septiembre 2011, Volumen 27, Número 3
Sistemas regionales de alimentos y agricultura

Experiencias agroecológicas locales en el municipio La Palma como modelo para el sistema alimentario cubano

EDITOR | Página 16-18
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Introducción: La desintegración del bloque socialista de Europa del Este a principio de los años 90 provocó en Cuba el colapso de los sistemas de producción agrícolas, los cuales mostraron su gran vulnerabilidad debida fundamentalmente a la alta dependencia de insumos externos.

El apoyo recibido situó a Cuba por encima de cualquier otro país de la región en cuanto a la disponibilidad de recursos materiales y financieros para el desarrollo de su agricultura. El nivel de aseguramiento era incluso comparable a los países más desarrollados del mundo (Funes-Monzote, 2009).

La creación de un profuso sistema de innovación e investigación a través de toda la isla tuvo el mandato de desarrollar progenies de plantas y animales, así como tecnologías que dieran respuesta a los propósitos del modelo industrial implantado. Fue así como el país pudo contar con una amplia gama de variedades mejoradas en todos los cultivos y razas de alto potencial productivo en todas las especies. El empleo de monocultivos a gran escala desencadenó una gran uniformidad, que requería ser sostenida con un alto costo energético y financiero.

En 1997 la Estrategia Nacional Ambiental del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba señalaba la pérdida de biodiversidad entre los principales problemas ambientales que el país enfrentaba. Sin embargo, en esos momentos no se tenía una idea de cuál era el costo económico, ambiental y energético de la simplificación de la agrobiodiversidad. La reestructuración de la agricultura cubana ha tenido entre sus pilares básicos la diversificación, la reducción de la escala y un fuerte componente de autosuficiencia alimentaria.

Contexto local
El municipio La Palma se encuentra ubicado en la zona norte de la región más occidental del país, provincia de Pinar del Río. Los patrones de transferencia tecnológica y transculturación agrícola que más han caracterizado los sistemas agrícolas en la localidad han sido: a) el empleo del saber local ancestral legado por varias generaciones; b) la adopción del tabaco como cultivo principal y el uso de maquinaria y agroquímicos con paquetes tecnológicos que luego se transfirieron a otros cultivos, según el modelo de la Revolución Verde imperante durante las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado, y c) el enfoque emergente de producción agroecológica durante los últimos 20 años (1990-2010) debido a la escasez de insumos externos y la recuperación de muchas prácticas tradicionales campesinas.

Actualmente en la región coexisten al menos tres formas de uso y manejo de sistemas desde el punto de vista del reciclaje de nutrientes, el empleo de la energía en el proceso de producción, el acceso a tecnologías sostenibles, la conservación de los suelos, los programas de capacitación y el manejo de la agrobiodiversidad. Estas tres formas o tipologías son: Sistemas de corte Ecológico (SE), Sistemas Tradicionales (ST) y Sistemas Convencionales (SC). Cada tipología ha respondido de forma diferente ante los efectos negativos del cambio climático sobre la agricultura y, al mismo tiempo, contribuyen de distinta manera a mitigar y adaptarse a estos factores y la seguridad alimentaria y nutricional.

Tipologías de manejo agrícola
Las tipologías de manejo agrícola identificadas se determinaron siguiendo métodos y prácticas específicas de manejo de ecosistemas tales como: a) prácticas agrícolas, b) manejo de diversidad, c) rotaciones de cultivos, d) asistencia técnica y e) utilización de insumos externos.

Tipo convencional: tendencia a la alta utilización de insumos externos (combustibles, agroquímicos y mano de obra) y maquinarias; escasa diversidad en la producción (monocultivo) y escaso aprovechamiento de residuos.
Tipo tradicional: desarrollado localmente por varias generaciones a través de la experiencia empírica y experimentación campesina. Se caracteriza por el cambio del cultivo principal dependiente del mercado. El uso de agroquímicos y maquinaria no sigue patrones fijos, mientras que su utilización depende de la gestión propia. Aunque no son totalmente productores convencionales, tampoco realizan prácticas agroecológicas de manera consciente.
Tipo ecológico: adopta prácticas amigables con el medio ambiente como conservación de suelos, alta biodiversidad, manejo ecológico de plagas y enfermedades, así como el aprovechamiento de los residuos de cosecha y del hogar. Cuentan con asistencia técnica y un comportamiento más regular en cuanto a las rotaciones de cultivos y buen aprovechamiento del espacio disponible.
Análisis energético
La utilización de la energía está muy ligado al cambio climático y se deriva del uso irracional de la energía fósil y las actuales tasas de acumulación en la atmósfera de gases con efecto invernadero que provocan el calentamiento global (Vlek y otros, 2004). El análisis energético ha pretendido superar la disociación entre la teoría económica y el estudio de los procesos naturales, para poder analizar correctamente algunos de los aspectos de la crisis ecológica (Pimentel y otros, 2005) Mientras tanto, la comunidad científica aún cuenta con pocas valoraciones de referencia en cuanto a la contribución de las fincas orgánicas a la emisión de gases de efecto invernadero y su eficiencia energética (Ríos y otros, 2011).

La utilización de la energía incide directamente en la sostenibilidad de un sistema de producción. De esta manera, el balance energético (energía producida/ energía insumida) puede constituir un elemento ambiental, económico y social para caracterizar sistemas locales de producción de alimentos. En estudios realizados en el municipio La Palma durante tres años en 20 fincas convencionales, 20 tradicionales y 20 ecológicas, cada tipología mostró diferencias significativas en su contribución a la autosuficiencia alimentaria, el aprovechamiento de los recursos locales disponibles, el uso de la energía y la calidad de los alimentos. Los resultados mostraron una diferencia significativa entre las fincas de corte ecológico y tradicional, y las fincas convencionales (figura 1). El bajo balance energético alcanzado en las fincas convencionales se debió fundamentalmente a su consumo energético significativamente mayor que el de las tradicionales y ecológicas en el laboreo del suelo y el uso de insumos químicos.

