diciembre 2003, Volumen 19, Número 3
Acceso y control sobre los recursos

Los recursos en áreas protegidas: comanejo entre Parques Nacionales y el pueblo originario mapuche

ALICIA PÉREZ RAVENTÓS | Página 10-11
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«El Parque Nacional Lanín hoy tiene una riqueza en biodiversidad impresionante y esa riqueza no se desarrolló de casualidad ni es un capricho natural. Se desarrolló gracias a que en ese espacio territorial hubo una cultura viva que tuvo una relación directa con cada uno de estos elementos. Porque más allá de que sea una planta, un animal, agua o una piedra, son elementos que nos dan identidad y conocimiento…» – Verónica Huillipan, Werken de la Confederación Mapuche Neuquina

Un pueblo originario en un área natural protegida: comunidades mapuche en el Parque Nacional Lanín

Los mapuche, pueblo originario del sur de Argentina y Chile, definen su identidad y origen con el concepto de Ixofijmogen, que significa biodiversidad, y donde todas las vidas son fuerzas, newen, que conviven de manera armoniosa e interdependiente en la tierra, y donde el che-persona es un newen más que sólo tiene la responsabilidad de asegurar el equilibrio de todas esas vidas. Así, el concepto Ixofijmogen comprende también el medio ambiente en sus dimensiones físicas, sociales y culturales, ya que el pueblo mapuche se considera parte integrante de toda la naturaleza que lo rodea. Esto los obliga a establecer y adoptar estrategias comunitarias y participativas de desarrollo sustentable.

El Parque Nacional Lanín (PNL) es una de las 34 áreas protegidas del Sistema Nacional de Áreas Protegidas de la Administración de Parques Nacionales de Argentina (APN). Abarca una franja con dirección norte-sur situada sobre la cordillera de los Andes, perteneciendo a la región biogeográfica de Bosque Andino Patagónico. Esta región se caracteriza por su fisonomía de bosques subantárticos de montaña, atravesada por valles y lagos de origen glaciar, y con predominio de árboles del género Nothofagus y muchas otras especies endémicas.

Pobladores de la comunidad mapuche Cayún, realizando el inventario forestal con los técnicos de Pro Patagonia / Foto: Pro Patagonia

Dentro del Parque habitan siete comunidades mapuches y otras tres están fuera del límite aunque tienen sus campos de veranada ganadera dentro del mismo. Con respecto a la tenencia de sus tierras, la situación de cada comunidad varía en cada una de ellas, encontrándose desde comunidades con títulos de propiedad comunitaria, hasta las consideradas como intrusas por la APN.

La mayoría de las familias son pequeños productores, criadores, fundamentalmente para el autoconsumo y, en muy pocos casos, con excedentes para comercializar. Las actividades más tradicionales son del rubro agroganadero, con ganado fundamentalmente ovino y caprino, huertas familiares y, en algunos casos, pequeñas producciones de frutas finas. También es tradicional el rubro forestal, con actividades de extracción de leña y pocos casos de extracción de madera en pie con planes de manejo forestal.

En la mayoría de los casos deben completar el ingreso familiar con trabajos extraprediales temporarios, vendiendo su fuerza de trabajo como mano de obra sub-empleada, o en planes de empleos estatales, bolsones de comida, etc.

Un estudio sobre la situación socioeconómica ubica a cerca del 60 por ciento de las familias por debajo de la línea de pobreza o indigencia (Osidala, Nadine, 2002 Informe Poblacional de las Comunidades Mapuche del Parque Nacional Lanín 1990-2000). Con los datos del estudio socioeconómico de las poblaciones del PNL y estudios más recientes sobre proyectos productivos (Osidala, op. cit.) se puede inferir que la situación de precariedad engloba a todas las comunidades, condicionando esencialmente la estrategia productiva y de subsistencia. Si a esto le sumamos que cuentan con un espacio acotado y un crecimiento poblacional alto (tasa de crecimiento anual de 25 por mil), se hace notorio el agotamiento o la puesta en riesgo de la sustentabilidad de los recursos del bosque, una de las tantas consecuencias de las políticas impuestas por la cultura dominante.

