En 1998, en las grandes áreas dedicadas a la actividad ganadera ya no crecía ni el pasto jiribilla (Dicantthium caricosum), el más rústico que abunda en esa zona. Las áreas de explotación estatal no conservaron el marañón. Sin embargo los campesinos tenían en sus predios cierta cantidad de estos árboles a pesar de que, hasta ese momento, el marañón no tenía para ellos ninguna importancia como alimento, ni tampoco para su economía. Incluso, durante la crisis energética de 1990 a 1997, muchos de los pocos ejemplares sobrevivientes fueron talados para leña.
Las finanzas de las familias cam-pesinas se deprimieron notablemente y comenzó a notarse su paulatino éxodo hacia otros sitios, en busca de condicio-nes que les ofrecieran mayor estabilidad económica. La comunidad solicitó apoyo y recibió la respuesta inmediata de la Escuela de Capacitación de la Agricultura “Antonio Maceo” y del Instituto de Investigaciones Agropecuarias “Jorge Dimitrov”, por lo que los actores se organizaron: los adultos constituyeron un Comité de Investigación Agrícola Local (CIAL), y los niños y niñas –junto a sus educadores– un Círculo de Interés Amigos de la Naturaleza (CIAN). A través de talleres participativos, las familias e instituciones realizaron un diagnóstico de la realidad donde se decidieron las formas de integración y avance para revertir la situación comunitaria. Las acciones se enfocaron hacia cuatro vertientes fundamentales: 1) ecoalfabetización, 2) conservación in situ, 3) reforestación y 4) mini industria rural.
La ecoalfabetización, cuyos aprendizajes se basan en la demostración de métodos y construcción de conocimientos de manera colectiva, es la piedra angular de toda la transformación que allí se lleva a cabo desde hace un poco más de una década. Hoy, el Comité de Investigación Agrícola Local (CIAL) ha superado los límites para los que fue concebido, pues sus experiencias han avanzado hacia otras comunidades que le han posibilitado ser precursor de la iniciativa ‘Comunidades Pro-Naturaleza’, cuyo principal objetivo es tender puentes de intercambio e integración entre las comunidades que se van involucrando. La Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF), se integró a este trabajo.
Conservación in situ y reforestación
El marañón encabeza la lista de especies frutales tropicales arbóreas amenazadas en Cuba desde hace 26 años (Aguilera y Guedes, 2003), y Peralejo es uno de los pocos refugios que tiene esta especie en el país. En la comunidad se contabilizaron 926 árboles de marañón, distribuidos en 12 fincas familiares, y que estaban en peligro por la presión de especies invasoras; algunas de ellas trepadoras. La mayoría de los árboles tenían entre 60 a 80 años, pero algunos se encontraban en declive fisiológico (no producían flores y frutos).
El CIAL procedió a liberar de especies invasoras a todos los árboles y a realizar podas de saneamiento y de rehabilitación. También, mediante compostaje y lombricultura, transformó los restos vegetales en humus para su aplicación como abono orgánico. Esto ha constituido una tarea de las familias, donde participan todos sus integrantes. Al mismo tiempo, comenzó la motivación para producir a pequeña escala y de manera diversificada lo que propició el establecimiento de huertos en las periferias de los sitios arbolados. Estas áreas ofrecen materia orgánica, protección contra los vientos, temperaturas más frescas y, de alguna manera, ayuda a la regulación de plagas y enfermedades.
Escolares integrantes de CIAN estudian la botánica del árbol de marañón
Foto: Narciso Aguilera Marín
A partir de la cosecha del año 2000 se notaron los efectos de la conservación in situ. Muchos campesinos, incluso los más veteranos, quedaron asombrados de ver como habían respondido los viejos árboles. Se logró una floración y fructificación garantes de una producción sin precedentes, para la mayoría de las generaciones que allí viven. Se estimó que 85 a 90% de la floración logró fructificar, lo que evidencia la completa recuperación de los árboles. Estas áreas armonizan con las dedicadas a la reforestación que se inició en mayo del año 2006. Además del vivero escolar que atiende el CIAN, cada familia estableció su propio vivero para cubrir sus áreas comprometidas en el proceso de reforestación. Los vecinos, por su parte, organizaron patrullas de vigilancia ecológica para identificar talas o quemas furtivas.
Conclusiones
En las condiciones de Peralejo, los árboles de marañón tienen su despunte productivo a los dos años de plantados, por lo que en la pasada cosecha se obtuvieron producciones a partir de la incorporación de 1.200 nuevos árboles. Así, de forma paulatina, la capacidad productiva y la diversificación se incrementarán cuantitativa y cualitativamente en la medida en que el marañón contribuya a mejorar las condiciones edáficas.
En cada cosecha se incrementan regularmente las producciones de falsos frutos, nueces y pulpa de marañón. Mientras que de una manera muy rudimentaria se produjeron 3.000 litros de pulpa en el año 2002, la cosecha del 2009 tuvo un potencial de 10.000 litros, debido a la respuesta de los árboles en conservación in situ, y los que ya producen en las áreas reforestadas. El apoyo del Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del Fondo Global para el Medio Ambiente Mundial de las Naciones Unidas a la nueva mini industria, permitió que se aprovechen eficientemente la cosecha de marañón y de otros rubros locales. Así, se aseguró la comercialización de lo que se produce en la comunidad, se crearon nuevos modelos sustentables adaptados a las condiciones de sus agroecosistemas, se generaron nuevos empleos e incrementaron los ingresos familiares, disminuyéndose el éxodo de sus habitantes. El promedio de ingreso a nivel comunitario por estos conceptos a partir del 2003 asciende a 300.000 pesos (12.000 USD), con un potencial incremento a partir del 2010 que puede superar el 10% anual, debido a la capacidad productiva de las plantaciones y de la ampliación y diversificación de la microindustria rural.
Gracias a la integración de saberes y aportes de todos los involucrados, poco a poco se va revirtiendo la degradación ambiental de los agroecosistemas, algo que parecía irreversible. Lo planteado es una muestra fehaciente del esfuerzo colectivo con sólidas bases en la autoayuda.
Narciso Aguilera Marín
Coordinador Comunidades Pro-Naturaleza – Escuela Capacitación Agricultura “Antonio Maceo”
Lubia María Guedes García
Miembro de Comunidades Pro-Naturaleza
Correo-e: lubia.grm@infomed.sld.cu
Referencias
— Cañizares, J. 1984. Las frutas anacardiáceas. Ed. Científico Técnica. La Habana. 96 pp.
— Aguilera, N. y Guedes, L. 2003. Cultivo in vitro de embriones zigóticos de Anacardium occidentale L. Revista Técnica. Higiene de los Alimentos, 345: 111-115.