Autosuficiencia alimentaria
Algunos autores coinciden en que el crecimiento acelerado de la población mundial es una de las principales limitantes del sector agrícola para suplir la demanda de alimentos, fibras y otros productos agrícolas a una masa de población que exigirá más fácil acceso a los bienes y servicios. La explosión demográfica es, por tanto, una de las grandes preocupaciones ambientales que enfrenta el siglo XXI. Entre los principales retos actuales está lograr una adecuada disponibilidad energética y proteica para toda la población. En regiones donde el acceso al mercado es limitado y los ingresos son insuficientes, las fincas que producen alimentos deben ser diversificadas para lograr un alto grado de autosuficiencia. Sin embargo, es necesario considerar otras dimensiones relevantes en la producción agropecuaria como la capacidad de los agroecosistemas para suplir los requerimientos nutricionales de las personas de manera sostenible en el tiempo (Funes-Monzote, 2009).

Un análisis de la producción energética de cada tipología evaluada que tomó en consideración los requerimientos energéticos de una persona bajo nuestras condiciones, mostró que las fincas de corte ecológico son capaces de alimentar a 4,7 personas/hectárea/año en condiciones de bajos insumos, mientras que las fincas de corte convencional solo son capaces de alimentar a 2,7 personas/hectárea/ año, incluso con mayor utilización de insumos que las ecológicas. Las fincas de corte tradicional no tienen una diferencia significativa con las demás (tabla 1). Una vez estudiados los principales cultivos de cada tipología, se puede inferir que una de las causas que condicionan la escasa disponibilidad energética para la alimentación de las fincas convencionales es que estas fincas destinan gran parte de su área a la producción de cultivos de bajo contenido energético.

Tal es el caso del tabaco, que en la mayoría de estas fincas se puede clasificar como un monocultivo alternado con el maíz, pues es la rotación más comúnmente empleada. El hecho de que este cultivo esté acompañado de un paquete tecnológico abundante en pesticidas, fertilizantes, combustible, maquinaria e intensivo en fuerza de trabajo humano por la complejidad de las prácticas de cultivos que exige, influye negativamente en el balance energético de la finca. Para buscar modelos de desarrollo más productivos en función de la alimentación humana y teniendo en cuenta la importancia de las proteínas en la dieta, se analizó la capacidad de cada tipología para suplir los requerimientos proteicos de una persona durante un año por hectárea.

Los resultados mostraron que, una vez más, las fincas de corte ecológico contribuyeron más a la autosuficiencia alimentaria local que las convencionales, cuyo propósito productivo está más dirigido a la exportación. Las fincas ecológicas son capaces de suplir las necesidades proteicas de 7,2 personas por hectárea por año, mientras que las convencionales solo las de 3,3 (tabla 1).
Las fincas de corte tradicional son un buen punto de partida para su conversión hacia una perspectiva más amigable con el medio ambiente. Los programas de asistencia técnica y de capacitación juegan un papel fundamental en aras de disminuir los periodos de incertidumbre alimentaria con el aumento de la producción y el empleo de prácticas amigables con el medio ambiente.

Enseñanzas para el sistema alimentario
La producción en sí misma y de forma aislada no constituye la única clave de la seguridad alimentaria y nutricional, por lo que el gobierno municipal ha puesto en marcha un plan de mercadeo local en el cual cada organización cooperativa tiene la posibilidad de comercializar sus producciones de forma fresca o conservada dentro de la comunidad. Ello posibilita la distribución y el acceso geográfico a los alimentos y un mayor conocimiento de los consumidores acerca del origen de la producción, además del establecimiento de precios justos según el nivel económico de sus pobladores. Otro elemento a considerar es la apertura a la intervención de proyectos internacionales y ONG locales en la contribución del bienestar local, el aumento de la producción, una mayor cultura alimentaria y la sostenibilidad ambiental.

Maikel Márquez Serrano
Profesor Instructor. Universidad de Pinar del Río. Cuba.
Correo electrónico: maikelm@famsa.upr.edu.cu

Fernando Funes Monzote
Investigador de la Estación Experimental “Indio Hatuey”. Universidad de Matanzas. Cuba.

Correo electrónico: mgahonam@enet.cu

Nelson Valdés Rodríguez

Profesor Titular. Universidad de Pinar del Río. Cuba.

Correo electrónico: nvaldes@af.upr.edu.cu

Referencias
— Funes Monzote, F., 2009. Agricultura con Futuro. La alternativa agroecológica para Cuba. Estación Experimental “Indio Hatuey”, Matanzas, Cuba.
— Pimentel, D., P. Hepperly, J. Hanson, D. Douds y R. Seidel. 2005. Environmental, energetic and economic comparisons of organic and conventional
farming systems. BioScience, Vol. 55, Nº 7, pp. 573-582.
— Ríos, H., D. Vargas y F. Funes Monzote (comps.). 2011. Innovación agroecológica, adaptación y mitigación del cambio climático. INCA, La Habana,
Cuba. 245 p.
— Vlek, P. L. G., G. Rodríguez-Kuhl y R. Sommer. 2004. Energy use and CO2 production in tropical agriculture and means and strategies for reduction
or mitigation. Environment, development and sustainability, Vol. 6 (1-2), pp. 213-233.

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