La inseguridad alimentaria es el resultado directo del modelo agrícola industrial que se caracteriza por monocultivos a gran escala de productos transgénicos y la presión ejercida por la producción de biocombustibles sobre ecosistemas erosionados, lo que pone en peligro el acceso a capitales de subsistencia para los pequeños agricultores. La tragedia de la “revolución verde” es el extenso uso de insumos (herbicidas, fertilizantes, insecticidas) que afectan la vida circundante, lo que causa un impacto negativo para la subsistencia. A pesar de este “apocalipsis agrícola” orientado al desastre, una nueva esperanza viene siendo readoptada por innovadores con resultados más positivos, utilizando pocos insumos y realizando prácticas más amigables con el ambiente, con justicia social, a través de la agroecología.
La agroecología es un medio sostenible para la producción de alimentos a través de protocolos amigables al ambiente que aseguren la calidad de los productos. Estos protocolos son preparados por las organizaciones de productores siguiendo el modelo IFOAM para una producción orgánica. En Bolivia, las últimas estadísticas muestran que más de un millón de hectáreas están bajo cultivos genéticamente modificados, en comparación con poco más de 117 000 hectáreas de producción agroecológica. El millón de hectáreas bajo cultivos genéticamente modificados representa el 37% del área total cultivada de Bolivia, que es de alrededor tres millones de hectáreas, mientras que el área bajo producción agroecológica solo representa el 4% del área total (gráfico 1).
En 2003 un “Proyecto de ley sobre la regulación y promoción agroecológica de la producción agrícola y forestal no-maderables” fue presentado a la Legislatura y, a finales de ese mismo año, AOPEB abrió la cadena Super Ecológico de tiendas de comestibles orgánicos para promover el consumo interno de productos agroecológicos. En octubre de 2006 se aprobó el proyecto de y, en noviembre, el Presidente Evo Morales Ayma la presentó oficialmente como la ley 3525.
En Bolivia contamos con un marco regulatorio y legal favorable para la promoción de la producción agroecológica, lo cual fue útil para desarrollar las bases reguladoras para el desarrollo de los Sistemas de Garantía Participativa (SGP), que proveen una ecoetiqueta en reconocimiento al trabajo de los pequeños agricultores. Se ha logrado el objetivo final de mejorar las posibilidades de estos agricultores familiares para lograr un acceso diferenciado a los mercados locales, así como para elevar su perfil como agricultores agroecológicos, es decir, no convencionales.
Algunos de los principales resultados de este programa conjunto incluyen:
- 7 000 productores capacitados en agroecología
- 17 SGP consolidados
- 650 productores clasificados como agricultores agroecológicos
- 2 700 productores clasificados como en transición
- en total, alrededor de 3 400 agricultores agroecológicos en el altiplano y en ecoregiones de valle y tropicales
- apoyo a espacios locales de comercialización como mercados de agricultores, incluyendo el mercado de agricultores orgánicos Raymi en el Municipio de Sipe Sipe (Cochabamba), Bio Tarija y Bio Achocalla.
Es difícil probar la eficacia de las prácticas agroecológicas porque no existen estudios de la demanda real de estos productos a nivel local (centros de producción). La demanda real de productos agroecológicos es incierta debido a que la mayor parte de la producción agroecológica futura está en transición. En el Estado Plurinacional de Bolivia entre 2005 y 2014 había 117 106 hectáreas bajo condiciones agroecológicas, lo cual representa el 7% del sector agrícola en el país.
La idea de que las prácticas agroecológicas podrían satisfacer en los próximos años la demanda de alimentos de una población humana cada vez mayor, proporcionando un producto superior y más nutritivo, no tiene sentido para la mayoría de los gestores políticos. Durante el período neoliberal (1985-2005) la producción agrícola estuvo orientada a los cultivos empresariales de la industria de aceite y azúcar blanca, especialmente para su exportación a países vecinos. Una vez que el cambio político se dio desde 2006, se implementó un nuevo enfoque, la filosofía del “Buen Vivir”, así como los marcos jurídicos para la Promoción de la Producción Agroecológica (Ley 3525/2006), la Revolución Alimentaria (Ley 144/2013) y la Promoción de Alimentación Saludable (Ley 775/2016). En particular, la ley 3525 se basa en el principio de que, para reducir la pobreza global, no basta con producir más alimentos, sino que estos deben ser de alta calidad, seguros para la salud humana, amigables con la biodiversidad, accesibles y disponibles para todos. Asimismo, los procesos de producción, transformación y comercialización no deben ser perjudiciales o dañar el medio ambiente. La Ley de Organizaciones Económicas Campesinas Indígenas Originarias (OECAS) recientemente promulgada plantea cuestiones fundamentales como la importancia de la agricultura familiar, la colaboración, la soberanía alimentaria y la priorización de los alimentos de origen local.
