Potencialmente, el conjunto de la biodiversidad puede ser aprovechado, pues los genes de cualquier organismo podrían ser utilizados mediante procesos biotecnológicos. Sin embargo, hoy en día es posible reconocer recursos genéticos con los siguientes niveles de prioridad de manejo, aprovechamiento y conservación, de acuerdo con su utilidad actual o potencial a corto plazo (Figura 1).
• Primer nivel de prioridad, incluye aquellos recursos genéticos de especies que sostienen mayormente la producción primaria (agricultura, ganadería, pesca) en el mundo. En el caso de las plantas se trata de alrededor de 100 especies (por ejemplo: el trigo, el maíz, el arroz, la soya y el algodón) usadas principalmente en la producción de alimentos, forrajes, fibras, aceites y madera. Estas especies comprenden numerosas variantes generadas como resultado de la selección artificial en distintos ambientes naturales y culturas, y son componentes básicos de la diversidad biológica de los sistemas agrícolas o agrobiodiversidad. Junto a tales especies son igualmente importantes sus parientes silvestres, incluyendo taxones que pertenecen a la misma especie que la planta domesticada, así como otras especies del mismo género con las que intercambian o pueden intercambiar genes de manera natural.
• Segundo nivel de prioridad, en el que se encuentran cientos de especies cultivadas y domesticadas que satisfacen requerimientos humanos regionales. A nivel mundial se reconoce que existen entre 2.000 y 3.000 especies de plantas con signos claros de domesticación. El grueso de estas especies, sus variantes y parientes silvestres forman parte de este segundo nivel de prioridad.
• Tercer nivel de prioridad, aquí se encuentran aquellas especies que han recibido alguna forma de manejo de parte de los seres humanos a lo largo de su historia cultural y que presentan signos incipientes de domesticación. Por involucrar lo silvestre, estas formas de manejo pueden considerarse como silvicultura y pueden incluir prácticas tales como:
– Tolerancia, que implica dejar en pie individuos de especies favorables cuando se perturba la vegetación con algún propósito.
– Promoción o fomento, que involucra actividades dirigidas a aumentar la densidad de población de especies favorables.
– Protección, que incluye el control de herbívoros, el clareo de las plantas competidoras, la realización de podas y otras formas de protección de plantas que representan alguna ventaja utilitaria para los seres humanos en áreas de vegetación natural sometida a perturbación deliberada.
– Siembra y transplante de propágulos (sexuales o vegetativos) o individuos completos desde ambientes silvestres a ambientes controlados por seres humanos (por ejemplo, parcelas agrícolas, huertos, solares). Se trata del cultivo de plantas silvestres y debe diferenciarse del manejo agrícola que involucra el cultivo de plantas domesticadas.
Figura 1. Niveles de prioridad en el manejo de recursos genéticos vegetales
Desafortunadamente, este conjunto de especies ha sido menos estudiado que los dos conjuntos anteriormente mencionados y no es posible por el momento determinar cuántas especies a nivel mundial se encuentran bajo estas formas de manejo. Probablemente comprenda varios miles de especies, pero su documentación es uno de los campos que en este tema requieren mayor investigación.
• En un cuarto nivel de prioridad se encuentran las especies silvestres útiles cuyos productos son obtenidos a través de la recolección en poblaciones silvestres, arvenses o ruderales. Existen cerca de 50.000 especies de plantas útiles en el mundo y más del 90 por ciento de éstas son silvestres.
La pérdida de recursos genéticos y la conservación
La pérdida de diversidad biológica constituye una de las grandes preocupaciones de la humanidad a escala planetaria. Tal pérdida involucra a la diversidad genética en los distintos niveles de prioridad mencionados arriba, proceso al que se le denomina erosión genética. La pérdida de agrobiodiversidad implica la pérdida de especies o de variedades cultivadas en una región determinada. Este proceso es particularmente preocupante en las regiones agrícolas con mayor historia de cultivo, en especial las regiones con culturas indígenas y que constituyen centros de origen de especies o variantes de un cultivo. La preocupación por la pérdida de agrobiodiversidad ha motivado programas mundiales de conservación ex situ, incluyendo de manera sobresaliente la red de bancos de germoplasma del Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional (CGIAR) de la FAO. Pero también se han venido desarrollando iniciativas institucionales y ciudadanas para la conservación in situ y este enfoque de la conservación es en el que centra su atención el presente trabajo.
