Estas medidas políticas han afectado directamente la economía campesina debido a la desprotección de los productores rurales de parte de los gobiernos. Se redujeron la capitalización del campo y los subsidios a la producción, se eliminaron los precios de garantía, se dejó al mercado como regulador absoluto de la competitividad, con repercusiones nefastas para el 80% de los pequeños productores de la subregión y muchos beneficios para las grandes corporaciones de alimentos, semillas e insumos agrícolas.
Además, la reforma en el campo ha estado orientada casi exclusivamente al aumento de la producción y a las exportaciones de los medianos y grandes productores, pero no se han contemplado estrategias concretas para el combate a la pobreza rural sobre la base de la reactivación de las unidades productivas, sólo se toman medidas paliativas basadas en el apoyo alimentario, que distorsiona una serie de aspectos sociales de la vivencia campesina y afecta la soberanía alimentaria.
Consecuencias del proceso de globalización
Los cambios en los modelos de producción agrícola han originado una reubicación geográfica masiva y una reagrupación de los sistemas de producción orientándolos hacia la especialización, con cultivos extensivos en algunos sitios, pastizales y ganado en otros, eliminándose la diversificación productiva como estrategia de desarrollo. Los ecosistemas cultivados ahora son más simples, uniformes y extensos; la especialización productiva se sustenta en el monocultivo y el uso intensivo de insumos externos.
Podemos decir que la subregión es un escenario económico atractivo para continuar con la implementación del modelo neoliberal. Con la incorporación de los países al ALCA3 y a la OMC4 , se estaría facilitando que la dependencia tecnológica se mantenga, que las grandes empresas se beneficien de los recursos genéticos y la biodiversidad, afectando directamente la soberanía alimentaria de las comunidades locales.
De la agricultura campesina a la revolución verde
Para los economistas globalizados la agricultura campesina no es competitiva y representa una carga social pesada para los gobiernos que tienen como paradigma el modelo neoliberal, razón por la cual las políticas que se vienen implementado en la subregión se orientan hacia la llamada “modernización de la agricultura”, sustentadas en el modelo tecnológico de la “Revolución Verde”.
Un indicador de estas medidas políticas son los subsidios específicos a los insumos agrícolas importados, los cuales están propiciando en los países de la subregión el incremento del comercio de los agroquímicos. Por ejemplo, los gastos por importaciones de plaguicidas entre 1991 y 1998aumentaron significativamente: en Bolivia, en 248%; en Colombia, en 316%; en Ecuador, en 103%; en Perú, en 223%; y en Venezuela, en 194% (ver Cuadro 1), lo que demuestra que los sistemas productivos se están haciendo más dependientes de estos insumos y de la expansión del monocultivo.
Este tránsito forzoso de la agricultura campesina hacia la modernización viene generando altos costos sociales y ambientales. La destrucción y degradación de los recursos naturales se aceleran en las diferentes zonas agroecológicas, se pierden paulatinamente los conocimientos técnicos locales, se facilita los procesos de migración del campo a las ciudades y se expone a los agricultores a los riesgos de manipulación de los agrotóxicos, además de los problemas de contaminación de los agroecosistemas.
A esto se suma la importación de alimentos, cuyos efectos tienden a destruir la base productiva de la agricultura local. Un indicador de esta situación es la balanza comercial, que en la mayoría de los países de la subregión es negativa. El caso del Perú constituye un ejemplo claro de los efectos de la globalización, que han dejado al agro en uno de sus peores momentos históricos y donde, en una década, no se ha logrado tener una balanza comercial positiva.
De la revolución verde a la revolución genética
El proceso de globalización continúa, los cambios tecnológicos apuntan hacia la consolidación del modelo de producción monocultivista. Ahora podemos decir que el nuevo salto será de la “Revolución Verde” hacia la “Revolución Genética”. En este sentido, la ingeniería genética es el nuevo instrumento tecnológico para definir las pautas de manejo de los sistemas de producción.
En la subregión ya se ha empezado con la introducción de los cultivos transgénicos a nivel de investigación. Sólo existe un cultivo que legalmente ha recibido autorización para su producción en Colombia (clavel); en el resto de los países miembros del CAN no existen aún extensiones con cultivos transgénicos. Sin embargo, en todos los países sí se ha liberado una serie de cultivos con características especificas.
La mayor liberación de cultivos transgénicos se ha producido en Colombia y Bolivia; en los otros países se ha solicitado la liberación de cultivos específicos: papa (Perú) y papaya (Venezuela); y no se tiene información sobre el Ecuador. Como se puede apreciar, la aplicación de esta nueva tecnología de la “Revolución Verde” está en proceso de evaluación. La tendencia es que los países finalmente cedan a la presión de las grandes transnacionales y de los inversionistas.
Referencias
Miguel Izam y Valerie Onffroy de Verez, 2000: El sector agrícola en la integración económica regional: experiencias comparadas de América Latina y la Unión Europea, CEPAL, Santiago de Chile. CEPAL, 1999: Efectos sociales de la globalización sobre la economía campesina: reflexiones a partir de experiencias en México, Honduras y Nicaragua. FAO, 2000; La alimentación y la agricultura en el mundo: Enseñanzas de los últimos años.
Luis Gomero Osorio
Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAPAL)
Red de Acción en Alternativas al Uso de Agroquímicos (RAAA)