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La juventudes rurales de América Latina son un grupo heterogéneo, claramente diferenciado de las generaciones anteriores, con dificultades estructurales de inserción social, económica y política, pero con un potencial enorme para el desarrollo de los territorios rurales.

Daniel Espíndola
Red Latinoamericana de Juventudes Rurales-RELAJUR, Uruguay

En la agricultura familiar los niños y jóvenes aún dependientes de la familia cumplen importantes roles sociales y económicos, pero tal como lo decíamos hace algunos años cuando tratamos el problema de la sostenibilidad de la agricultura de pequeña escala desde un enfoque generacional: “Considerar a los niños y jóvenes solo como el ‘futuro’ de una comunidad, esperando a que llegue el momento en que puedan o deban actuar, puede parecer poco acertado si tenemos en cuenta las condiciones de incertidumbre en las que se encuentran los espacios rurales, con rendimientos cada vez menores, degradación y pérdida de los recursos, o hasta con conflictos sociales muy graves. … mirar el ‘hoy’ y no considerar a una parte importante de la población, es un lujo que las comunidades rurales no pueden darse.” (La próxima generación: los niños y la agricultura; LEISA 20-4, septiembre 2004). En la propuesta agroecológica –un enfoque integrador del manejo del agroecosistema donde el factor humano como individuo y como sociedad es preponderante– la importancia de los jóvenes es crucial, pues son ellos la principal garantía de sostenibilidad de la vida social y de la producción en el campo. Pero ello demanda que sean los mismos jóvenes quienes tengan que tomar las decisiones de su ‘hoy día’ y afrontar los retos actuales –inéditos para las generaciones anteriores– como son el cambio climático o los efectos económicos de la globalización.

En América Latina, el 25% del total de su población rural está conformada por jóvenes que tienen entre 15 y 24 años. Pero este porcentaje disminuye paulatinamente porque su número en el campo es cada vez menor, ya sea por la reducción de la tasa de fecundidad o por lo que es una tendencia no solo en este continente, sino en casi todos los países del mundo: el desplazamiento de la juventud de las zonas rurales hacia las urbes, donde piensan encontrar más y mejores oportunidades de realización personal y profesional (‘Algunos datos sobre juventud rural en America Latina y Colombia’, Santiago, marzo 2010; Corporación Regional Procasur). Para revertir el proceso de desplazamiento de los jóvenes del campo a la ciudad, es necesario enfocar lo rural en su integralidad y valorarlo como un espacio de gran riqueza y diversidad cultural y natural, con un potencial muy grande para nuevas alternativas económicas, especialmente para la nuevas generaciones campesinas (agroindustria en base a los recursos locales, agroecoturismo, servicios ambientales). Sin embargo, la baja calidad de la educación escolar rural en comparación con la urbana, el aislamiento de muchos caserios y pueblos por la falta de de transporte adecuado, el poco o nulo acceso al uso de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, son situaciones que limitan las posibilidades de desarrollo de los jóvenes en el medio rural.

Los artículos publicados en este número muestran caminos posibles para los jóvenes rurales, como líderes de su propio desarrollo. La experiencia de nuevas formas de organización de jóvenes caficultores en Colombia (Gallego y Arias, p. 6), es un buen ejemplo de generación de espacios para la juventud rural con un nuevo enfoque que va dando resultados positivos. También están presentes modelos de educación rural innovadora para formar a los jóvenes como gestores de la producción rural con capacidad gerencial y una visión integral para el manejo sostenible de sus recursos y valorización de su propia cultura (Torres en Ecuador. p. 24; Torres y Vargas, p. 26, y Panduro, p. 14 en Perú). Es importante mencionar las experiencias de familias jóvenes que han encontrado en la práctica de la agroecología una alternativa para avanzar en la gestión de sus fincas no solo como cultivadores y criadores, sino como innovadores técnicos y productores de conocimiento (Rey Novoa, p. 20, y Casimiro, p. 23, Cuba). Esta vez, el artículo de la sección de Pautas para Políticas/Biodiversidad (p. 34), presenta una experiencia de enfoque ‘biocultural’ que abre nuevas perspectivas para los jóvenes de las comunidades de alta montaña andina

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