La vegetación natural característica de la zona corresponde a una formación de bosque denominada “espinal” y constituye un área de transición entre dos grandes formaciones: la del bosque chaqueño al norte y noroeste, y la estepa pampeana al sur y sureste. El bosque de espinal contiene dos y hasta tres estratos de arbóreas y arbustivas, presenta un menor desarrollo de leñosas que en la región chaqueña y recibe la penetración de especies herbáceas de la estepa pampeana. Los componentes leñosos son generalmente caducifolios, con un período de crecimiento primavero-estival. Las especies poseen adaptaciones morfológicas o funcionales para superar los déficits de agua (por ejemplo, la frecuente presencia de especies espinosas, que le da el nombre a la región). Climáticamente, esta zona se caracteriza por temperaturas de verano elevadas y por inviernos moderados, con precipitaciones pluviales en la primavera y verano, que tienen un promedio anual cercano a los 800 mm. La evapotranspiración potencial es mayor a los 900 mm anuales, y el balance hídrico negativo es casi permanente durante la época invernal y discontinuo durante el periodo cálido (Capitanelli, 1979). La desaparición del ecosistema nativo ocasiona una mayor insolación del suelo, disminuye los aportes de sustratos orgánicos y provoca un desbalance del ciclo hidrológico, y por ende una menor actividad en la vida edáfica, con la consecuente disminución del reciclamiento de nutrientes (Bell, 1979).
En zonas donde los factores climáticos son limitantes, el equilibrio es frágil y un manejo inadecuado puede ocasionar daños a veces irreversibles (Alexander, 1980). Si asumimos que el ecosistema bosque posee una organización estructural y funcional de alta estabilidad frente a las condiciones ambientales de la zona, podemos inferir que las características de sus suelos contribuyen significativamente a este equilibrio y reflejan aptitudes deseables en los sistemas antropizados. Por lo tanto, constituyen un referente válido para evaluar el estado de los lotes bajo cultivo. En una zona de comportamiento semiárido como ésta, el principal factor limitante es el agua y por ende, la mayor importancia corresponde a aquellas variables que intervienen en su disponibilidad.
La disminución de la agrodiversidad
Determinando la capacidad de infiltración / Foto: archivos del Grupo de Agrodiversidad
Los sistemas agropecuarios establecidos después del desmonte mantuvieron por muchos años una valiosa agrodiversidad, ya que eran predios dedicados a la actividad ganadera o mixta, con pasturas naturales e implantadas y distintos cultivos anuales.También conservaron importantes áreas del ecosistema nativo.
Progresivamente, estos sistemas sufrieron transformaciones productivas y tecnológicas que disminuyeron notablemente su diversidad. Esta simplificación se aceleró notablemente en los últimos 10 años a raíz del avance de la frontera agrícola sobre la ganadera, caracterizado por un significativo predominio de la soja -especialmente transgénica- sobre otros cultivos agrícolas. Como resultado se tienen agrosistemas extremadamente simplificados y frágiles, los que ocupan un alto porcentaje del territorio central de la provincia. En este período ha sido notable también el aumento de la intensidad de uso de los lotes debido a la realización del doble cultivo anual (trigo-soja), cada vez más frecuente en los ciclos de rotación agrícola. Se produce así una fuerte caída de la diversidad ecosistémica, poblacional y varietal de los agroecosistemas, tanto en el sentido espacial o territorial como en el temporal (Alessandria et al., 2001).
A principios de la década de 1990 se inició una acelerada adopción de la “siembra directa” en sistemas de monocultivo y con poca cobertura de suelo. Pero la generalización de esta práctica aceleró los procesos mencionados, y con ello contribuyó a la homogeneidad territorial de la zona, no sólo en la configuración paisajística sino también en el manejo del suelo y de plagas. La siembra directa, al desplazar el tradicional control de plagas mecánico-químico por uno exclusivamente químico, aumentó el uso de agroquímicos, especialmente herbicidas. A ello se sumó una mayor incidencia de plagas producida por el desarrollo de resistencia, la disminución de enemigos naturales y la práctica del monocultivo.
Estos cambios productivos y tecnológicos han producido una disminución de los mecanismos de autorregulación de los agroecosistemas y un consecuente aumento de los subsidios. Esta situación produjo alteraciones cualitativas y cuantitativas en la problemática habitual e introdujo problemas desconocidos o de poca importancia hasta hace pocos años (contaminación, salubridad, resistencia genética y difusión de plagas y aumento de riesgos ambientales y económicos). No se trata aquí del deterioro aislado producido en pequeñas explotaciones que sobreutilizan sus recursos, sino de problemas generalizados en un amplio rango de productores debido a la expansión territorial alcanzada.