Los indicadores de prácticas agroecológicas difieren entre los productores de todo el mundo debido a que sus experiencias se basan en la experimentación y en experiencias compartidas. Por ejemplo, la mayoría de las organizaciones de productores dan importancia a indicadores amigables con el medio ambiente y a indicadores sociales, pero los científicos, por el contrario, consideran mucho más los indicadores económicos y culturales. Los gestores políticos, por otro lado, proporcionan un marco normativo y legal para la producción agroecológica pero el científico debe desarrollar métodos de evaluación para medir su eficacia para la población y el medio ambiente. Este es el desafío real.
Para evaluar el desarrollo y funcionamiento de los SGP deben ser utilizados algunos indicadores sociales, económicos y ambientales. Por ejemplo, en la evaluación de los SGP de Bolivia, la ONG AVSF-Bolivia tenía un proyecto denominado “Mercados Campesinos” en el que la evaluación de SGP era una prioridad para mostrar resultados y recomendaciones a los gestores de políticas del Consejo Nacional de Producción Ecológica. El enfoque del proyecto se basó en cinco dimensiones de la seguridad alimentaria (disponibilidad, acceso, utilización, estabilidad y felicidad). La disponibilidad supone el suministro de suficientes cantidades de alimentos de calidad provenientes tanto de sistemas naturales como cultivados. El acceso es la capacidad de los individuos para obtener alimentos en todo momento a través de su propia producción. La utilización involucra el medio por el cual los individuos son capaces de obtener energía y nutrición de los alimentos. La estabilidad supone la disponibilidad de alimentos suficientes y adecuados, accesibles y utilizables sobre una base fiable y sostenible. Felicidad indica el nivel de satisfacción de los pequeños agricultores respecto a sus tareas productivas, de transformación y comercialización.
Para evaluar la efectividad de los SGP en la producción agroecológica, el proyecto utilizó cuatro casos de estudio: Achocalla, Batallas (La Paz), Caracollo (Oruro) y Eco-Feria (Cochabamba). Los indicadores seleccionados demostraron la eficacia de cada SGP contrastándolos con un SGP esperado (el pentagrama perfecto). Los resultados mostraron que el SGP de Achocalla fue el más similar al esperado número uno, seguido por el SGP Batallas y el SGP Caracollo, debido a que están organizados a nivel Municipal. Por otro lado, el SGP Eco-Feria mostró la calificación más pobre en las dimensiones de disponibilidad y estabilidad, lo que puede explicarse por dos factores: la especialización de los asociados, que son transformadores y no productores, y el hecho de que la ecoferia es un SGP privado. Hablando del indicador más nuevo, la dimensión de felicidad, sólo los SGP de Achocalla y Caracollo alcanzaron el resultado esperado debido a que tienen una gran cantidad de capital natural (cultivos de valle y de altiplano) y capital social (organizaciones de productores, ONG, instituciones públicas) que ayudaron a mejorar los sistemas (gráfico 2).
Con el fin de mostrar los aportes de la agroecología a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) como los de cero po-breza, cero hambre y buen estado de salud y bienestar, los profesionales deben definir indicadores comunes para la me¬dición de rendimiento e impacto sobre los objetivos citados. Por ejemplo, existen cumbres internacionales que reúnen a científicos y agricultores de todo el mundo, que esbozan estrategias para la medición de los propuestos ODS.
Los retos de la agroecología son:
- aumentar la producción para alimentar a más gente
- garantizar la calidad de la producción y transformación
- convencer a los gestores políticos de que es necesario otro tipo de agricultura para lograr un mundo mejor y el bienestar de las poblaciones futuras (aumentar la producción de alimentos agroecológicos a través del uso sostenible del agua, siembra de especies nativas y de cultivos asociados, desarrollar una cadena de custodia mejorada de productos agroecológicos a lo largo de la cadena alimentaria, para garantizar la calidad y origen, influir sobre los beneficios agroecológicos en el ámbito político a través de campañas en organismos públicos y privados
- acortar las cadenas de valor, creando relaciones directas entre productores y consumidores en ferias periódicas.
La transmisión directa del conocimiento de agricultor a agricultor es la clave para el éxito del movimiento agroecológico. También es importante la creación de grupos de reflexión en el hemisferio sur (países productores), como la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA), para la socialización de experiencias concretas.
Eduardo López Rosse
Investigador sobre sistemas de certificación ambiental y social. Trabaja en el Departamento de Asuntos de los Consumidores del Municipio Autónomo de Cochabamba, Bolivia (GAMC).
elopez@catie.ac.cr