La desertificación no es un problema aislado, sino que está plenamente relacionado con los cambios climáticos, la conservación de la biodiversidad y la necesidad del manejo sustentable de los recursos naturales, especialmente del agua. Los vínculos entre estos aspectos y los factores socioeconómicos son cruciales, pues el problema de la desertificación es un síntoma de ruptura del equilibrio entre el sistema de recursos naturales y el sistema socioeconómico que los explota.
Necesidades de agua de forma continua: ejemplos de siembra y cosecha de agua
El agua es una de las preocupaciones de las poblaciones rurales de América Latina y el Caribe, principalmente en aquellas situaciones donde las lluvias no son suficientes para cubrir las necesidades de agua de forma continuada. Desde tiempos inmemoriales, los pueblos indígenas emplean un conjunto de tecnologías y sistemas de aprovechamiento para el uso sostenible del agua y los recursos de su entorno. Estas técnicas tuvieron el propósito de utilizar el agua de manera racional y hacer frente a su variabilidad temporal con el fin de asegurar su disponibilidad para la producción de alimentos. Gracias a ellas, lograron disminuir la vulnerabilidad frente a eventos extremos de abundancia y escasez de agua, tratando de mantener una relación armónica con la Tierra. Las culturas indígenas, gracias a su comprensión, conocimiento y adaptación a una geografía compleja y a las drásticas variaciones del clima, lograron desarrollar prácticas agrícolas y tecnologías de uso sostenible del agua para un mejor uso de los recursos naturales.
Las amunas
El sistema consiste en captar las aguas que se producen por el escurrimiento de las lluvias en las alturas, arriba de los 4.400 msnm, y llevarlas a través de acequias hasta zonas de la montaña, previamente identificadas, donde hay rocas fisuradas o fracturadas. Al ingresar en la roca, el agua se desplaza lentamente dentro de ella para aflorar, meses después, por los manantiales (ojos de agua o puquios) y arroyos que están entre 1.500 y 1.800 metros más abajo. Para que las amunas puedan funcionar es indispensable la existencia de la comunidad, pues constituye un factor fundamental para el trabajo comunal, tanto en el aspecto físico como de organización en este proceso de siembra, cosecha, conducción e infiltración del agua de lluvia en la montaña, que hace posible la recarga de los acuíferos. Sin comunidad organizada, no son posibles las amunas. En muchos lugares donde las comunidades han desaparecido o se han debilitado, los pobladores actuales ya no tienen claro cómo y para qué se recargan los acuíferos.
Las terrazas de cultivo o andenes
Son una de las más conocidas y asombrosas técnicas de cultivo legadas por civilizaciones agrarias asentadas en ecosistemas de montaña. Las terrazas tienen como finalidad aumentar la superficie de cultivo y evitar que, en las laderas de mucha pendiente, las lluvias arrastren la tierra y, con ella, los sembríos. Al escalonar las empinadas laderas, se logra controlar la escorrentía, disminuir la erosión del suelo y generar un sistema productivo muy eficiente.
En muchos lugares del mundo donde la agricultura se realiza en laderas con pendientes pronunciadas, está vigente esta técnica milenaria, que es en verdad una forma de cultivo alternativa originaria que se ha desarrollado a lo largo de los siglos en diversas culturas y continentes. Es más, los mismo agricultores, al constatar la eficiencia de las terraza para evitar la erosión y lograr un mayor control del manejo del agua de lluvia y de riego, se han propuesto innovar sus métodos de construcción, pues la inversión en trabajo –mano de obra– de los sistemas de terrazas heredados de civilizaciones milenarias son ahora poco posibles de aplicar.
Los camellones o waruwaru
Son terraplenes, es decir, macizos de tierra que se levantan un poco más altos que el resto del terreno y están rodeados e interconectados por canales que recogen, conducen y drenan el agua, y en donde se ubican las zonas de cultivo y vivienda. De esta manera, se mejoran las condiciones del suelo, se mantienen los niveles óptimos de humedad, se eliminan las sales y se regula la temperatura. Es una técnica que se utiliza en muchas partes de la región andina, principalmente para aprovechar el desbordamiento de los ríos y el aumento de nivel de los lagos.
