septiembre 2005, Volumen 21, Número 2
Más que el dinero: implicancias económicas de la agricultura ecológica

Un proceso de cambio pensando en el ser humano, el ambiente y el futuro

MARÍA ELENA MORROS Y DYLCIA ALCALÁ DE MARCANO | Página 23-25
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«Érase una vez…», un grupo de agricultores de las comunidades Monte Carmelo, Bojó y Palo Verde, en el municipio Andrés Eloy Blanco, del estado Lara, Venezuela, que tuvieron un sueño, decidieron organizarse e iniciaron el recorrido hacia una nueva forma de producción y de vida.

Hoy, casi 30 años después, con un cúmulo de experiencias y de avances en la búsqueda de una mejor calidad de vida, y con el interés de ofrecer un legado a las generaciones venideras, hacen un alto en el camino para analizar una propuesta agroecológica para los sistemas de producción de las zonas altas, movidos por un alto grado de conciencia sobre su corresponsabilidad como pioneros de un proceso de desarrollo local, basado en principios de sostenibilidad y fundamentado en el aprovechamiento de sus potencialidades. En este artículo se recogen testimonios de agricultores miembros de tres organizaciones ubicadas en una microcuenca montañosa (1.200 a 1.400 metros sobre el nivel del mar), de laderas pronunciadas y alta fragilidad edáfica, a 150 kilometros de Barquisimeto, capital del estado Lara.

30 años atrás, antes de iniciarse la experiencia, los agricultores de esta zona tenían una agricultura de subsistencia basada en el maíz y la caraota (frijol), y enfrentaban problemas relacionados con la migración de los jóvenes a los centros poblados en busca de empleos. El motivo principal que llevó a estos agricultores a iniciar su proceso de organización fue el reconocimiento de altos niveles de agrotóxicos en la sangre, descubiertos al aplicarse en las comunidades una prueba de colinesterasa (enzima sanguínea cuyas capacidades de transmisión nerviosa son inactivadas por los organofosfatos presentes en los agrotóxicos). Al aplicarse esta prueba se descubrieron agentes contaminantes incluso en aquellas personas que no tenían que ver directamente con la actividad agrícola.

En este contexto, un religioso radicado en Bojó, el padre Mario, tomó la iniciativa de promover la organización en torno de la agricultura ecológica, lo que dio como resultado la creación de la primera cooperativa, La Alianza, conformada por grupos de productores de las comunidades de Las Lajitas, Palo Verde y dos bodegas comunitarias. Esta cooperativa ha sido la motivadora para la formación de otros grupos como las asociaciones de productores de Bojó y Monte Carmelo. Todas ellas están vinculadas a la Central de Cooperativas del Estado Lara (CECOSESOLA; primera central cooperativa regional de Venezuela, fundada en 1967), la cual apoya a las cooperativas y asociaciones en aspectos relacionados con la comercialización de productos e insumos, financiamiento y capacitación. En el proceso de formación de la Cooperativa La Alianza, contaron con el apoyo de Intercoop, una organización francesa que promueve el movimiento cooperativo.

A partir de la primera mitad de la década de 1990, las cooperativas han contado también con el apoyo del Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA), que, a su vez, ha adoptado una metodología que ha sido capaz de superar el extensionismo tradicional. En lugar de aplicar un enfoque vertical, sin tomar en cuenta el saber y los aspectos culturales locales, la parte humana, el INIA considera al productor como socio del proceso de investigación y extensión; respeta, valora e incorpora el saber local, y con el tiempo se ha logrado un buen nivel de amistad y confianza.

Hoy día estamos elaborando una propuesta de producción agroecológica surgida de los propios campesinos y campesinas. Ellos, con su trabajo y experiencia en las comunidades, aportan su opinión para la definición y orientación de políticas y acciones regionales y nacionales dirigidas a lograr un desarrollo rural integral, detectando sus fortalezas, potencialidades, necesidades y los factores que han favorecido o limitado su desarrollo. Buscamos lograr la transición de la producción convencional a la agroecológica, incorporar a otros a esta forma de trabajar y consumir lo que producimos. Hemos tomado conciencia para producir más saludablemente y autoabastecernos a través de una «granja integral territorial», donde participen las comunidades con las que hemos venido trabajando hacia lo agroecológico, con una visión endógena del desarrollo.

