junio 2008, Volumen 24, Número 1
Agricultura sostenible y comercio justo

Justos hasta la última gota: retos corporativos al comercio justo

ERIC HOLT-GIMÉNEZ, IAN BAILEY Y DEVON SAMPSONERIC HOLT-GIMÉNEZ, IAN BAILEY Y DEVON SAMPSON | Página 8-11
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Debido a la reciente y extraordinaria expansión del mercado de comercio justo –y en medio de una ligera mejoría en el comercio del café– el movimiento de comercio justo está empezando a ser criticado. Por muy diferentes razones, grupos de estudiantes y de activistas por la justicia social, así como algunos tostadores de café, están cuestionando el impacto sobre el desarrollo, la “justicia” y el futuro del comercio justo de café.

Julio César Rumaldo, miembro de la cooperativa La Concordia, Tacuba, El Salvador, escogiendo granos de café de su cosecha / Foto: Annie Shattuck

Organizaciones de agricultores tales como Via Campesina y el Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil, han retado a Fairtrade (denominación con la que se conoce internacionalmente al movimiento de comercio justo) a trabajar políticamente para lograr cambios estructurales. Muchos consumidores éticos y activistas en pro del comercio libre también se sienten incómodos con la idea de vender productos certificados con el sello de Fairtrade a través de corporaciones multinacionales que utilizan prácticas laborales injustas y cuyo poder en el mercado es monopólico.

La Asociación Internacional de Organizaciones de Comercio Justo (FLO) y los certificadores están promoviendo la idea de que el comercio justo debería acercarse más a la “corriente establecida”. Las críticas más recientes se hacen a propósito de esta estrategia. Para los mayores comercializadores de café, los productos aprobados por Fairtrade significan una proporción muy pequeña de sus compras. Para estas empresas, el Fairtrade no es un movimiento social ni una ética de trabajo, sino una oportunidad para hacer relaciones públicas y encontrar un nicho rentable. Un producto elaborado bajo las normas de Fairtrade puede hacer que toda la marca parezca socialmente responsable, aunque la corporación continúe comprando la mayor cantidad de su café en el mercado convencional. Este fenómeno ha llevado a que muchos actores en el comercio justo cuestionen el significado del movimiento en el que están participando.

¿Es el objetivo ayudar a la mayor cantidad de pequeños agricultores, por medio de la venta de la mayor cantidad posible de café con el sello de Fairtrade? ¿O se trata de transformar las estructuras históricamente injustas del comercio del café? ¿Son los mercados el motor para el cambio o son los movimientos sociales la fuerza que cambiará a los mercados? Estas preguntas reflejan el creciente desacuerdo entre los defensores del Fairtrade sobre la conveniencia de difundirlo dentro de la corriente dominante a través de las mismas empresas y estructuras de mercado que, para empezar, fueron las que provocaron la crisis del café de hace algunos años.

Cambio social y cadenas de valor
Aunque el precio más alto recibido de Fairtrade constituyó una importante red de seguridad durante los peores momentos de la crisis del café, estudios recientes cuestionan muchas de las afirmaciones sobre el desarrollo logrado hechas tanto por los certificadores como por las corporaciones de venta al por menor.

En un estudio de familias y comunidades dedicadas al cultivo del café en México y Centroamérica, investigadores de la Red de Agroecología Comunitaria (CAN), informaron que no existían diferencias significativas en la posibilidad de enviar a los niños a la escuela o en el nivel de seguridad alimentaria entre las familias vinculadas a Fairtrade y las que no lo estaban. El estudio CAN no encontró evidencia de que la certificación de Comercio Justo por sí sola fuese suficiente para sacar a los agricultores de la pobreza. En vez de ello, los investigadores encontraron que la cooperativa que parecía beneficiarse más de la certificación tenía una relación directa con un comprador norteamericano que adquiría todo su café a un precio mayor al mínimo establecido por Fairtrade cada año.

Algunos estudios también sugieren que los éxitos en cuanto a desarrollo presentados como suyos por Fairtrade se deben realmente tanto al esfuerzo que los agricultores hacen por organizarse localmente como a la certificación. Al menos, parece haber una relación mutuamente beneficiosa entre los precios más elevados y la extensa labor social y política llevada a cabo por los movimientos de agricultores. Bajo estas circunstancias, es difícil imaginar a Fairtrade enraizándose sin basarse en las luchas históricas por la reforma agraria, las organizaciones cooperativas y los derechos nativos. Sin embargo, nada de esto se ve reflejado en Fairtrade a través de los canales corporativos, donde los éxitos en cuanto a desarrollo son políticamente depurados para el consumo masivo. En el mejor de los casos se enfatiza la cooperación, no las luchas.