Las q’ochas
Q’ocha es un vocablo quechua que significa laguna. Las q’ochas son excavaciones para la captación, almacenamiento y manejo de aguas de lluvias. El agua almacenada sirve como reserva para las períodos secos, con lo cual se asegura la disponibilidad del recurso para cultivar el área. Las q’ochas cubren en Puno, Perú, una superficie estimada de 40 hectáreas. Otras fuentes han reportado la existencia de 53 hectáreas cubiertas con estas obras hidráulicas, de cuya área total, se utiliza aproximadamente un 25%.
Las zanjas de infiltración
Entre las obras por rescatar se encuentran las zanjas de infiltración en los pisos altoandinos (3.500 a 4.200 msnm). Los resultados encontrados indican que las zanjas de infiltración son prácticas efectivas de captación del agua de lluvia, que permiten una infiltración de entre 280 y 6.800 m3 por hectárea al año para zonas con precipitaciones entre 600 y 800 mm anuales. Es importante remarcar que la captación del agua de lluvia y la reforestación de las partes altas y medias de las cuencas son medidas efectivas para lograr revertir los procesos de desertificación, que afectan a los ecosistemas de montaña andina.
Captación de niebla
En áreas con nieblas persistentes y rasantes es posible que las gotitas suspensas (menos de 40 micrones) sean captadas por medio de paneles ensamblados con malla atrapanieblas, y su volumen aprovechado para diferentes finalidades de consumo. Cabe mencionar las experiencias de México (Anaya, M., 1994), Brasil (Porto, R. y Silva, A., 1988), y las técnicas para captar agua de nieblas, desarrolladas en Chile y Perú (Schemenauer, S. y Cereceda, P., 1993). En las lomas de Lachay, Lima, Perú, la comunidad ha instalado, en la parte más alta, un cosechador de agua construido con postes, cables, malla de red de pesca, tubo de PVC 2112”, manguera y un reservorio de agua de los que se usan en las viviendas. La niebla y alta humedad de la zona se condensa en el entramado de la red y cae por gravedad hacia una canaleta construida con tubería de PVC. El agua recolectada se transfiere por la manguera –conectada a un extremo de la canaleta– hacia el tanque y desde este se riega por goteo. Esta técnica, que se practica en otros países, debería ser difundida y masificada en los lugares que presentan condiciones similares de vegetación silvestre estacional por alta humedad ambiental.
Aumentar la intensificación sostenible de la agricultura y la adaptación de la producción al cambio climático
En un plan de acción de lucha contra la desertificación se tiene que señalar la gravedad de la crisis ambiental en muchas zonas rurales de América Latina, debido a prácticas como la quema de rastrojos, la labranza intensiva, el sobrepastoreo y sus consecuencias para el territorio. Es importante iniciar inmediatamente campañas intensas y medidas regulatorias para reducir las quemas y diversificar la principal fuente de energía en las áreas rurales (leña) como, por ejemplo, no entregar subsidios a los agricultores que queman rastrojos.
La promoción de prácticas de agricultura de conservación que usan suelo protegido con cobertura, labranza cero o labranza mínima y rotación de cultivos podría ser un enfoque aceptable para los agricultores de escasos recursos en muchas zonas sujetas a procesos de desertificación. Estas prácticas ahorran agua, mantienen o mejoran la salud del suelo, reducen el volumen de trabajo y liberan mano de obra, tiempo y energía para otras actividades generadoras de ganancias, como la cría de animales menores, el procesamiento de las cosechas, la búsqueda de oportunidades de mercado, las artesanías o el cuidado de la casa y la familia. La labranza cero, a largo plazo, también contribuye con la conservación del suelo y el agua, mejora la sostenibilidad ambiental del sistema agrícola y, al mismo tiempo, aumenta la productividad y mejora la fertilidad del suelo; todos ellos son beneficios obtenidos con el mejor manejo de la tierra (Benites y Castellanos, 2003).
ientras el suelo no esté cubierto con vegetación, mantillos (mulch), residuos de cultivos, etc., estará más expuesto al impacto de las gotas de lluvia y a la erosión. Cuando una gota de lluvia golpea el suelo descubierto, la energía cinética del impacto de la velocidad final desprende partículas de suelo individuales de los terrones del suelo. Estas partículas pueden taponar los poros de la superficie y formar en ella muchas capas finas de sedimentos impermeables, denominadas “costras superficiales”. Estas pueden oscilar desde unos pocos milímetros de espesor hasta un centímetro o más y, usualmente, están hechas de partículas de arena o limo. Estas costras superficiales impiden la infiltración del agua. El rompimiento de los agregados del suelo en partículas más pequeñas depende de la estabilidad de los agregados, los cuales dependen, a su vez, fundamentalmente del contenido de materia orgánica. Hay algunos ejemplos de sistemas de agricultura tradicional con cobertura que tienen las mismas ventajas de la agricultura de conservación: el fríjol tapado en Costa Rica, el sistema quezungual de Honduras y la siembra directa con el uso de la chaquitaclla en los Andes del Perú.
