diciembre 2021, Volumen 37, Número 2
Agroecología y feminismo: transformando economía y sociedad

La agroecología alimenta el espíritu de la vida en la cosmología maya

JUANA PATRICIA SANIC, MANUELA ELIZABETH TELÓN, DAVID HUMBERTO PAREDES, FELIX ATONIO ARCHILA | Página 24-25
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Según la cosmovisión de los indígenas mayas en Guatemala, como seres humanos somos parte de los ciclos naturales de la vida. La colonización y la agricultura industrial rompieron esta armonía
mediante políticas agrarias capitalistas, despojo de la tierra, violencia contra las mujeres y guerra. Hoy las mujeres están trabajando con la agroecología en sus comunidades para recuperar sus valores tradicionales y reconstruir conexiones con la tierra y la comida.

Ceremonia tradicional. REDSAG

Desde la perspectiva de los indígenas mayas, que constituyen la mayoría de la población de Guatemala, la agroecología es un sistema de vida: un sistema que protege diferentes variedades de semillas y diversas prácticas agrícolas donde todos los elementos vitales de la naturaleza convergen y se sincronizan armoniosamente. Abuelo Viento, Abuela Agua, Abuelo Fuego, Abuela Luna, Abuelo Sol, Madre Tierra y Padre Cielo componen la familia que da vida a nuestro planeta Tierra. La sincronización de estos elementos con las personas permite una forma de agricultura en la que todos están conectados. Un elemento no puede vivir sin el otro; cada uno cumple muchas funciones que son sostenidas por otros elementos. De esta forma, la madre naturaleza genera productos que nutren no solo los cuerpos vivos, sino también el espíritu de vida. Las mujeres siempre han jugado un papel importante en la agricultura y en la protección de esta delicada armonía con la naturaleza. En una historia tradicional maya de cómo se domesticó la agricultura (ver recuadro), son las mujeres las primeras en plantar y cosechar su propia comida.

El auge de la agricultura moderna
Hasta la década de 1940, los granos de cacao se utilizaban como forma de dinero en Guatemala. Se les consideraba muy valiosos y, por su exquisito sabor y otras propiedades, también fueron ofrecidos a los dioses. Asimismo, la práctica del trueque era muy común; las familias intercambiaban los productos agrícolas que cosechaban, por ejemplo, maíz por hierbas o frijoles por huevos.

Sin embargo, durante el último siglo todo cambió. Lamentablemente, con la imposición del modelo económico vigente en la década de 1940, la agricultura fue incorporada al sistema de mercado y su rol dentro de la sociedad se comercializó. Los alimentos, antes producidos para tener comidas saludables, pasaron a producirse para el comercio y la ganancia. En las décadas de 1950 y 1960 surgieron empresas agroindustriales que actuaban como dueñas del país, invadiendo y arrebatando tierras a indígenas y campesinos para practicar agricultura de gran escala.

A partir de 1960, Guatemala sufrió 36 años de guerra centrada en la lucha por el control de la política, el poder económico y la tenencia de la tierra. Muchas comunidades indígenas y campesinos sufrieron torturas y masacres, y sus aldeas y casas fueron quemadas. El gobierno, el ejército y las fuerzas de seguridad aplicaron la política de “tierra arrasada”, que consistía en eliminar violentamente cultivos, viviendas y personas rurales. Se destruyeron los documentos que demostraban la propiedad de las tierras de la población indígena y campesina para allanar el camino a su expropiación.

La explotación de mujeres indígenas y campesinas
Durante más de tres décadas de guerra, miles de mujeres murieron después de ser violadas por soldados y torturadas de muchas formas. Les cortaron los senos para que no pudieran amamantar y les extrajeron sus hijos del útero. Las mujeres campesinas e indígenas fueron consideradas enemigas porque representaban una conexión con la vida y con la tierra a través de sus conocimientos, prácticas y capacidad para crear y nutrir una nueva vida; es decir, nuevos campesinos que podrían rebelarse contra los que están en el poder.

