diciembre 2007, Volumen 23, Número 3
Salud y agricultura

Ya es momento de prohibir los plaguicidas peligrosos

STEPHEN SHERWOOD, DONALD COLE Y DOUGLAS MURRAY | Página 35-37
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Los promotores de desarrollo enfrentan dificultades para persuadir a los pequeños productores agrícolas de que reduzcan el uso de plaguicidas extremadamente peligrosos. Pero las patentes de muchos de estos plaguicidas ya expiraron hace tiempo, lo que permite a las compañías comercializarlos a muy bajos precios. Desde una perspectiva agroecológica, es irónico que estos insecticidas, en su mayoría, sean no específicos sino de amplio espectro con potencial para eliminar a todo insecto, ya sea dañino o benéfico.

Colocando trampas al rededor de los márgenes de un campo recientemente arado. Los agricultores demuestran su confianza cada vez más en formas alternativas para combatir insectos / Foto: Stephen Sherwood

Desde el punto de vista de la salud pública, resulta trágico que estos insecticidas sean los más tóxicos y a la vez los productos que generalmente están más disponibles en el mundo en vías de desarrollo. En los pequeños pueblos de Asia, África y América Latina, hasta los niños pueden comprar estos productos tóxicos en la tienda local y millones de agricultores y sus familias entran habitualmente en contacto con ellos.

Los plaguicidas producen considerables daños a la salud
Los plaguicidas altamente tóxicos se asocian a suicidios, problemas mentales y del sistema nervioso, que no sólo afectan a quienes aplican los productos sino también a sus familias. Investigadores que compararon el estado de la salud mental y de los suicidios en China, Sri Lanka y el Reino Unido, encontraron que la alta tasa de suicidio existente en Sri Lanka y China no se debe a que tengan mayores niveles de trastorno mental o elevadas proporciones de actos de auto agresión, sino simplemente a que las personas de estos países tienen un acceso más fácil a los plaguicidas que los residentes en el Reino Unido; un 60 y 90 por ciento de los suicidios registrados en Asia, Africa y América Latina, se asocia directamente con el acceso a estos plaguicidas.

Aunque es difícil de demostrar científicamente, la exposición constante a las neurotoxinas produce síntomas de depresión. La depresión a menudo conduce a las personas a cometer actos de autoagresión. Esto ha provocado que algunos expertos en medicina sostengan que la exposición a plaguicidas muy tóxicos puede contribuir al número creciente de intentos de suicidio a nivel mundial. Sin tener en cuenta si los productos altamente tóxicos son la causa del deseo de atentar contra la propia vida o simplemente un medio eficaz para hacerlo, allí donde el acceso a plaguicidas altamente tóxicos ha sido restringido, las tasas de suicidio disminuyeron. Además, investigaciones al norte del Ecuador revelan que no sólo aquellos que aplicaban los plaguicidas estaban en riesgo: las mujeres y los niños pequeños, aunque generalmente no están activos en los campos de cultivo, resultaban afectados casi por igual.

Otras investigaciones demostraron que los costos de los tratamientos y los días de trabajo perdidos son una carga financiera significativa para las personas y para el sistema de salud pública. Cada envenenamiento humano (sin contar las muertes) cuesta aproximadamente seis días laborables. La exposición continua a plaguicidas muy tóxicos afecta el raciocinio y la actividad motora del agricultor hasta un nivel que, en países más ricos, justificaría la retribución económica al trabajador por discapacidad.

Existen alternativas
Al estudiar las huellas que dejan los contaminantes, las familias rurales han aprendido más sobre cómo los plaguicidas de alto riesgo ingresan con regularidad en sus hogares. Cuando la industria de agroquímicos se se ve confrontada por estos hechos, aduce que no se le puede responsabilizar por el mal uso que hacen los agricultores de los plaguicidas, desmintiendo así las evidencias encontradas por ella misma. Según la investigación financiada por la Fundación Novartis –el mayor estudio realizado sobre la seguridad de los plaguicidas–, no es realista esperar que las personas de los países pobres puedan manejar estos plaguicidas de manera segura. Como resultado, el estudio concluyó, “…todo fabricante de plaguicidas que no pueda garantizar el uso y manejo seguro de sus productos, debe retirar tales productos del mercado”. Mientras la industria y los gobiernos continúan realzando el valor de los programas para entrenar y educar sobre el “uso seguro”, estas iniciativas han sido sumamente ineficaces en detener el peligro de los plaguicidas a gran escala, y continúan promoviendo el uso generalizado de estos productos. Las empresas y los gobiernos saben que la distribución y el uso de plaguicidas altamente tóxicos pueden conducir a envenenamientos y trastornos neurológicos de las familias rurales, pero se resisten a detener su venta.