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La propuesta de trabajo
Podemos deducir que la celeridad de los cambios descritos ha postergado -en muchos casos- la evaluación detallada de sus consecuencias ambientales en el mediano y largo plazo. El productor, imperceptiblemente, se convirtió en un consumidor pasivo de innovaciones tecnológicas cuyos efectos se desconocían, limitando su papel como gestor de su propio sistema. A esto se suma la falta de conocimiento sobre la condición “deseable” de sus recursos y las tendencias de deterioro asociadas a sus prácticas habituales de manejo.
En este marco, nuestro equipo (Facultad de Ciencias Agropecuarias, Universidad Nacional de Córdoba) desarrolló una propuesta de trabajo que pretende superar algunos problemas asociados a la situación general, sintetizados en el recuadro.
Los trabajos se iniciaron con reuniones informativas y de intercambio con productores agropecuarios -medianos y pequeños- de la zona central de Córdoba. Los productores ofrecieron sus campos para la realización de la experiencia, acompañaron el muestreo, se capacitaron en la ejecución de los diferentes métodos de campo y participaron en la discusión de los resultados obtenidos. Se realizaron mediciones de distintos indicadores de la calidad del suelo en forma comparativa entre la condición del suelo del bosque nativo, usado como referente de condición potencial de fertilidad ideal, y los lotes cultivados con diferente manejo de suelo y distinta secuencia de rotación de cultivos.
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Indicadores
Los parámetros relacionados con la captación, almacenamiento y oferta de agua están vinculados a la medición de la velocidad de infiltración, contenido de materia orgánica, y también de variables físico-estructurales como la porosidad, densidad aparente, y estabilidad estructural. La expresión sintética de la condición física se denomina status físico (Walker y Reuter, 1996) y refleja la capacidad de un suelo de ofrecer aireación y agua a las raíces de las plantas. La mayoría de los ensayos se realizaron con métodos propuestos por los mencionados autores.
La determinación de la tasa de infiltración se realizó empleando un anillo de metal con una profundidad de 15 cm y un diámetro de 30 cm con el que se mide el promedio de la lámina infiltrada en un tiempo determinado (mm/hora). Esta determinación permite relacionar las variables físicas con los procesos hidrológicos que regulan la provisión de agua, siendo uno de los indicadores más sencillos y sintéticos de la condición física de los suelos.
En el caso de la estabilidad estructural se evalúa la desintegración de los agregados cuando se los sumerge en agua, y de acuerdo al comportamiento observado se califica la estructura como: muy buena, buena, inestable o mala. Esta variable está relacionada con la disponibilidad de materia orgánica, ya que los bajos contenidos determinan terrones inestables y frágiles que al disgregarse obstruyen los poros, y conducen a la formación de capas duras que dificultan la entrada y circulación del agua en el suelo.
La densidad aparente se obtiene extrayendo suelo con un sacabocado o kopecki de 5 cm de diámetro y 5 cm de alto, que luego se seca y pesa para obtener la densidad en gramos/cm3. La densidad del suelo está inversamente vinculada a la porosidad del suelo. A medida que una aumenta, la otra disminuye. Los suelos con alta densidad (compactados) son menos porosos y tienen menor capacidad de infiltración y almacenamiento hídrico.
La resistencia mecánica indica la oposición del suelo a la penetración de un cuerpo rígido (una pequeña púa metálica), y refleja la resistencia física a la expansion de las raíces.
En el Gráfico 1, estos mismos valores se expresan como la variación porcentual sufrida por los lotes agrícolas en comparación a los valores del bosque que representan el 100 por ciento de la escala logarítmica. Debemos hacer la salvedad que los lotes con siembra directa tienen entre cinco y ocho años bajo este manejo y que han “heredado” las condiciones generadas por el laboreo durante más de 30 años. En forma general, los datos obtenidos muestran diferencias apreciables entre la condición del suelo de bosque y la de aquellos con cultivos.
Algunos resultados
Tanto en la Tabla 1 como en el gráfico se muestran algunos de los resultados obtenidos, destacando principalmente la elevada capacidad de infiltración que tiene el sistema nativo. Es evidente que el uso agrícola produjo una marcada reducción en la tasa de infiltración de los suelos, determinando valores de un 2 al 20 por ciento respecto a la del bosque. En el bosque, la mejor captación hídrica se debe a una mayor porosidad natural, originada entre otros factores, por un mayor aporte de material orgánico a lo largo del tiempo, lo que favorece la estructuración y estabilidad de los agregados. Además, la mayor cobertura de la vegetación y la de los restos orgánicos (mantillo o mulch), actúan como amortiguadores del impacto de las gotas de lluvia, evitando la formación de costras superficiales que disminuyen la infiltración del agua.
La disminución de porosidad superficial es más acentuada en la siembra directa, por efecto del tránsito de maquinaria, mientras que la roturación afloja -temporariamente- la capa superficial. En profundidad, los lotes laboreados presentan suelos algo más compactos por la presencia de “pisos de arado”.
