abril 2004, Volumen 19, Número 4
Rehabilitación de tierras degradadas

Pensaba que en este suelo ya no se podría sembrar nada, no salía ni monte

JOSÉ ANTONIO SALAS, MARÍA ELENA MORROS Y ANA ISABEL QUIROZ | Página 14-16
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Cuando yo comencé a sembrar ese lote ya estaba muy deteriorado, ahí se sembró papa durante muchos años de una forma muy intensiva y como monocultivo; la preparación de tierras se hacía con tractor y se aplicaba gran cantidad de abonos y venenos. Con el tiempo las cosechas fueron mermando y llegó un momento que ya no rendían nada, es que ni siquiera el monte salía. Sembramos algunos pastos y leguminosas pero los primeros esfuerzos se perdieron. Pero seguimos insistiendo, los técnicos nos animaban a continuar probando alternativas para recuperar el lote. Para nosotros perder un lote nos afecta mucho porque tenemos pocas tierras. A partir del año 2001 decidimos trabajar en equipo con el INIA a fin de ir probando diversas alternativas de recuperación de suelos en nuestras parcelas; fue un trabajo planificado y analizado entre todos desde el inicio. ¿Qué probaríamos? ¿Cómo lo haríamos? ¿Dónde? ¿Cuál sería la responsabilidad de cada quién? Yo creo que de esa manera se trabaja mejor, no fue nada impuesto, todo se discutía y se tomaban decisiones en conjunto. El lote sería una parcela de investigación, pero también a medida que se fuesen viendo los resultados se utilizaría como parcela demostrativa para que los otros productores aprendieran de la experiencia y así se hizo.” Sr. José García. Agricultor. Monte Carmelo, Sanare, estado Lara, Venezuela

Descripción del área de trabajo

Utilización de tracción animal para trabajar el suelo, tapar la cal agrícola y labranza en contorno / Foto: A. Salas

La experiencia se realizó en la zona de Monte Carmelo, Sanare del estado Lara, ubicado en la cuenca del Río Tocuyo, subcuenca del Alto Tocuyo. Esta zona registra una precipitación anual de aproximadamente 820 mm y temperaturas que oscilan entre 14º y 24º C con una media anual de 22ºC. Según Holdridge, el área corresponde a la zona de vida de bosque subhúmedo seco frío. El paisaje es típico del sistema andino, con aplanamientos del mismo por erosión y movimientos tectónicos que simulan una serie de terrazas de erosión. La pendiente en general es ligeramente inclinada en sentido longitudinal, y en las partes planas del piedemonte se observan pequeñas ondulaciones en sentido transversal; las vertientes del piedemonte son abruptas con pendientes complejas y de altos valores (>50%). Los tipos de suelo en la zona son dos: Ustic Kandihaplohumults (caracterizados por suelos con sólo un ligero desarrollo de horizontes) y Typic humitropepts (caracterizados por suelos presentes en tierras viejas muy meteorizadas, rojas o amarillas enriquecidas con arcillas), ocupando la mayor proporción de la superficie de la cuenca, los suelos del grupo textural medio (franco y franco arcilloso).

Los productores son minifundistas con un promedio de tenencia de tierra de 2 a 5 hectáreas. Producen mayormente hortalizas, maíz y frijol en secano y/o con la ayuda de riego. Existen varios tipos de productores en la zona: los miembros de una cooperativa, los pertenecientes a una asociación de producción y los productores independientes, constituyendo un universo cercano a 130 productores.