¿Sueldo mínimo o sueldo vital?
En diciembre de 2006, la Asociación de Cooperativas de Pequeños Productores de Café de Nicaragua (CAFENICA), y la Coordinadora de Pequeños Productores de Comercio Justo de América Latina y el Caribe (CLAC) presentaron un informe a la FLO solicitando un incremento de 15 centavos por libra en los precios de Fairtrade. Con el argumento de la falta de información, FLO rechazó inicialmente el pedido y pospuso las conversaciones. Luego de ser presionado por organizaciones de agricultores y grupos de consumidores, FLO aceptó un aumento de cinco centavos por libra.

Los miembros de la cooperativa La Concordia, así como los agricultores de café del mundo, merecen un precio justo por sus productos / Foto: Annie Shattuck

El informe de la CLAC y otros estudios de impacto expusieron algunos de los inconvenientes encontrados en el proceso de certificación de Comercio Justo y sus mecanismos de mercado. El precio mínimo de Fairtrade salvó vidas durante la crisis del café. Pero este precio mínimo nunca fue fijado según los costos de producción o el costo de vida de los agricultores y hoy es cada vez menos efectivo para asegurar beneficios sociales. Algunos estudios indican que, hoy por hoy, los agricultores pierden dinero cuando están asociados a Fairtrade, la única diferencia es que pierden menos que los agricultores tradicionales. Al seguir un enfoque más convencional, Fairtrade asegura un “sueldo mínimo” más que un “sueldo vital”. En la actualidad los agricultores representados en la CLAC que buscan un “sueldo vital” para su café están en desacuerdo con los certificadores de comercio justo, que son quienes deben mantener los precios bajos para poder trabajar con las grandes corporaciones de venta minorista.

Alternativas al Fairtrade corporativo
Los acuerdos comerciales practicados por muchas organizaciones integrantes de Comercio Alternativo (ATO) sí mejoran las condiciones de vida y oportunidades de las cooperativas de café con las que trabajan directamente, ya que la certificación es considerada un piso, no un techo. Tostadores como Equal Exchange en los Estados Unidos y Cafédirect en el Reino Unido se han comprometido a que sus ventas sean de café certificado por Fairtrade en un 100 por ciento, y a usar la certificación como punto de partida para establecer asociaciones significativas, de largo plazo, con las cooperativas de productores. Por la calidad, Thanksgiving Coffee paga premios de hasta 40 centavos sobre el precio de Fairtrade. Su dueño, Paul Katzeff, busca cooperativas certificadas como orgánicas y las ayuda a obtener la certificación de Fairtrade, para luego trabajar diligentemente con las comunidades de productores en el mejoramiento de la calidad del café. El modelo de comercio directo de CAN busca hacer localmente el proceso de valor agregado y proporciona un modelo alternativo a la certificación. Otras empresas son de propiedad conjunta de las organizaciones de agricultores participantes. El modelo de propiedad en manos de los agricultores no solo retorna una mayor cantidad del valor de la venta al por menor a los agricultores, sino que también le otorga una mayor soberanía en el proceso de llevar sus productos al mercado.

Las organizaciones de ATO comparten una serie de características que las diferencian de los mucho más grandes participantes corporativos de Fairtrade, de la siguiente manera:

• Transparencia. Los productores certificados por Fairtrade deben ser auditados. En cambio, la mayoría de las grandes empresas que venden el café al por menor mantienen en secreto la cantidad de café de Fairtrade que venden. Las empresas del “Movimiento” son por lo general transparentes sobre lo que pagan a los agricultores por su café, y sobre qué proporción de sus ventas es de Fairtrade.

• Compromiso a largo plazo. Las empresas del “Movimiento” trabajan con las cooperativas de productores para invertir en la calidad de su café. Esto puede incluir capacitar catadores de café para que sea posible reconocer y tratar de obtener café de buena calidad, ayudar a las cooperativas de agricultores a diversificar su producción, o apoyar proyectos de salud y educación.

• Localizando el valor del café. Tradicionalmente, la mayor parte del valor del café se exporta, generando grandes ganancias en las etapas de tostado y venta al por menor en la cadena de valor. Este poder desigual continúa aun si los agricultores venden al precio de Fairtrade. Las empresas del “Movimiento” que buscan iniciativas de propiedad de los agricultores y de comercio directo permiten que una mayor parte del valor del café se quede en la comunidad que lo produce.

Más allá del debate: Fairtrade y la soberanía alimentaria
El debate sobre la ubicación de Fairtrade en las estructuras de comercialización dominantes refleja crecientes desacuerdos sobre la justicia, las afirmaciones sobre el desarrollo logrado y el futuro de Fairtrade. Estas diferencias están arraigadas en las tensiones existentes entre las estrategias para el cambio social basadas en el mercado y aquellas basadas en movimientos sociales. Por un lado, los certificadores basados en el mercado abogan por los beneficios del mayor volumen transado que los precios mínimos, relativamente bajos, de Fairtrade posibilitan. Por el otro, muchos productores y ATO reclaman precios basados en los costos de producción, y se preocupan sobre la pérdida de control y autenticidad de Fairtrade.