El contenido de materia orgánica superficial se acentúa ligeramente en la siembra directa mientras que en los lotes laboreados son mayores en profundidad, porque los implementos trasladan los residuos a niveles más profundos. La densidad aparente del suelo es siempre menor en el suelo de bosque ( 0,8 gr/cm3 en superficie, 1,22 en profundidad). Los lotes agrícolas, afectados por acciones mecánicas de laboreo, compactación superficial y tránsito de maquinarias presentan valores entre 1 a 1,5 gr/cm3, indicando una disminución de la porosidad que deprime su capacidad hídrica.
La mejor estabilidad estructural correspondió al bosque y se halla asociada a un mayor contenido de materia orgánica. Los lotes con siembra directa mostraron una buena estabilidad superficial en comparación con aquellos laboreados donde se notó una importante disminución. La resistencia mecánica indica la presencia de capas restrictivas que pueden limitar la profundidad efectiva de las raíces. El aumento notable de la resistencia mecánica de los suelos agrícolas (en más de un 200 %) va en desmedro del desarrollo radicular de los cultivos para abastecerse de agua y nutrientes y se refleja en deformaciones del eje de la raíz y en la densidad de raicillas, que afectan la toma de recursos.
Por último, la disminución del status físico en los lotes agrícolas se expresa en valores que oscilan entre un 50 y 70 por ciento con respecto al referente bosque, y representan la pérdida de capacidad del suelo de proveer agua y oxígeno necesarios para la actividad radicular (Gil, 2002).
Reflexiones finales
En primer lugar, debemos destacar no solo la colaboración sino el interés despertado en los productores, quienes revalorizaron aspectos de la fertilidad física y hoy, por ejemplo, observan las raíces de sus cultivos para percibir el efecto de las compactaciones. El análisis de los resultados les llevó a plantearse alternativas de manejo de suelos, combinando la siembra directa con laboreos verticales esporádicos para disminuir las compactaciones subsuperficiales, mejorando de esta manera la condición física de sus suelos.
En segundo lugar, que ninguna de las prácticas de manejo, individualmente, mejora todas las condiciones de suelo. Cada una de las prácticas mejora algunas variables pero deteriora otras. Sólo el manejo combinado de los sistemas de laboreo-siembra directa, la alternancia de cultivos y la intensidad de uso de los lotes, puede permitir la mejora integral.
En tercer lugar, es necesario revalorizar las condiciones físicas de los suelos de bosque y su influencia en la regulación de los flujos que determinan la disponibilidad de agua.
Si bien el proceso de deforestación en la zona central de Córdoba es irreversible, la presencia de pequeños relictos o áreas de borde o tránsito que se dejen colonizar con vegetación natural, puede generar condiciones ecológicas valiosas, tales como el albergue de controladores naturales, regulación microclimática, descarga de excesos hídricos de las napas, supervivencia y circulación de la fauna autóctona, conservación de genotipos arbóreos, entre otros (leña, refugio y pastoreo de animales domésticos, etc.) y, en general, el aumento de la biodiversidad del agroecosistema.
Héctor Leguía, Liliana Pietrarelli, Stella Maris Luque, Juan Sánchez, Esteban Alessandria, Miryan Arborno y José Luis Zamar
Grupo de Agrodiversidad, Facultad de Ciencias Agropecuarias,
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
Email: heleguia@agro.uncor.edu
Referencias
– Alessandria, E., H. Leguía, L. Pietrarelli, J. Sánchez, S. M. Luque, M. Arborno y J. L. Zamar. 2001. La Agrodiversidad en sistemas extensivos: El caso de Córdoba. LEISA Revista de Agroecología vol. 16- p. 10 y 11.
– Alexander, M. 1980. Introducción a la microbiología del suelo. AGT (ed.) S.A. Mexico.483 pp.
– Bell, R. 1979. The effect of soil nutrient a availability on community structure in Africanecosistems. En P. J. Capitanelli, R.G. Geografía Física de la Provincia de Córdoba. Eds Vasquez, J., Miatello, R., Roqué, M. Editorial Boldt. Buenos Aires.
– Huntley y B. J. Walker (ed.). Ecology of Tropical Savanas. Simposium Kruger National Park. South Africa.
– Gil, Rodolfo. 2002. El comportamiento físico-funcional de los suelos. Instituto de Suelos. Inta Castelar. Buenos Aires. Argentina
– Morello, J y B. Marchetti.1995. Fuerzas socioeconómicas condicionantes de cuatro procesos de degradación ambiental en Argentina. CEPAL
– Walker, J. y D. J. Reuter (eds.) 1996. Indicators of catchments health: a technical perspective. CSIRO.Melbourne.