abril 2009, Volumen 25, Número 1
Diversidad de la agricultura

Agricultura de los montubios en la costa ecuatoriana

SUSY ALEJANDRA PINOS | Página 24-25
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La agricultura tradicional de la costa ecuatoriana ha pasado casi desapercibida por los agentes de desarrollo.

Agricultor mostrando un árbol de cacao / Foto: Autora

En este artículo presentamos como ejemplo las “fincas de los veteranos”, pequeños agricultores que forman parte de la etnia montubia del litoral ecuatoriano, y que se encuentran en una situación vulnerable debido a la fragilidad intrínseca del ecosistema donde habitan y producen, así como por la presión que ejerce el modelo agroexportador sobre sus recursos naturales, económicos y humanos.

Las observaciones fueron realizadas por la autora en dos provincias: Los Ríos y Guayas. Existen experiencias agroforestales similares en las provincias de Manabí y Santa Elena. En Manabí, los agricultores siguen usando la palabra “fincar” para explicar la forma en que los veteranos trabajaban la tierra.

Por su ubicación y características ecológicas las “fincas de los veteranos” difieren entre sí, principalmente en relación con los cultivos transitorios. El tipo de suelo es una de las razones para esta diferencia. En el trópico húmedo, la fertilidad se encuentra en la biomasa que se descompone y queda disponible para las plantas, pero en el trópico seco esto se dificulta por los periodos de sequía que son cíclicos y cada vez más intensos.

Fincar para vivir y vivir para fincar
Las “fincas de los veteranos” constituyen una estrategia de autosuficiencia alimentaria. Las que se presentan en este artículo fueron implementadas en los años 1950, justo cuando en otras partes del mundo se vivía la Revolución Verde.

Gracias a lo manifestado por algunos “veteranos” y sus descendientes, se pueden ver sus razones para empezar a “fincar”. Estas familias llegaron de otras zonas del país, huyendo de la sequía. Empezaban haciendo “desmontes”, pero cambiaban la forma de trabajar la tierra cuando “se hacían de compromiso”, es decir, al formar su propia familia.

Un agricultor de la provincia del Guayas que empezó a fincar en 1956 comentaba: “Primero empezamos a hacer el desmonte y a sembrar palos (árboles), después empezamos a hacer los hijos… en ese entonces se sembraba de todo: yuca, plátano, arroz, maíz, higuerilla, algodón y después que se cogía esa cosecha, al siguiente año se ponía el café para empezar a fincar. En ese entonces el maíz era criollo y se sembraba a cuatro varas (1 vara = 0,8382 m), en medio de las cuatro varas se ponía yuca, plátano, higuerilla en las esquinas, el algodón… usted ve… a una cuadra (aproximadamente 0,64 de hectárea) de tierra uno le sacaba harta plata y todo valía”. También recordaba que durante los primeros cinco años, el plátano o ‘verde’ se sustituía por café o cacao. La higuerilla (Ricinus communis) y la mocora (Astrocaryum standleyanum Bailey) eran fuentes complementarias de ingresos durante los años en que el café o el cacao no producía. Muchos de los árboles maderables y frutales se encontraban en forma silvestre en el ecosistema de la finca. Una de estas especies, la guaba (Inga edulis), es una leguminosa que sigue siendo importante para la fertilidad y conservación del suelo en los arreglos agroforestales de la zona. Los árboles crean un microclima favorable para la descomposición de biomasa y para mantener un nivel de humedad estable durante el año, razón por la cual en estas fincas no ha sido necesario el riego.

Los platos típicos de la región se siguen elaborando a base de arroz, yuca, plátano, maní y frijoles y se complementan con proteínas de origen animal. Muchos años antes de que se empezara a discutir sobre la soberanía alimentaria, los veteranos ya sembraban estos cultivos en sus fincas, porque eran necesarios para cumplir con el compromiso de tener una familia. La dieta se complementaba con frutas y con los productos de las “eras”, las cuales todavía se encuentran en la cercanía de las casas. La “era” es una estructura que se alza sobre el suelo, donde se siembran plantas medicinales, hierbas para condimentar, hortalizas y varios tipos de frijoles; todo crece en una mezcla de tierra y hojas de guaba. Su elevación del suelo evita el ataque de plagas y facilita su mantenimiento.

Estas fincas son también refugio para animales domésticos y silvestres como pájaros, ardillas y otros en peligro de extinción como las guantas o paca de montaña (Agouti taczanowskii). Además, se encuentran macro y micro vertebrados del suelo que descomponen la materia orgánica e insectos benéficos que controlan las plagas y enfermedades en el agroecosistema.