Esto pone al movimiento Fairtrade en una posición difícil. Si el movimiento es aislado del mercado establecido, podrá no ser lo suficientemente relevante como para cambiar la situación de los agricultores. Pero, al interactuar con lo establecido sin hacer preguntas cruciales, el movimiento corre el riesgo de diluirse y los beneficios pueden disminuir. El énfasis de Fairtrade en lo establecido corre el riesgo de marginalizar a los activistas y a los agricultores: los promotores por excelencia del cambio social que hacen que Fairtrade no sea solamente un “mercado un poco mejor” para los agricultores pobres, productores de café.

Prodecoop en Nicaragua
Uno de los papeles más importantes de Fairtrade ha sido ayudar a construir y sostener cooperativas de agricultores. En Nicaragua, cuando el gobierno izquierdista sandinista perdió el poder en 1990, las cooperativas de agricultores se encontraron sin ningún apoyo gubernamental. Las cooperativas se formaron para proporcionar comercio, créditos y otros programas. Prodecoop (Promoción del Desarrollo Cooperativo en la región de Segovias) fue la primera organización de ese tipo. Rosario Castellón, cofundadora de Prodecoop, cuenta cómo sucedió:

“En 1991, las primeras cooperativas que hoy conforman Prodecoop exportaron por primera vez a la feria de compradores de café Equal Exchange, en los Estados Unidos. Algunas de las cooperativas, integrantes de Prodecoop, habían solicitado préstamos durante la revolución sandinista, pero el nuevo gobierno demandó que se pagaran inmediatamente. El banco usó su cosecha de café como garantía y sus tierras entraron en un proceso de cobranza judicial para ejecutar la deuda. Los representantes de las cooperativas se acercaron a las oficinas de Prodecoop a presentar esta difícil situación.

Jonathan Rosenthal, quien era entonces director ejecutivo de Equal Exchange, escuchó a las cooperativas y asumió el riesgo que ningún banco o institución financiera quería asumir. Nos dio un adelanto por la compra de nuestro café. Luego de negociaciones con el banco, Prodecoop les compró el café de vuelta, prometiendo utilizar todos los ingresos de las ventas para cancelar las deudas de las cooperativas.

Equal Exchange contribuyó a sacar a Prodecoop del anonimato. Fue el primer comprador de nuestro café y nos ayudó a hacerlo conocido en el mercado norteamericano. Jonathan Rosenthal y Equal Exchange se han dedicado a construir puentes, para que aquellos que históricamente han estado en desventaja puedan llegar al otro lado, donde está la industria del café. De esta manera pueden tener acceso a mejores ingresos, aliviar la pobreza, lograr la sostenibilidad económica ambiental y social, y sobre todo recuperar sus esperanzas para el futuro y para sí mismos. Los pequeños agricultores de Prodecoop nunca imaginaron que estarían, una y otra vez, negociando frente a frente con importadores y tostadores norteamericanos y europeos. Prodecoop ha sido un ejemplo para el país y para el mundo. Ha motivado el resurgimiento de muchas cooperativas de pequeños agricultores en Nicaragua y otros países”.

La equidad de Fairtrade es más que simplemente un debate ético. La justicia en cuanto a transparencia, riesgo, prácticas laborales y ganancias es un reflejo del poder de mercado. En el mercado actual del café, que no está regulado, las reglas las definen quienes controlan las partes más lucrativas de la cadena de valor: tostado y distribución. Hasta que los agricultores puedan ser dueños de una parte sustancial de la participación generada por el tostado y la distribución, no irán más allá de los niveles de “justicia” que son aceptables para los que controlan el mercado del café. Afortunadamente, existen ya experimentos esperanzadores al interior de la comunidad de café Fairtrade que desplazan el poder en la cadena de valor hacia los productores de café. Ampliar estas experiencias ayudaría a inclinar el balance de poder en Fairtrade a favor de los agricultores, en vez de las grandes corporaciones.

¿Red de seguridad o estrategia de desarrollo?
La posición neoliberal que afirma que los mercados por sí solos son suficientes para reducir la pobreza, terminar con el hambre y promover el desarrollo sostenible, ha sido refutada por dos décadas de desastrosa globalización liderada por las grandes corporaciones. Los vendedores de Fairtrade que afirman que el mercado “empodera a los agricultores” están afirmando, esencialmente, que la certificación es el pequeño ajuste necesario para que la promesa neoliberal se cumpla.

