Epidemias y pandemias: compañeras de viaje de la humanidad
A mediados del siglo XX los problemas socioambientales calaban en las conciencias de muchas personas preocupadas por el destino de la humanidad. A través de varios estudios concluyeron que “la economía mundial tiende a estancar su crecimiento y a colapsar como resultado de una combinación de la reducción en la disponibilidad de recursos, la sobrepoblación y la contaminación” (Bardi, 2011, p. 10). ¿Cuándo? A principios del siglo XXI. No se equivocaron y nos pusieron deberes: reconocer los límites biofísicos del planeta y atender las causas del colapso.
Pero a partir de 1960 se intensifica la depredación del planeta. La Revolución Verde impone un régimen alimentario basado en monocultivos, ganadería intensiva, uso intensivo de agrotóxicos liberalización del mercado y privatizaciones que “provoca la pérdida de patrimonio biocultural por la masiva deforestación de bosques, selvas y manglares, los pulmones del planeta” (Susial-Martín, s. f.). Es lógico asumir que, como consecuencia de estas sistemáticas invasiones de hábitats naturales, las pandemias serán más frecuentes. Este régimen alimentario corporativo no está diseñado para producir alimentos de forma sana y con justicia ecosocial, sino que funciona sobre la base de la acumulación de capital por desposesión de salud ambiental y humana (Van der Ploeg, 2010). El sistema agropecuario industrial es el causante de entre el 21% y el 37% de las emisiones de gases de efecto invernadero (Shukla y otros, 2019). Además externalizan impactos socioambientales y comercializan preparaciones industriales baratas y ultraprocesadas con un elevado contenido en azúcar, sal, grasas y harinas refinadas. Este patrón alimentario también se correlaciona positivamente con un incremento de enfermedades no transmisibles (ENT), como diabetes, enfermedades cerebrovasculares, enfermedades coronarias y cáncer colorrectal (Clark y otros, 2019). Esas enfermedades suponen el 71% de las muertes a nivel global y también aumentan su presencia debido al tabaquismo, sedentarismo y alcoholismo (OMS, 2018). Esta situación se agrava en el marco de la actual pandemia, pues las personas con alguna ENT presentan cuadros clínicos más severos de COVID-19 y mayor riesgo de muerte (Yang y otros, 2020).
Mantener vivas alternativas de justicia ecosocial hasta que sean políticamente inevitables
En paralelo a las desastrosas consecuencias de esta depredación socioambiental, las sociedades recolectoras-cazadoras y las comunidades campesinas e indígenas que desarrollan prácticas agropecuarias respetuosas con “nuestra casa común” aún resisten. Estas comunidades, conjuntamente con comunidades académicas, proponen la agroecología para promover una agricultura familiar de base campesina y autónoma, que produce alimentos aplicando la ciencia de la ecología y conocimientos tradicionales, e impulsa la comercialización justa y el consumo de alimentos frescos, locales, de temporada y mínimamente procesados (Susial-Martín, s. f.). Esta dieta reduciría la incidencia y mortandad de ENT y los impactos ambientales (Clark y otros, 2019).
Pero el régimen alimentario corporativo no descansa y lo encontramos en proyectos como la “agricultura climáticamente inteligente” o la “intensificación sostenible”, que reducen la agroecología a una técnica agrícola para perpetuar prácticas productivistas del agronegocio vestido de verde. Si logramos construir sistemas alimentarios basados en los principios de justicia, igualdad y solidaridad, la agroecología será la alternativa viable y eficaz frente al coronavirus. El movimiento feminista y el movimiento agroecológico construyen ideas y alternativas a las políticas existentes, las mantienen vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable. Y lo van a seguir haciendo porque “no tenemos un planeta B” y porque reconforta dejar el mundo un poco mejor que el heredado.
Patricia Eugenia Susial-Martín
Agroecóloga política, feminista. Candidata doctoral en Ciencias en Ecología y Desarrollo Sustentable en El Colegio de la Frontera Sur, México. Integrante del Grupo de Trabajo CLACSO “Agroeología política”.
patricia.e.susial.martin@gmail.com
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Referencias
- Bardi, U. (2011). The Limits of Growth Revisited. New York: Springer.
- Clark, M. A., Springmann, M., Hill, J. y Tilman, D. (2019). Multiple health and environmental impacts of foods. PNAS, 116(46), pp. 23357-23362.doi:10.1073/pnas.1906908116.
- Shukla, P. R., Skea, J., Slade, R., Van Diemen, R., Haughey, E., Malley, J., Pathak, M. y Portugal Pereira J. (Eds.). (2019). Technical Summary. En Climate Change and Land: an IPCC special report on climate change, desertification, land degradation, sustainable land management, food security, and greenhouse gas fluxes in terrestrial ecosystems. Ginebra: IPCC. https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/sites/4/2020/07/03_Technical-Summary-TS_V2.pdf
- Susial-Martín, P. E. (s. f.). Agroecología política feminista desde Abya Yala. En Feminismo socioambiental. Revitalizando el debate desde América Latina (en prensa). Ciudad de México: Universidad Autónoma de México, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias.
- Van der Ploeg, J. D. (2010). The Food Crisis, Industrialized Farming and the Imperial Regime. Journal of Agrarian Change, 10(1), pp. 98-106. doi:10.1111/j.1471-0366.2009.00251.x
- Organización Mundial de la Salud (OMS) (2018). Enfermedades no transmisibles. Datos y cifras, https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/noncommunicable-diseases
- Yang, J., Zhenga, Y., Goua, X., Pu, K., Chena, Z., Guo, Q., Ji, R., Wang, H., Wang, Y. y Zhou, Y. (2020). Prevalence of comorbidities and its effects in patients infected with SARS-CoV-2: a systematic review and meta-analysis. International Journal of Infectious Diseases, 94, pp. 91-95.
doi:10.1016/j.ijid.2020.03.017