Pero, reconociendo este hecho y el que hay grupos de productores que están accediendo a mejores condiciones y tratos más favorables, la difusión del comercio justo genera otros problemas. Por ejemplo, obtener el sello (la certificación) de Fairtrade está permitiendo a corporaciones transnacionales dotarse de una imagen que no refleja la realidad de su accionar en el comercio, ya que por lo general la porción de sus actividades certificada como de comercio justo es solo una parte muy pequeña del total de sus operaciones (Boselie). Esto, junto con el hecho que los beneficios del comercio justo para los productores, en términos de precios por sus productos, son relativamente pequeños y que, en realidad, las estructuras de poder del comercio internacional permanecen invariables y los productores siguen estando en una posición débil y dependiente, ha llevado a que se critique el alcance y las reales posibilidades del movimiento de comercio justo (Holt-Giménez y otros).
Lo cierto es que el tema de fondo es cómo mejorar las condiciones de inserción de los productores agroecológicos en los mercados y su acceso a ellos. El comercio justo se mueve en el ámbito del comercio internacional, pero quizá más relevantes para los pequeños productores son los mercados locales y cómo posicionarse en ellos, como ofertantes de productos ecológicos, buscando obtener reconocimiento del carácter especial de dichos productos. Para ello, en muchos países se está ensayando con modalidades de comercialización local, bajo la forma de ferias de productos ecológicos (De la Cruz, Niedzielski y otros, Jaffe y otros, Wú). Las experiencias comparten varias características en común, si bien, dependiendo de los contextos, también se encuentran diferencias importantes entre ellas. Pero, en general, se puede afirmar que la producción agroecológica va abriéndose paso en los mercados de nuestros países, incluyendo el abastecimiento a autoservicios (Niedzielski y otros), con todas las dificultades logísticas que esto implica.
Un soporte a esta expansión se encuentra en los mecanismos que se están diseñando y poniendo en práctica para asegurar a los consumidores la cualidad agroecológica de los productos que se les está ofreciendo. Para ello, ha surgido y se encuentra ya en aplicación en muchos lugares el concepto de garantías participativas, según el cual son los actores locales –productores organizados, gobiernos locales, consumidores organizados, dependencias estatales descentralizadas–, quienes garantizan la cualidad agroecológica de determinados productos, de acuerdo con procedimientos objetivos y estandarizados.
En esta edición de LEISA revista de agroecología ofrecemos a nuestros lectores una selección de experiencias sobre estos temas. Con ello se busca tanto informar sobre los intentos que se están haciendo para posicionar la producción agroecológica en mercados locales, nacionales e internacionales, como poner en relieve la importancia de la organización de los productores para ir superando los obstáculos que se encuentran en este camino. En todos los intentos que se hagan, los productores agroecológicos van a encontrar la resistencia de quienes están operando actualmente en los diferentes mercados, que los consideran una amenaza para sus actuales y beneficiosas posiciones. Es decir, lograr comercializar en términos que reconozcan los esfuerzos de los productores y la calidad de la producción agroecológica hace necesario actuar organizada y estratégicamente, difundiendo las ventajas de esta producción para la salud humana y para el medio ambiente, y buscando involucrar en este proceso a las autoridades locales y nacionales y a los consumidores organizados, que en este terreno son aliados naturales de los productores.