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Parque huerta La Tablada, Rosario, Argentina (p. 22). Agricultura Urbana Rosario

El enfoque de esta edición de LEISA surge ante la existencia de importantes experiencias de agricultura urbana y periurbana en América Latina, situación que interpretamos como reconocimiento por la población de las ciudades de la importancia que para su nutrición tiene el poder contar con alimentos frescos y saludables, sin que ello signifique pagar los altos precios de los productos orgánicos que se expenden en los mercados citadinos especializados.Pero existen también otras razones de importancia para considerar a la agricultura urbana como alternativa para la soberanía y la seguridad alimentarias, ya que, según la ONU, en 2030 cerca del 61% de la población mundial vivirá en ciudades (Estado de las ciudades de América Latina y el Caribe, ONU/HABITAT, 2010). En las grandes urbes de la región, los alimentos que la población consume son principalmente importados y no producidos en ámbitos cercanos –urbanos o periurbanos– por lo que, ante catástrofes naturales o situaciones de conflicto social, político o militar, corren el riesgo de sufrir desabastecimiento de alimentos, situación especialmente crítica para la población con menor capacidad adquisitiva que por lo general habita en la periferia urbana.No obstante, son ya numerosas las alternativas que esta misma población ha adoptado para contar con alimentos frescos de calidad y producidos localmente. Estas han sido iniciativas de organizaciones vecinales que han contado, en algunos casos, con el asesoramiento y apoyo de los gobiernos locales, como es la importante experiencia y trayectoria del Programa de Agricultura Urbana de la Secretaria de Economía Social de la Municipalidad de Rosario, Argentina, que logró convertirse en una sólida política pública y se ha constituido en referente local e internacional (p. 22).

Otra iniciativa importante pero de más reciente inicio es la Plataforma de Agricultura Urbana en Lima (PAUL), que ha implementado el proyecto “Alimentando Lima desde adentro” (ALDA) en las zonas urbanas y periurbanas de esta ciudad. Los fines de PAUL se enmarcan en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, particularmente el 11: “Conseguir que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”, y ha logrado gestionar y aplicar el sello “Agricultura en Lima” como garantía de que los alimentos producidos por las organizaciones de agricultura urbana que la integran han sido cultivados y cosechados con prácticas agroecológicas (p. 11).

Entre las experiencias cuyos objetivos van más allá de lo productivo se encuentra la de EcoTambo, cuyo trabajo de agricultura urbana y periurbana en Bolivia le ha hecho posible constituir “una experiencia de tejido colaborativo para la investigación” (p. 15). En este grupo de experiencias también es importante destacar cómo “la agricultura urbana se ha convertido en un vehículo para nuevas interacciones en la ciudad” a través de las actividades académicas sobre seguridad alimentaria y nutricional promovidas por el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), que han logrado reducir los índices de inseguridad ciudadana y recuperar espacios abandonados, convertidos ahora en huertos urbanos, en un barrio de la ciudad de Cali, Colombia (p. 19).

El presente número de LEISA, se inicia con dos artículos de reflexión. En el primero, sobre la actual situación mundial del acceso a alimentos, el autor enfatiza la necesidad de generar respuestas locales y considera a la “agricultura urbana familiar, una alternativa local viable” ante el reto que presenta la dependencia de los sistemas industriales de producción de alimentos; sistemas no sostenibles por ser monocultivos con gran uso de agroquímicos (p. 5).

El segundo artículo considera a “la gran disparidad existente entre el campo y la ciudad” como una de las causas de la migración de la población rural a las urbes, ya que “para la mayoría de los agricultores hay una consistente falta de expectativas y de oportunidades”, situación que, según el autor, es “la confirmación de una matriz de ‘modernización’ dirigida al desplazamiento de las poblaciones rurales que nos llevará a males mayores en términos ecológicos sociales.” (p. 9).

Como lo mencionamos en la convocatoria para este número de LEISA, la población rural que decide tener como destino la ciudad mantiene en su condición urbana la vinculación con lo rural y es portadora de un saber hacer que le da la posibilidad de ser protagonista activa para lograr que la agricultura urbana sea una realidad que le proporcione alimentos saludables localmente y gozar de un ambiente con calidad de vida en lo social y lo ecológico.

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