diciembre 2014, Volumen 30, Número 4
Nutrición y agricultura familiar

Valor nutricional de los alimentos y agricultura familiar campesina

EDITORES | Página 4
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Porotos lengua de dragón (Phaseolus vulgaris L. var. vulgaris) conservados por una familia agricultora del Cinturón Verde de La Plata, Argentina. M. Margarita Bonicatto

Seguridad alimentaria implica disponibilidad, acceso y la posibilidad de una utilización estable de los alimentos por la población. La alimentación es un derecho humano reconocido por el conjunto de naciones del mundo (El derecho a una alimentación adecuada [art. 11]: 12/05/99. E/C.12/1999/5, CESCR-OBSERVACIÓN GENERAL 12. Comentarios Generales), y tanto los organismos supranacionales como los gobiernos de los diversos países tienen en meta para 2015 reducir a la mitad el número de personas con hambre y desnutrición en el mundo (Objetivos del Milenio, en Declaración del Milenio, Naciones Unidas, 2000). Sin embargo, es importante tener en cuenta que las acciones y planes de seguridad alimentaria no han de estar limitados a saciar el hambre de quienes lo padecen, sino a alimentar a personas, lo que significa asegurar la disponibilidad y acceso a productos alimenticios de calidad, que equivale a decir saludables y nutritivos. Y es aquí donde aparecen las contradicciones de las políticas alimentarias a nivel global y nacional.

Una adecuada alimentación de la población no solo debe garantizar la ingesta de calorías y proteínas sino también ser fuente de elementos indispensables para la defensa y protección del organismo humano, como son los micronutrientes que proporcionan los diversos productos vegetales y animales. La calidad de los alimentos no solo proviene de los mismos productos, sino también de las prácticas agronómicas y las características del ecosistema donde estos son cultivados. La identificación de estos factores para lograr cultivos de calidad nutritiva es objeto de importantes estudios científicos actuales (Leifert y otros, en FUENTES p. 33), donde se sostiene que el valor nutricional de los alimentos procedentes de la agricultura ecológica u orgánica es mayor al de los alimentos de la agricultura convencional (Casas y Moreno, p. 5; Ugás, p. 8; Raigón, p. 10).

En este número publicamos otros artículos que, basados en experiencias concretas y revisión bibliográfica como los citados anteriormente, se refieren al valor de la pequeña escala de producción, desde lo ambiental –conservación de los recursos naturales– y lo nutricional, especialmente para el caso de aquellos países que son centros de origen de la agricultura y donde el conocimiento acumulado de siglos es de gran significado ante situaciones que vulneran las condiciones ambientales para la producción, como es el caso de los efectos del cambio climático en ecosistemas de estrés como los andinos (Valladolid, p. 13).

Hemos llegado al final de 2014, oficialmente declarado por la ONU como Año Internacional de la Agricultura Familiar, por lo que es importante identificar y recoger cuál ha sido el aporte político de los organismos nacionales, regionales e internacionales para los productores campesinos. Estos agricultores, responsables del suministro del 70% de alimentos en el mundo, deben contar con el apoyo técnico y económico de los gobiernos centrales y locales de sus respectivos países para que puedan incrementar su producción con métodos que aseguren la calidad nutricional y la sostenibilidad ambiental. Más aun, deben tener la posibilidad de llegar en buenas condiciones a los mercados locales –rurales y urbanos– y así facilitar el acceso de la población a alimentos de calidad en términos equitativos y justos, tanto para productores como para consumidores.

Para finalizar –y como ejemplo para quienes deciden políticas alimentarias–, existen muchos proyectos que tienen la intención de incrementar la productividad campesina y elevar su calidad para mejorar la dieta de las familias rurales, pero inician su trabajo con enfoques metodológicos no adecuados –cultural y ambientalmente– a la realidad en que actúan (Omonte, p. 17). Sin embargo, al evaluar los avances de los proyectos –aún en proceso– y tomando en cuenta la opinión de las familias beneficiarias es importante optar por cambiar los enfoques iniciales y lograr así su  participación efectiva y el cumplimiento de los objetivos esperados.

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