en muchas regiones del mundo. Los países de América Latina que han sido reconocidos como centros de origen de la domesticación de plantas cultivadas o centros de origen de la agricultura (conocidos también como centros Vavilov) poseen un rico patrimonio de conocimientos que deben ser parte de las alternativas para la adaptación al cambio climático. Altieri y Nicholls (p. 5) presentan estrategias agroecológicas tradicionales que reducen la vulnerabilidad a la variabilidad del clima al mantener la diversificación de cultivos y otras prácticas que permiten la sostenibilidad de los recursos suelo, agua y biodiversidad local.Según el IPPC, el declive en el rendimiento de cultivos por el cambio climático podría ser del 10 al 25% de aquí a 2050 y, en ese contexto, la FAO estima que la producción de alimentos debe aumentar en un 60% para mantener el ritmo del crecimiento demográfico. Esto lleva a considerar la importancia que para la seguridad y soberanía alimentarias tiene la producción de alimentos en el marco de sistemas resilientes al cambio climático. Y si consideramos que “en América Latina y el Caribe la agricultura familiar representa el 80% de las explotaciones y que provee un 27% a 67% de la producción de alimentos” (Laura Meza, 2014. Agricultura familiar en América Latina y el Caribe. Recomendaciones de política, p. 79. FAO: Santiago de Chile), es evidente la importancia de la agricultura familiar campesina para la sostenibilidad alimentaria en la región.

Sin embargo surge la duda de si esta producción de pequeña escala puede alimentar a la creciente población de América Latina y el Caribe, que en las ciudades se incrementa día a día mientras que en el campo disminuye, especialmente la de jóvenes. ¿Cuál es la política para la sostenibilidad alimentaria de nuestros países? ¿Estamos ante una disyuntiva en la que solamente las alternativas propuestas por la llamada agricultura climáticamente inteligente (ACI), con propuestas tecnológicas que difieren de la propuesta agroecológica y están orientadas al alto uso de insumos industriales, pueden aportar soluciones a la producción agrícola ante los retos del cambio climático?

La Asamblea General de la ONU, en su 66ª sesión declaró oficialmente el 2014 “Año Internacional de la Agricultura Familiar” (AIAF). La FAO fue invitada a facilitar su implementación. Sin embargo este organismo apoya la agricultura climáticamente inteligente como la alternativa ante el cambio climático a pesar de que paralelamente reconoce la importancia del conocimiento tradicional y el saber local para enfrentar los retos de la variabilidad climática. Cabe entonces preguntarse si en el contexto de agronegocios a gran escala y altamente tecnificados serán respetados los derechos de los pueblos indígenas, herederos directos de conocimientos locales y tradicionales que han contribuido a su permanencia cultural y productiva en la región latinoamericana. Para el fortalecimiento y evolución de la agricultura familiar campesina es necesario que su producción alcance mayor escala con prácticas agroecológicas que garanticen la sostenibilidad de sus recursos productivos y le permitan atender la demanda de alimentos local y nacional. La opción es la organización de los agricultores para la mayor eficiencia su inversión económica y procesos de innovación o mejora de sus propios métodos; procesos que pueden ser resultado de investigaciones participativas, donde el diálogo de saberes y la cocreación de conocimientos sea el medio para que la agricultura campesina siga siendo el principal productor de alimentos en la región.

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