La conservación in situ implica manejar y mantener la diversidad en el contexto en el que se encuentra y evoluciona. En el caso de la agrobiodiversidad tal contexto es el de las parcelas agrícolas, mientras que en el caso de otros recursos genéticos son los bosques y otros ambientes en donde se encuentran naturalmente. Conservar in situ la agrobiodiversidad implica mantener en un contexto agrícola las especies y variedades utilizadas, mantenidas y seleccionadas por los agricultores, pero ante todo implica mantener los procesos fundamentales que la generan: (1) los procesos de interacción genética con los parientes silvestres y (2) los procesos culturales que favorecen el uso diversificado de los recursos agrícolas y que moldean la agrobiodiversidad (Figura 2), como se examina a continuación.
Niveles de prioridad: el ejemplo de México
Este país es considerado como uno de los reservorios de diversidad vegetal más importantes del planeta, con 25.000 a 30.000 especies de plantas vasculares. Asimismo, es una de las áreas con mayor diversidad cultural del mundo con 58 grupos étnicos indígenas y cerca de 291 lenguas, y uno de los principales centros de domesticación de plantas. Las investigaciones etnobotánicas han documentado en México alrededor de 7.000 especies de plantas útiles, de las cuales alrededor de 200 especies nativas se encuentran en estado avanzado de domesticación, incluyendo algunas especies de plantas de importancia mundial tales como el maíz, frijoles, chiles, calabazas, cacao, algodón, agaves, amarantos, entre otras, así como numerosas especies de importancia nacional o regional. Las especies domesticadas nativas coexisten en algunas áreas del territorio nacional con sus parientes silvestres, aunque el inventario de estos parientes está aún por hacerse para la mayor parte de las especies. Adicionalmente, en el país se cultivan alrededor de 150 especies de plantas introducidas desde otras partes del mundo.
Pero existe también un conjunto de 600 a 700 especies de plantas nativas (y podrían ser más, pero falta mayor investigación sobre el tema) bajo manejo silvícola o cultivo de baja intensidad, con importancia económica y cultural de escala regional o local. Estudios etnobotánicos, ecológicos y genéticos de especies de guajes (Leucaena spp.), nopales (Opuntia spp.), cactáceas columnares (Stenocereus spp., Escontria chiotilla, Polaskia spp.), cactáceas epífitas (Hylocereus spp.), magueyes (Agave spp.), frutales (por ejemplo Annona spp., Spondias spp., Sideroxylon spp., Pouteria spp.) y verduras anuales o “quelites” (Amaranthus spp., Crotalaria spp., Anoda cristata), han documentado que estas formas de manejo incluyen frecuentemente procesos de selección artificial que favorecen la abundancia de fenotipos con mejores atributos utilitarios y determinan estados incipientes o intermedios de domesticación. Sin embargo, para este amplio grupo de plantas la información es relativamente escasa.
Parientes silvestres y conservación in situ de la agrobiodiversidad
Los parientes silvestres de plantas domesticadas son especies vegetales silvestres que tienen una relación genética cercana a la especie domesticada. Los parientes silvestres poseen una elevada diversidad genética acumulada a lo largo de cientos de miles a millones de años de evolución natural, a diferencia de las especies domesticadas, cuya diversidad genética es resultado de la adopción de fragmentos de tal diversidad por parte de los seres humanos y su desarrollo en el contexto de cientos o miles de años de domesticación. Sin embargo, es frecuente el flujo de genes entre poblaciones de parientes silvestres y plantas domesticadas en las áreas donde coexisten, y tal flujo generalmente enriquece la variedad de plantas cultivadas. La continua incorporación de diversidad genética “natural” a las poblaciones de plantas domesticadas constituye una fuente primaria de la agrobiodiversidad que los campesinos tradicionales han venido manejando a lo largo de siglos de domesticación.
Ave dispersora / Foto: autores
Hoy en día la conservación in situ de la agrobiodiversidad implica conservar el proceso generador de tal diversidad; es decir, el flujo de genes entre parientes silvestres y domesticados. Los parientes silvestres se han utilizado también en el fitomejoramiento técnico por más de un siglo y actualmente tienen una considerable importancia económica. Sin embargo, este hecho contrasta con las escasas políticas de conservación de las poblaciones de estas plantas. En las regiones consideradas centros de origen de la domesticación, como son las regiones andina y mesoamericana, existen poblaciones de parientes silvestres en interacción con las plantas domesticadas y resulta urgente identificar tales parientes, evaluar su estado actual y diseñar acciones para conservarlas.