Planteamiento del problema e inicio de las acciones

El Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas, Centro Lara viene realizando acciones de investigación en cooperación con grupos de agricultores de la zona desde hace 15 años, fundamentalmente en la evaluación participativa de materiales promisorios de papa y caraota (frijol), producción artesanal de semilla y manejo integrado de plagas. La experiencia ha sido muy enriquecedora, tratándose de compartir conocimientos y un aprendizaje en las dos vías. Durante los años 1999-2000 se generó una reflexión al interior del INIA, sobre la necesidad de orientar acciones en el área de conservación por el grado de deterioro que se venía presentando en los lotes de producción como consecuencia de las prácticas tradicionales de manejo de los suelos y aguas. Esto coincidió con la solicitud de un grupo de 30 socios de la Asociación de Productores de Monte Carmelo, de iniciar acciones orientadas al manejo de sus lotes de producción en virtud de la disminución de los rendimientos de los rubros hortícola y la pérdida de lotes para la producción como consecuencia del deterioro de los mismos. Durante el año 2000 se realizó un Sondeo Rural Participativo en la microcuenca de Monte Carmelo donde se estableció que el problema prioritario era el deterioro de los suelos en los lotes de producción de hortalizas. Todo esto ayudó a la decisión de emprender acciones en equipo (técnicos del INIA y productores de la Asociación Monte Carmelo). Se decidió iniciar el trabajo con la instalación de dos parcelas, una de conservación de tipo comunitario en terrenos de la asociación, donde se evaluarían diversas prácticas de conservación de suelos y aguas con fines de investigación y difusión, y otra de recuperación en terrenos de uno de los socios, donde se utilizaría una serie de prácticas para ir recuperando un lote descartado para la producción, siendo éste el caso que se presenta en este trabajo. Posteriormente los productores decidieron continuar el esfuerzo en sus propias parcelas, consideradas como unidades de investigación / difusión, unas de tipo conservación y otras de recuperación, designando un grupo de cinco productores como responsables directos de las actividades. Hoy día se cuenta con cinco parcelas piloto, y se ha incorporado otro grupo de siete productores miembros de una cooperativa de la zona.

Estrategia metodológica

La metodología de los Comités de Investigación Agrícola Local (CIAL) sirvió de base a este esfuerzo, la cual consistió en trabajar con un grupo de productores elegidos por su organización para participar activamente en las actividades de investigación y difusión, fortaleciendo a través de la práctica sus capacidades locales y asegurando la autogestión. Se establecieron diversas etapas de actuación, las que se iniciaron con parcelas de prueba, donde se evaluaron diversas prácticas en parcelas pequeñas, para posteriormente ir precisando las de mayor aceptación, lo que se logró con la instalación de las parcelas de comprobación, semicomerciales y comerciales. Lo que se buscaba era lograr recomendaciones locales producto de la validación de nuevos referenciales por los productores, en sus propias fincas.

Durante el desarrollo de las parcelas se realizaron las Evaluaciones Participativas, en las cuales los productores evaluaron cada una de las prácticas. Esto ayudó a conocer la probabilidad de aceptación o rechazo de cada práctica, así como profundizar sobre los criterios que ellos manejan al momento de seleccionar o rechazar alguna. Junto a ello, el intercambio de experiencias ha sido de gran utilidad, ya que de esta manera los productores responsables comparten con los demás sus experiencias y dan a conocer los avances, dificultades y resultados. Al inicio de cada año se realizaron Talleres de Reflexión con todos los socios y se hizo extensiva la invitación a otros miembros de la comunidad, donde se analizaron las acciones realizadas el año anterior, avances, limitaciones, resultados y se tomaron decisiones acerca de las nuevas actividades a realizarse. Para el seguimiento de las parcelas se definieron algunos indicadores de la calidad de suelo de interés para los productores (muchos de ellos relacionados a las características físicas, químicas y biológicas de los suelos), y de una manera rápida y sencilla se determinaron conjuntamente los cambios evidenciados durante los 3 años de actuación.