Descubriendo los efectos dañinos de los plaguicidas
Cuando llegamos a Carchi, Ecuador, en 1998, los plaguicidas no se consideraban un problema, sino una solución. Un productor nos dijo: “Yo no sé si creo en Dios, pero sí creo en los plaguicidas. Gracias a los plaguicidas mi familia come”. Los verdaderos costes de los plaguicidas estaban ocultos. Para ayudar a los productores a ver los efectos dañinos de los plaguicidas, empleamos durante los talleres una actividad relativamente perturbadora que incluyó dar una dosis pequeña de plaguicidas muy tóxicos a polluelos (normalmente carbofuran o metamidofos). Los participantes los observaron y debatieron los síntomas mientras los polluelos se tambaleaban, se ponían incoherentes y finalmente morían en un período de aproximadamente una hora. Por lo general algunos participantes se quejaban del “asesinato” de polluelos inocentes. Es cierto que el ejercicio era cruel, pero fue una forma muy eficaz de hacer obvios los efectos que los plaguicidas ejercen sobre los productores y sus familias. (Para evitar tener que repetir el ejercicio, usamos videos de la actividad).

Durante el ejercicio, los participantes inevitablemente se decidían a hablar acerca de experiencias que mantenían ocultas. La mayoría admitió haberse puesto como ebrio mientras aplicaba plaguicidas. Muchos aseguraron haberse desmayado en sus campos, pero que no lo habían dicho a nadie para no ser etiquetados de debiluchos. Descubrimos entonces que las intoxicaciones eran bastante comunes. También conocimos que las muertes debido a los plaguicidas ocurrían en cada una de las comunidades donde trabajábamos, a menudo a niños pequeños.

Generalmente los participantes concluían: “Lo cierto es que esto sucede cada día en nuestros campos. Nos preocupamos más por nuestros pollos que por nuestras mujeres e hijos. ¡Hay que hacer algo!” Esta actividad nunca dejó de surtir efecto para poner a las personas en acción.

En los casos donde el acceso a plaguicidas altamente peligrosos fue restringido, no hubo efectos negativos apreciables en las economías rurales de las localidades observadas (no más allá, tal vez, de una disminución en las ventas de plaguicidas). Los agricultores simplemente encontraron otras alternativas, y probaron que estos plaguicidas podían ser substituidos por un control de plagas sin químicos o utilizando plaguicidas menos tóxicos. Generalmente, estos últimos son más caros que los altamente tóxicos, pero su uso juicioso permite que sean económicamente factibles para los agricultores. A través de metodologías basadas en el conocimiento, como las Escuelas de Campo de Agricultores, los productores han demostrado que pueden eliminar considerablemente el uso de los plaguicidas altamente peligrosos sin sufrir pérdidas en la producción. A pesar del reclamo de los gobiernos y la industria, el problema de la eliminación de los tóxicos nunca ha sido la falta de alternativas, sino de la voluntad política de colocar el interés público por encima de los intereses de actores privados influyentes.

Iniciativas políticas
En la mayor parte del mundo en vías de desarrollo, la influencia corporativa sobre las políticas gubernamentales ha derivado en la incapacidad para controlar la comercialización y uso de los plaguicidas peligrosos a través de las formas convencionales de regulación. Esto ha llevado a que el director de producción y protección de plantas de la FAO, vaya más allá de los llamados para la implementación de otro tipo de reforma política como el Código de Conducta de la FAO y exija la total eliminación de los plaguicidas altamente peligrosos. En una declaración pública dijo: “En los países en vías de desarrollo, no hay manera de asegurar que los químicos implicados serán usados dentro de márgenes de riesgo aceptables”. Algunos de estos países, incluyendo China, Thailandia y Viet Nam, están empezando a prohibir el uso de los plaguicidas más tóxicos. Otros gobiernos están siendo llamados a seguir tales ejemplos y acelerar su retiro de los mercados en todo el mundo.

Huellas de la exposición
Para ilustrar las huellas que deja la exposición a los plaguicidas, empleamos un “rastreador”, o sea, un polvo fluorescente y no tóxico que brilla bajo la luz ultravioleta. Con la cooperación de voluntarios de la comunidad, añadimos este polvo al líquido de las mochilas asperjadoras y les pedimos a los productores que lo aplicaran como usualmente hacen. Por la noche, visitamos sus hogares con luces ultravioletas y cámaras de video para identificar las huellas de la exposición. Durante las presentaciones de videos, los miembros de la comunidad se sorprendían al ver el polvo rastreador no sólo en las manos y el rostro de quienes lo aplicaron, sino también en los niños que jugaron en los campos. También encontramos huellas sobre las ropas y en diferentes lugares de la casa, como alrededor de las áreas de lavado, sobre las camas e incluso sobre la mesa de la cocina. Este estudio contribuyó a que las personas se dieran cuenta de cómo los plaguicidas ingresan en sus hogares y cómo aquellos que no los aplicaron, en particular mujeres y niños, también estaban expuestos.