Se evidencia una conciencia colectiva hacia una agricultura más sana y la necesidad de fortalecer las capacidades existentes en las diferentes comunidades a través de trabajos participativos en las áreas de manejo y conservación de suelos y aguas, manejo integrado de plagas, manejo integral de cultivos; con la visión de una escuela agroecológica para la comunidad, con la participación y con la idea de compartir con otras comunidades y otras regiones del país.

Expresiones como: «la tierra hay que cuidarla como la vida misma», de Naudi Pérez, y «nosotros estamos hechos de lo mismo que la tierra, entonces pongamos en práctica lo aprendido», de Gaudi de García, ponen de manifiesto el florecer de una conciencia agroecológica en estas comunidades. Parafraseando el libro del Génesis, el agricultor Alexis García dijo: «y vimos que era bueno… y decidimos seguir».

Un proceso de cambio: los agricultores narran su experiencia

Gabriel García – Las Lajitas, Cooperativa La Alianza / Foto: Ma. Elena Morros

La Cooperativa fue fundada en 1976. Comenzamos con la siembra de hortalizas; no se sembraban en la zona, no conocíamos ni el nombre de las diversas hortalizas. Cuando empezó la inquietud de la agricultura orgánica fue por los problemas de salud. Se hizo la prueba de la colinesterasa y casi todos salimos contaminados con residuos, entonces comenzamos con una pequeña parcela de hortalizas orgánicas y plantas medicinales. Ahora tenemos una hectárea y media totalmente orgánica. No ha sido fácil, ha significado más trabajo y el mercado no reconoce el esfuerzo. Es un reto ir a la producción orgánica; tenemos cultura de los químicos, otras alternativas son más difíciles, tenemos que producir nosotros mismos los insumos. El inicio de la producción orgánica fue a través del Padre Mario (representante de una organización católica) y el apoyo de una organización internacional, Intercoop, en la capacitación e intercambio. Se comenzaron a utilizar plantas repelentes, preparados de ají, purines, abonos orgánicos. El INIA viene trabajando con nosotros desde hace unos 12 años; nos ha dado apoyo con las prácticas de manejo integrado de plagas y de conservación de suelos y aguas para evitar el arrastre; ha sido muy importante el apoyo técnico que hemos recibido de la institución, pero más aún ha sido el tomar en cuenta la parte humana. Unas parcelas las manejamos totalmente orgánicas y en otras utilizamos el manejo integrado de plagas.

Todavía hay socios que no les gusta trabajar en la parcela orgánica. La agricultura orgánica no es cosa nueva, ya eso lo hacían nuestros abuelos. Los beneficios los medimos más por aspectos como salud y ambiente que por lo económico. La agricultura orgánica es un poco más costosa, llevamos más o menos los costos, la diferencia son 300,00 bolívares (VEB) por kilogramo (0.14 USD). La mano de obra es el insumo más costoso, se gasta mucho para controlar las malezas. Los abonos orgánicos son más económicos, los hemos aprendido a producir nosotros mismos. La idea es que lo que se produzca se consuma y haya mínima dependencia. Somos 25 socios, se trabaja la carpintería, la producción de yogur, quesos, sueros; tenemos un vivero. Por supuesto, la producción vegetal orgánica y tradicional y venta de insumos como fertilizantes orgánicos.

Entre las recomendaciones que les puedo dar están: que nos sintamos todos como hermanos, que no exista diferencia por los títulos; que compartamos las cosas que sabemos. No queremos recetas; el técnico no debe imponer, podemos mejorar las cosas entre los dos, compartir saberes; el saber no puede quedarse en la oficina, que se comparta y que se lleve a la práctica. La agricultura debe cambiar, debemos pensar en nuestros hijos, debemos ir hacia lo ambiental. Si seguimos trabajando de manera convencional no tendremos tierra donde sembrar y todo lo tendremos que traer de afuera.

Dentro de unos 10 ó 15 años, la agricultura en Venezuela dará un cambio y podremos tener un sello para la certificación de los productos orgánicos. Nosotros hemos hecho muchos esfuerzos al respecto pero no lo hemos logrado. Nuestro trabajo ha sido serio y estamos preparados para hacer pruebas de residuos en los productos orgánicos. Estamos trabajando con legalidad. Mantenemos relación con otras cooperativas de los estados Trujillo y Barinas. El objetivo de la Cooperativa siempre ha sido el compartir el saber entre el técnico y el campesino.