El trabajo en la parcela de recuperación

Recuperar la parcela requirió del trabajo en equipo, con la responsabilidad compartida entre los técnicos del INIA y el productor José García, responsable por la Asociación de Productores de Monte Carmelo. Este proceso consistió en un conjunto de prácticas, las cuales interactúan o se relacionan unas con otras, todas las cuales tuvieron el mismo peso en lo que a importancia se refiere. Entre ellas se tuvo:

1.    Uso de tecnologías para el manejo de la fertilidad. En el caso de las zonas de laderas los suelos son muy ácidos con poca profundidad efectiva, con fijación de fósforo, contenido de aluminio intercambiable que alcanza niveles tóxicos en todo el perfil y con muy baja fertilidad natural. Por eso, en la parcela de recuperación se aplicó una enmienda calcárea del tipo dolomítica para desplazar el aluminio intercambiable y aumentar el pH. La dosis aplicada fue de 1,5 toneladas por hectárea. También se usó la alfalfa como abono verde para incrementar el contenido de materia orgánica y nitrógeno en el suelo. A la vez, se aplicaron fuentes orgánicas de nitrógeno y potasio a través del uso de estiércol, humus de lombriz, úrea y residuos orgánicos como la cascarilla de arroz.

2.    Preparación del suelo con tracción animal y labranza en contorno. Se utilizó la ayuda de los bueyes y caballos en la preparación del suelo. Por otro lado, se realizaron las labores de cultivo en sentido contrario a la pendiente o en curvas de nivel para evitar la erosión producida por la escorrentía superficial, ya que cada curva o surco actúa como una barrera al movimiento del agua.

3.    Siembra de cultivos en bandas. Se implementó el uso de una práctica muy efectiva y barata para controlar la erosión del suelo: los cultivos en bandas, que no es más que una combinación de rotación de cultivos y siembras en contornos en la cual se alternan bandas del cultivo principal (en este caso cereales y leguminosas) en hileras con cultivos conservadores de suelos (pastos o leguminosas) sembrados en la misma pendiente, todos perpendiculares al paso del agua o el viento.

4.    Siembra de barreras vivas y utilización de coberturas vegetales. Una de las principales limitaciones de las zonas de laderas son las pronunciadas pendientes (alrededor de 35 a 40%), lo que aunado a las altas precipitaciones favorecen el arrastre del suelo y los nutrientes, por lo que el uso de las coberturas vegetales y las barreras de contención son una necesidad. Por tal motivo, se instaló el pasto braquiaria (Brachiaria brizantha cv. Marandú) y la leguminosa alfalfa (Medicago sativa) como coberturas, y cultivos como el plátano cambur (Musa spp.), el maíz y la leucaena (Leucaena leucocephala) como barreras vivas.

5.    Aplicación de materia orgánica. Se evaluó la incorporación al suelo de residuos de cosecha, estiércol y otros materiales orgánicos, como humus de lombriz, para reducir los procesos erosivos y la escorrentía superficial aumentando la capacidad del suelo de penetración y retención del agua necesaria para los cultivos de hortalizas sembrados en las parcelas.

6.    Implementación de canales de drenaje. Se implementó esta práctica para conducir el agua de la escorrentía por la pendiente del terreno sin producir problemas serios de erosión, conservando el suelo y garantizando que no se produjeran anegamientos. Se realizaron canales de drenaje reforzados con el uso de barreras vivas de cultivos (plátano cambur y pasto), además de zanjas antierosivas en ciertas partes del terreno.

7.    Manejo de plagas con prácticas alternativas. Las parcelas fueron manejadas a través de la introducción de herramientas del Manejo Integrado de Plagas (MIP) para controlar la incidencia de las plagas que limitan la producción en el sistema hortícola en ladera, como los coquitos (Epitrix spp.), el pasador de la hoja (Lyriomiza huidobrensis), el gusano del jojoto (Heliothis virescens y Heliothis zea) y el cogollero del maíz (Spodoptera frugiperda). Se contó con la colocación de platos amarillos y blancos adherentes, feromonas, utilización de hongos entomopatógenos, liberación de parasitoides y cultivos trampas.

8.    Prácticas nuevas para el manejo de la erosión. En la parcela se utilizó un producto denominado hidrogel (poliacrilamida) cuya función principal es la de aglomerar las partículas de suelo mejorando su estructura y por ende su estabilidad. Se aplicó a razón de 10 gramos en 20 litros de agua mezclado con 250 gramos de una fibra (cascarilla de arroz) para garantizar la adherencia al suelo. En las parcelas se evaluó la cantidad de sedimento que fue transportado por la escorrentía y el cual se depositó en las estructuras recolectoras construidas para tal fin.