Una historia más que conflictiva

Hace un poco más de 120 años, el territorio mapuche se extendía desde el océano Atlántico al océano Pacífico. Alrededor de 1879 el entonces Estado Central de Argentina inició la conquista militar, llamada «Campaña del Desierto», con los fines de incorporar al territorio nacional las zonas de la Patagonia «limpiando la tierra de salvajes». Se produce el exterminio y la desintegración del pueblo mapuche, y las comunidades sobrevivientes son expulsadas de sus territorios o relegadas a espacios reducidos. Ya en 1937 se crea el Parque Nacional Lanín (PNL) con el objetivo, entre otros, de garantizar la conservación de la naturaleza, su cuidado y preservación. Sin tener en cuenta que la cosmovisión de este pueblo se basa en una relación armónica con sus bosques –base de su existencia– el Estado prosiguió con una política de expulsión y sometimiento, generando una relación histórica basada en conflictos permanentes, donde los pobladores deben pedir permiso y autorización para hacer uso de sus propios recursos, ya sea para tomar la leña caída en el bosque o llevar un animal a pastar.

Hacia una gestión conjunta de los recursos

Sin embargo, en la última década, la organización del pueblo mapuche en torno al reclamo de sus derechos, así como un giro en la visión política del Parque Nacional Lanín, han hecho posible que ambas culturas se sienten a una mesa común para decidir sobre la gestión de los recursos naturales, en lo que han llamado el Comité de Gestión del Comanejo, o más cotidianamente denominado «comanejo».

Es en este espacio donde se encuentran las comunidades con los actores del PNL, para generar una nueva forma de relación y asumir la responsabilidad conjunta en la toma de decisiones concernientes al manejo, derechos, responsabilidades y gestión de los recursos naturales de las comunidades mapuche asentadas en las tierras bajo jurisdicción de la APN.

La estructura formalizada del comanejo está compuesta por dos niveles, espacial y temporalmente separados: el Comité de Gestión del Comanejo (CGC), por un lado, y los Comités Locales (CL) por el otro. En los dos espacios están representadas ambas partes, los mapuche y el Estado, pero con diferentes actores, estrategias y roles.

El Comité de Gestión del Comanejo es una estructura donde los representantes de los estamentos son los que deciden las líneas de política institucionales o de las organizaciones. Es decir, en este espacio se marca la línea política del comanejo. Para su funcionamiento hay una co-presidencia, responsabilidad actualmente depositada en las figuras del Intendente del PNL y de un representante de las comunidades. En su reglamento interno, definen como funciones, entre otras, la delimitación de los territorios comunitarios mapuche para futuras cesiones de tierras, y el diseño de programas de manejo de los recursos naturales.

Las instancias de negociación para llegar a acuerdos, son definidas por los actores como «consensos»; aunque las conclusiones a las que llega el CGC quedan sujetas a la decisión del directorio de APN cuando las acciones propuestas van en contra de las reglamentaciones vigentes. Sin embargo, en la construcción del proceso, el que el CGC tenga poder resolutivo es considerado como un objetivo a lograr.

Los Comités Locales, por otro lado, son la herramienta para que se dé el comanejo basado en la resolución de conflictos y acciones concretas. Es decir, que los pobladores –con la carga histórica de relaciones conflictivas basadas en el autoritarismo–se encuentran en una mesa común, con los guardaparques de la zona, quienes tienen la facultad de ejecutar las normas de control y las reglamentaciones vigentes de la jurisdicción.

Existe un CL por Comunidad, y en cada uno de ellos se juntan las Comisiones Directivas de la Comunidad con el Guardaparque de la zona, con algún representante del Comité de Gestión del Comanejo y con los pobladores que estén involucrados en los temas a tratar. Tienen el desafío de traducir el comanejo en hechos concretos, compartiendo roles y superponiendo visiones, para la toma de decisiones. Es a este nivel, que se da la acción territorial del comanejo.


