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Capacitación en campo. Archivos E. Nolte

leisa: ¿Se puede sostener que en América Latina existen sociedades pastoriles? Enrique Nolte: Hace cuarenta años en la República Dominicana había ganadería ovina, caprina y bovina que pastaba en casi el 30% de la tierra agrícola de ese país, pero actualmente ya no es así. En Perú yo he conocido nómades y trashumantes también y he presenciado ceremonias extraordinarias. Por ejemplo, en la zona arriba de Chilca, San Antonio de Huarochirí, donde toda la comunidad bajaba a las lomas hacia fines de agosto, después de que habían terminado las neblinas del invierno y se quedaban hasta octubre; dos o tres meses. Construían un estrado en un cerro, donde se instalaban los jefes de las dos comunidades y abajo pasaban los rebaños llevados por sus propietarios. “¿Éste cuántos animales tiene?” “200 cabras, 25 vacas, 7 burros; etcétera”. Según eso hacían cuentas y pagaban. Y si estaba el teniente gobernador o policía de la localidad, lo ponían como autoridad a observar el proceso. Había orden y negociación porque las comunidades de los pastores vivían arriba, pero la comunidad de costa era la propietaria de las lomas y sobre esa base hacían las negociaciones.

Enrique Nolte

leisa: ¿Negociaban el pago por el pastoreo en las lomas?

EN: Sí, pagaban según cuántos días y animales iban a estar pastoreando en las lomas, lo cual no tenía ninguna vinculación con esquemas de conservación de naturaleza, criterios de pastoreo, nutrición de los animales, nada. Simplemente, acabándose el tiempo de cosecha, se acababan las pajas y todo en la sierra, y se venían para la costa. A veces solamente hasta las lomas y después se regresaban, y otras veces, se venían en tránsito a esperar que empezara la cosecha de algodón en los valles. Entonces venía el paloteo, terminaban con el algodón, con el frejol, con el camote, con toda la agricultura tradicional de costa y después se iban.

leisa: ¿Existen todavía esas prácticas?

EN: Las condiciones que las hacían posibles se han modificado enormemente. Las lomas han quedado muy dañadas, ya casi no hay lomas como para pastorear. Y la agricultura tradicional de costa, algodonera, camotera, de frejol, de pallar, ya es casi inexistente. Hoy se ha extendido la agroexportación, es otra realidad. Entonces, los pastores se han ido adaptando. Yo pude observar las modificaciones que experimentaba esa forma de vivir. En el caso del norte del Perú, la recurrencia de Fenómenos de El Niño respaldaba las actividades de la vida pastoral, pero con las comunicaciones que hoy tienen y con familias que tienen la mitad que hijos de antes (y esos hijos son ahora comerciantes, profesionales), tienen otras vinculaciones; el arraigo y la necesidad de vivir dependiendo del rebaño son cada vez menores. Adicionalmente la estrategia de uso de la tierra ha tenido, por fuerza, que cambiar. Por un lado se comenzó a decir que, si las tierras de las comunidades estaban sin uso, revertirían como eriazas al Estado. Es que en una comunidad como Catacaos, que tiene 360 000 hectáreas, de las cuales solamente 25 000 son cultivables con un régimen de secano o que pueden regarse con agua de río, era demasiada tierra sin uso. Entonces Catacaos, Castilla, Pauño Pabur, Ignacio Távara, San Lucas de Colán, Congorá, empezaron a repartir tierras a personas y familias en núcleos que se llamaron “centros UPC” (Unidad de Producción Comunal). No había título de propiedad, solo una boleta. Estas familias veían la forma de utilizar ese territorio; la idea era más hacer un uso del bosque, extraer madera o leña, y poner cultivos de temporal. Finalmente parcelaban. Pero, ¿cómo? Tomaban una regla, hacían un tablero de ajedrez y esa era la parcelación. No consideraban las cotas o diferencias de altura.

leisa: ¿Consideras que los pastores del Perú han llegado a constituir sociedades pastoriles?

EN: Sí había sociedades pastoriles. Por ejemplo en las comunidades de Santo Domingo de los Olleros y Calahuaya, en la provincia de Huarochirí, sierra del departamento de Lima. Y eran sociedades trashumantes organizadas que no se desestructuraban cuando migraban. Tenían fecha de ida y fecha de regreso.

leisa: ¿Por qué no existe ahora una sociedad pastoril dedica¬da a la crianza de camélidos americanos, ni siquiera en la alta montaña andina?

EN: En cuanto a la ganadería de camélidos, en la actualidad en el Perú los únicos que ganan dinero con las alpacas son los que venden reproductores. Se llaman planteleros y venden reproductores a Australia, a Texas. Los demás alpaqueros atraviesan una mala situación económica. Un alpaquero en Caylloma me dijo: “Todo eso que dicen los proyectos ingenieros, lo he hecho. Mis alpacas están mejor, pero yo no”. La alpaca hoy no es rentable aunque se aplique la mejor tecnología. La fibra baja de precio y se mantiene en un precio crítico desde hace seis o siete años.

leisa: Pero en Nueva Zelanda están criando alpacas…

EN: Pero ahí es buen negocio porque tienen fibra fina. Los altibajos de precio nos afectan mucho más que a ellos. El mercado busca fibra con grosor debajo de 20 micras y nuestra fibra está entre 22 y 24 micras. Mucha de la fibra que se obtiene está fuera del mercado. Jane Whiler Willer, veterinaria genetista que trabaja en la ONG CONOPA, tiene los registros de ADN de 10 000 cabezas de alpacas, según los cuales el porcentaje de alpacas que no tiene genes indicadores de guanaco es 10%. O sea, el 90% de una muestra de alpacas en el Perú no es puro, tiene genes indicadores de guanaco, están cruzadas. Porque el ganadero, en defensa de su vida, que es el corto plazo, busca una llama macho bien grande y cruza todas sus alpacas. Entonces le nace un huarizo tuis (alpaca a partir del destete hasta los dos años), cruce que pesa bastante más y que venderá como carne, pero la fibra se engrosa, disminuye su calidad y revertir ese proceso demanda de cuatro o cinco generaciones para adelante. El alpaquero, a sabiendas, ha inducido el engrosamiento de la fibra porque más que el futuro de las alpacas le interesa la comida de sus hijos mañana. Entonces ese contraste entre corto y largo plazo hace que los criadores tomen decisiones que pueden parecer absurdas. No son absurdas: tienen una terrible lógica, pero es la lógica de la pobreza, tienen que sobrevivir.

A mi juicio, si el Perú quiere cuidar a su población alpaquera, cuidar a sus pastores de alpaca, cuidar la ganadería tradicional que tuvo tiempos de florecimiento y hoy está de capa caída por los precios internacionales, son necesarias políticas que consideren los subsidios junto con políticas de apoyo para mejoramiento genético y recuperación de pastizales naturales.

leisa: ¿La salud de las alpacas es otro de los principales problemas?

EN: Se estima en 20% la mortalidad perinatal; la quinta parte de todos los animales se muere. Creo que hemos perdido el paso, porque antes los pueblos vivían de eso y hoy en día ya no pueden. La evidencia es que todos los pueblos que crían llamas y alpacas están en pobreza extrema. La expectativa de vida es de 45 años. Por ahí no va el desarrollo para ellos, por ese camino no va.

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