Todas estas prácticas fueron aplicadas en la totalidad del área a recuperar, sincronizando la aplicación de las mismas en base a la secuencia en la que aquí se presentan. Este esfuerzo llevó tres años; durante este tiempo han sido muchas las acciones de seguimiento, evaluación, capacitación, intercambio y reflexión alrededor de la experiencia, labores en las que se han involucrado a todos los socios, otros grupos de productores y otros miembros de la comunidad. La parcela se ha recuperado y los indicadores de seguimiento muestran mejoras bien importantes.

¿Qué hemos logrado después de tres años de esfuerzo?

A través del seguimiento y evaluaciones realizadas al suelo durante nuestro trabajo de recuperación, hemos obtenidos cambios muy interesantes en los indicadores que determinan la calidad del suelo (Cuadro 1):

•    incrementos graduales en el pH del suelo, desde un valor de 4,5 hasta alcanzar 6,5 y mantenerse por un año;

•    incremento en los rendimientos de los cultivos en una proporción aproximada de 1:3 después de 3 años de trabajos de recuperación;

•    mejoras considerables en la estructura del suelo al pasar de una estructura débil prismática (quebradiza) a otra fuerte blocosa subangular (sólida);

•   incremento en el contenido de materia orgánica, de uno al tres por ciento, por efecto del aumento de la capa arable;

•    incremento de los niveles de nutrimentos del suelo por la adición de abonos orgánicos y/o fijación microbiana que ha contribuido al mayor rendimiento de los cultivos;

•  proliferación y diversidad de especies animales y vegetales en el perfil y superficie del suelo;

•    disminución gradual de la pérdida de suelo por escorrentía debido al mejoramiento del drenaje superficial y las prácticas antierosivas;

•    disminución de la dependencia del uso de insumos externos;

•     capacitación permanente de los productores, ya que esta parcela se ha constituido en una constante unidad de investigación/extensión que ha sido el centro de varios intercambios entre productores y ha hecho posible el desarrollo de las capacidades locales;

•    viabilidad técnica de la recuperación a través de la utilización de prácticas de conservación sencillas y sostenibles que permiten crear condiciones adecuadas en el suelo y evitar la degradación por efecto del clima.

Indicador de Calidad de Suelo
Profundidad 0-30 cm
Estado Inicial
Enero 2001
Estado Actual
Enero 2004
Color
Amarillo
Café
Textura
Arcillosa
Franco arcillosa
Estructura
Débil – Prismática
Fuerte- Blocosa
Subangular
Consistencia: En seco
Muy duro
Blando
En húmedo
Firme
En mojado
Muy adherente
Adherente
En mojado
Muy plástico
No plástico
Materia Orgánica
(Reacción Agua Oxigenada 35%)
+
+++
Carbonatos
(Reacción HCl 10%)
nulo
++
pH
ácido (4,5)
neutro (6,5)
ConductividadEléctrica (dS/m)
baja (0,10)
baja (0,21)
Lombrices
nulo
+++
Hormigas
+
+++
Escarabajos, otros
+
+++
Rizobios
nulo
+++
Nemátodos
+
++
Micelios
nulo
+++
Cantidad o reacción: + Bajo; ++ Moderado; +++ AltoCuadro 1. Indicadores de calidad del suelo medidos al inicio y durante el seguimiento de las prácticas de conservación implementadas en la parcela de recuperación