Las familias indígenas y campesinas se quedaron sin tierras y sin las condiciones necesarias para llevar una vida digna. Tuvieron que buscar terratenientes dispuestos a proporcionar alojamiento a cambio de mano de obra agrícola. Esencialmente, las comunidades campesinas e indígenas fueron empujadas a la esclavitud para poder sobrevivir. De nuevo, las mujeres sufrieron más. Los terratenientes se aprovechaban de su situación de vulnerabilidad para obligarlas a tener relaciones sexuales con sus jefes. Negarse significaba que las familias se arriesgaban a ser desalojadas y despojadas de sus hogares, o a tener que trabajar más o realizar trabajo más pesado. Los terratenientes no consideraban a las mujeres como seres humanos, sino como objetos sexuales.

Si bien estos extremos han quedado atrás, en Guatemala la violencia contra la mujer rural no ha desaparecido. Los derechos humanos, especialmente los de las mujeres campesinas e indígenas, a menudo son violados por grupos de la élite y grandes corporaciones. Los gobiernos municipales, departamentales y nacionales ceden ante sus demandas, ya que son ellos los que financian sus campañas políticas, contribuyendo así a mantener un sistema de explotación, sumisión y desigualdad.

Más equidad a través de la agroecología
En el período del que nos cuentan nuestras abuelas y abuelos mayas, la agricultura era una práctica cultural en la que mujeres, hombres, jóvenes, ancianos y niños podían participar sin discriminación. Uno de los objetivos más importantes de REDSAG, la Red Nacional para la Defensa de la Soberanía Alimentaria en Guatemala, es el de reactivar esta práctica y defender los derechos de las mujeres en la soberanía alimentaria.

Romper con el sistema racista y patriarcal que apuntala nuestra sociedad es un gran desafío, pero estamos empeñados en lograrlo, restaurando el equilibrio entre mujeres, hombres, fauna, flora y los elementos desde la perspectiva de la cosmovisión maya, según la cual nuestra identidad es nuestra historia y nuestra historia es nuestra identidad.

Años de vivir en el patriarcado y la guerra civil han profundizado las desigualdades. Sin embargo, la agroecología tiene sus raíces en la creencia de que todos pueden sembrar, trabajar la tierra, cosechar y cocinar productos agroecológicos de sus propias parcelas. Creemos que, al habilitar la práctica agroecológioca, estamos trabajando hacia una distribución más equitativa de la pesada carga del trabajo doméstico. A veces las mujeres de las comunidades participan en las reuniones, mientras que los hombres se encargan de la familia. Hay hombres que han aprendido a cocinar y asumen este trabajo en casa con más frecuencia que antes. Estos son cambios importantes. Poco a poco, estamos impulsando la conciencia necesaria para transformar las realidades de la mujer.

REDSAG sensibiliza a través de la formación en escuelas, iglesias, con los medios de comunicación y mediante la promoción política. Es una tarea ardua pero necesaria; nosotros estamos trabajando para la adopción nacional de políticas públicas que protejan los derechos de la mujer.

En REDSAG también estamos capacitando a mujeres como agrofeministas, cuyo enfoque es preservar y promover la salud, recuperar los conocimientos culturales, tradicionales y ancestrales, y alzar nuestras voces juntos en defensa y protección de nuestros activos naturales. Estamos estableciendo bancos de semillas criollas y nativas en todos los territorios del país. Apuntamos a crear capacidad en el ámbito de la agroecología y la economía comunitaria tanto para hombres como para mujeres, impulsando a los hombres a dar a las mujeres el espacio que se merecen y por el que siguen luchando.

En la cosmovisión maya hay un entendimiento de que hombres y mujeres tienen los mismos derechos. Se complementan en un sistema armonioso de vida que está en equilibrio con todos los sistemas de vida que nos rodean. Solo reviviendo y protegiendo los conocimientos y prácticas ancestrales de nuestras abuelas y abuelos seremos capaces de respetar todo lo que nos rodea y se conecta con nuestras propias formas tradicionales de interactuar con el “conocimiento espiritual” del planeta.

Juana Patricia Sanic, Manuela Elizabeth Telón,
David Humberto Paredes, Felix Atonio Archila
Red Nacional por la Defensa de la Soberanía Alimentaria en Guatemala (REDSAG).
redssag@gmail.com

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