Dado el valor de los huertos en el bienestar familiar en México, hemos estudiado el manejo, utilización y funciones de 385 huertos de familias campesinas e indígenas en los que la participación de la mujer es determinante. Para ello, se realizó una investigación de campo en una región de transición ecológica ubicada al sur del Estado de México, entre los años 2003 y 2008. Esta zona se ubica entre 18° 21´ y 18° 34´ latitud norte, y 99° 16´ y 100° 36´ longitud oeste. Su superficie es de 8.285 km2 y presenta una población aproximada de 797.493 habitantes (INEGI, 2000). Se caracteriza por una amplia diversidad de condiciones ecológicas, climáticas y socioculturales, con predominio de asentamientos rurales donde viven familias campesinas e indígenas dedicadas a la agricultura, que complementan su alimentación con la cría de animales domésticos y la recolección de plantas arvenses.
Los resultados de la investigación muestran que la superficie promedio de los huertos es de 755 m2. El huerto de mayor superficie tiene 1.750 m2, el menor solamente 65 m2. La superficie que ocupan los huertos es variable y está en función de la tenencia de la tierra, la herencia, el número de integrantes por familia, el espacio que ocupa la vivienda, las condiciones económicas, la presencia de mujeres en la familia, la diversificación de la dieta alimentaria, la disponibilidad de agua, las características del terreno, la existencia de animales domésticos y el ingreso familiar. En esta región de México, los huertos familiares son multifuncionales y producen alimento para la familia de manera sustentable y ecológica.
En total se identificaron 109 especies vegetales útiles a las familias: 27 especies de árboles frutales con usos alimentarios, 10 especies arbóreas silvestres medicinales, nueve especies de árboles que delimitan los huertos, 13 especies de árboles ornamentales que proporcionan sombra y generan microclimas, 18 especies de plantas arbustivas con usos alimentarios, medicinales y ornamentales y 32 especies de plantas herbáceas para fines diversos. Estos huertos proporcionan a las familias frutas y hortalizas, plantas medicinales, forraje, madera para herramientas, para la construcción de viviendas y como leña. Asimismo, cumplen funciones sociales importantes para el esparcimiento familiar y el ornato, y también ecológicas, como la generación de microclimas y la conservación de suelos, aguas y de la biodiversidad. En los terrenos de las viviendas, los huertos sirven también como sombra, defensa, cortinas rompevientos y fronteras. Proporcionan igualmente alimento para las aves y hábitat para la fauna silvestre. Para las familias los huertos tienen un uso versátil (Denisen, 1998).
La mujer campesina y la alimentación familiar
Las mujeres campesinas e indígenas y sus familias conocen la diversidad de ambientes existentes en sus comunidades. Esto les permite el manejo de la diversidad vegetal y animal, lo que les proporciona alimento para complementar su dieta, ya que el 95 % de las familias consume alimentos producidos en los huertos. La diversidad biológica en los huertos es amplia y se relaciona con la participación efectiva de la mujer, quien es generadora de conocimiento hortícola y alimentario, aplica estrategias para la adaptación de plantas silvestres y la obtención de flores, follaje, tallos, semillas, frutos y tubérculos para la alimentación de su familia.
En los mercados de la región y los días de comercio ambulante –denominados en México tianguis o días de plaza– se identificaron los productos de los huertos que se comercializan y se observó cómo el dinero obtenido por la venta favorece la adquisición de otras plantas que, eventualmente, contribuirán a incrementar la diversidad en los huertos y, desde luego, a diversificar la dieta alimentaria de las familias campesinas.
Las mujeres de esta región conservan parte de los frutos mediante procesos diversos. Tal es el caso de la deshidratación o secado de ciruelas (Prunas doméstica), guajes (Leucaena esculenta), semillas de calabaza (Cucurbita sp), guamúchiles (Acacia pringlie) y parotas (Enterolobium cyclocarpum), (Martínez, 1987). Otra técnica, consiste en hervir frutos con dulce o piloncillo (panela), por ejemplo, la calabaza. El almíbar y el escabeche son otras técnicas de conservación de los productos de los huertos.
El manejo de los huertos por parte de las mujeres representa una estrategia en la seguridad alimentaria de la familia y las comunidades de la región, ya que de esta manera se ha resuelto parcialmente el efecto de la crisis económica en las familias mexicanas más pobres y menos favorecidas. La mujer desempeña un papel importante en la economía y subsistencia de la familia, dado que comercializa una parte de los productos del huerto. Independientemente de la función alimentaria, la comercialización de los productos favorece las relaciones sociales y la cohesión social entre las comunidades, contribuyendo al aporte de ingresos monetarios a la familia.