Conservación in situ y manejo campesino
Las culturas campesinas que hacen uso de la agrobiodiversidad y que desempeñan un papel central en su generación y mantenimiento tienen un valor fundamental en la conservación in situ. El manejo de ambientes y organismos generalmente determina una reducción de la diversidad biológica; sin embargo, entre los pueblos indígenas que son los habitantes y usuarios de las áreas con mayor diversidad biológica del mundo se han documentado excepciones, ya que suelen manejar los ambientes locales de manera tal que mantienen o aumentan la diversidad de formas vivientes. Por ejemplo, en México se ha documentado que entre los pápagos o hia’ched o’otham (areneños o gente de la arena) del desierto sonorense los hábitats manejados por estos campesinos indígenas poseen tanta o más diversidad de especies de plantas que los hábitats naturales. Pero el manejo humano también puede incidir en la diversidad genética dentro de una sola especie; por ejemplo: en dos especies de cactáceas columnares usadas por sus frutos comestibles en el valle de Tehuacán, las poblaciones cultivadas en las huertas y solares tradicionales y las sujetas a manejo silvícola tuvieron en promedio mayor diversidad genética que las poblaciones silvestres (Cuadro 1). En este último caso, la información ilustra que el manejo humano de poblaciones vegetales puede no sólo no reducir la diversidad morfológica y genética, sino también mantenerlas y, más aún, incrementarlas.
Cuadro 1. Medidas de diversidad genética en poblaciones de Stenocereus stellatus y S. pruinosus del valle de Tehuacán y la Mixteca Baja, México.
Los altos niveles de variación en las poblaciones manipuladas están influenciados en parte por la existencia de altos niveles de flujo de genes entre las poblaciones, favorecidos por la intervención de murciélagos en la polinización y de murciélagos y aves en la dispersión de semillas, pero también por el interés de la gente en mantener una gran cantidad de variedades con diferentes atributos especiales, pues éstas les ofrecen otras ventajas, lo que involucra una continua introducción y reemplazo de materiales vegetales en las poblaciones manipuladas. En este caso, la tecnología tradicional de manejo in situ de cactáceas columnares, así como su cultivo, son importantes estrategias que apoyan la agricultura y la biodiversidad en la región. Tales métodos tradicionales reditúan beneficios en la producción de cultivos básicos y protección de suelos, pero también parecen pertinentes para el mantenimiento de importantes reservorios de diversidad genética de las especies manejadas. Resulta entonces de primordial importancia documentar:
• El papel de la diversidad de especies y de variantes de una especie en la cultura y en los patrones de subsistencia campesina.
• Las técnicas aplicadas en los sistemas de manejo que permiten el mantenimiento de tal diversidad.
• El valor cultural y económico de la diversidad cultivada así como la de los parientes silvestres.
Esta información, junto con la señalada en el apartado anterior, es de gran ayuda para diseñar estrategias de conservación in situ. Obtenerla implica sin duda grandes retos que rebasan las capacidades de individuos aislados, por ello la participación conjunta de instituciones campesinas, así como instituciones de investigación, ONGs e instituciones gubernamentales es una necesidad.
Alejandro Casas y Fabiola Parra
Centro de Investigaciones en Ecosistemas, UNAM (Campus Morelia)
Apartado Postal 27-3 (Santa María de Guido)
Morelia, Michoacán 58190, México
Correo electrónico: acasas@oikos.unam.mx
Referencias
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– Casas, A., J. Cruse-Sanders, E. Morales, A. Otero-Arnaiz y A. Valiente-Banuet. 2006. Maintenance of phenotypic and genotypic diversity in managed populations of Stenocereus stellatus (Cactaceae) by indigenous peoples of Mexico. Biodiversity and Conservation 15: 879-898.
– Casas, A., A. Otero-Arnaiz, E. Pérez-Negrón, y A. Valiente- Banuet. 2007. In situ management and domestication of plants in Mesoamerica. Annals of Botany 1-15.
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