A pesar de estos ejemplos, la mayoría de los políticos no ha mostrado voluntad para enfrentar a la industria de agroquímicos respecto a la venta y distribución de estos productos tóxicos. Debido a ello, la mayoría de los países continúa permitiendo su venta y distribución y las empresas los promueven de manera agresiva, incluso mediante la reducción de precios. Al ser cuestionados en público sobre este hecho, los representantes de la industria y del gobierno típicamente culpan a los agricultores, comentan sobre los recursos inadecuados para el monitoreo y solicitan más estudios. Sin embargo, durante una reunión informal, un representante de una gran empresa de agroquímicos le dijo a uno de los autores de este artículo: “Sabemos que los días de los plaguicidas tóxicos están contados. Durante varias décadas la industria ha estado planeando alternativas, no obstante continuará vendiendo hasta que sea económica o políticamente inviable hacerlo.”

Tomando responsabilidad a través de acciones de base
Para que los plaguicidas altamente peligrosos sean “políticamente inviables” se necesita una mayor presión pública. En Ecuador, los miembros del movimiento nacional de agroecología, han propuesto la eliminación de estos productos. Además de trabajar con los agricultores, comprenden la necesidad de trabajar con los consumidores, para ayudarlos a elegir alimentos que no hayan sido producidos con estos plaguicidas. El movimiento ha propuesto que para el 2010 los productores, mujeres y niños no padezcan enfermedades asociadas con la exposición constante a estas sustancias altamente tóxicas.

Para lograrlo, los agroecologistas están comenzando a liderar las siguientes acciones de base:

• Organizar campañas de información basadas en los estudios existentes que demuestran las consecuencias ambientales, económicas y para la salud asociadas con el uso de sustancias tóxicas.
• Promover el aprendizaje continuo de alternativas orgánicas a los plaguicidas, en particular mediante el intercambio de campesino a campesino. Esto debe incluir programas en “alfabetización ecológica” o sea, ayudar a las personas en el campo a saber cómo manejar la ecología de su finca en beneficio propio.
• Protestar y boicotear la compra y el consumo de alimentos como tomates, papas y plátanos cuando el vendedor no puede garantizar que fueron producidos sin plaguicidas altamente tóxicos.
• Demandar que las agencias reguladoras gubernamentales coloquen una etiqueta sobre los productos que se obtienen con plaguicidas altamente tóxicos y que informen que la compra de tales productos contribuye indirectamente al envenenamiento de hombres, mujeres y niños de las comunidades rurales.
• Exigir que las agencias gubernamentales, el Ministerio de Educación, los gobiernos locales, la FAO, y otras organizaciones nacionales e internacionales no acepten financiamiento de empresas que producen, venden o distribuyen productos altamente tóxicos. Además, las agencias públicas no deben colaborar en los programas de “uso seguro” de estos plaguicidas, puesto que se conoce que no pueden ser empleados con seguridad bajo las condiciones de los países en vías de desarrollo. En cambio, estos programas deben enfocarse a la eliminación del uso de estos tóxicos.
• Establecer vínculos con otros movimientos internacionales similares en las Américas, Europa, África y Asia para exigir una mayor responsabilidad corporativa.
• Asociarse a ONGs y movimientos sociales de todo el mundo para promover la certificación privada y otros sistemas que garanticen la eliminación de los productos altamente tóxicos.

Exhortamos a todos los lectores de las revistas LEISA y a los que, en todo el mundo, practican una agricultura sostenible y de bajos insumos externos a que consideren el desarrollo de acciones similares en alianza con otros sectores de la sociedad.

 

Stephen Sherwood, Donald Cole y Douglas Murray

Stephen Sherwood
Vecinos Mundiales, Programa Area Andes. Los Motilones N40-598 y Carlos Guevara, 3 piso. Casilla Postal 17-17-97, Quito, Ecuador.
Correo electrónico: ssherwood@wnandes.org

Donald Cole
Departamento de Servicio de Salud Pública, University of Toronto, Toronto, Notario, M5T 3M7, Canadá.

Douglas Murray
Departamento de Sociología y Centro para el Estudio de Alternativas Justas de Mercado, Colorado State University, Fort Collins, Colorado 80523, USA.

Referencias
– BBC World Service, 2004. Dying to make a living. Un programa en dos partes sobre plaguicidas venenosos en el norte de Ecuador, disponible en: www.bbc.co.uk/worldservice/specials/1646_dying/.htm
– Bertolote, J.M., A.Fleishman, A. Butchart y N. Besberlli, 2006. Suicide, suicide attempts and pesticides: A major hidden public health problem. En Bulletin of the World Health Organization. Abril. 84 (4):260-261.
– Murray, D., P. Taylor, 2000. Claim no easy victories: Evaluating the pesticide industry’s global safe use campaign. World Development, 28 (10):1735-1749.

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