• Existe un C.L. por comunidad, en total 7 C.L..
• Gpq: el guardaparque de la seccional correspondiente al paraje de la comunidad.
• C.D.: Comisión Directiva de la comunidad, pueden asistir todos los miembros más los pobladores interesados en el tema a tratar.
• PNL: representante del Área de pobladores del Parque.
• El o los representantes del CGC, dependen de los temas a tratar.


• APN: representado por un miembro del Directorio y un miembro del Área de Manejo.
• PNL: en la figura del Intendente del Parque.
• INAI: Instituto Nacional de Asuntos Indígenas.
• CMN: dos representantes de la Confederación Mapuche Neuquina.
• CM: dos representantes por las Comunidades Mapuche del PNL.
Una construcción permanente

Esta experiencia lleva su tercer año de funcionamiento y se puede ver cómo los diferentes actores involucrados en el comanejo, empiezan a construir social y culturalmente las ideas sobre los problemas ambientales y el manejo de los recursos, desde sus propias perspectivas, visiones e intereses, y cómo estos son negociados o consensuados entre las partes.

Para los diferentes actores la idea del comanejo surge, es sentida y aprehendida desde los propios intereses e intenciones de provocar cambios, y, a la vez, se expresan con sus propios códigos. Es así que los intereses, necesidades y voluntades de una cultura se manifiestan y conjugan con reivindicaciones por el reconocimiento de los derechos ancestrales del pueblo mapuche.

Hay una aceptación de ambas partes en que el objetivo de conservación es compartido, pero partiendo de concepciones diferentes. Para una de las partes el énfasis está puesto en la conservación de los recursos naturales y la biodiversidad en sí misma, como un objetivo, para lo que se debe incluir a la otra cultura involucrada en el comanejo. Para la otra parte, el objetivo conforma la vida misma de su pueblo, donde la conservación del Ixofijmogen (biodiversidad) incluye naturalmente al ser humano, con su carga cultural, como parte integrante del mismo. Cuando estos límites se sinceran y entremezclan, en un marco de mutuo reconocimiento y efectivización de los legítimos derechos de las partes, se produce un afianzamiento de la relación intercultural con una práctica real de comanejo.

Es en este sentido que los actores comprometidos institucionalmente en el cumplimiento de estos objetivos –que se expresan coincidentes– tendrán que volver a ver cuál es el límite de su intervención para que ésta pueda realizarse desde la construcción participativa de nuevas respuestas a los objetivos. Si no se reconoce la diversidad de objetivos, se estará nuevamente reproduciendo el modelo de exclusión y negación (asimilación) bajo nuevos términos neo-progresistas como el de búsqueda de consenso, a través del paternalismo y la tutela que a veces se justifica como «intervención tecnológica».

En el CGC, la mayoría de los actores que se encuentran son los mismos que han gestado o dinamizado este proceso, por lo tanto la firme decisión ideológica/política para construir el comanejo se sienta como pilar para los acuerdos políticos que se generan al respecto.

Pero esta relación es diferente en los Comités Locales por las historias de relaciones conflictivas, y por las realidades sociales y ambientales de los pobladores y los guardaparques que, hasta el momento, han visto el proceso sin ser parte del mismo. Si bien algunos Comités Locales están empezando a funcionar por temas particulares de manejo del campo, las acciones concretas van avanzando lentamente.

El comanejo, iniciado en un marco de acuerdos y voluntades políticas que se construye y afianza desde su mismo proceso de implementación, enfrenta actualmente el desafío de construir las bases en el terreno. Siendo la primera experiencia institucionalizada en Argentina, tiene puestas todas las miradas externas, sobre qué es lo que ocurre y cómo resultará en la práctica. Estas miradas van desde la desconfianza, esperando equivocaciones que condenen el comanejo, a la esperanza que sirva para replicar el proceso en otros parques e incluso en otros países. La nuestra, como integrantes del equipo de CLASPO, es una mirada más que intenta descifrar e interpretar los códigos de las relaciones que allí se dan para aportar desde la investigación participativa.

Alicia Pérez Raventós
Investigadora principal-Asociación Civil Pro Patagonia
Email: propatagonia@smandes.com.ar

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