Sistema quezungual
En algunas áreas es económicamente muy interesante usar la vegetación natural como cobertura de suelo en áreas de cultivos. Esto no es una práctica nueva, ya que usualmente se practica en los sistemas de cultivo alternos, cuando se abandona la quema. Un ejemplo es el sistema quezungual en Honduras (Álvarez y Cherrett, 2002).
Método de “fríjol tapado”
El impacto de los fertilizantes puede a veces aumentarse si se aplican en la cobertura o mantillo, en lugar del suelo. En Costa Rica, con el uso del sistema de “fríjol tapado” –cultivo con cobertura con paja– los rendimientos de fríjol comestible subieron de dos a tres veces (por encima de dos toneladas por hectárea) cuando el fósforo (P) orgánico fue aplicado directamente a la cobertura. Los investigadores en África han observado, además, que los fertilizantes aplicados a los materiales de la cobertura son más eficientes que cuando son incorporados dentro del suelo (Thurston, 1997).
Siembra directa con el uso de la chaquitaclla
En las laderas de la sierra andina se desarrolla, de alguna manera, la agricultura de conservación, como, por ejemplo, el sistema de siembra con herramientas –la chaquitaclla– y las rotaciones de cultivos (Benites y otros, 2010). La chaquitaclla o roturador de pie es la única herramienta eficiente utilizada hasta ahora durante el barbecho y la siembra en los andenes. La chaquitaclla se construía toda de madera con un mango macizo de más de un metro de altura, con apéndices adosados para el manejo, uno a media altura que sirve para orientar la herramienta con una mano y otro inferior que sirve para impulsarla contra el piso con la ayuda del peso del cuerpo transmitido por el pie; el propósito es hundir lo más que se pueda la punta, que hoy es de acero. En una sola operación, se remueve la tierra en el lugar donde se coloca la semilla, siendo un sistema ancestral de siembra directa con labranza cero.
Un aspecto importante para el desarrollo de estrategias de convivencia con la escasez recurrente de agua es la organización comunal. Por medio de ella, los agricultores campesinos pueden emprender más y mayores esfuerzos para reducir su dependencia externa y lograr que gobiernos locales y nacionales ofrezcan más apoyo directo a sus organizaciones (técnico, financiero, logístico) para hacer frente a la escasez. Aunque las técnicas desarrolladas y adoptadas en otras regiones puedan servir de base y tener sus principios hidrológicos evaluados y adaptados a situaciones locales, es necesario que los recursos se inviertan en la generación de soluciones según las características específicas del ciclo hidrológico de cada localidad o zona climática. Recordemos que algunas de las variables que definen la selección de las técnicas (suelo, terreno, período seco, aspectos sociales y culturales) no se repiten de una región a otra.
José R. Benites JumpExperto en Agricultura de Conservación, Oficial Técnico jubilado de la Dirección de Tierras y Agua de la FAO, Roma
Correo-e: jbenitesjump@gmail.com
www.josebenites.com
Referencias
- Álvarez, L., Cherrett, I. 2002. Agricultura de conservación: El sistema Quesungual en Honduras Una alternativa a la tala y quema. LEISA revista de agroecología 18-3.
- Anaya, M. 1994. Captación in situ del agua de lluvia para la agricultura de temporal. México.
- Benites J., Castellanos, A. 2003. Mejorando la humedad del suelo con agricultura de conservación. LEISA revista de agroecología 19-2.
- Benites, J., Araujo, A., Escobar, J. C. 2010. Proyecto GCP/ GUA/020/EC Programa Extraordinario de apoyo a la Seguridad Alimentaria y Nutricional. Informe de Misión. Guatemala.
- Thurston, H. D., Smith, M., Abawi, G., Kearl, S. (editores). 1994. Tapado. Slash/Mulch: How Farmers Use It, and What Researchers Know About It. CIIFAD / CATIE, Universidad de Cornel, Ithaca. NY.
- Schemenauer, S., Cereceda, P. 1993. Meteorological Conditions at a Coastal Fog Collection Site in Peru, en: Atmósfera, pp. 175-188.