Hablan los técnicos

La agricultura moderna ha tenido limitaciones para solucionar el problema de la seguridad alimentaria, y además ha provocado la erosión del conocimiento campesino y la degradación de los recursos naturales. Muchas veces el agricultor tiene una percepción del suelo equivocada al considerarlo como un soporte inerte para la producción de plantas, en el cual se puede aplicar desmesuradamente cualquier tipo de agroquímico. Pero la realidad es otra, porque el suelo es un recurso que tiene vida y una dinámica muy estrecha con la naturaleza. Los agricultores que cultivan en suelos de laderas necesitan métodos sostenibles de conservación que se adapten a su ambiente local. Los intentos del pasado han fallado, frecuentemente, porque tienden a descuidar la experiencia que los agricultores tienen de su propio ambiente y porque subestiman los riesgos que ellos encaran cuando ensayan nuevas prácticas en terrenos complejos. Esta forma de trabajar con los agricultores permite el intercambio de conocimientos en las dos vías, siendo un proceso de aprendizaje mutuo, y garantiza la utilización y difusión de las prácticas evaluadas, creando capacidades locales para continuar con el esfuerzo. Hoy día estamos conscientes que para masificar esta experiencia, se requiere de la acción compartida de diversos actores sociales, que compartan y estimulen este tipo de trabajo.

Perspectivas a futuro

Nuestra visión sobre la sostenibilidad de las acciones emprendidas debe estar enfocada al desarrollo de programas de capacitación y entrenamiento, liderados por los propios productores (“capacitación productor a productor”), basados éstos en demostraciones, intercambios de experiencias y algo muy importante: las discusiones de campo. Así mismo, la difusión de esta tecnología de conservación de suelos debe estar articulada por la investigación, capacitación y producción de insumos ecológicos que permitan que el proceso sea manejado de forma integral. Se debe establecer mecanismos de concertación y alianzas estratégicas que permitan a las diferentes instituciones (públicas y privadas) tener objetivos comunes y compartidos sobre la vigencia de esta forma de trabajo, participativa y sostenible. Recalcamos la conveniencia de incorporar el análisis económico en la evaluación de las prácticas de conservación, incorporando el concepto de costos de postergación, así como la consideración de estímulos individuales o colectivos a los productores y/o comunidades que se incorporen activamente en labores de conservación.

Comentarios finales del agricultor
El esfuerzo valió la pena, después de tres años de trabajo se logró sacar una cosecha comercial de caraota, estoy muy orgulloso. Ese lote lo seguiré trabajando de esa manera, no cometeré los errores del pasado. He ido incorporando alguna de estas prácticas en otros lotes donde estoy sembrando hortalizas. No podemos permitir que los lotes que tenemos en producción lleguen al estado en que estaba este lote. Es más fácil conservar. Este esfuerzo me hizo merecedor de un reconocimiento por parte del INIA en el año 2002 del “Agricultor Conservacionista”, hoy día me siento fortalecido y competente para conservar y recuperar lotes de producción y mi compromiso es difundir entre mis compañeros lo aprendido.

José Antonio Salas, María Elena Morros, Ana Isabel Quiroz
Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas Centro Lara (INIA Lara). Apartado postal 592, Barquisimeto, estado Lara, Venezuela.
Emails: jasalas@inia.gov.vememorros@inia.gov.veaquiroz@inia.gov.ve

Referencias
– Bryan, D., D. Eagle y B. Finney. 1987. Manejo del Suelo. Editorial Ateneo, Buenos Aires, Argentina.
– Fonaiap-Ciara, 2000. Sondeo rural participativo en 8 comunidades de los municipios Crespo, Andrés Eloy Blanco y Jiménez del estado Lara, Venezuela. Mimeografiado.
– Guédez, J. y R. Pérez. 1983. Caracterización edafoclimática de suelos representativos de la zona papera del estado Lara. UCLA Serie divulgativa N°2.
– MARNR, 1992. Estudio de suelos de la cuenca alta del Rio Yacambú, Estado Lara. Nivel Preliminar, escala 150.000. Región Lara, Venezuela.
– Pla, I. 2000. La labranza y propiedades físicas de los suelos. En: III Curso de Postgrado de Manejo de Suelos Tropicales. Solsona, España. Universidad de Lleida.
– Primavesi, A. 1984. Manejo Ecológico del Suelo. Quinta Edición. Editorial Avellanera, Buenos Aires, Argentina.

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