Experimentación e incremento de la biodiversidad
Los huertos poseen gran diversidad estructural (González, 2003). En la región, la distribución espacial de los huertos no es uniforme, las plantas están intercaladas, entre árboles, arbustos y herbáceas, logrando una estratificación compleja. La experimentación por parte de las mujeres mediante el establecimiento de nuevas plantas al interior y en los límites de los huertos es muy importante, constantemente introducen nuevos vegetales y tratan de poseer siempre las mismas especies que tienen otras mujeres de la región. Cuando una mujer posee determinada especie vegetal en su huerto y las vecinas se percatan de que esa planta produce un fruto comestible y que puede ser vendida en los mercados, entonces piden una rama de esa planta e inician la propagación vegetativa mediante estacas, siempre y cuando la planta pueda reproducirse mediante esa técnica, pues de lo contrario las compran en los mercados.
La experimentación por parte de las mujeres incrementa la diversidad en los huertos familiares, con frecuencia extraen plantas silvestres de su medio natural para sembrarlas en sus huertos. Como ejemplo de ello se menciona el timbiriche (Bromelia karatas) y el cuachalalate (Juliana adstringeris), especies presentes en los huertos estudiados.
Las mujeres también siembran plantas que no son propias de la región, pero que mediante cuidados logran adaptarse a ciertas condiciones ambientales. Como ejemplo se puede citar la granada maracuyá (passiflora choconiana), procedente de lugares cercanos a los trópicos, con mayor grado de humedad ambiental que la del Estado de México. Esta especie ha prosperado y actualmente se encuentra en varios huertos de la zona.
Consideraciones finales
En México, las mujeres del medio rural son reproductoras, cultivadoras, exploradoras y también experimentan e investigan empíricamente; sin embargo, aún enfrentan enormes retos sociales, económicos, políticos y socioculturales, pues no siempre son beneficiarias directas de la vivienda ni de la parcela de cultivo. Para que las mujeres tengan acceso a las parcelas arables o a los lotes para construcción de viviendas deben antes enfrentarse con tradiciones patriarcales, ya que se maneja la herencia de los ejidatarios varones que disponen de un certificado parcelario. La tierra se transmite de padres a hijos, principalmente a los varones. Solo en el caso de que en la familia no haya hijos varones, la tierra es heredada por las hijas mujeres y sus respectivos esposos e hijos.
En México, las actuales condiciones de equidad de género hacen que las mujeres campesinas e indígenas sean las menos favorecidas con el acceso a la tierra para cultivo y vivienda. Ellas solamente son favorecidas bajo ciertas condiciones de derecho consuetudinario, herencia, estado civil, número de hermanos y el lugar que ocupan entre la descendencia y su posible atención a los padres. En la región, solamente 1.3 % de las mujeres mayores de 18 años poseen vivienda propia y parcela agrícola.
La mujer en esta región mexicana cumple ahora un rol social de mucha importancia, pues su participación es efectiva y, además, está en la capacidad de generar efectos de carácter multiplicador en la familia, la comunidad y la región, siempre y cuando se reconozca su aporte al conocimiento y a la economía familiar, algo que aún no se valora en su verdadera dimensión. Todavía sigue pendiente la maduración social que lleve a reconocer y respetar los derechos de la mujer y su papel fundamental en la producción de alimentos para la familia, ya que ella es una protagonista principal para la soberanía alimentaria en México y América Latina.
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Miguel Ángel Balderas Plata
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Xanat Antonio Némiga
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– Denisen, E. L. y H. E. Nichols, 1998. Laboratory Manual in Horticulture.The Iowa State University Press, USA.
– Gliessman, S. R., 1998. Agroecology: Ecological processes in Sustainable Agriculture. USA.
– González, J. A., 2003. Cultura y Agricultura: transformaciones en el agro mexicano. Universidad Iberoamericana, México.
– Juan, J., 2007. Agricultura tradicional y comercial en una zona de transición ecológica de México. Dunken, Argentina.
– Malinowski, B. y J. De la Fuente, [1947] 2005. La economía de un sistema de mercados en México: un ensayo de etnografía contemporánea y cambio social en un valle mexicano. Universidad Iberoamericana, México.