Cuando los precios del café cayeron dramáticamente en 2001 y 2002, se hizo evidente que los precios mínimos de Fairtrade proporcionan una red de seguridad esencial para los agricultores. Es posible encontrar cientos de testimonios de agricultores que están sumamente conscientes de este valor, porque son publicados en las páginas web y materiales de propaganda de los certificadores y empresas de café que comercian productos de Fairtrade.

Sin embargo, los agricultores que organizan cooperativas, los estudiantes y consumidores que abogan por el Fairtrade, y las ONGs que conducen las principales campañas de Fairtrade tienen algo más en mente que solamente redes de seguridad: quieren terminar con el hambre, la pobreza y la extrema injusticia causadas por el “comercio libre”. No quieren conformarse con una red de seguridad, quieren que Fairtrade sea una estrategia para el desarrollo sostenible.

Aunque las redes de seguridad garantizan apoyo cuando los precios caen dramáticamente y los agricultores enfrentan una pobreza extrema, lo que se necesita es una estrategia de desarrollo global para proporcionar a las comunidades agrícolas oportunidades para reforzar el poder de las instituciones y de los agricultores en el mercado. Queda claro que la certificación –el tipo de certificación que está siendo adoptada cuando las grandes corporaciones entran en el negocio de Fairtrade– no logra cumplir con esta estrategia.

Para cumplir con sus declaraciones acerca del desarrollo alcanzado, más que entrar en el campo de lo tradicional, Fairtrade necesita intensificar su trabajo con los movimientos de campesinos para hacer retroceder a la globalización corporativa y restablecer las instituciones sociales y las políticas rurales necesarias para una agricultura productiva y sana.

Mirando hacia el futuro: construyendo soberanía de mercado
El futuro de Fairtrade depende del grado en el que pueda atraer a los productores, consumidores y tostadores-distribuidores no solamente hacia su mercado, sino hacia los crecientes movimientos sociales que abogan por un cambio en la agricultura. Queda claro que la construcción de movimientos depende del sentido de pertenencia, el compromiso y la participación en la toma de decisiones. Pero debido a que Fairtrade es un negocio a la vez que un movimiento, esta participación también depende de la propiedad. Para poder garantizar la participación políticamente comprometida de los agricultores en Fairtrade, estos no deben ser solo “partes interesadas” en el desarrollo, sino también “accionistas” de la empresa. Otorgar a los agricultores una participación mayoritaria en el directorio de la FLO contribuiría en gran medida a lograr este objetivo.

Es poco probable que las grandes corporaciones promuevan una agenda impulsada por los movimientos de agricultores para lograr un cambio al interior de Fairtrade. Intentarán vender la menor cantidad de café de Fairtrade al menor precio posible, contando con su enorme poder sobre el mercado para mantener a los agricultores de Fairtrade atados a ellos. Pero esta no es una razón para abandonar el mercado de Fairtrade. Al contrario, para evitar que este se convierta en un movimiento irrelevante en la lucha de los agricultores para sobrevivir, depende de las organizaciones alternativas, ONGs y activistas ayudar a los agricultores pobres a incrementar no solo su mercado, sino también su poder en el mercado; no solo sus negocios, sino también su control sobre dichos negocios.

En último caso, la posibilidad de lograr que los participantes corporativos de Fairtrade sean públicamente responsables de establecer estándares más equitativos depende del grado en que el movimiento de Fairtrade fomente la soberanía de los agricultores en el mercado: la capacidad de determinar cómo producir, procesar, vender y distribuir de maneras que sean justas y sostenibles. Definitivamente, construir soberanía de mercado desde el precio mínimo hacia arriba no será fácil y la resistencia de los participantes corporativos será fuerte.

Afortunadamente el movimiento Fairtrade es dinámico y desarrolla constantemente nuevas formas de organización social, económica y política. Aún FLO sorprendió a los escépticos al reescribir su constitución para que las organizaciones de agricultores tengan un espacio en su directorio, tomando medidas concretas para permitir que los agricultores participen finalmente en la propiedad de la certificación Fairtrade. En la medida en que el poder de los agricultores crezca y el movimiento se vincule estratégicamente con organizaciones de agricultores y consumidores que buscan el cambio social, Fairtrade estará en una buena posición para demostrar que su impacto sobre el desarrollo es tangible.

Eric Holt-Giménez, Ian Bailey y Devon Sampson
Food First/Institute for Food and Development Policy.
398 60th Street, Oakland, California 94618, Estados Unidos.
Correo electrónico: foodfirst@foodfirst.org

Este artículo se ha editado de una versión original, publicada por Food First, con todas las referencias. Pueden escribir a los autores para pedir una copia o bajar el artículo de internet en http://www.foodfirst.org/node/1794.

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