Narcisa García – Asociación Civil de Productores Monte Carmelo / Foto: Ma. Elena Morros

Somos 25 productores y de ésos, seis somos mujeres. La finalidad de la organización ha sido la producción en conjunto, ya que así las cosas se logran mejor. Los trabajos son rotativos, la planificación se hace en grupo. En todo esto Las Lajitas ha tenido gran influencia, han sido pilar fundamental como iniciadores. En conjunto nos enriquecemos mutuamente y hay mayor posibilidad para consolidarnos. Nos motiva mejorar la salud, el ambiente, pensar en el bienestar de los hijos, y para lograrlo debemos rescatar los valores de nuestros antepasados y trabajar en equipo.

Hace unos ocho años comenzamos a capacitarnos en el manejo integrado de plagas, estábamos preocupados por la salud, se presentaban muchos casos de asma, intoxicaciones; nos estaba afectando el uso de tantos químicos y decidimos desarrollar un laboratorio para producir insectos biocontroladores. Tuvimos el apoyo financiero de Intercoop y asesoría del INIA, de Walter Morillo (un técnico que trabajaba con nosotros) y de otros laboratorios que existían en el país.

Entre los logros del grupo tenemos la construcción del laboratorio de Trichogramma y Crisopa (una avispa y una hormiga alada; insectos útiles en el control de plagas). La construcción fue hecha por nosotros mismos. La producción del laboratorio depende de la cantidad de siembra y de los pedidos que recibimos de otros productores y de otras zonas. La recomendación es no dejar avanzar los problemas del grupo, todos somos diferentes y es difícil trabajar en equipo. Ahora somos facilitadores en talleres y trasmitimos nuestros conocimientos a otros productores ya que nos sentimos fortalecidos para ayudar a otros grupos interesados.

El trabajo de las mujeres en el inicio no fue fácil. Es cosa de querer que las cosas cambien, hay que manejar la información en el hogar. Nuestros roles son difíciles ya que trabajamos triple. Cuando participamos en la organización no es sólo en la producción, transferencia, estudio; tenemos que estar pendientes de la producción de saberes, trabajo solidario comunitario. El acueducto de la zona lo hicimos nosotros mismos con el apoyo del gobierno. Los grupos organizados lo hacemos todo, siempre estamos pendientes de las necesidades de la comunidad, el médico, la carretera, etc.

En la comunidad el trabajo de las mujeres ha avanzado mucho, tenemos hasta una empresa rural, MONCAR, para la producción de dulces y salsas. En las nuevas generaciones de mujeres jóvenes hay algunas casadas, pero dispuestas a trabajar fuera de las casas y ayudar al hogar.

En Monte Carmelo la mayoría de los jóvenes estudiaban hasta sexto grado pues es difícil cubrir gastos para estudiar en Sanare (ubicado a unos 20 kilómetros de la comunidad). Se ha luchado mucho para lograr el bachillerato, ya contamos con el apoyo del Ministerio de Educación y Deporte para sacar el bachillerato. Se han hecho miles de esfuerzos, desde hace 6 años MONCAR presta la sede para el dictado de clases, ahora la lucha es para tener sede propia. La alcaldía compró la tierra. Debemos tener constancia y perseverancia, sólo así podemos ir solucionando nuestras necesidades. En educación contamos con el apoyo de la Universidad Simón Rodríguez, a través de una licenciatura a distancia y ya una de nuestras compañeras de MONCAR, la Sra. Gaudi de García, es licenciada en educación. Hoy día varias compañeras seguimos estudiando, debemos encontrar espacio para constantes actividades.

Manuel Hernández – Asociación de Productores de Bojó / Foto: Ma. Elena Morros

La organización nos ha ayudado a crecer como personas, no sólo en lo productivo. Hemos aprendido que cada quién tiene su lugar. El desarrollo del hogar es responsabilidad de la pareja, nuestra cultura ha sido machista. Comenzamos a cambiar más o menos desde el año 1993, comenzamos a aprender cuáles semillas eran apropiadas para la zona, cómo seleccionar semillas e identificar los insectos benéficos y perjudiciales. Hemos recibido entrenamiento en el manejo integrado de plagas. Poco a poco hemos ido cambiando, el cambio es a mediano plazo. El trabajo con el INIA ha sido constante, los cambios cuestan, la clave es la constancia, perseverancia, no hay que decaer.