Reestablecer estas dinámicas internas es una de las tareas más difíciles para los nuevos agroecólogos, porque para lograrlo se necesita entender el funcionamiento del agroecosistema. Aparentemente los “veteranos” entendieron a tiempo esta dinámica y no rompieron la cadena “planta-animal-suelo” dentro de sus fincas. Esto les ayudó a mantenerse al margen de la Revolución Verde y no depender de insumos externos.

El conocimiento local de los montubios
Es evidente que los “veteranos” desarrollaron un arreglo agroforestal complejo que se adapta a las condiciones ambientales y culturales de su entorno. La “propiedad” del conocimiento dentro de estas familias estaba relacionada con las actividades de cada miembro. Mientras unos “sabían más” sobre los animales y cultivos, otros sabían cómo elaborar los alimentos; pero todo funcionaba de manera complementaria. Por ejemplo, los hombres que se encargaban de podar el cacao y el café sabían que está actividad se debía realizar durante la luna menguante para evitar el ataque de las polillas, al igual que la marcación de los terneros.

La prueba del tiempo
Recordemos que “las fincas de los veteranos” visitadas empezaron en los años 1950, mientras en otros lados aparecía la Revolución Verde. De acuerdo con los testimonios recogidos, el paquete tecnológico de la Revolución Verde llegó a estas zonas a comienzos de 1970, impulsado por programas gubernamentales. Estos incentivaban a los agricultores a formar cooperativas y así tener acceso a créditos para comprar insumos. Paralelamente, el precio del cacao –cultivo de mayor importancia económica– bajó, haciendo más atractivos estos créditos.

Muchas familias cambiaron su sistema de producción y empezaron con monocultivos como maíz o arroz. En casos donde la disponibilidad de tierra no era una limitante, las familias utilizaron solo una parte de la tierra para el monocultivo y conservaron parte de sus fincas tradicionales.

Durante la década de 1980 la costa del Ecuador sufrió el impacto del fenómeno de El Niño, el cual afectó la economía de las familias campesinas, especialmente de aquellas que se dedicaban exclusivamente al monocultivo; algunas incluso perdieron sus tierras.

En la actualidad, las fincas son una fuente de alimentos y recursos económicos durante todo el año. Un agricultor de la provincia de Los Rios señala: “la diferencia que hay es que cuando no es el uno es el otro… en cambio, con el ciclo corto, uno tiene que esperar al final para tener algo que vender”. Todos los agricultores entrevistados están de acuerdo en que estas fincas “no piden lujo” y son las que “menos quitan”. Es decir que pueden mantenerse productivas sin tener atención permanente, mientras que el desmonte exige mucha atención y dinero. Así, las familias comparten su tiempo entre los desmontes de la época de lluvias, para la venta, y las fincas, sin mayor problema.

Otro punto en el que todos coinciden es que las fincas son su “seguro para la vejez”, pues son conscientes de que no siempre tendrán la misma fuerza para trabajar en el desmonte. Así que siembran un poco de todo para poder subsistir de las fincas cuando no puedan trabajar de jornaleros o sembrar cultivos de ciclo corto.

Impulsados por las lecciones de los veteranos, algunos agricultores han vuelto a “fincar” sus tierras. Aunque la mayoría ha recibido apoyo económico de organizaciones de desarrollo, también hay casos de agricultores independientes. Entre las innovaciones más interesantes está la siembra de especies locales como camacho (Croton sp.), algarrobo, toquilla y caña guadúa (Guadua angustifolia Kunth) para “atrapar” agua y recuperar las cuencas, especialmente en el trópico seco.

El nivel de complejidad de estas nuevas fincas no alcanza al de sus antecesoras. Probablemente se deba a que el conocimiento se va perdiendo, pero también a la disponibilidad de materiales sustitutos que desincentivan la siembra de especies como las palmas, cuya fibra se usaba para elaborar canastos o para la construcción. Los cultivos tradicionales, que financiaban la finca hasta la cosecha del cacao y café, han sido sustituidos por otros que tienen un mejor precio en el mercado. Por otro lado, la intervención de programas gubernamentales provocó que especies maderables que se sembraban antes sean sustituidas por otras de rápido crecimiento y gran demanda hídrica como son la balsa y la teca. Igual pasa con el cacao nacional o fino de aroma que está siendo sustituido, en ciertas regiones, por un cacao híbrido que no tolera tanta sombra pero que se produce en menor tiempo.

A pesar de todo, las “fincas de los veteranos” siguen vigentes y sirven de referencia para sus vecinos. Lentamente la mirada de los agentes de desarrollo se está dirigiendo a estos ejemplos de resistencia política y resiliencia ecológica. La clave ahora es ampliar el entendimiento de estos agroecosistemas y sus prácticas de manejo.

Susy Alejandra Pinos Barreto
Casilla postal 09-04-376 Guayaquil, Ecuador.

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