septiembre 2009, Volumen 25, Número 3
Mujer y seguridad alimentaria

La mujer y la autosuficiencia alimentaria en los Andes: el caso de la comunidad de Pitumarca, Cusco

ELENA PARDO CASTILLO Y MELQUIADES QUINTASI MAMANI | Página 34-35
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En América Latina, la globalización del mercado libre ha ido transformando los usos y costumbres alimenticias de la mayor parte de la gente, tanto en las ciudades como en las comunidades rurales.

La regeneración de los alimentos es sagrada. Se realizan ceremonias para ayudar a las plantas a culminar su proceso de maduración. Las primeras cosechas son ofrendadas a la Pachamama, a los Apu, a las deidades y a los ancestros como expresión de reciprocidad, cariño y respeto / Foto: CEPROSI
Esta poderosa influencia, a través de los medios de comunicación y la educación oficial, hace que en las comunidades rurales nuestros modos propios de alimentación se vayan transformando por la influencia de los hábitos de consumo basados en alimentos producidos industrialmente.

La preferencia por los alimentos industrializados como signo de modernidad, estatus y libertad, es sobrecogedora en ciertos segmentos de la población. De allí que los paladares, principalmente de los niños y jóvenes, ya no gusten de los alimentos propios generados en nuestras comunidades. Al parecer, nuestros estómagos también se están “globalizando”. Un plato de mote de variedades de maíz o uno de papas nativas es despreciado bajo el prejuicio de que significan atraso o un bajo nivel social. Junto a este desprecio, la vida rural chacarera o ganadera corre la misma suerte.

Para las comunidades de los Andes, la tierra es la Pachamama (Madre Tierra). Día a día nos alimenta con una gran diversidad de plantas, cultivos, frutos y animales. En nuestra cosmovisión la comida es considerada como willka mihuna (comida sagrada). Por eso, desde que somos niños o niñas, nuestros padres o madres nos enseñan a tener respeto y cariño por la comida. Por esta dimensión sagrada de la comida, desde que sembramos, cosechamos y preparamos los alimentos, lo hacemos con reverencia, alegría y mucho respeto.

Por otro lado, la comida en nuestra tradición es considerada como Mihuy Kawsay (comida que da vida). La comida es una persona con sentimientos y ánima, de allí que nuestras madres nos digan: “No vas a botar ni un solo granito de maíz, porque llora. No vas a lavar con agua caliente las papas para sancocharlas, porque su ánima se asusta y se va. Un alimento sin ánima o sin energía vital no nos alimenta, solamente nos llena”

En las comunidades comemos lo que producimos. Si faltan algunos alimentos vamos a las comunidades vecinas, ubicadas en otros pisos ecológicos, y hacemos el chhalakuy (trueque o intercambio). Así, enriquecemos nuestra comida.
Las labores del varón y la mujer se complementan para obtener los frutos de la Pachamama
La expresión quechua qhari warmi (varón – mujer) enuncia una sola palabra. Son dos seres humanos diferentes, pero complementarios e interdependientes. Su interdependencia se expresa en saberes y habilidades para la agricultura y la crianza de los animales.

Las mujeres hacen que la comida alcance para todos / Foto: CEPROSI

En la chacra, las labores que requieren mayor esfuerzo físico son actividades principalmente masculinas. Las actividades de igual importancia, pero que requieren menor esfuerzo físico las realizan las mujeres. Entre estas actividades está el colocar las semillas en los surcos, el dar vuelta a los terrones, el preparar y servir la comida, así como la crianza y cuidado de los animales. Las mujeres hacen que la comida alcance para todos e incluso sobre. Las mujeres saben cómo colocar la semilla en el momento de la siembra y deben hacerlo ellas. De este modo, las plantas se regeneran mejor y dan mejores cosechas.

Esta complementariedad varón-mujer y el trabajo recíproco colectivo hacen que cuenten con una amplia variedad de cultivares, suficientes para sus propias familias y para apoyar a otros miembros de sus comunidades. Las mujeres seleccionan sus productos después de la cosecha. Ellas son las que determinan qué comida van a preparar para su familia, pero también son las encargadas de ofrendar la comida para la Pachamama, los Apu, las deidades y para los difuntos. Esta relación sagrada de la mujer con la comida hace que se mantenga la biodiversidad en la chacra y en la naturaleza.

Desde la escuela y la comunidad: recorremos el camino hacia la autosuficiencia alimentaria
Hace algunos años atrás, el Centro de Promoción de Servicios Integrales (CEPROSI) viene laborando con las escuelas de la cuenca de Pitumarca en Cusco, Perú (Pardo E. y Acayú R. 2004 “Redescubriendo las raíces culturales: los niños y la biodiversidad en los Andes” LEISA 20-2). Esta labor consiste en la implementación de una propuesta educativa intercultural denominada: Escuela amable con la diversidad cultural y ecológica. Estas escuelas realizan diversas actividades educativas incorporando el saber local en el proceso educativo. Asimismo, cuentan con chacras (terrenos de cultivo) en las que se viene recuperando una gran diversidad de papas y maíces junto con la valoración de la comida local o la comida propia.

En el marco de la interrelación escuela – comunidad se reflexiona y se aplican diversas estrategias innovadoras para promover la seguridad alimentaria. Entre estas se tiene:

• preparación y saboreo de diversidad de comidas: cálidas, frescas, comidas para la siembra, cosecha, aporque, fiestas, bautizos, matrimonios y ceremonias rituales
• intercambio de experiencias referidas a los tipos de comidas o alimentos beneficiosos para los niños y las niñas y el desarrollo de algunas cualidades o competencias más allá de lo cognitivo
• festivales de comidas, en los cuales los niños, las niñas y las madres de familia intercambian una diversidad de comidas, saberes y secretos para su preparación
• reajuste y presentación anual del calendario de comidas a nivel de escuela y comunidad. La alimentación en las comunidades se rige de acuerdo al tipo de actividad a realizar y a la época en que la Pachamama nos va dando sus frutos
• comidas colectivas entre niños y niñas. Ahí comparten entre todos sus fiambres (quqaw) en la hora de recreo. De este modo se afianzan los valores de reciprocidad y cariño
• preparación de comidas tradicionales en fechas importantes, principales actividades y festividades de la escuela y comunidad para todos los niños y las niñas. Por ejemplo, las cosechas de sus chacras
• recuperación de las prácticas, tecnologías y sabidurías milenarias de la regeneración de cultivares y animales que aseguren la conservación y recuperación de la biodiversidad y la espiritualidad. Es decir, los rituales que acompañan el proceso productivo y los modos de conversar con la Pachamama.

Para garantizar la seguridad alimentaria desde la escuela, hemos asumido el desafío de impulsar nuevas estrategias educativas a través de actividades vivenciales con la finalidad de recuperar la sacralidad de la comida y coadyuvar en la formación de una opinión crítica alternativa respecto a las imágenes engañosas del sistema industrial.

Desde una escuela rural en los Andes, en la comunidad de Pitumarca en Cusco, este es el modo como venimos construyendo diversas estrategias para lograr y mantener la soberanía alimentaria. Nuestra cultura sigue viva, vital y presente en estos tiempos. Contamos con tradiciones concretas para aportar a la soberanía alimentaria de modo intercultural y crítico.

Elena Pardo Castillo, Melquiades Quintasi Mamani
CEPROSI – Centro de Promoción y Servicios Integrales
Cusco – Perú

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