Sí se ven los cambios; ha bajado el uso de plaguicidas, hay curiosidad de lo que estamos haciendo. Cuando otros productores preguntan, uno se motiva para explicar. La zona es muy visitada y es mayor el optimismo de seguir adelante.

Hacemos rotación, cultivos intercalados, muy válido para el manejo integrado de plagas, valiosos son los controles culturales, considerar las épocas de siembra ya que son diferentes en Sanare, por ejemplo a partir de agosto es riesgoso sembrar tomate. Es muy importante el monitoreo de plagas para la toma de decisiones, es trabajoso pero hay que hacerlo, así como liberación de Crisopa y Trichogramma y el uso de platos adhesivos (trampas para mariposas y mosca blanca hechas con un pegamento conocido como «pega de ratón»).

Sabemos que lo mejor para el suelo es la cobertura, no hace falta sacar cuentas, su beneficio se ve en menores gastos de mano de obra para el control de malezas, se mantiene más la humedad del suelo y se requiere regar con menos frecuencia. En relación a la certificación para los productos orgánicos, nosotros hicimos una normativa adaptada a nuestras condiciones, se pasó hasta nivel ministerial, ahora lo vamos a pasar otra vez. Nos hace falta contar con un certificado para los productos orgánicos. En Bojó actualmente tenemos un laboratorio de Trichoderma (hongo microscópico usado para favorecer el crecimiento y combatir enfermedades de las plantas). En todo este proceso se ha logrado el apoyo de otros productores que no pertenecen a la organización.

Algo que es muy importante es que cuando los agricultores tenemos conocimientos de para dónde vamos, no aceptamos imposición. Eso pasa mucho con los organismos que dan créditos; muchas veces éstos vienen amarrados a paquetes tecnológicos que pretenden obligar a los agricultores a utilizar tal y cual producto químico como una receta que vale para todos. En estos momentos cada grupo es responsable de producir algún insumo que necesitamos. Las Lajitas produce biofertilizantes; Bojó y Monte Carmelo, biocontroladores, y La Triguera, semillas. La zona tiene un referencial ecológico.

No queremos tumbar montaña para sembrar, queremos recuperar terrenos. Utilizar lo que hay en la zona sin depender de afuera. Este enfoque debe entrar desde niño. El docente debe mejorar estos enfoques sobre agricultura. La universidad sabe mucha teoría pero poca práctica. Con la parte educativa hay que trabajar para el cambio de la metodología de estudio. Ir a fondo en la parte educativa, ir al fondo, a la base. Se requiere un cambio de cultura hacia una agricultura sana que perdure, para ello es importante el intercambio de saberes, la integración ciudad-campo. Investigadores e instituciones no pueden seguir investigando en casos que no llegan, se debe investigar sobre los problemas reales.

Tenemos que entrar por la organización, la parte económica es importante pero no debe ser lo único, recibir dinero sin base es peor el remedio que la enfermedad. Primero se deben consolidar los grupos, conocerse y aceptarse y segundo legalizarse. Muy importante el respeto a las ideas, escoger la mejor y tomar las decisiones en conjunto. Reunirse y recibir orientación sobre el trabajo en cooperativa. Las asociaciones civiles tienen los mismos lineamientos de la cooperativa, la base la dio la cooperativa La Alianza en Las Lajitas. En Bojó empezamos siete, llegamos a ser 40; al principio sólo se ve lo bonito, el mayor interés era hacia lo económico; esa cantidad de gente sin base nos trajo problemas. La directiva cumple función legal pero tiene igual función. Nos rotamos los cargos y todos hacemos caso. El presidente es uno más. Puede ser cualquier tipo de organización, lo fundamental es la solidaridad, la ayuda del grupo y el trabajo comunitario. Ahora vemos animales que se habían perdido, pájaros, conejos. Todos somos importantes en este planeta Tierra, si juntamos los conocimientos podemos hacer cosas muy buenas.

 

María Elena Morros y Dylcia Alcalá de Marcano

María Elena Morros
Correo electrónico: memorros@inia.gov.ve

Dylcia Alcalá de Marcano
Correo electrónico: dalcala@inia.gov.ve
Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas

Este artículo es el resultado de la compilación de testimonios recogidos por las autoras, reproducidos arriba.

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